Appunti di Psicologia©

Derechos Reservados 1995-1996-1997 por Dr. Salvatore Manai

La psicoterapia psicoanalitica en la adolescenza y la formación del psicoterapeuta

(Marco Longo, M.D. - Specialist in Clinical Psychology)
(Versión española de Miguel Molla)

Frecuentemente se escucha decir a personas adultas, que el adolescente "no es ni carne ni pescado", intentando así evidenciar que aquel no es ya un niño y al mismo tiempo no es tampoco un adulto.

Probablemente se trata de una apreciación hecha a la defensiva y desvalorizadora, con la cual se tiende a evidenciar aquello que el adolescente no es, en vez de buscar comprender la esencia de su ser.

Además mediante esta operación reduccionista y simplificadora no se tiene por completo en cuenta, la compleja realidad psicodinámica de la adolescencia como periodo de pasaje de la infancia a la edad adulta, de una imagen de si mismo como niño a una imagen de si mismo como adulto.

El adolescente capta plenamente la tensión transformativa que actual al interior de su personalidad y en consecuencia percibe y sufre por la presencia conflictiva de dos componentes antitéticos que se mezclan dentro de si: tanto el componente de las nuevas exigencias y descubrimientos adultos como el componente de la infancia y los deseos infantiles, ambos confusamente entremezclados. Por consiguiente, según mi parecer, seria más correcto afirmar que el adolescente vive el drama existencial de sentirse al mismo tiempo "carne y pescado", si queremos encuadrar esta dimensión transicional con la broma antes aludida.

Comprender plenamente esta realidad particular es premisa indispensable no solamente para el estudio psicodinamico de la adolescencia, sino también sobre todo para la elección de una estrategia psicoterapéutica que permita entrar en contacto con el adolescente en crisis, superando las fuertes resistencias defensivas. En efecto, todos conocemos las dificultades que se encuentran para la constitución y el mantenimiento de la alianza terapéutica con el paciente adolescente, así como la dificultad de calibrar la técnica para conseguir lograr la aspiración de un tratamiento especifico.

Buscamos por tanto como primera cosa, ver el mundo con los ojos del adolescente, para luego aproximarse mejor a la descripción de su realidad psicodinámica; en la cual es necesario distinguir en cuanto sea posible, los aspectos que podríamos considerar fisiológicos de la crisis adolescente, entendida como necesario pasaje madurativo, de aquellos mas francamente patológicos que pudiéramos poner de relieve en el adolescente con problemas, por los cuales se evidencia la necesidad de una adecuada ayuda terapéutica.

Desde el punto de vista del adolescente, los adultos aparentan ser los gestores de una estructura de poder y de control, y ser quienes pertenecen a una clase privilegiada y tiránica que oprime al mundo entero.

El adolescente no acierta a dar el justo valor a la capacidad y conocimientos del adulto; tiene frecuentemente la sensación que todos los adultos son hipócritas y fraudulentos, en posesión de cualquier cosa que no tienen derecho de poseer, como una organización aristocrática que intenta conservar el propio poder absoluto y prevaricador.

Por convergencia el niño deviene considerado por el adolescente como prisionero o siervo de sus padres, esclavos sobre todo de la ilusión que sus padres-patrones conocen todo y pueden hacerlo todo, mientras que los adolescentes están siempre mas dándose cuenta que han confiado demasiado y por mucho tiempo en dioses falsos, descubiertos ahora con desilusión como impotentes y falsos.

Por tanto la posición del adolescente es de desprecio pleno tanto frente al adulto como al niño, lo cual representa también uno de los principales problemas técnicos del abordaje clínico. En efecto el adolescente en crisis tiende a rechazar la ayuda psicoterapéutica por dos diferentes motivos: ya sea porque teme una manipulación de parte de un adulto que, pretendiendo curarlo, podría tratar de imponerle modelos de pensamiento y de comportamiento inaceptables y que no seria capaz de aceptarlos sin criticar duramente el mundo del adulto. O ya sea porque se da cuenta consciente o inconscientemente que el trabajo psicoterapéutico podría comportar la revisión dolorosa de los propios conflictos infantiles, negados o proyectados, y de cualquier forma ya desterrados por considerarlos infantiles.

