Sin Rastro

Por: Meiko Akiyama.

 

Capítulo 6: “La Estación de Trenes”

Era un día muy caluroso, perfecto para un paseo en la playa. Kagura odiaba aquellos días. Le traían malos recuerdos. Su mente evocaba esos hermosos paseos familiares que daba con sus padres en días como éste. Solían sentarse al pie de un árbol a tomar una merienda. Justo como en los recuadros de las películas o en los libros. El retrato de una familia feliz.

Lamentablemente, esos días habían terminado. No se encontraba de día de campo con su familia. Estaba sentada en la sala de espera de la estación de trenes, esperando. Esperar se había convertido en parte de su trabajo. De hecho, a grandes rasgos, su labor se reducía a esperar órdenes y obedecerlas.

Sin embargo, este día esperaba algo más que una simple orden. Esperaba a alguien en especial. Bajó su mirada hacia su reloj de mano. Pronto darían las ocho, la hora fijada para el arribo del tren que ella esperaba.

Lanzó un suspiro de fastidio al verse prácticamente sola en aquella sala. Quien se encontraba acompañándola se excusó diciendo que tenía cosas que hacer. “De haberlo sabido por lo menos habría traído un libro” pensó mientras seguía viendo las manecillas de su reloj dar y dar vueltas.

Lamentamos los inconvenientes causados pero nuestro tren procedente de Osaka tardará más de lo previsto en llegar debido a posibles fallas técnicas. Por favor regresar a las cinco y media de la tarda, hora prevista para su arribo a esta estación.

Lejos de molestarse por el “inconveniente”, Kagura se puso en pie y lanzó un pequeño bostezo. Debía volver a las cinco y treinta a aquella estación. Aquello le daba suficiente tiempo como para dar un pequeño recorrido por la ciudad.

 

-No se preocupe, tendrá su encargo ese mismo día- Rin sonrió coquetamente ante el hombre que tenía frente a sí.

Esta vez su cliente era un hombre mayor. Hasta donde recuerda, se apellida Iwamura. Por lo que le dijo Yakken, tenía muchas conexiones con la mafia y el narcotráfico. Se dedicaba a obtener piezas invaluables que podían revenderse a un excelente precio en el mercado negro. Al parecer no se medía a la hora de desquitarse de sus enemigos o de quienes podrían traicionarle; era una persona de cuidado. Aunque la persona que tenía enfrente, con una mirada un tanto perdida y una sonrisa a la que le faltaban dos dientes; parecía un abuelito digno de un asilo más que un cruel mafioso.

-Así lo espero señorita Rin- el anciano le dedicó una sonrisa hueca y Rin intentó desviar la mirada, tan sólo para evitar reírse- dígale a Sesshômaru que nunca he tenido quejas de él, y me dolería mucho que fuera ésta la primera.

Fue entonces cuando Rin supo a qué se refería Yakken. La mirada del hombre cambió totalmente, al igual que el tono de su voz. Se escuchaba realmente amenazante. Como si realmente no dudara en cumplir aquellas palabras. Rin asintió el silencio, y el señor Iwamura dejó una rosa roja sobre una servilleta y haciendo una leve inclinación ante ella, se retiró pausadamente, apoyándose en su bastón de madera de caoba.

Casi segundos después que Iwamura desapareciera por la puerta del restaurante, sonó su móvil. En su pantallita que parpadeaba estaba escrito “Sesshômaru”. Lanzó un suspiro. ¿Contestaría? Mal que mal, él era su “jefe” y seguramente le llamaba para saber cómo quedaron los términos con Iwamura.

-Aceptó tus términos- dijo apenas tomó la llamada, sin saludarle siquiera- nos lo hará llegar apenas le entreguemos su pedido-

-No le hablaste nada de nuestra estrategia ¿no es así?-

-Ni una sola palabra, Sesshômaru. He aprendido a cerrar mi boca para asuntos de trabajo-

-…-

El silencio se prolongó durante varios segundos. Ella había hecho ese comentario para que le doliera, o para que por lo menos reflexionara acerca de su última discusión. Pero no, estaba hablando con Sesshômaru. Él se moriría antes de pedirle perdón o siquiera intentar reconocer su error. Él no era así y un perro viejo no aprende nuevos trucos. Jamás cambiaría.

-Nos veremos en nuestra siguiente reunión entonces. Yakken te avisará… adiós Rin- él mantuvo ese tono distante y frío que a ella tanto le dolía.

-Adiós Sesshômaru- murmuró mientras se ponía en pie y contemplaba la rosa del Señor Iwamura con tristeza. ¿Cuándo Sesshômaru tendría un gesto así para con ella? ¿Cuándo?

 

Su corazón latía a mil por hora. Miraba una y otra vez su reloj. Ya eran cerca de las doce y treinta; la hora acordada para su encuentro. Le vería finalmente. ¿Cómo no emocionarse? ¿Cómo no sentir unas ganas inmensas de correr hacia él apenas lo viera y darle un abrazo? Volvería a ver a su hermano. ¿Habría cambiado? ¿Sería capaz de reconocerlo? “No ha pasado tanto tiempo, Sango” se decía a sí misma, mientras examinaba con detenimiento a cada persona que entraba a la cafetería.

