Sin Rastro
Por: Meiko Akiyama.
Capítulo 4: “¿Casualidad o
Destino?”
El sonido del despertador jamás le había molestado tanto como aquella
mañana. Sintió un dolor agudo en sus tímpanos gracias al insistente timbre.
Como por instinto tomó uno de sus peluches y lo lanzó en dirección del reloj.
Segundos después, el molesto sonido dejó de escucharse. Suspiró molesta. Cuando
su sueño se interrumpía era muy difícil volver a conciliarlo. Miró la poca luz
que se colaba por sus cortinas. Debía ser muy temprano aún. Pero en los días
libres le tocaba a ella preparar el desayuno. Amarró su cabello con una cinta
verde y salió del cuarto. Le sorprendió ver la casa sin movimiento alguno. El
cuarto de su hermana estaba aún cerrado, ella debía seguir durmiendo
plácidamente. El cuarto de su padre y el de su hermano menor estaban en igual
estado. Parecía ser la única despierta aquella mañana. ¿Y Buyo?
Se preguntó al encaminarse a la cocina. Normalmente él estaba muy despierto a
esas horas, especialmente porque sabía que le darían de comer. ¿Dónde podría
estar su mascota? Estaba desaparecida desde la tarde anterior, y empezó a
preocuparse un poco. Normalmente desaparecía un par de horas, pero jamás pasaba
una noche entera fuera de casa.
Buyo había sido un regalo de su padre, en su cumpleaños número
trece. La tarjeta decía claramente “Para Kykio y Kagome”. Para esa época, el
señor Higurashi estaba preocupado porque el distanciamiento entre las hermanas
era evidente y se acrecentaba día con día. Pensó en hacerles un regalo que las uniera
tanto en cariño como en responsabilidades. Y vaya que dio en el clavo con Buyo. El gatito llevaba cuatro años viviendo con la familia
y no había hecho más que traerles felicidad. Lanzó otro suspiro, mientras
contemplaba la comida de Buyo en la alacena. ¿Dónde
estaría? Apenas tuviera tiempo iría a preguntar a los vecinos si le habían
visto o sabrían de su paradero.
-Buenos días, hermana…- Sota se asomó por la puerta de la cocina. Aún
llevaba su ropa de dormir y se frotaba un ojo insistentemente, como para
espantar el sueño.
-Buenos días, Sota. Enseguida te preparo el desayuno- Kagome sacó el
sartén para panquecas y lo colocó sobre la estufa.
Sota tomó asiento en una pequeña mesa redonda, de cuatro puestos; que siempre
usaban para desayunar- y dime hermano ¿sabes algo de Buyo?
-Regresé ayer muy tarde de casa de Shippou-
bostezó el pequeño, probando su gran desvelada- y nunca vi a Buyo ¿acaso no ha regresado?
Kagome negó con tristeza. Prefirió concentrarse en el desayuno, para
así no pensar en su minino consentido. Pocos minutos después escucharon una
puerta abrirse frenéticamente. Ambos chicos sonrieron en silencio. Sólo su
padre abría con tanto apuro la puerta una mañana. Y, sobre todo, los días de
descanso. Seguramente había alguna emergencia en el trabajo o algún caso que
requiriera su revisión.
-¡¿Pero te vas a ir sin comer, papá?!- le gritó Kagome desde la
cocina.
-¡Les prometo que volveré para el almuerzo!- les dijo antes de cerrar
la puerta principal.
Mientras extendía a su hermano su desayuno, Kagome pensaba en su
padre. ¿Cuándo dejaría de trabajar tanto? Su trabajo le exigía demasiado tiempo
lejos de su casa y de su familia. El tiempo perdido con ella y su hermana ya no
podría recuperarse. Pero tal vez con Sota aún no fuera demasiado tarde.
Sesshômaru miró insistentemente el reloj que colgaba de su despacho.
El péndulo parecía moverse más rápido cada vez. “Impuntual” pensó refiriéndose
a su hermano menor. A veces pensaba que llegaba tarde tan sólo para molestarle.
Finalmente, la perilla empezó a moverse y lanzó un suspiro de fastidio.
Pensando que finalmente el trío estrella había decidido presentarse. Sin
embargo, la esbelta y sensual figura de una joven mujer emergió detrás de la
blanca madera. Se trataba de Rin, quien iba vestida con ropa casual. Sus largos
y oscuros cabellos estaban recogidos en un alto y descuidado moño; varios
mechones salían, cayendo por su rostro. Ella generalmente era impecable en su
apariencia, siempre llevaba sus cabellos sueltos y radiantes. Siempre con un
maquillaje muy natural que resaltara sus rasgos. Pero esta mañana no era así.
Había pasado una mala noche.
