Sin Rastro

Por: Meiko Akiyama

 

Capítulo 7: “Señales de un Asesino”.

“Idiota” pensó Kagome por enésima vez, no ha podido apartarlo de sus pensamientos desde el inicio del día. A decir verdad, no ha podido apartarlo de su vista desde que su cita terminara, hace un par de días atrás. No ha vuelto a saber de él desde entonces, quizás por ello le está dando vueltas en la cabeza. “Ni siquiera una llamada ¡Qué clase de descortesía!” sin embargo, su conciencia le hizo pensar otra cosa. Ella también fue un tanto exagerada, nadie tiene que decírselo. Sólo que el orgullo siempre se hace presente y le impide reconocerlo. “Luego dices por qué la gente no logra comprenderte” suspiró con tristeza.

Detuvo su caminar ante un enorme portón de hierro, cubierto con pintura plateada. En el muro derecho había una pequeña plaquita con varios kanjis, que decía con claridad: “Matsuyami”; justo debajo había un timbre que Kagome se apresuró a tocar.

-Soy Kagome- fue lo único necesario para que en pocos segundos el gran portón de hierro se abriera.

Kaede era una buena amiga de la familia. En algún momento escuchó que ella y su abuela paterna fueron las mejores amigas durante su juventud. Al morir ella, Kaede mantuvo el contacto con los Higurashi, contacto que se ha prolongado hasta el día de hoy. Como la mayor parte del tiempo su hijo y su nuera se encuentran de viaje en distintas partes del mundo atendiendo los negocios; ella se dedica a cuidar de su nieto Shippou y a encargarse del Museo, al cual le ha dedicado gran parte de su vida.

-Shippou se encuentra divertido de lo lindo con tu hermano- Kaede misma le abrió la puerta. A pesar de su edad, se consideraba una mujer autosuficiente y no tenía mucha servidumbre, tan sólo la “necesaria” como ella misma solía repetir incansablemente.

-Imagino que no le hará mal si paso por él en una hora o dos- sonrió la joven pero Kaede le detuvo con un gesto.

-Espero no te moleste hacerle compañía a esta anciana durante una hora o dos- Kagome se rindió ante la dulce mirada de Kaede. A pesar que ser su hermana quien mayor tiempo pasaba con la anciana Matsuyami, Kagome le quería muchísimo puesto que representaba esa figura materna perdida a tan tierna infancia.

De pequeña, Kagome adoraba entrar al despacho de Kaede. Como ésta en su juventud había recorrido varias regiones del mundo, tenía ese despacho lleno de curiosidades y recuerdos de países que en ese entonces la pequeña Kagome no podía ni siquiera pronunciar. El que más le agradó a Kagome era una pequeña esfera de cristal que contenía una bailarina dentro. Tenía una cuerda en la parte inferior y al girar de ella producía una hermosa melodía de ballet y la bailarina se movía lentamente, casi siguiendo el compás de la música. Según Kaede, fue un recuerdo del ballet de Viena, en su último viaje a Austria. Kagome se solía pasar horas y horas contemplando a la bailarina danzar, mientras Kykio y Kaede tomaban el té. Es por eso que al entrar a aquel despacho, la joven no pudo evitar mirar hacia el estante en donde se encontraba aquella esfera de cristal.

-Siempre te gustó ¿No es así, Kagome? Recuerdo que nunca te cansabas de mirarla- sonrió Kaede mientras la joven se sonrosaba de la vergüenza- a mi muerte te la heredaré…-

-No digas esas cosas Kaede- Kagome sintió un frío recorrerle la espalda. Detestaba cuando las personas hablaban de su posible muerte- aún eres demasiado testaruda como para querer dejar este mundo-.

-Quizás sí Kagome- sonrió la anciana sentándose en su sillón- pero quiero que cuando ya no esté, la conserves para recordarme y también recuerdes aquellos días de tu infancia-

-Independiente de todo lo ocurrido, la niñez fue la mejor etapa de mi vida- admitió la joven.