-Kohaku…- murmuró. Volteó hacia la ventana, justo para contemplar un niño caer de su bicicleta. El pequeño empezó a llorar intensamente. De su rodilla manaba un poco de sangre, producto del accidente. Se encontraba en el suelo sin poder levantarse por el dolor. Pocos minutos después una jovencita un poco mayor que él llegó a su encuentro. Ella tendió su mano hacia él y el pequeño enseguida dejó de llorar. Ella se inclinó y con un pañuelo blanco limpió la herida y el pequeño de un brinco se prendió de ella. Debían ser hermanos, al menos ese pensamiento cruzó por la mente de Sango. Una hermana mayor siempre estaba allí en el momento justo, para proteger y consolar. Así había sido ella, por lo menos hasta donde pudo. ¿Quién había estado allí para consolar a Kohaku? ¿Quién? ¿Quién habría estado allí para escucharlo o darle un abrazo de apoyo?

-¿Hermana?- del sobresalto casi tumba el vaso de agua que amablemente le trajo un mesero, mientras esperaba. Frente a ella estaba todo un adolescente, era casi de la estatura de Yasha o Miroku a pesar de ser más joven que ellos. Sus cabellos cafés estaban visiblemente alborotados y llevaba ropa deportiva, sus zapatillas estaban sucias y algo desgastadas.

-¿Kohaku?- Sango creyó que podría darle un fuerte abrazo y llenarlo de besos y mimos. Pero en ese momento estaba totalmente paralizada. El chico le sonrió tímidamente como para decirle que sí, que era él.

-Ha pasado mucho tiempo, hermana- admitió mientras se sentaba frente a ella. Sango, quien tardó unos segundos más en salir de su asombro, también tomó asiento. Ambos quedaron mirándose fijamente, examinándose uno a otro. “Mi Kohaku…” pensó Sango mientras sentía la vista nublada.

-¿Hermana?- la llamó de nuevo Kohaku. Sango enseguida retuvo las lágrimas y le ofreció su mejor sonrisa.

-Has crecido mucho…- admitió ella, mirando su porte- te has convertido en todo un hombre.

-Tú no has cambiado mucho- dijo Kohaku mientras llamaba al mesero.

Los siguientes minutos fueron pláticas acerca del pasado. Ambos se divirtieron de lo lindo simplemente recordando sus tiempos felices, con su padre. Antes que ambos se separaran. Recordaron las historias que su madre les contaba de pequeños. Cuando intentaban enseñarle a Sango a cocinar y la pequeña casi les mata de una intoxicación a todos. Kohaku no dejó de molestarla por varias semanas con lo mismo. Al momento que su hermana entraba en la cocina se convertía en la “terrible” Sango. Ella no dejaba de chillar y chillar, reclamándole a su hermano sus constantes burlas. Hasta que un día, finalmente puso frente a él un plato de tallarines, su favorito. Al probarlo, Kohaku debió admitir que sabían delicioso. Sango se encontró tan feliz que obligó a su hermano a repetirlo incansablemente durante más de un mes.

También recordaron la vez que se enteraron del trabajo de su padre. Sango tenía diez años y Kohaku unos siete. Su padre les sentó a ambos en la mesa y les miró fijamente.

-Ya tienen la edad suficiente para saber en qué trabaja su padre-

Con palabras simples les explicó claramente lo que era, bajo la mirada inquisitiva de su madre, quien se oponía a contarles a tan temprana edad. Kohaku se emocionó porque su papá era como “los que salían en la tele”. Y Sango tan sólo sonrió diciendo que le agradaba ese trabajo, puesto que le gustaban las cosas originales. “Además, así cuando ellos pregunten por qué viajas tanto, diré que eres espía”. Sin embargo, ninguno nunca tomó con demasiada seriedad seguir los pasos de su padre. Fue hasta el retiro de éste que los dos decidieron seguir su estilo de vida. Fue muy fácil para Sango adaptarse, quizás sí había “nacido para eso”. Pero la historia de su hermano Kohaku fue muy diferente.

-Y dime Kohaku, ¿qué ha sido de ti durante todo este tiempo?- preguntó ella, con cierta timidez en su voz.

Su hermano clavó su mirada en ella, Sango creyó revolverse. Aquellos ojos ya no eran tan inocentes y tiernos como le habían parecido antes. Ahora eran más maduros y quizás hasta un poco fríos. ¿Por qué?

-¿Kohaku?-

-Nada en especial hermana- lanzó un suspiro como para restarse importancia- sólo puedo decirte que he encontrado mi camino.

-¿Tu camino?- Sango arqueó las cejas. Sí, eso era lo que tanto había anhelado Kohaku cuando partió, siendo apenas un niñito. ¿Pues qué camino había encontrado?