-Buenos días…- comentó ella, quien permaneció de pie hasta que
Sesshômaru le hizo un gesto indicando que tomara asiento.
-¿No has sabido nada de mi incompetente hermano?- preguntó Sesshômaru,
quien permanecía imperturbable. Sin embargo, pudo sentir la angustia de Rin.
Levantó la mirada, clavándola en ella.
-¿Vas a hablarles de ello?- preguntó ella sin indirectas. Se
encontraba demasiado asustada como para perder el tiempo.
-No- dijo simple y cortante. ¿Por qué rayos tenía que hablar de ese
tema con su hermano? Yasha no se encontraba aquí cuando se dieron los hechos.
Ni siquiera había estado en el funeral de su padre. Llegó meses después. ¿Por
qué debería involucrarlo, entonces? No, no le diría nada. Esta venganza le
correspondía a él, sólo a él. Ni su hermano ni nadie intervendrían.
-Sesshômaru, él es tu hermano. Tarde o temprano tiene que saber…-
intentó protestar Rin, pero un golpetazo de su interlocutor a la mesa le hizo
retroceder en su asiento.
-He dicho que no- dijo sin gritar, pero con una voz tan autoritaria
que habría asustado a cualquiera- no dejaré que él intervenga en una venganza
que me corresponde sólo a mí.
-¡No es asunto de venganzas!- Rin se puso de pie, furiosa. Sesshômaru
la contempló por unos instantes: apretaba los puños con fuerza y tenía una
chispa en su mirada. Sonrió interiormente al pensar que así lucía muy
apetecible. Pero aunque se lo hubiera propuesto, en estos momentos jamás hubiera
aceptado- ¡Sabes muy bien con quién tratamos! ¡Cuando tú piensas en venganza, Naraku también está pensando en lo mismo! ¡Quién sabe qué
es lo que quiere realmente de ti! ¿Cómo piensas que reaccionaría si se entera
que tienes un hermano? Naraku no se va a poner a
pensar si él estuvo presente o no. Lo único que le va a importar es si
comparten la misma sangre…- Rin tomó aire, su mirada se había ablandado-… y no
es justo que tu hermano vague por la calle, sin darse cuenta del peligro que
corre. Merece saberlo, merece protegerse… no le quites ese derecho…-
-Mi hermano no es ningún tonto Rin, él sabe perfectamente cómo
cuidarse- Sesshômaru contemplaba a la joven. Muy en el fondo, comprendía sus
sentimientos. Muy en el fondo, se preocupaba que su hermano estuviera por allí
sin saber que tal vez podrían estar observándole. Pero era demasiado orgulloso
como para admitirlo.
-Es diferente tener que cuidarse de una pandilla de…- Rin no pudo
terminar su frase, puesto que la puerta se abrió nuevamente dando paso a los
tres jóvenes, escoltados por un muy malhumorado Yakken. Ella simplemente
sonrió, haciendo un gran esfuerzo por retener las lágrimas que se esforzaban en
salir. Con un gesto se despidió de ellos y con pasos torpes se acercó hasta el
umbral de la puerta. Allí, dirigió una última mirada a Sesshômaru, como
tratando de decirle: “Sólo piénsalo bien”.
Hubo un silencio prolongado luego que Rin se fuera. Eran pocas las
veces que Sesshômaru se sentía incómodo o cohibido. Sin embargo, ésta era una
de esas situaciones. Casi podría adivinar lo que los adolescentes estaban
pensando: “Seguramente este pervertido se portó mal con Rin anoche” “El muy
descarado rechazó nuevamente a Rin” y cosas por el estilo. Suspiró
interiormente. ¡Si supieran de lo que se trataba realmente! Si supieran… pero
no. Dijo que no le diría a su hermano y él jamás cambiaba de opinión. Colocó un
sobre crema sobre el escritorio y carraspeó.
-Es su nuevo trabajo- dijo seca y tajantemente. Los tres jóvenes
miraron con curiosidad aquella carpeta, pero ninguno parecía atreverse a
tomarlo. Sango y Miroku intercambiaban miradas. Normalmente no les asignaban un
nuevo trabajo a tan pocos días de haberse realizado el último. Como presintió
Sesshômaru, fue su hermano menor quien agarró la carpeta y reveló su contenido.
Lo primero que saltó a la vista fue la foto de una mujer de edad
avanzada. Era delgada, quizás demasiado para su edad. Los pómulos eran más
huesos que carne, su nariz era muy puntiaguda y pronunciada. Sin embargo estaba
vestida con un elegante traje de color negro; de su cuello colgaba un collar de
diamantes y en sus orejas usaba unos pendientes que le hacían juego. Aquellos
detalles dejaban ver que no se trataba de una mujer cualquiera. Inu-Yasha sacó
los demás papeles, eran cuentas de banco y recortes de periódicos.
