LOS ANTIBIÓTICOS EN APICULTURA


Por Jacinto Naveiro

Apicultor

25 de Mayo, Pcia de Bs. As.


El presente articulo es copiado de la revista 

GACETA DEL COLMENAR

Revista de la Sociedad Argentina de Apicultores



A la Lista:
Siguiendo la línea de publicaciones destacadas de la gloriosa GACETA DEL COLMENAR iniciada por Luis DUARTE, continuamos con otro de los artículos de don Jacinto NAVEIRO que, a pesar de los años transcurridos, conserva toda su validez.

A modo de contribución me permito acotar lo siguiente:

1. Ahora la enfermedad más preocupante es la varroa, seguida de la loque americana. La loque europea sería la tercera enfermedad en orden de daño.

2. A casi 30 años de este artículo, los antibióticos, en particular la oxitetraciclina, siguen sin sufrir resistencia de parte de los agentes causales de las loques.

3. Se ha hallado recientemente un fósil de abeja datado en alrededor de 50 millones de años. Sorprendentemente para los defensores de la teoría de la evolución de las especies, el ejemplar hallado es en todo similar a las abejas actuales.

4. Los investigadores demostraron la existencia en el genoma de la abeja de los genes alelos del sexo, que explican científicamente por qué no se da una consanguinidad perjudicial en una población cerrada de colmenas.

5. Si bien sigue siendo válido que la resistencia a las enfermedades no puede obtenerse rápidamente por selección, últimamente los esfuerzos en el sentido de seleccionar por espíritu de limpieza parecerían indicar un camino positivo en ese sentido.

Los dejo con el Maestro.

Cordialmente:
Ricardo PRIETO

SADA Sociedad Argentina de Apicultores
GACETA DEL COLMENAR Tomo XXXIV Nº387 Julio 1.972 



LOS ANTIBIÓTICOS EN APICULTURA



(Comentarios al artículo de Charles Mraz de G. del C. Nº 380, de Diciembre de 1971)



Por JACINTO NAVEIRO, Apicultor 

25 de Mayo, Prov. Bs. As.



El fanatismo siempre presente en el quehacer del hombre, no podía faltar en el ejer-

cicio de la Apicultura. Esta reflexión viene a mí, al leer el artículo del distinguido apicultor estadounidense, Charles Mraz, al cual hago estos comentarios que pongo a 

consideración de los lectores de Gaceta del Colmenar.

Así como algunos apicultores solemos ser fanáticos de la raza, los medicamentos, las distintas técnicas en el manejo del colmenar etc., el señor Charle Mraz es fanático del NO uso de drogas en el tratamiento de las enfermedades de las abejas, abogando por el control de dichas enfermedades por medio de la selección de líneas o cepas resistentes.

Apurémonos a decir que la idea preconizada por el señor Mraz, goza de todas nuestras simpatías, solo que un programa de selección para fijar líneas de abejas resistentes a una enfermedad como la “loque europea”, por ejemplo, lo consideramos fuera del alcance, no solo del apicultor corriente o criador de reinas, sinó también de grandes empresas de apicultura. Un programa de tal magnitud en tiempo y dinero, hoy por hoy, únicamente puede ser encarado por organismos de investigación dependientes des Estado o por institutos subvencionados por Fundaciones como las que hay varias en EE. UU. Tómese como dato muy ilustrativo al respecto, el hecho de que el señor Mraz facilitó a Frank Pellet, cepas de abejas resistentes en el año 1954 para un programa de selección que aún está en marcha después de dieciocho años de trabajo.

Por otra parte, el problema se agrava si tomamos en cuenta las afirmaciones del artículo comentado, de que en dos o tres generaciones, una línea de abejas resistentes puede volverse altamente susceptible a las enfermedades. Esta afirmación no deberían dejar de aprovecharla como excusa los vendedores de abejas de “líneas resistentes”.

Otro fanatismo que le anotamos al señor Mraz es el de la anti-consanguinidad. Los apareamientos consanguíneos, son, según su opinión, los culpables de todos los problemas sanitarios de las abejas, amén de otras deficiencias.