-No es nada, además yo no vine para hablar de mí- volteó hacia ella y le sonrió- vine para decirte que he pensado en ustedes durante todo este tiempo. Que no soy ni un mal hermano, ni un mal hijo-

-Jamás pensamos eso- Sango intentó tomar su mano, pero él la desvió en el último momento tan sutilmente que no supo si la rechazó en serio o tal sólo la movió por casualidad- ¿Kohaku?-

-Me alegra saber que mi familia se encuentra bien- él dio un gran sorbo a su taza de café y miró hacia fuera de la cafetería- es lo que realmente deseaba saber, ahora puedo estar tranquilo.

-¿Te quedarás algo de tiempo en la ciudad?-

-Quizás, aún no estoy seguro. De todas formas te avisaré-

Aquella respuesta tan extraña y distante le hizo pensar que algo no estaba bien. Incluso llegó a pensar que su hermano tiene una razón de peso para encontrase de visita en la ciudad, que encontrarse con ella ha sido prácticamente una coincidencia o casualidad. Pero guardó silencio, se encontraba demasiado feliz por haberse reencontrado con él como para reclamarle o preguntarle nada.

 

Kykio se sorprendió al escuchar que llamaban a la puerta. Era extraño, no esperaba a nadie ni tampoco su hermano Sota. Se apresuró a contestar, sorprendiéndose más aún al darse cuenta de quién era la visita.

-¿Kouga?- ella ni siquiera hizo un gesto de bienvenida cuando el joven ya se encontraba dentro de su casa. Kykio se sorprendió por la actitud tan apresurada que llevaba el muchacho- ¿ocurre algo?-

-Nada en especial, como es mi día libre decidí venir a visitar a tu hermana-

-Oh, lo lamento muchísimo Kouga-kun, pero mi hermana no se encuentra en casa- dijo Kykio pausadamente, tratando de contener una sonrisa. Kouga le dirigió una mirada de extrañeza, era como si su plan perfecto se hubiera desmoronado en unos segundos. Como si al decidir hacer una visita, no hubiera previsto que Kagome no estaría en casa.

-Ya veo, debí imaginar que saldría con sus amigas a dar un paseo- suspiró el joven con desilusión.

Sin que éste lo notara, Kykio esbozó una sonrisa maliciosa. No, su hermana no se encontraba de paseo con sus amigas, como solía hacerlo. Ella se encontraba con alguien más. Y tenía el poder de omitir esa información, dejar que Kouga se fuera tranquilamente y regresara al día siguiente. O bien podría informarle en dónde se encontraba su hermana y… quizás provocar un caos. Se rió de sí misma. ¿Provocar un caos? Si bien es cierto que Kouga era bastante receloso de los muchachos que se acercaban a su hermana, jamás se ha portado agresivo ni altanero. ¿Qué tan diferente podría ser esta vez?

-Te equivocas- comentó la joven con tranquilidad, respirando entre frases para evitar estallar en risa. “Oh Kykio, eres mala” se dijo a sí misma- Kagome no salió con sus amigas esta vez-

-¿Está sola, entonces?- Kouga no parecía imaginar otra posibilidad que aquella. Pero seguramente algo en el rostro de Kykio le hizo notar su error, Kagome no estaba sola.

-Ha salido con un…- Kykio se detuvo un momento. Después de todo ¿quién era ese chico? Ni siquiera lo ha visto, estaba dormida cuando él había llegado por Kagome. Lo único que encontró fue una nota sobre su mesita de noche que decía “He salido con Yasha al parque. Cuida de Sota”. Ni siquiera tuvo la decencia de presentárselo.

-¿Con…?- Kouga le sacó de sus pensamientos. El chico lucía verdaderamente desesperada y ya Kykio no pudo contener una leve risa.

-Perdón- se excusó avergonzada- ha salido con un… un amigo. “Sí, quizás amigo. Después de todo Kagome no saldría con un tipo que no le inspire nada de confianza, no es una niña tonta”.

-¿Qué? ¿Pues qué amigo?- ese era justo el tonito que Kykio deseaba escuchar. Le encantaba cómo se ponía Kouga al momento de celar a su hermana. Él jamás se comportaba así delante de Kagome, pero cuando estaba a solas con ella siempre descargaba su descontento.

-Se llama Yasha, al menos eso me dijo ella-

-¿Quieres decir que no lo conoces?- al ver que Kykio negaba con la cabeza, abrió sus ojos de asombro- ¿Me estás tratando de decir que tu hermana ha salido con un tipo desconocido? ¿Cómo fuiste capaz?

Al verle en esa situación, desesperando y murmurando frases que ni siquiera él mismo entendía, Kykio dejó salir una sonora carcajada finalmente. Kouga detuvo sus regaños y contempló a la joven Higurashi reírse con libertad. Se extrañó un poco, Kykio no era de reír de aquella manera. Lucía más jovial que de costumbre. Era como si la sonrisa dulcificara las facciones de su rostro.