-Nanase Urasue- el
joven leyó el nombre de la mujer debajo de otra foto suya, publicada en un
periódico local.
-Es una poderosa empresaria- Sesshômaru empezó a narrarles acerca de
su próxima víctima- pero sobre todo, una gran coleccionista. Tiene varias joyas
como las que luce en esa fotografía. También algunas pinturas exclusivas. Pero
lo que más vale en su colección son las vasijas de barro…-
-¿Vasijas de barro?- se burló su hermano menor- ¿Por qué van a valer
tanto unas vasijas de barro, Sesshômaru?-
-Todas esas vasijas pertenecían a antiguas culturas y civilizaciones-
le cortó Yakken, muy enojado por el tono que usó para con Sesshômaru- su
colección es prácticamente invaluable. Ella llevará a cabo una exposición en
esta ciudad y un cliente nos ha ofrecido una cantidad exorbitante por todas
esas vasijas. Si realizan la misión a la perfección, quizás sea el trabajo por
el que mejor les hayan pagado en toda su vida. Hablamos de números de seis
cifras, para cada uno…-
-Suficiente Yakken- interrumpió Sesshômaru, quien no gustaba hablar de
precios antes que el trabajo estuviera realizado- la exposición se llevará
acabo en un mes en el Museo de la ciudad.
-¿Un mes? Jamás hemos tenido tan poco tiempo para armar una
estrategia…- comentó Miroku.
-No les habría asignado esta tarea de dudar de su capacidad- fue la
respuesta de Sesshômaru. Los tres se quedaron sin habla. ¿Aquello había sido un
cumplido? Viniendo de Sesshômaru, estaba en tela de duda- sin embargo, debo
reconocer que esta tarea requiere un poco más de esfuerzo que su misión
anterior. Es por eso que he tomado una decisión: esta vez yo estaré presente.
-¿Estarás presente? ¿Qué quieres decir?-
-Como dije, esta vez no resultará tan fácil- Sesshômaru casi sonrió al
ver la expresión de Inu-Yasha -Nanase Urasue se retirará al día siguiente su preciada colección
de la ciudad. De modo que debemos robarla esa misma noche o a más tardar la
mañana siguiente. Como verán no tenemos mucho tiempo y yo voy a estar presente
para supervisar todo.
-Sin embargo, no recuerdes que yo soy el líder- Inu-Yasha se
reincorporó mirando desafiante a su hermano mayor- no quiero que seas tú el que
dé las órdenes-
-Ya veremos eso después, hermanito. Por lo pronto quiero que trabajes
con esa información Miroku. Quiero un plan desarrollado en dos días máximo, no
podemos perder tiempo. El mapa del Museo ya lo posees, estúdialo con
detenimiento. Una vez desarrollada la estrategia nos volveremos a reunir y
empezaremos a prepararnos. Recuerden que los quiero aquí en dos días. Ahora,
pueden irse…- el último de irse de los tres fue Inu-Yasha. Él se quedó
contemplando a su hermano mayor por bastante rato, pero sin atreverse a
pronunciar palabra.
-Pobre ingenuo…- murmuró Sesshômaru una vez estuvo a solas con Yakken.
-Pero mi señor Sesshômaru ¿por qué insiste en participar en esta
misión? ¿Quién entonces se encargará de relacionarse con los clientes? Éstos en
particular son muy exigentes…-
-Rin siempre ha sido nuestra mejor relacionista pública- arqueó sus
labios, recordando que Rin era quizás el miembro más persistente de la
organización- no tendremos problemas si ella se encarga de eso sola esta vez.
-¿Pero por qué quiere estar presente, entonces?-
-¿Acaso eres idiota, Yakken?- Sesshômaru encendió un cigarrillo y empezó
a aspirar de él con suavidad- ahora que Naraku ha
vuelto quizás nos quiera tener en la mira. Entonces probablemente esté presente
para nuestro siguiente “golpe”. Y quiero descubrirlo yo mismo…-
Yakken permaneció callado unos instantes, contemplando a Sesshômaru
fumar con tranquilidad. Le recordaba mucho a su padre cuando fumaba. De hecho,
tanto él como Inu-Yasha parecían haber sacado ese hábito de su padre, quien fue
un buen fumador desde joven. Suspiró, dejando que los recuerdos le ganaran.
Hacía muchísimo tiempo que trabajaba para esa organización. Tanto así, que su
vida fuera de ella eran sombras vagas. Conoció al padre de Sesshômaru e
Inu-Yasha en su juventud. Había visto el tórrido romance entre él y la madre de
Sesshômaru, quien había sido también un miembro activo de la organización.
