Historia de Depeche Mode

Music for the Masses

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Música para todos los públicos

Después de una gira agotadora, en la que Ilenaron estadios y recorrieron buena parte de la Costa Oeste de Estados Unidos con un éxito bastante aceptable, Depeche Mode, una vez instalados en la cumbre, deciden lanzar un disco, con un título absolutamente irónico : "Music for the Masses". Un nombre que, de nuevo, como venía siendo costumbre a lo largo de su carrera, tuvieron que explicar a un público que se lo tomaba al pie de la letra. "Para muchos -comentaba Dave- "Music for the Masses" era un titulo arrogante; se preguntaban como podíamos tener la petulancia de dar un título así cuando estábamos en el culmen de nuestro éxito, pero era una broma absoluta, porque, entre otras cosas, nos dábamos cuenta de que por mucha popularidad que tuvieramos jamás penetraríamos en el público masivo por excelencia". Para algunos el título iba más allá y era una alusión descarada a la incapacidad del grupo para entrar en el mercado americano por la puerta grande. Allí les repetían una y otra vez que su música no era suficientemente comercial, que no era "masiva" y por esa razón Depeche Mode eligió este orweliano título.
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Pero, en el fondo, "Music for the Masses" era un nombre premonitorio. Un disco de ruptura, en el que incluso la carátula daba pie a entender un paso adelante en la historia del grupo. Atrás quedaba la suavidad casi romántica del cisne envuelto en papel celofán de "Speak and Spell", la trabajadora del campo de "A Broken Frame" -símbolo de las ideas del comunismo preindustrial que invadiría sus mentes en el siguiente trabajo-; el trabajador del metal, martillo en mano, que ocupaba, sudoroso, la portada de "Construction time again", como representación del embadurnamiento absoluto en los ideales socialistas -reflejado en las letras- o la oscuridad urbana -resaca de la lujuria de "Some Great Reward"- de "Black Celebration". Ahora un paspartú blanco rodea a unos altavoces de campo de futbol, desde los que, se supone, sale la música de Depeche Mode, un grupo que a partir de la edición de este disco (1987) empezó a vivir durante al menos seis meses al año, en estadios y recintos inmensos, imprescindibles para llegar a las masas.

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Una producción ampulosa, letras no demasiado ofensivas y un equilibrio casi perfecto entre la espectacularidad y la belleza introspectiva convirtieron a "Music for the Masses" en un disco digno de su nombre. El pasaporte para entrar de lleno en los Estados Unidos (fue el primer trabajo de Depeche Mode que entraba directamente en las listas de Top 40) y una máquina magníficamente engrasada para conseguir que en los dos años siguientes Depeche Mode se convirtieran en los amos de los Estadios de Norteamérica; solo en 1988 tocaron para más de un millón de americanos; pasando en unos meses de actuar en pubs bastante reducidos a llenar los mismos recintos en los que unas semanas antes había actuado Springsteen o el Michael Jackson de turno. Un paso gigantesco, no solo para el curriculum del grupo, que demostraba, por primera vez en mucho tiempo, que las bandas electrónicas tambien podían llenar estadios. Las guitarras dejaban de ser el instrumento del rock masivo por excelencia y las percusiones electrónicas, los teclados y los disparos del sampler se convertían en una estética nueva, pero perfectamente asimilable por los consumidores medios de rock en vivo.


101 golpes

Con la energía en las venas y la seguridad de que aquello era imparable, los músicos que al principio de su carrera reconocían que donde mejor se lo pasaban era en el estudio de grabación, buscando nuevos sonidos, sampleando otros recogidos en los sitios más extraños y haciendo un poco el loco para conseguir el efecto adecuado en el momento justo de una canción determinada, ahora, en la recta final del 80, comenzaban a tomarle el gusto a las relaciones en directo, al contacto cara a cara con el público y se aficionaban a la endorfina que sus glándulas segregaban cada vez que 50.000 personas coreaban al unísono esos temas que ellos, como alquimistas, habían hecho nacer en su laboratorio musical.

Las vibraciones de 72.000 personas, reunidas en el Rosebowl de Pasadena, fueron las culpables de la edición de 101, un documental-película que muestra parte de la gira americana de "Music for the Masses", demuestra la capacidad de provocar histerias de la banda británica y que tuvo como complemento un disco en directo, en el que se compilan los grandes éxitos del grupo.