Intentare ahora encuadrar los aspectos que podríamos considerar fisiológicos de la crisis adolescente haciendo referencia al trabajo de Donald Meltzer. Como otros autores de formación psicoanalítica, Meltzer describe la situación psicodinámica de la adolescencia considerándola como un periodo de crisis del espacio mental y de la integración de este, caracterizado a su criterio de la presencia de un particular tipo de "splitting": de un lado, la envidia por el poder, el egocentrismo, la ambición desenfrenada; del otro lado la sensibilidad por el débil, la idealización, el altruismo, la emotividad.

En el intento de encontrar y definir su propio modo de ser el adolescente oscila continuamente entre estas dos posiciones, viviendo entre otras cosas un estado de gran confusión sobre aquello que puede llevarlo adelante o hacerlo retroceder respecto a aquello que percibe claramente como una incomoda y fatigante situación intermedia entre la infancia y la edad adulta: en el deseo de alejarse de la dimensión infantil, considerada débil y dependiente, el adolescente teme fuertemente su propia sensibilidad, porque tiene miedo que mostrarse demasiado sensible lo podría hacer retroceder de nuevo hacia la infancia y la dependencia de los adultos; contemporáneamente, en el deseo de acercarse hacia la dimensión adulta, considerada cínica y absolutista, tiende a pensar que el único modo de mostrar independencia sea el de avanzar sin piedad por el camino de un grandioso suceso y es entonces que siente temor de renunciar completamente a su emotividad.

Según Meltzer, en lo esencial, el adolescente encuentra que debe resolver una situación paradójica, en la cual tiende a considerar que aquello que puede llevarlo realmente hacia la madurez psicológica , en vez de eso, puede alejarlo de lo que quiere-la sensibilidad, el interés por los demás, por el arte y la literatura, el soñar de un mundo mejor y el deseo de contribuir a su realización, la conciencia de la propia relativa debilidad e impotencia y por tanto el deseo de colaborar con los demás para construir juntos aquello que no se puede hacer solo-tiende a considerar todo esto, repito, como algo que puede hacerlo retroceder en vez de avanzar.

De esta forma se manifiesta uno de los conflictos principales de la crisis adolescente, que caracteriza una situación de sufrimiento mental del adolescente mismo que podríamos considerar fisiológica.

La dificultad de tolerar y resolver este conflicto puede en todo caso llevar al adolescente a entrar en un recorrido de crisis personal y de sufrimiento aun mas grave, tal que lleve a plantear el problema técnico de la necesidad de una ayuda psicoterapéutica.

Hablo de problema técnico porque, como hacen notar casi todos los autores, el pedido de ayuda en la adolescencia no viene casi nunca del adolescente mismo, sino muy frecuentemente nos encontramos frente al pedido de parte de los padres, de la Escuela, de los Juzgados de menores, etc. Pero existe también un notable número de adolescentes con problemas en los cuales no se da un pedido de ayuda personal ni institucional para ese periodo de dificultad en su adolescencia aun cuando muchas veces, desde mi punto de vista, seria necesaria una intervención psicoterapéutica que comprendiera particularmente a toda la familia.

Para aclarar este punto hago otra vez referencia a al trabajo de Meltzer, que encuentro útil aun a nivel explicativo, para intentar describir el panorama hipológico de los adolescentes con problemas.

Se pueden distinguir cuatro categorías de jóvenes:

1) El adolescente que tiende a permanecer en familia;

2) El adolescente que intenta entrar lo más rápido posible en el mundo adulto;

3) El adolescente solitario-aislado, que por lo demás no siente tener problemas, pero del cual todos se preocupan;

4) El adolescente que tiene problemas en el grupo de coetáneos.

Es evidente que el pedido de intervención comprende casi exclusivamente el tercer y el cuarto tipo de jóvenes, por el motivo que diré a continuación, mientras casi nunca veremos pedir ayuda por lo menos en la adolescencia, a los individuos de las dos primeras categorías, que aunque de manera opuesta, encuentran por largo tiempo la manera de negar su sufrimiento mental.

1) El adolescente que tiende a permanecer en familia muchas veces es apoyado en esta su propia elección defensiva por la familia misma, elección que conlleva una fijación al periodo de latencia; el perdurar de una visión del mundo encapsulada e irreal lleva a estos individuos a una vida protegida, reduciendo al mínimo su experiencia estresante; Pero sin embargo posteriormente pueden ellos tener una grave crisis coincidiendo con el nacimiento de un hijo o con la muerte de alguno de los padres y requerir una intervención psicoterapéutica.