Ella, el padre de Sango, el gran Inu y él, Yakken; habían sido por muchos años
del equipo Alpha. Pero la madre de Sesshômaru enfermó pocos meses después de
nacer su hijo y murió. El padre de Sango se retiró porque ya su cuerpo y su
alma estaban cansados. ¿Y él? permanecía fiel a la organización. Le había hecho
una promesa al gran Inu: cuidaría de su hijo Sesshômaru en su ausencia y se
encargaría de traer a Yasha y mostrarle su destino.
-Naraku no es de fiarse, señor Sesshômaru.
Además, estoy casi seguro que hallará la forma de comunicarse con nosotros. A
él le agrada jugar con sus víctimas, mi señor- suspiró. Él conocía muy bien a Naraku. Prácticamente los mismos años que llevaba de
prestar su servicio a la organización, de conocer al gran Inu. Había estado
allí al momento de la gran traición, de la tragedia y de la muerte del gran
Inu. Sí, tenía que conocer muy bien a Naraku.
-Pues no sé qué pase por la mente de ese demente, pero te aseguro que
yo no soy una víctima suya. Será él quien caiga en mis manos…-
-¡Aún no puedo creer que tengamos tan sólo un mes para prepararnos!-
exclamó Sango mientras tomaba asiento en la cafetería frecuentaba por el trío-
¡es muy poco tiempo!
-No te preocupes querida Sango, mi estrategia será a prueba de fallos-
Miroku le hizo un guiño.
-Pues eso espero, porque con eso que Sesshômaru estará presente se me
hiela la sangre. Su sola voz me pone nerviosa cuando se comunica conmigo en las
misiones… ¡imagínate ahora si lo tengo en persona!- suspiró la muchacha
mientras se llevaba la mano a la frente.
-Tan sólo espero que no quiera venírselas a dar de líder. Jamás pongo en
duda su autoridad como jefe de la organización y no cuestiono sus órdenes.
¡Pero que me deje hacer mi trabajo!- exclamó el joven, visiblemente enojado por
la presencia de su hermano en la próxima misión.
-No creo que quiera entrometerse, Yasha- le sonrió Sango con
amabilidad- a pesar que sea duro contigo, nunca le has oído quejarse de tu
trabajo ¿no es así? seguramente sólo quiere supervisar todo porque es una
misión difícil.
-Espero que así sea porque no voy a soportar sus órdenes cuando soy yo
quien está a cargo…-
-Tranquilicémonos, aún tenemos un mes para preocuparnos por la
presencia de Sesshômaru- Miroku hizo un gesto pidiendo la cuenta y acomodaba
los papeles en un bolsón café que traía- por lo pronto yo debo irme a preparar
mi estrategia. Y saben que cuando es así no me gusta ser interrumpido. De modo
que Sango, deberé obviar tu hermosa presencia, linda. Yasha, ni de broma te
aparezcas por la casa, tu aura negativa me incomoda… y no se preocupen, hoy les
invito yo.
El joven desapareció con rapidez del lugar, no sin antes coquetear
levemente con la mesera que le llevó la cuenta. Yasha rió divertido al ver cómo
Sango se ponía roja de la rabia.
-¡Pervertido!- murmuró la joven, desviando la mirada del casanova.
“¡Pervertido!” aquellas palabras retumbaron seriamente en los oídos de
su acompañante. Así mismo le denominó la chica de la discoteca. ¿Qué acaso
todas las mujeres eran iguales?
-¿Por qué las mujeres nos tachan a todos de pervertidos?- dijo en
alto, llamando la atención de Sango.
-¿Por qué lo dices?- preguntó ella casi enseguida.
-Oh no es por nada- negó el chico avergonzado. No le gustaba hablar
mucho acerca de su vida privada y mucho menos si se relacionaba con chicas. La
mayoría se burlaba de él, puesto que jamás se le había conocido una novia y se
la pasaba diciendo que él no necesitaba de mujeres.
-Yasha ¿has conocido a una chica?- la sonrisa alegre de Sango no se
hizo esperar. Aunque Yasha hubiera querido negarlo con severidad, sintió un
leve ardor en sus mejillas que le delató enseguida.
-¡No vayas a decirle a nadie! ¡En especial a Miroku!- gritó de manera
suplicante- y no la conocí precisamente. Lo que pasa es que en la disco…-
-¡Oh, pillín! ¡Fue en ese momento que te desapareciste! ¿Verdad que sí
tengo razón?-
-Sí Sango, pero no es lo que piensas- suspiró el joven. La chica
sintió curiosidad y con un gesto le invitó a que siguiera- fue toda una
confusión. La confundí con otra persona, le agarré del hombro para llamar su
atención y ella pensaba que era un pervertido que la quería tocar o algo así.