-Oh Kouga, mi hermana no es una niña. Ella sabe cuidarse perfectamente. Además Kagome no tiene que presentarme a todos sus amigos. ¡Ella puede juzgarlos por sí misma!-

-Lo sé Kykio pero tú… es que tú tienes mejor ojo para estas cosas. Kagome es más confiada, tú la conoces mejor que nadie…- suspiró Kouga. Detestaba de sobremanera cuando sentía que Kagome se le escapaba de las manos. En su trabajo le agradaba tener las situaciones perfectamente controladas, igual que en su vida personal. Sin embargo, cuando se trataba de Kagome nunca estaba seguro de nada. La chica era un torbellino inconstante y jamás sabía cuál sería su siguiente movimiento. La había querido desde los diecisiete años. Ese primer amor adolescente que cala hondo en todos. Ese que dicen que nunca se olvida. Pensaba que con el tiempo la olvidaría. ¿Cuántos romances no había tenido él? incontables, pero siempre la imagen angelical de Kagome aparecía sobre el horizonte. Estaba decidido a conquistarla, esa era su única meta. Sin embargo, aún no encontraba la manera exacta de llegar a ella. Esperaba que con tiempo y paciencia suficientes, lo conseguiría.

-Kouga, ella va a estar bien… de verdad- suspiró Kykio. La verdad sentía algo de pena por la tristeza que había provocado en el chico. “Quizás he debido quedarme callada” pensó con remordimiento.

-Me imagino que sí. Después de todo, las mujeres Higurashi poseen una gran fortaleza- le sonrió ampliamente a Kykio.

-Si tú lo dices- se encogió de hombros. Pero, para su interior, emitió una sonrisa. Si había algo de lo que estaba orgullosa de su hermana, era su fuerte carácter. Jamás se dejaba de nadie. “Quizás debiera aprender un poco más de ella” pensó Kykio. Ella siempre ha sido la callada, quien la viera diría que es una persona sumisa. Pero nadie conoce realmente su verdadera esencia.

-Si quieres te serviré algo de tomar- le ofreció a Kouga- para que sientas que no has perdido tu tiempo al venir aquí-

-Te lo agradecería mucho, Kykio-san. Además he decidido esperar a tu hermana, no puede tardar tanto ¿o sí?- preguntó esperanzado. Kykio volteó a verle desde el umbral de la cocina.

-Imagino que no- suspiró como para tratar de infundirle confianza. Obviamente, sabía que no funcionaría. Ella no era buena para ese tipo de cosas.

 

Realmente era como si el día hubiera querido premiarlos. El sol estaba radiante y apenas habían pequeños cúmulos de nubes en el firmamento. Un día que invitaba a salir al aire libre. En el caso de Kagome y Yasha, el día les invitaba a dar un paseo por el parque. Él se había presentado puntualmente en el portal de su casa y la joven le recibió con una cálida sonrisa, justo como aquella que dejó a Yasha tan absorto. En principio el plan también incluía a Buyo, pero por recomendaciones de la hermana de Kagome, éste se quedó en casa. De modo que los jóvenes se instalaron en una de las banquetas del parque a conversar. Habían estado conociéndose mutuamente durante varias horas. Los temas eran muy variados y parecía que se extenderían muchísimo puesto que ambos apenas empezaban a conocerse.

Yasha debía admitir que estaba encantado con Kagome. Era una joven muy alegre, soñadora e inteligente. Más allá de ese enojado rostro que conoció aquella noche en la disco, se encontraba una joven muy madura que tan sólo reaccionaba violentamente cuando se sentía amenazada, como la noche en que se conocieron. Empezó a conocerla más a fondo. Descubrió que en apariencia podía parecer una chica frívola y materialista; pero se preocupaba muchísimo por las demás personas. Y sobre todo, descubrió que su familia jugaba un rol muy importante en su vida. Se sentía muy orgullosa de su padre, para quien sólo tenía hermosas palabras y grandes halagos. Su hermana era casi como la voz de su propia conciencia y al hablar de ella se notaba que tenían una fuerte relación. “A pesar de ser tan diferentes, creo que en el fondo nuestras almas sí que son iguales” fue una de las frases que se grabaron en su mente. Y de su hermanito pues le escuchó quejarse varias veces de su comportamiento, especialmente porque éste aún era muy joven; pero podía notarse que le tenía un cariño especial. Lo único que le asombró quizás, era que nunca mencionó a su madre. Ni siquiera una sola vez. Por lo que concluyó que quizás sus padres estaban separados y ella sólo vivía con su padre.

-¿Y qué hay de ti, Yasha?- sonrió la joven mirándole fijamente- ¿Qué haces para divertirte?

-¿Yo?- el chico se incomodó un poco. ¿Qué podía contarle acerca de él? seguramente no quien realmente era o a qué se dedicaba. No tanto porque la chica saldría huyendo, sino porque parte de su “ética” de trabajo, si es que entre los ladrones podía existir algo parecido, era jamás revelar su identidad.