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D.A. Pennebaker fue el encargado de grabar las imagenes del histórico documental que sirve no solo para ver como un grupo electrónico remueve las visceras del público, sin necesidad de recurrir a solos de guitarra o a virtuosismos rockeros, si no que también muestra el "making of" de los espectáculos de Depeche, las anécdotas del "backstage" y las gracias de los otrora adolescentes de Basildon que, en pleno 89, estaban a punto de entrar en la treintena. El hecho de elegir a Pennebaker para que rodara el "rockumental" parecía un hecho surrealista. ¿ Por qué los reyes del pop electrónico, los enemigos de la tradición rockera de los sesenta elegían para su particular precedente de "En la cama con Madonna" a un hippie de los sesenta, autor del documental de Dylan "Don't look me back"? La razón era muy sencilla : "Pennebacker era, sin duda el que mejor conocía el funcionamiento de lo que es un documental de un concierto. Nosotros habíamos visto el trabajo que había hecho con Dylan y, aunque no tuviera nada que ver con lo que hacemos, el concepto, las imágenes, eran exactamente lo que teníamos en mente".

La gran sorpresa se la llevo Pennebacker cuando Depeche le llamaron para ver si quería ocuparse del rodaje de 101. "Cuando me llamaron -declaró a la revista Time- lo primero que hice fue telefonear a mis hijos y preguntarles : "¿ Quién demonios son esos Depeche Mode ?" Cuando fui a ver uno de sus conciertos de lo que me di cuenta fue de la extraordinaria conexión que podía verse entre una audiencia de clase media americana y un grupo salido de la clase trabajadora británica, que en el fondo, no tenían nada en común. Si lo pensabas racionalmente no había ni un solo punto en el que coincidieran, pero aquello era algo abstracto, una necesidad devocional. De hecho, pienso que el público de Depeche Mode en los 80 era muy parecido al de Dylan en los 60".

El disco y el vídeo de 101 salieron a la venta el mes de marzo de 1989. En esa época, después del enorme éxito americano, del cambio en sus costumbres y unas declaraciones reposadas, exentas del ansia de provocación de sus primeros tiempos, Depeche Mode comenzó a disfrutar del respeto que en otros tiempos les había costado obtener. En 101 los miembros del grupo aparecían como gente sencilla, bromista, con ganas de juerga después de los conciertos y profesional en las horas previas a subir al escenario. Las camisetas de "marine", los vaqueros y las botas camperas les conferían un aspecto aseado, absolutamente normal, bastante alejado de la perversión indumentaria de otras épocas.

Incluso los fans, parte esencial de 101, admitían que Depeche es una banda absolutamente accesible. "Son muy simpáticos, muy normales, aunque Martin es un poco tímido, pero en cuanto se rompe el hielo, es encantador". Y ellos, los admiradores de Depeche Mode, pudieron ver, como parte del reparto de 101 algunas de las facetas (por supuesto, seleccionadas) de la aparente intimidad de la banda.
 
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Para conseguir el ansiado puesto en la película se reunieron cientos de fans de toda norteamerica, dispuestos a casi todo con tal de estar cerca de los Depeche. El método de selección era la capacidad para el baile y la fotogenia. Los fans tenían que bailar durante un rato y después contarle a la cámara porque les gustaba Depeche Mode. "No valía decir -confiesa una de las seleccionadas al fanzine oficial del grupo- que te gustaban por lo bien que les sentaban los pantalones de cuero o lo bueno que estaba Dave Gahan, había que decir algo serio, inteligente". Una vez pasada la prueba, los seleccionados se montaban en autobuses y se disponían a formar parte de la gira. Veían durante diez días todos los conciertos, asistían a las fiestas en el "backstage" posteriores al recital y, de vez en cuando, tenían encuentros casuales con los miembros del grupo. "En nuestro autobús hicimos una fiesta después de un concierto y vino Martin a donde nosotros estábamos; dijo, vamos a tomar un chupito de tequila, yo me tomé tres y acabé absolutamente borracha, me puse malísima".

Pero durante el año y pico de la gira de "Music for the Masses" el grupo no se dedicó sólo a conquistar América. En Europa también concedieron conciertos, en casi todas las capitales; recitales que les llevaron incluso a algunos países del este, como Praga, donde estuvieron en el 88. Una actuación que, según se publica en el fanzine del grupo, Bong, fue el primero que un grupo occidental ofrecía en ese país. A partir de ahí los fans checoslovacos de la banda fueron aumentando y en el 90, tras la caída del comunismo, el club de fans del país había reclutado a 3.500 fans. Un año después Mute abriría oficinas en aquel país.

También en la época en la que se editaron el disco y el vídeo de 101 la explosión de la música house y la vuelta al "techno" de Detroit invadía las pistas de baile, los cerebros de la juventud ávida de nuevos movimientos e incluso la mente de los grupo más tradicionalista, prácticamente inmovilistas, que dejaban en manos de DJs sus canciones rockeras para que las transformaran en maxis bailables, que no desentonaran con el resto de los que hacían vender discos en las discotecas.


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