¡Me gritó e insultó! La verdad es que estaba un poco histérica… pero yo tampoco
me porté muy bien. ¡Pero la chica estaba desquiciada! Aunque no sé para qué me
preocupo, lo más seguro es que jamás la vuelva a ver-
Sango tan sólo rió divertida al escuchar el “relato” de su amigo. Quizás
Yasha sí estaba hecho para atraer chicas, pero de la forma equivocada.
-¡Vamos, no es para tanto! Ahora lo que debes hacer para sentir un
balance en el karma, es hacer una buena acción- justo en ese momento, Sango fue
interrumpida por una ráfaga que saltó justo a su regazo. Se trataba de la
pequeña Kirara, quien enseguida reclamó un poco de
atención por parte de su dueña. Sango acarició el costado de su animalito,
quien emitió un ronroneo en señal que le agradaba. La chica entonces desvió su
mirada hacia el sueño. Kirara había traído un
acompañante.
-Vaya, si hiciste un amiguito- comentó la joven.
Yasha se incorporó para ver de qué hablaba su compañera. Kirara había traído consigo a un pequeño gatito crema moteado. El gatito empezó a maullar, como reclamando
protagonismo. Dio un saltito en la mesa, provocando serias miradas de parte de
la dependiente de la cafetería. Sango se sonrojó de la vergüenza e intentó
tomar al animalito antes que causara algún destrozo. Antes que sus manos
llegaran a él, éste había dado un ágil salto y se acomodó entre las piernas de
Yasha. Una vez allí, se quedó tranquilo.
-Vaya, parece que le agradas…-
-No me gustan mucho los gatos- carraspeó Yasha. Kirara
lanzó un chillido de queja, como si le entendiera, el joven sonrió a la gatita-
excepto tú Kirara. Y parece que este bodoque tiene
dueño- Yasha tomó la medallita dorada que colgaba del collar del animal. Había
una dirección anotada y un nombre- te llamas Buyo ¿no
bodoque? Y tu casa queda un poco lejos de aquí. ¿Pues qué irresponsable te dejó
varado?-
-Bueno, allí tienes tu balance de karma, Yasha- Sango le hizo un
guiño, poniéndose de pie- quedé de verme con Rin, de modo que nos veremos
pronto. ¡Y entrega a Buyo a su dueño!
Antes que el joven pudiera quejarse, la chica ya había desaparecido.
¡Al menos se hubiera ofrecido a acompañarle! Miró al gato regordete que tenía
en su regazo. El animal restregaba su cabecita contra su camisa, parecía
agradarle su olor o tal vez su compañía. ¡Bah, qué
tonterías decía! ¡Era sólo un animalillo! Quizás le hacía el mismo jueguito a
su dueño y a éste si le gustaba.
-Quizás lo mejor sea llevarte a casa ¿no crees Buyo-chan?-
-Y fue eso lo que ocurrió…- suspiró Kagome, terminando su historia. Le
acaba de contar a su hermana lo ocurrido anoche en la discoteca, sobre su
encuentro y discusión con aquel joven.
Kykio, acostada en su cama, no pudo hacer más que sonreír ante el
relato de Kagome. Aquella mañana se había despertado con un poco de calentura,
y Kagome había insistido en que no se levantara. Con Sota jugando videojuegos
en la sala y su padre en el trabajo, ambas hermanas tenían prácticamente la
casa para ellas solas. Kagome había decidido atender a su enferma hermana,
aunque ésta insistiera que no era nada grave. Ahora ella se encontraba sentada
en el borde de la cama de Kykio, narrándole su experiencia de la noche anterior.
-¡Pero no te burles!- exclamó Kagome, sonrojada de la vergüenza- ¡En
verdad pensé que era uno de esos pervertidos! ¡Lo que pasa es que como tú nunca
vas no conoces esos sitios! ¡Pero hay cada lujurioso!
-Ay hermanita…- cuando Kykio utilizaba ese tono, Kagome realmente se
sentía como una niña pequeña, prestando atención a la sabia palabra de su
hermana mayor- sinceramente creo que fuiste demasiado dura e impulsiva. Pero no
puedes evitarlo así eres tú-
-No lo digas como si fuera una loca desquiciada…- Kagome se detuvo por
unos instantes. “Loca desquiciada” algo como eso le había dicho el chico ese la
noche anterior. En vez de llenarse de rabia al recordar su voz altanera
llamándole de aquella manera, esbozó una tenue sonrisa. Sí, ayer se comportó un
poco mal. ¡Pero sólo un poco! ¡El chico ese no tenía derecho a gritarle!- en mi
opinión se merecía esas dos bofetadas que le dí…-
-¿Qué cosa?- Kagome se llevó las manos a la boca. Había dejado escapar
ese detalle- ¡Kagome! ¿Qué te he dicho acerca de eso?-
La aludida bajó la mirada, roja de la pena. Desde que eran pequeñas,
al perder la paciencia Kagome siempre daba un golpe a aquel que le fastidiara. Kykio
siempre había rechazado este comportamiento y en lo posible reprendía a Kagome
siempre que se enterara de algún incidente como ese. Es por esto, que Kagome en
su narración había omitido el detalle de los golpes. Quería ahorrarse un sermón
de parte de su hermana.