Si a mí se me pidiera opinión sobre una cosa difícil en la crianza natural de abejas, contestaría sin titubear: obtener consanguinidad. Conversando con un distinguido genetista en abejas, no decía que donde haya unas 300 colonias en el radio de vuelo de los zánganos, es casi imposible tener una buena consanguinidad capaz de debilitar una línea de abejas. ¿Qué diremos entonces de las zonas apícolas, donde en ese radio hay, miles de colonias? Por otro lado, no debemos olvidar que en ciertos valles cerrados en las montañas de Europa, hace millares de años que la Naturaleza cría abejas en estado silvestre con pleno éxito, sin haber tenido en cuenta los problemas del “imbreeding”.

Otro argumento en contra de la peligrosidad de la consanguinidad, tal como puede darse en la reproducción de abejas en estado natural, lo da el hecho de que las pocas colonias traídas a este país por los colonizadores hace centenas de años, se han reproducido conservando su nervio, vigor, bravura y demás características inherentes a su raza.

Además, en el artículo que me ocupa, hay una contradicción, y es que mientras por un lado dice que la consanguinidad solo puede conseguirse mediante aislamiento o por medio de la fecundación artificial (ninguno de los dos métodos tenemos conocimiento que se practique, salvo en escala experimental) a renglón seguido anota: “si los apicultores insisten en la consaguinidad el precio que ha de pagarse es caro”.

No estoy discutiendo a favor de la consanguinidad en la cría de abejas; solo digo que la mayor parte de los inconvenientes que se le atribuyen, no le pertenecen, porque tal grado de “imbreeding” no existe en la apicultura, por lo menos en nuestro país, por los motivos que hemos visto, y porque la inmensa mayoría de los apicultores, si en algo ponen cuidado, es en introducir de cuando en cuando sangre nueva en sus apiarios.

Volvamos ahora al uso de drogas en la lucha contra las enfermedades de las abejas.

Siguiendo con mi inveterada costumbre de escribir sobre lo que aprendo en mi práctica de la apicultura, quiero dejar aclarado que al hablar de las enfermedades de las abejas, en este caso me estoy refiriendo a una de ellas; “loque europea”, la más grave y seria que padecemos en la Argentina, y que actúa en forma más solapada y traicionera, pero al mismo tiempo es la más completamente controlada - no erradicada- por medio del uso de antibióticos. 

Estoy completamente de acuerdo con el señor Mraz en que el control ideal de toda enfermedad, tanto en las abejas como en cualquier especie del reino vegetal o animal, sería por medio del desarrollo de resistencia a los agentes que lo provocan, y aunque conseguir tal resistencia llevaría un largo período de años, no debemos dejar de trabajar hasta llegar a este resultado, ya que una vez logrado es casi seguro que será duradero.

Por otra parte, auque hoy el uso de los antibióticos da un resultado a todas luces efectivo, no sabemos hasta cuando será así, a medida que los organismo que provocan la enfermedad vayan adquiriendo SU resistencia; o, tomando en cuenta la objeción más seria que se hace al uso de antibióticos, que es la de terminar con las defensas naturales de todo organismo - el de las abejas incluso- tiene contra sus enfermedades específicas.

Pero hasta tanto aquellas líneas de abejas resistentes a las enfermedades, que todos los apicultores ansiamos, estén a nuestra disposición no solo en la propaganda, no tenemos otro remedo que recurrir a los antibióticos, si es que queremos mantener la producción de miel a un nivel que nos permita vivir de la Apicultura.

Es un hecho incontrastable que la Naturaleza hace millones de años -30 o quizás más- mantiene victoriosa a la especie de las abejas sobre el planeta. Con tan larga práctica en el oficio, sería pecar de vanidosos pretender enseñarle como se hace eso. Pero hay algunas diferencias fundamentales entre lo que exige de sus hijas en su concierto maravillosos y lo que nosotros como apicultores pretendemos.

De ahí que la relativa resistencia de las abejas hacia sus enfermedades sea más que suficientes para mantener la supervivencia de la especie y, además, le permita cumplir con extraordinaria eficacia el principal rol que le ha sido asignado: la polinización de innumerables especies vegetales. En cambio ese grado de resistencia no alcanza para que el apicultor pueda disponer de grandes cosechas de miel que le permitan vivir con las “comodidades” de la época -a las que tiene derecho-, casa confortable, automóvil, televisión, heladera vacaciones con paseos, además de pagar impuestos etc. Para obtener estas cosechas -cada vez más escasas- tiene que organizar “su” apicultura en forma que en algunos puntos contradice lasa reglas de la especie, y echar mano a recursos que a la corta o a la larga se volverán contra sus intereses.