-Sí, tú- la chica sonrió ampliamente al notar su nerviosismo- imagino que sales mucho con ese amigo tuyo que conocí la otra vez-

-¿Miroku?- Yasha arqueó las cejas. Si lo miraba desde cierta perspectiva, Miroku vendría siendo su “compañero de trabajo”, además de su compañero de cuarto- pues sí, de vez en cuando salgo con él. Aunque en realidad no me agrada cuando salimos los dos solos… es un pervertido con las mujeres y me avergüenza de sobremanera- carraspeó nerviosamente, esperaba que Kagome no pensara que era igual a él.

-Pude darme cuenta cómo es Miroku cuando le conocí- rió Kagome divertida mientras recordaba las extrañas miradas que le había proporcionado aquel chico que decía ser amigo de Yasha- pero espero que tú no seas como él ¿verdad Yasha?-

-¿Cómo crees?- el joven casi salta de su asiento para abogar en su favor- ¡Él es un pervertido sin remedio! ¡Yo no soy así!-

-No te preocupes, sé que no lo eres- afirmó ella con tanta seguridad que le dejó impactado.

-¿Eh? ¿Y cómo lo sabes?-

-Porque lo he visto en tus ojos- contestó ella sin mayores aspavientos.

-¿Eh?- balbuceó él con extrañeza. ¿Acaso esas frases entraban en la categoría de “Son cosas que sólo las mujeres comprenden” que tanto le repetía Miroku? Era a veces chistoso cómo Miroku procuraba instruirle en el sexo opuesto. Pero Yasha la mayoría de las veces hacía de oídos sordos. Para él lo único importante era su trabajo. Además nunca tuvo la habilidad de Miroku con las mujeres ni tampoco sabía esconder su profesión tan fácilmente con él o Sango. Quizás por eso nunca había tenido una novia propiamente dicho, quizás por eso se mostraba renuente con el sexo femenino. Por lo menos, hasta el día de hoy.

-No te preocupes, mi hermana dice que esas frases tan sólo las comprendo yo. Es que soy algo extraña por si no lo has notado- se disculpó avergonzada.

-Mi madre solía decir que no se trata que seas extraña, simplemente eres especial…- comentó Yasha sonriente. Siempre era agradable hablar de su madre.

-¿En serio? Tu madre usó una frase muy sabia- Kagome bajó la vista con disimulo. Nunca nadie le había dicho “especial” de aquella manera tan indirecta. Kouga se lo decía incontables veces, su padre de forma fraternal e incluso su hermana con cierto sarcasmo. Pero de boca de Yasha sonaba… diferente. Empezó a sentir sus mejillas arder, pero no le dio demasiada importancia.

-Ella siempre solía decirlo cuando la gente se burlaba de mí por ser diferente a los demás- comentó él. En el pueblo donde vivían, la mayoría de los niños le molestaban porque él era el único que no tenía papá. Lloraba constantemente por éste hecho. Quizás por esas burlas es que jamás pudo perdonar el abandono de su padre, muchos años después, cuando finalmente conoció las circunstancias de su nacimiento.

-¿Yasha?- Kagome pudo notar cierta nostalgia en la frase del joven. Ahora que se detenía a pensar, durante todo este tiempo ella se ha dedicado a hablar de ella. Yasha la escuchó atentamente en todo momento, pero jamás pareció tener intenciones de hablar de sí mismo. Kagome se sintió demasiado egoísta, quizás el joven se sentía incómodo de pedirle que se detuviera.

-Lo siento- dijo ella, muy colorada de la vergüenza- me he dedicado a hablar de mí y de mí. Has de pensar que soy una desconsiderada-.

-En ningún momento lo he pensado- sonrió el joven, como para aliviar tensiones- y la verdad no creo que haya nada interesante que contar de mí-.

-¡Pero estoy segura que sí!- la chica miró hacia el cielo. ¿Qué tipo de pregunta podría hacerle?

-¿Vas a la escuela? Porque a la mía estoy segura que no asistes… ¿O ya terminaste tus estudios superiores?-

Una sencilla pregunta. Que usualmente tendría una sencilla respuesta. En el caso de Yasha, su respuesta era demasiado complicada de explicar. No, no asistía a ningún tipo de escuela. Y tampoco estaba en algún tipo de universidad.

-No estoy en ninguna escuela o instituto- comentó, pero por la cara de curiosidad de Kagome concluyó que habría sido mejor mentirle.

-¿Entonces? ¿Acaso estudias con alguna especie de tutor o algo parecido?- preguntó, curiosa. Yasha era un joven mucho más interesante de lo que aparentaba.

-Pues…- pensó por unos momentos. Trató de engañarse a sí mismo primero. ¿Cuál era su profesión? Pues era un ladrón experimentado. ¿Quién le había enseñado su profesión? Seguramente no había asistido a ninguna escuela. Su profesión la aprendió de su hermano y de Yakken, especialmente de éste último, quien se dedicó a instruirlo con marcada severidad apenas entró en la organización. Sí, Yakken había sido su tutor, después de todo- pues podría decirse…-

-¡Vaya! ¡Qué interesante!- exclamó ella clavándole la mirada- mi padre es algo reservado, pero no creo que al extremo de impedirme socializar en un colegio-.