2) Al segundo tipo pertenecen los adolescentes que han decidido seguir adelante sin piedad, consiguiendo lo mas pronto posible el éxito y la independencia.Estos individuos utilizan fuertemente las defensas maniacales para liberarse del ansia y de todo sufrimiento, encontrando un potente refuerzo narcisístico en capturar la envidia de los demás; pero la tendencia es la de convertirse en neuróticos y hacia los 30 años ya se vuelve improrrogable una intervención terapéutica, que tendrá la tarea de ayudarle a atravesar el momento adolescencial que ha buscado evitar.

Examinemos ahora las dos categorías para las cuales se solicita con frecuencia una intervención terapéutica en la adolescencia.

3) Los adolescentes solitarios son los individuos en los cuales se manifiesta la situación psicopatológica mas grave que casi siempre se origina de una caída catastrófica de una demasiado intensa idealización de los padres; el adolescente se retira dentro de si mismo, convirtiéndose en una especie de organización narcisistica autocrítica, viviéndose como el único garante de la propia absoluta autonomía; estos jóvenes pueden tender a aislarse permaneciendo en familia, viviendo una megalomanía que podríamos definir "tranquila", sintiendo que tienen una misión que cumplir por si mismos y por tanto no pueden entrar en sintonía con el mundo; o también pueden tender a vivir al margen de todo espacio institucional formal, convencidos de bastarse a si mismo, desarrollando frecuentemente comportamientos desviados o francamente sicopáticos; en el primer caso es frecuentemente la familia la que pide ayuda terapéutica mientras en el segundo es mas frecuente el pedido de ayuda a nivel institucional social (Escuela, Tribunales,etc.)

4) Al cuarto tipo pertenecen los jóvenes que, aun cuando han salido del periodo de latencia y han entrado a formar parte del grupo de coetáneos, viven con dificultad los intensos procesos de identificación sobre la cual se basa la cohesión y la organización de estos grupos, al punto de manifestar la presencia de problemas en el área de la maduración psicosexual de su personalidad; trataremos de comprender a que nivel se crean estos problemas.

Como sabemos el adolescente tiende normalmente a entrar primeramente en un grupo de pares, es decir amigos del mismo sexo, grupo fuertemente regulado, donde vive esencialmente dinámicas de confrontación y de poder; luego la prevalencia del desarrollo impulsado por la pubertad lo lleva a sucesivos alejamientos, con la formación de parejas de ambos sexos, hasta desaparecer los grupos homosexuales, arribándose a la constitución de grupos heterosexuales, sobre todo formados por parejas; sucesivamente también estos grupos tienden a disolverse ya que los jóvenes y las jóvenes van tomando su propio camino en la vida y van perteneciendo a una dimensión mas adulta.

Desde un punto de vista de Bion podríamos decir que el primer tipo de grupo presenta una disposición dinámica en la cual prevalece la posición ezquizoparanoide siendo su posición básica ataque y fuga, mientras que en el segundo tipo de grupo comienza a prevalecer la posición depresiva y su posición básica es la de aparejamiento; de esto se derivan los diversos cuadros psicopatológicos que podemos observar.

La mayor parte de los adolescentes para los que se plantea el problema de un apoyo psicoterapéutico proviene del grupo homosexual, que sufre fuertemente la dinámica competitiva y las rígidas reglas de inclusión-exclusión; en segundo lugar nos encontramos frente a jóvenes que no aciertan a culminar el pasaje evolutivo de un grupo al otro y posteriormente a la vida adulta; en todos encontramos en un primer plano problemática acerca de la imagen de si mismo y conflictos que derivan de la dificultad de asimilar la confusión y el conocimiento así como la dificultad de tolerar el sufrimiento mental. Aunque en el caso de esta categoría de adolescentes con problemas prevalece el pedido de ayuda de parte de la familia o de otros niveles institucionales, aun así no es raro que la petición de ayuda provenga del adolescente en crisis por si mismo.