-¡No pude evitarlo!- se llevó las manos a la cabeza- ¡De verdad lo
siento!-
-¿Me pides disculpas a mí? Ay hermanita, yo no tengo por qué sentirlo.
Es sólo que quiero que controles esos impulsos, no puedes ir por la vida
dándole golpes al primero que te evapore la paciencia…-
-Lo sé…- admitió la joven con pesar- ¡Pero ya no puedo hacer nada para
remediarlo! Es decir, realmente dudo que me vuelva a ver con ese sujeto…-
-Sí, lo sé. Pero prométeme…- ella emitió un bostezo-… que controlarás
tus impulsos más seguido ¿sí? Ahora si me disculpas, creo que tomaré una
siesta-
-Descansa, si necesitas algo sólo dímelo, ¿si?-
Se recostó contra la puerta y emitió un largo suspiro. Su hermana tal
vez tenía razón. Ella fue demasiado impulsiva la noche anterior. Debía
controlarse la próxima vez. Contempló con detenimiento su mano derecha, era
aquella que había propinado ambos golpes al joven. Cierra los ojos, tratando de
recordar las facciones de aquel muchacho. Sus cabellos eran oscuros y sus ojos
también, al menos le parecieron oscuros. ¿Negros, quizás? ¿Cafés? No lo
recordaba con precisión. Lo único que podía evocar con claridad era su voz.
Aquel tono tan altanero y quizás hasta descortés. Pero tenía algo, algo que
hacía que ese timbre de voz no pudiera olvidarlo u obviarlo tan fácil. ¿Algo
especial? Meneó levemente su cabeza. Tal vez si la situación se presentara de
nuevo, ella actuaría de diferente manera. Pero no puede cambiar situaciones ni
retroceder en el tiempo. “La próxima vez me controlaré… un poco” se prometió a
sí misma, mientras caminaba hacia la sala.
Había decidido ir caminando hasta el hogar de Buyo.
Irónicamente, no cargaba con mucho dinero en sus bolsillos y no planeaba gastar
más de lo necesario en transporte. Miroku siempre le decía que no planeaba
prestarle el auto hasta que estuviera en edad. ¡Maldito Miroku! Claro, el coche
siempre le daba más puntos con las mujeres y ni de broma planeaba prestárselo a
él. Y su hermano mayor le prohibía tener coche propio, al menos hasta que
tuviera 18 años. ¿La razón? “Eres demasiado irresponsable” simple y tajante
respuesta. Cada vez que tocaban ese tema era casi una discusión de nunca
acabar. Hasta que llegaba Rin a mejorar el humor de su hermano mayor. Suspiró
mientras caminaba por una vereda muy bien arreglada. Ahora que lo pensaba, su
hermano mayor decía que no le importaba qué hiciera con su vida ni nada
relacionado con ella. Sin embargo, de una u otra forma, siempre estaba velando
por él. ¿Aquello significaba que sí le importaba, aunque fuera un poco? Negó
para sus adentros. Quizás era más una deuda de conciencia para con su padre.
Sesshômaru siempre le había visto a él con malos ojos. Jamás le agradó la idea
de dejar de ser el hijo único. De tener que compartir herencia y linaje con
otra persona. Y peor si ni siquiera era su hermano completamente.
Un maullido de Buyo sacó a su hermano mayor
de sus pensamientos. El pequeño gatito le miraba fijamente. Yasha sonrió
levemente “su balance de karma”, como le había llamado Sango una hora atrás.
Según ella, el regresar el gatito con su dueño le haría mejorar la experiencia
que tuvo con aquella chica en la disco. Resopló, recordando a aquella mujer tan
extraña. Gritarle pervertido. ¿Cómo se atreve? Además le golpeó en la mejilla.
¡Y en dos ocasiones! ¿Qué persona había sobrevivido luego de agredirle? Sin
embargo, debía reconocer que la chiquilla era muy osada. Si hubiera tenido idea
de a quién estaba enfrentando. Le hubiera gustado obtener su nombre, para
variar. Era muy curioso, había tenido dos extraños encuentros con dos chicas
diferentes. Y ni siquiera obtuvo el nombre de alguna. Imaginaba a Miroku
burlándose de él. “Todos estos años de compañeros ¿Y nada bueno has aprendido?”
casi podía escuchar aquella frase con su voz burlona.