-Bueno mi familia es…- no pudo evitar sonreír al pensar en su familia. ¿Familia? Desde la muerte de su madre desconocía realmente el significado de aquella palabra. Su hermano más que un pariente era su jefe, Rin hacía las veces de su hermana mayor, Yakken quizás la de un tío gruñón y Miroku la de un despreocupado hermano- mi familia es especial…-

-Pues parece que sí. Hasta ahora sólo he escuchado de tu hermano- comenta Kagome con dulzura, no desea forzarle a hablar más- nunca he sabido lo que se siente tener un hermano mayor. Aunque quizás Kouga…-

-¿Kouga?-

-Sí. Bueno no es un hermano mayor pero trabaja con mi padre y nos conoce desde hace muchísimo tiempo. Siempre está al pendiente de mi hermana o de mí. Podría considerarlo como parte de la familia, como a un hermano- sonrió ella, recordando las veces que Kouga demostraba interés por su bienestar o las celaba con algún muchacho, acto que ella interpretaba como los de un hermano mayor.

-Vaya, tienes mucha gente que te quiere Kagome- suspiró Yasha. El escucharla hablar así de su entorno familiar, de sus amigos, le hizo sentir un poco de envidia. Era como si Kagome tuviera todo lo que él añoraba. Una familia. ¡Cuánto añoraba él una familia de verdad! Es cierto que tenía a Rin, a Miroku y Sango. Ellos tres cumplían la función de una familia, extraña, pero podría considerarse una familia después de todo. Pero jamás reemplazarían el tibio regazo maternal o la imponente figura paterna que siempre deseó tener desde pequeño. Tener un padre que lo viera crecer siempre fue su mayor deseo. Por eso, años después, lloró amargamente frente a la tumba de su padre. A pesar que bajo esa lápida se encontraban los huesos de una persona totalmente desconocida para él; lloró por los recuerdos que jamás existieron, por las palabras de aliento que jamás escuchó, por el amor ausente.

-¿Yasha, estás bien? ¿Yasha?- la voz de Kagome le llamaba, la joven estaba visiblemente preocupada. La joven se inclinó hacia él, hasta quedar a pocos centímetros de su rostro. Muy pocas veces una mujer se le acercaba tanto, ni siquiera Rin- ¿Yasha?

-¡Estoy bien!- contestó el joven algo incómodo y la separó de sí con brusquedad. Segundos después, al ver el rostro confuso de Kagome se arrepintió por ser tan impulsivo.

-Kagome yo… yo no…- balbuceaba varias frases incoherentes y ninguna parecía apaciguar el rostro enojado de su acompañante. Más que enojo, era casi decepción. Detestaba cuando le lanzaban esa mirada de triste desaprobación. La odiaba y más viniendo… de una mujer.

-¿Sabes? Si lo que intentas es pedir una disculpa no lo hagas- la joven se incorporó de su asiento y, echando su bolso al hombro, dio un par de pasos al frente- ya decía yo que estaba saliendo demasiado bien. He recordado cómo es en verdad tu carácter-.

-¡He dicho que lo sentía!- exclamó Yasha, también poniéndose de pie.

-¡Que no lo sientas!- ella le dio la espalda- ya me voy a casa, no le veo ningún caso para estar aquí-.

-Yo te acompañaré…- trató de aparentar firmeza pero la verdad se encontraba muy nervioso, quizás demasiado como para admitirlo.

-No lo creo…-

-¡He dicho…!- el chico apresuró el paso hasta alcanzarla. La tomó por los hombros y con rapidez la volteó hacia él. Ella tenía la vista fija en él. En ese momento recordó cuánto le gustaban los ojos de Kagome y recordó también que con esa actitud no llegaría a ningún lado con ella. Lanzó un leve suspiro y continuó con más calma-… que yo te acompañaré. No quiero que te pase nada de camino a casa-.

-Bueno…- comentó ella, rindiéndose al fin.

Ella empezó a caminar, sin importarle mucho que él la siguiera. Yasha la contempló dar un par de pasos y luego se le unió. Caminaron hombro con hombro durante todo el camino de regreso y sin pronunciar una palabra entre ambos.

Kagome no se sorprendió mucho al no encontrar el auto de su padre en el garaje al llegar a casa. “Seguramente sigue trabajando en ese caso de los ladrones Inu” pensó mirando el garaje vacío “espero que lo resuelva pronto o de lo contrario acabará por enfermar”.

-Bien- suspiró dirigiéndose a Yasha- creo que aquí nuestros caminos se separan-

-Kagome yo…-

-Nos veremos luego Yasha- ella caminó rápidamente por el portal de su casa, sin mirar hacia atrás.

Con un rápido movimiento dio vuelta a la perilla de la puerta y segundos después se encontraba en su casa. Le dio curiosidad por saber si Yasha aún se encontraba pero su amor propio le impidió voltearse. “Orgullo Higurashi” pensó para darse fuerzas.