En estado natural nunca se encuentra millares de colonias en un radio de pocos kilómetros, y menos doscientas o trescientas en espacios tan reducidos como el que ocupa un colmenar corriente. Esta situación debe ser considerada completamente antinatural, pero por motivos obvios es la única que conviene a una apicultura organizada.

Parece cierto que la naturaleza - como apunta el señor Marz - detesta los apareamientos consanguíneos, pero de lo que no hay ninguna duda que detesta, son las grandes aglomeraciones de colmenas, ya que en estado natural no se han visto en ninguna parte. Y no sería raro que fuera ésta una de las causas de la virulencia de las enfermedades en las abejas “cultivadas”, ocurre siempre cuando se intensifica la cría de animales o cultivos de plantas de cualquier especie.

La Naturaleza ve en estas aglomeraciones de colonias en zonas proporcionalmente chicas, como la expansión desmedida de una especie, que irá seguramente en desmedro de otras. Para conjugar esta situación “inventó” las enfermedades, que no son otra cosa que consecuencia de la buena salud de los organismos patógenos que las aprovechan. Estos a su vez también tienen SUS enfermedades, que les impiden exterminar a la especie que les sirve de huésped.

Tampoco es natural que una colonia de abejas produzca un sobrante de cien o más kilos de miel en temporada, que si bien es cierto que tan alto rendimiento en parte se debe a las facilidades que el apicultor le presta a su intervención, además de proveerle una colmena “racional”, no es menos cierto que para lograr tal cosecha, la colonia debe criar una supere abundante cantidad de larvas que le demandan un esfuerzo agotador, con el siguiente posible debilitamiento posterior de la familia.

Antes de terminar este comentario quiero dejar bien aclarada mi posición con respecto al uso de los antibióticos para combatir enfermedades de las abejas, entre nosotros, por ahora, solamente la “loque europea”.

Dos palabras sobre ella.

Esta es una enfermedad que no sabemos desde cuando está en el país. Hace unos quince años se nos hizo presente en forma por demás virulenta. Actúa al parecer, independientemente del estado de la colonia, de la época del año -siempre que haya cría- y de la entrada de néctar, según lo que el apicultor puede apreciar. Por eso dije al principio que es una enfermedad “traicionera”. Colonias muy fuertes, en pleno trabajo, en un momento empiezan a decaer, y cuando el apicultor lo nota y va a ver qué pasa, no es raro que se encuentre con fuertes ataques de “loque”. Como es una enfermedad “sin época”, si el ataque sobreviene de mediados de diciembre a enero, en esta zona, podemos estar seguros de haber perdido la cosecha de miel en las colonias atacadas.

Es difícil, que si aparece un brote de loque, se circunscriba a una que otra colonia. Por lo general toma una buena parte del apiario, y a veces casi todo con distintos grados de fuerza.

Como es sabido que los antibióticos no poseen acción preventiva contra las enfermedades, no es razonable empezar a curar “a lo loco” desde que empieza a haber cría, como hacen algunos. Esta forma de obrar, no es hacer uso, sino abuso de la droga, y esto puede traer complicaciones imprevisibles. Pero si aparece un brote de loque en el colmenar, en otro apiario de la zona, sí, es necesario obrar con celeridad administrando tres dosis de un antibiótico con un intervalo de cinco a seis días entre cada cura. Hacerlo en el, o los apiarios de la zona, ya que como dijimos, estos brotes difícilmente se presentan aislados. 

¡Treinta millones de años! Precisó la naturaleza para criar abejas en forma que lo hace. Ella obra despacio porque su tiempo es barato. El tiempo nuestro es carísimo. Seamos optimistas y esperemos tener nuestra abeja ideal, en menos tiempo que nuestra madre Naturaleza. Mientras tanto, por ahora al menos, si queremos seguir viviendo de lo que produzcan las abejas, no tenemos otro recurso que los antibióticos para combatir algunas de sus enfermedades.


Jacinto Naveiro


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