Su primer encuentro era, desde lejos, el que más impactado le dejó.
Aquella chica la llevaba como tatuada en sus pensamientos. Era casi como si su
imagen tuviera un efecto afrodisíaco sobre él. Tan sólo adorar su imagen le
hacía sentirse… extraño. Pero aquellos ojos, aquella mirada, aquellos cabellos;
le hacía sentirse débil y con la guardia baja. Le helaba las venas, le detenía
el corazón. Miroku le había hablado muchísimas veces de amor a primera vista.
Él siempre dijo que éstas eran simples patrañas. ¿Quizás su amigo tuviera
razón? No, claro que no. Uno no puede amar a nadie tan sólo por una simple
mirada. Aunque, él jamás había experimentado el amor, salvo el que sentía por
su madre. ¿Cómo puede estar tan seguro que aquel sentimiento tan complejo y
poderoso que se aloja en su ser al recordar aquella imagen no es amor?
Por otro lado, recuerda a aquella chica. A la de la mirada explosiva e
infantil. Nunca se detuvo a mirarla con mucho detenimiento. Eso sí, tenía unos
largos cabellos. Muy bonitos. Siempre le gustó que las mujeres llevaran su
cabello suelto, las hacía ver más femeninas. Aquella chica que le había propinados
dos golpes, sin que él los pudiera prevenir. Era una jovencita de carácter de
eso no había duda. Quizás si hubieran estado en otras circunstancias, hubiera
tenido una amena conversación con ella.
-Bien, creo que aquí es, Buyo…- comentó
mientras se detenía frente al portal de una casa. Tenía dos plantas, estaba
pintada de blanco y tenía un rectángulo de maderada tallada en la puerta de
entrada que decía “Higurashi”. Leyó el apellido otra vez. ¿Higurashi? Tenía la
ligera impresión que había escuchado ese apellido alguna vez.
Caminó por el portal, había varias macetas con flores adornando la
entrada. En realidad parecía una vivienda acogedora. Sonrió con amargura. A él
le hubiera gustado tener una familia de verdad y un hogar acogedor como ése.
Apreciaba muchísimo a Miroku, Sango, Rin, Sesshômaru e incluso el renacuajo de
Yakken; ellos eran su familia. Pero jamás igualarían a un lecho familiar de
verdad. ¡Cómo añoraba aquellos tiempos con su madre! Ella fue su familia. Ella
era el centro de su vida. Nada ni nadie podría suplir eso jamás. Ella era su
hogar. Ahora que no estaba, sentía que realmente no pertenecía a ningún sitio.
Sosteniendo al gato con su brazo izquierdo, aproximó el derecho hasta
el timbre. Sonrió al escuchar el sonido. ¡Hasta eso sonaba acogedor en aquel
hogar! Esperó un par de minutos, hasta que escuchó unos pasos dirigirse hacia
la puerta. Una silueta distintivamente femenina pasó con calma junto a la
ventana. Segundos después, la puerta se abrió.
Nada le había preparado para esa imagen que tenía frente a sí. Justo
de las sombras, había emergido una chica de rasgos familiares. Largos cabellos
oscuros, tez blanca y una mirada que él ya conocía muy bien. ¡Era aquella
chica! A quien llamó loca desquiciada. ¡Aquella que le insultó hasta el
cansancio! ¡La que le propinó dos fuertes golpes en la mejilla! Aquella… con
quien pensaba hubiera podido conversar tranquilamente si la situación hubiera
sido distinta. ¿Ella? ¿Sería la dueña del gato?
Kagome se quedó sin aire e inmóvil. No articular palabra de lo
sorprendida que estaba. Allí, frente al umbral de su puerta, se encontraba
aquel chico. ¡Era casi como si lo estuviera llamando con el pensamiento! Jamás
le había ocurrido eso antes con ninguna persona. Tomó aire, mirándole
fijamente, curiosa ¿Qué hacía él en su casa, para empezar?
-¿Tú?- fue la palabra que ambos pronunciaron casi al mismo tiempo,
luego del prolongado silencio. Los dos rieron nerviosamente por la
coincidencia. Entonces, un maullido hizo notar a Kagome que allí se encontraba
su mascota.
El cambio repentino de rostro hizo sorprender demasiado a Yasha. La
joven que tenía al frente no se parecía en nada a la desafiante chica de la
noche anterior. Ahora tenía una carita dulce y hermosa. Ella alzó sus brazos
cariñosamente y de un salto Buyo quedó en su regazo.