-¿Con quién te tomas tanta confianza, Kagome?- la joven casi pega un grito del susto al escuchar a sus espaldas la amenazante voz de Kouga.

Kouga!- exclamó ella, dándole un golpe en el hombro- ¡Me asustaste! ¿Qué hacías allí agazapado como un bandido?-

-¡Pues esperándote! ¿Qué crees que hacía?- espetó, visiblemente molesto- ¡Ahora mismo me vas a decir quién es ese chico y por qué te has ido con él sola!

-¿Qué? ¡Por favor! ¡Mira si mi padre te ha mandado a espiarme te prohíbo que lo vuelvas a hacer!

-¡Por supuesto que no es por tu padre! ¡Es por ti, Kagome!- Kouga se detuvo, ha dejado que sus sentimientos lo lleven demasiado lejos. Bajó la mirada muy turbado, pues podía sentir la penetrante mirada de Kagome sobre él- es porque te quiero mucho Kagome. No quisiera que cualquier depravado intentara jugar contigo-

Kagome esbozó una dulce sonrisa. A los pocos minutos sus brazos rodeaban el cuello de Kouga. Ella para nada lo notó, pero los músculos de Kouga se tensaron al momento de éste contacto y su corazón casi le brota por el pecho ante la cercanía de la chica.

-Oh Kouga, no te preocupes- Kagome apoyó su cabeza en el hombro de Kouga. Se encontraba frente a la ventana y, para su sorpresa, Yasha aún se encontraba afuera. Quizás él no se dio cuenta que ella le estaba observando porque desapareció a los pocos minutos con la mayor naturalidad. Kagome también sintió removerse algo en su pecho, aunque no estaba muy segura de qué se podía tratar.

 

Su reloj marcaba las cinco treinta. Ha llegado justo a la hora acordaba. Entra en el andén siete, que es donde el tren llegará. A diferencia de la mañana, ahora el andén se encuentra atestado de personas. Kagura toma asiento en una de las pocas bancas desocupadas. Ha sido un largo día para ella, pero no se queja. Ha tenido tiempo para visitar algunas áreas muy bonitas de aquella ciudad. Durante varias horas ha sido una turista más. Se ha divertido como la joven de 25 años que es, sin otra preocupación que pasarla bien. Una oportunidad así no debía desaprovecharla puesto que nunca se sabía cuándo volvería a repetirse.

El tren llegó pocos minutos después, sin mayores retrasos. La compañía ya había pasado mucha vergüenza con el desperfecto de la mañana como para darse el lujo de retrasar más este viaje.

Una marea de personas empezó a descender de los vagones del tren. La mayoría corrían para buscar una cara conocida y abrazarse o dar otros gestos de cariño. Otras iban rápidamente a reclamar sus equipajes o simplemente salían por la puerta principal. Ella vio a niños abrazar a sus padres que seguramente venían de un largo viaje de negocios. A parejas abrazarse y besarse con pasión luego de estar separados por mucho tiempo, supuso ella. Vio descender a un sin número de personas: altas, bajas, jóvenes, ancianas, de distinto sexo y edad. Sin embargo, ella no se movió de su asiento. Sabía que a quien ella esperaba sería una de las últimas personas en descender del vagón. ¿Por qué? Pues porque odiaba de sobremanera las multitudes. Si decidió viajar en tren fue porque concluyó que llamaría menos la atención y habría menos papeleo que llenar.

Lanzó un suspiro y clavó la vista en el suelo. Específicamente miró sus zapatos. Eran negros como la noche. Eran el último recuerdo de su antiguo hogar. Siempre se llevaba recuerdos de los lugares en donde había vivido un tiempo considerable. Su “trabajo”, si se le podía llamar así, muchas veces le impedía encariñarse con ningún sitio en particular. Ella estaba tan sólo para obedecer órdenes. Se odiaba a sí misma por ser tan sumisa, por ser tan obediente y fiel. Y odiaba a su hermana mayor, Kanna, porque ella sí que era una marioneta que se dejaba manipular. Parecía una autómata y jamás dudaba en obedecer una orden, por absurda o estúpida que ésta fuera. De las dos, Kagura siempre fue la rebelde, la que siempre protestaba y se quejaba. Pero al final estaba destinada a bajar la cabeza y obedecer. “Algún día” se prometió una vez “algún día saldré de este infierno”.

-No pienses tanto Kagura, o creeré que quieres traicionarme…- una fría y lúgubre voz se escuchó a sus espaldas. Sin voltear a verle, se puso de pie. Su jefe ha llegado.

-¿Crees que gastaré pensamientos en una idea imposible?- comentó con rencor.

-Una utopía siempre es una idea deliciosa para el pensamiento ¿no lo crees?- un hombre maduro, de largos cabellos cafés, de tez blanca y una sonrisa macabra le miraba. Sus ojos eran pequeños y siempre parecían mirar como un leopardo enfoca a su presa. Estaba vestido con unas ropas tradicionales y llevaba sus cabellos recogidos en una coleta alta. Le mostró su hombro a Kagura y ésta lo tomó sin pensarlo mucho. Si se negaba empezaría a tener problemas y ya la chica no buscaba eso.