Por todo lo examinado, resulta que el problema de dar una adecuada respuesta al pedido de ayuda psicoterapéutica en la adolescencia depende fuertemente del tipo de joven y de familia. Subrayo la familia porque la orientación moderna tiende a afrontar paralelamente cuando no conjuntamente, los problemas del joven y los de su familia. Dejo a la vasta literatura sobre el tema y en particular al libro de Marcelli y Braconnier, toda la gran cuestión de la elección del modelo de intervención psicoterapéutica, aunque en la realidad esta elección depende a menudo del tipo de servicio publico y privado presente en el territorio.

Me limitare por tanto a hablar brevemente de las intervenciones orientadas psicoanaliticamente.

La totalidad de los autores, también de formación sicoanalítica, concuerdan en el hecho de que la psicoterapia del adolescente requiere de una actitud suficientemente activa por parte del terapeuta. Se tiende por consecuencia a excluir el análisis clásico, que puede en todo caso ser aconsejado para una posterior etapa adulta; se privilegia en vez de ello el instrumento de la psicoterapia psicoanalítica, ya sea individual o de grupo, y en este caso la técnica elegible parece ser el psicodrama analítico. En cada caso el trabajo esta centrado en el intento de activar el funcionamiento mental y la circulación de los afectos, buscando superar la negación y sobre todo aliviando la necesidad de recurrir a la escisión como mecanismo de defensa.

En lo que respecta a la familia, en cualquier caso puede ser aconsejado un tratamiento analítico clásico de uno o de ambos padres, pero por lo común se utilizan otros instrumentos, tal como la psicoterapia analítica de grupo, la psicoterapia analítica de pareja, el grupo analítico para pareja de padres y naturalmente el psicodrama analítico.

Por mi experiencia personal tengo la convicción que no siempre es necesario realizar una intervención con el adolescente, pero que es casi siempre necesario intervenir con la familia, cuyo pedido de ayuda para el adolescente es adecuadamente interpretado.

La intervención con los padres se torna absolutamente indispensable en los casos en que el adolescente presenta el problema de anorexia-bulimia o una actitud desviada de tipo sicótico o sicopático y entre otros en los casos en que se presenta un comportamiento violento de los mismos padres.

Por lo que concierne al adolescente entiendo adecuada una psicoterapia analítica breve o un grupo con tiempo determinado, refiriéndome naturalmente a un grupo compuesto de coetáneos y con problemas no muy diversos.En los casos mas graves creo que la elección debería orientarse hacia la psicoterapia analítica individual o hacia el psicodrama, que puede también ser seguido de la terapia individual.En la terapia analítica del adolescente en cualquier forma, no es tan importante analizar el trasnfert   (y aquí hago referencia a la vasta bibliografía sobre la técnica)cuanto acoger y acompañar al joven o a la joven en el difícil recorrido de la transformación de su mente y de su cuerpo, facilitando activar el funcionamiento mental y la modificación de la rigidez de sus representaciones.

Un ultimo punto sobre el cual quisiera referirme es el relativo a la necesidad de saber utilizar plenamente con el adolescente la relación empatica y el nivel preconciente del pensamiento evitando la tendencia a dar interpretaciones o explicaciones mas o menos doctas, aunque fueran provocadoramente requeridas.

El adolescente tiene necesidad de ser ayudado sobre todo en aceptar la presencia de la duda y de la ambivalencia del pensamiento, pero difícilmente se puede obtener esto sino es a través de sumergirse completamente junto a el en las áreas mas confusas de su mente, tolerando juntos el sufrimiento profundo que caracteriza su situación dinámica transicional y afianzándolo en la búsqueda de una personal vía de salida. Para conseguir esta capacidad de escucha y de intervención es necesaria una oportuna formación no solo teórica o técnica sino sobre todo centrada en el análisis personal del futuro terapeuta.

El objetivo es aquel de proveer a los futuros terapeutas de un modelo formativo que se basa en la integración dinámica entre el aprendizaje teórico y la ampliación de la conciencia d e si mismo, a través de el análisis con el fin de favorecer el aumento de la movilidad del pensamiento. Un espacio mental suficientemente amplio puede contener el bagaje teórico y conceptual sin estar jamás saturado, dejando así abierta la posibilidad de acoger, tolerar y por tanto comprender (es decir tomar juntos, reunir dentro de si) al nuevo, al diverso, al otro, al paciente.

 

Marco Longo (e-mail: m.longo@FLASHNET.IT )


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