Empezó a darle mimos al gatito con tal ternura y naturalidad que era imposible
imaginarla en otra faceta que no fuera esa.
-¡Estaba perdido!- finalmente se dirigió hacia él.
-Vi su dirección en su collar y decidí
traerlo a casa. Estaba un tanto desorientado. Deberías cuidarlo mejor- la chica
le dirigió tal mirada de nuevo, que él tragó en seco. “Tal vez ese no fue el
mejor comentario”.
-¡En realidad no fue mi culpa!- dijo indignada. ¿Cómo se atrevía ese
completo desconocido a decirle cómo debía cuidar a su mascota? ¿Quién se creía?
Y estaba apunto se señalárselo cuando sintió las palabras de su hermana
taladrándole los oídos. “Cálmate Kagome y empieza a controlarte con este
mequetrefe o no lo lograrás nunca” se dio ánimos a sí misma. Respiró hondo,
tratando de aplacar su enojo.
-Lo importante es que está de vuelta conmigo…- se concentró de nuevo
en su mascota, rascándole la barriga. Buyo emitió un
ronroneo típico, indicando claramente que le agradaba la caricia. La chica de
nuevo le miró fijamente. Extraño, Yasha jamás se había sentido tan cohibido por
la sola mirada de una mujer. Ella le sonrió- te agradezco que lo hayas traído. Buyo significa mucho para mí…-
-En realidad no fue nada…- se encogió de hombros, restándole
importancia a la hazaña. Miró por última vez a la chica. Miroku ya tendría su
nombre, edad y número telefónico. Él en cambio, no tenía nada de eso… sólo la
dirección de su casa. ¿Acaso eso no iba después? Estaba haciéndolo todo al
revés, le diría Miroku.
Kagome siguió sonriendo. Curioso, ahora no podía quitar esa sonrisa de
sus labios. ¡Debía pensar que era una estúpida o algo así! Le contempló
fijamente. Como para grabar ahora sí sus facciones. Sus cabellos sí eran café
oscuro, y sus ojos tenían un tono similar. Ahora su rostro parecía más relajado
y un tanto más humilde. Muy diferente al de la noche anterior. De no ser por su
voz, dudaría si es la misma persona. Pero es la misma voz, aquella que no podía
sacar de su mente minutos atrás.
-Bueno- suspiró Yasha, desviando la mirada, muy turbado por la
fijación que la chica tenía en él-… creo que ya debo irme. Cuida mucho a Buyo ¿si?-
-¡Espera!- la voz de ella sonaba casi suplicante. No como demanda u
orden. ¡Qué diferencia! Se volteó casi al instante, y la miró sorprendido- Al
menos ¿me dirás tu nombre?-
-Soy Yasha…- dijo casi sin pensarlo.
-Soy Kagome…- dijo ella, sonriéndole.
“Kagome” pensó mirando a la joven “es un lindo nombre”. Sin embargo,
si le decía ese cumplido, irremediablemente estaría sonando como Miroku. Y él
no quería eso. Él no era así. Miroku tal vez habría besado su mano y prometido
volver a tomar un café o algo. Pero no, Yasha no era así. Él simplemente
esbozaría una sonrisa y haría un leve gesto de despedida antes de iniciar a
caminar. A varios pasos de ella, voltearía y diría…
-Nos vemos, Kagome…-
[ CONTINUARÁ ]
Este capítulo fue hecho rapidito.
En realidad la trama estuvo floja de nuevo. Hai no me
gusto ¿qué puedo hacer? Tengo derecho a ser exigente conmigo misma. Sé que tal
vez la parte más emocionante fue la del encuentro de Yasha y Kagome y ni tanto
así. Prometo que para el siguiente capítulo la trama mejorará se los prometo.
El capítulo fue escrito un 24 de
diciembre en la madrugada. De modo que se los doy como regalito navideño. Deseo
que pasen felices navidades junto a sus familiares y también que inicien el año
2004 con el pie derecho.
Este capítulo va dedicado como
siempre a mis tres niñas Inu: Kikis, Chibi y Rita. Pero, en especial… este va para una persona
quien hoy me ha hecho muy feliz: ashias Kaysa! Este va también para ti!
Para contacto usar este nuevo
correo meiko@wings.distant-sky.org
o también el de yahoo mei_akiyama@yahoo.com como les
dicho, siempre respondo los correos, sólo que no tan rápido como deseara. Y por
favor NO enviar cadenas ni nada por el estilo sí? Que
en realidad es difícil que yo lea una de esas, tan sólo las que mandas mis
amigos y entonces no quiero que se acumulen innecesariamente en mi correo. Muchas gracias por el apoyo con esta
historia.