-Imagino que debes estar cansado de estar en espacios cerrados, después de tantas horas en tren- comentó Kagura, sin mirarle a los ojos.

-Un hombre como yo jamás puede darse el lujo de estar cansado- dijo, con un tono que no daba ganas de llevarle la contraria.

-Como digas, Naraku- suspiró ella. Su hermana casi siempre le llamaba “Señor” y en algunas ocasiones “Naraku-sama”. Pero eran muy pocos los que tenían la osadía de llamarle por su nombre y menos en el tono en que lo hacía Kagura. Naraku decía que era su favorita, puesto que era la única poseedora del temple suficiente para ponerse al tú por tú con él. “Su favorita” Kagura sentía asco cada vez que escuchaba estas palabras.

-Tu hermana y los demás llegarán en pocos días- Naraku seguía hablando, totalmente ajeno a los pensamientos de la joven quien iba prendida de su hombro.

-Kohaku ha viajado conmigo- comentó Kagura, señalando al joven que les esperaba en los estacionamientos. Como siempre, Kohaku hizo una leve inclinación ante la presencia de Naraku.

-Fiel como siempre, mi buen Kohaku- comentó Naraku mientras el chico le abría la puerta del auto- continúa así y tal vez te deje un lugar importante para ésta misión-.

-¿De verdad?- Kagura sintió repulsión al ver cómo los ojos del chico brillaban. En realidad buscaba siempre complacer a Naraku.

-Lo más seguro es que así sea. Es hora que yo te vaya reconociendo tu trabajo Kohaku. Tan sólo deja que lleguen los demás- Naraku arrancó el coche con Kagura como copiloto y Kohaku en el asiento trasero del vehículo.

-¿Mi hermana llegará pronto?-

-En pocos días estarán todos aquí. Dormiremos esta noche en un hotel, ya tengo las reservaciones. Pero quizás mañana deban encargarse de ir consiguiendo una casa para mí…- comentó Naraku con tranquilidad.

-¿Con eso quieres decir que nos quedaremos aquí por un tiempo?- pensó Kagura, tratando de no revelar su agrado. La ciudad era bonita, sería placentero vivir allí por una temporada.

-Es lo más probable Kagura, es lo más probable…-

-¿Y será una gran misión, señor Naraku?- preguntó Kohaku, quien seguía entusiasmado con la idea de participar activamente en todo lo que Naraku le ordenara.

-No tienes idea Kohaku, será mi golpe maestro- Kagura alcanzó a ver cómo los ojos de Naraku se llenaban de un brillo especial al pronunciar aquella frase. Y se le heló la sangre al ver cómo sus labios se arqueaban en esa macabra sonrisa que ella tanto detestaba, puesto que sólo podía significar que estaba planeando algo realmente malvado. Aunque, en esta ocasión, no parecía estar feliz por obtener alguna recompensa monetaria. Parecía como si se tratara de alguna satisfacción más personal. ¿Qué podría ser? Mejor ni se lo preguntaba, además era seguro que en los próximos días se enterara qué tramaba Naraku.

 

[ Continuará ]

Notas de la Autora: pues aquí está el capítulo seis. ¡Vaya si me ha costado este capítulo! Pero la verdad creo que me ha quedado bien jeje, espero que les haya gustado mucho leerlo. Como dije que a medida aparecieran los personajes diría más o menos sus edades aquí va: Kohaku tendría unos 17, Kagura 25  y Naraku unos 35 años.

Por cierto, puse a Kanna de hermana mayor porque hasta donde tengo entendido, en la serie original Kanna fue creada primero que Kagura, o sea que ella vendría siendo la hermana mayor; aunque conserva la apariencia de una niña pequeña. Y conservé ese aire de rebeldía de Kagura, porque esa esencia del personaje me parece que se debe conservar.

Y espero que les haya gustado el encuentro entre ambos hermanitos. Aunque dudo que a Sango le agrade conocer a las compañías de Kohaku, pero eso será más adelante. Y por ahora Sesshômaru y Rin siguen más peleados que nunca. Pero ya se reconcilian, al menos eso espero.

¿Les ha gustado la cita? Perdón si desilusioné a algunos pero no podía hacer que esos dos se enamoraran de una vez. Además el chiste de la relación de Kagome e Inu-Yasha (sea o no un AU) es que a pesar de las peleas siempre sepan sobrellevarse. En el siguiente capítulo veremos qué hace nuestro querido Yasha para contentar a Kagome… si es que lo intenta jeje.

Este capítulo va dedicado a Chibi que está ahorita mismo lejos de casa y espero que al leerlo recuerde que la extraño muchísimo.

Gracias a todos los que me han dejado reviews, este fanfic está teniendo más gusto del que me esperaba. Sus comentarios siempre son bien recibidos y tengan por seguridad que leo todos y cada uno de ellos sea un review o un mail.

Para contacto (y ya saben no SPAM!!) escribir a meiko@wings.distant-sky.org