-Matsuyami-sama, tiene visitas- al despacho entró una joven menuda, con curioso delantal gris; era Reiko, el ama de llaves-… la señora Nanase Urasue se encuentra en la sala-

-Hazla pasar por favor- se dirigió nuevamente a la joven Higurashi- Kagome, espero que no te moleste estar entre viejas esta tarde…-

 

Yakken extendió hacia Sesshômaru un pequeño carnet que contenía todos los datos acordados según el plan de Miroku: Yakken era un hombre de 46 años que trabajaba para una empresa de transporte de mercancía. Y sería el encargado de transportar la colección invaluable de la gran Nanase Urasue. Sesshômaru contempló el carnet entre sus manos y con una uña trató de rasgar el plástico, sin conseguirlo. El carnet parecía real, por lo menos lo suficiente para que la policía lo aprobara.

-Muy buen trabajo Yakken- admitió Sesshômaru mientras le regresaba el carnet- esos ineptos ni siquiera se tomarán el tiempo considerable para revisarlo bien. Les preocupa que la valiosa mercancía se transporte rápido-.

-Eso espero mi señor Sesshômaru, aunque la persona que me realizó esta falsificación es todo un profesional y realmente dudo que noten la diferencia-

-Tu parte está hecha, también la de Rin- Sesshômaru miró a la joven que se encontraba junto a Yakken, quien no ha pronunciado palabra desde que los hombres iniciaron su conversación- sólo falta el equipo Alpha.

-Siempre ha podido confiar en mí, señor Sesshômaru- Yakken se hinchó el pecho de orgullo ante el reconocimiento de su jefe- ahora esos muchachos están algo despistados y creo que si no los ponemos a trabajar rápido podrían…-

-No necesito que te encargues de ellos, eso es trabajo mío- le cortó Sesshômaru, mirándolo fijamente- tengo una misión especial para ti, Yakken-

-¿Qué tipo de misión, mi señor?- Yakken parecía contento de haber sido asignado a una “misión especial”.

-Quiero que vigiles todos los vuelos del aeropuerto, las estaciones de trenes y autobuses de esta ciudad. Tengo el presentimiento que Naraku nos hará una visita muy pronto-

Yakken se quedó frío al escuchar su “misión especial”. ¿Investigar un posible regreso de Naraku? Sentía que aquel encargo estaba más allá de sus capacidades. Sin embargo, jamás iba a negarse a nada que le pidiera su jefe Sesshômaru puesto que le ha jurado lealtad y, puede que no tuviera muchas virtudes, pero la lealtad era una de ellas.

-Acepto mi tarea, señor Sesshômaru-

-No tenías otra opción Yakken- sonrió con sarcasmo mientras encendía un cigarrillo, sin quitarle la vista de encima- ¿qué esperas para empezar tu labor?

El hombre casi saltó de su asiento ante estas palabras. A los pocos minutos ya se encontraba fuera de la sala de Sesshômaru, puesto que en su casa se llevó a cabo esta reunión.

Rin casi intentó pedir auxilio al ver cruzar a Yakken el umbral de la puerta principal. Estar a solas con Sesshômaru era lo último que deseaba. Bueno, en realidad siempre deseaba estar a solas con él, pero no en estas condiciones. No han podido entablar una conversación sana desde aquella discusión que tuvieron semanas atrás.

-¿Por cuánto tiempo más permanecerás así, Rin?- la voz del joven la sobresaltó, luego de escuchar con atención la pregunta sintió una ira apoderarse de todo su ser. ¿Qué clase de pregunta era esa? ¿Acaso no recordaba aquella discusión? ¿No recordaba aquellas palabras tan hirientes que le había dicho?

-¿Por cuánto tiempo desea el señor Sesshômaru?- le respondió ella en el mismo tono altanero. Ella la única que podía hablarle de aquella manera y salvarse de morir al instante.

-No te permito que me hables en ese tono- sin embargo, la voz de Sesshômaru ha dejado de sonar autoritaria. Eso sorprendió a la chica, generalmente esto no ocurría hasta después de prolongados intercambios de frases.

-Sé que no me permites muchas cosas: que te lleve la contraria y que no me meta en tus asuntos familiares- Rin no lo notó, pero aquella frase pegó duro en el alma de Sesshômaru.

-Cuando Naraku llegue- Sesshômaru aparentó como si aquella frase no hubiera sido para él, o como si nunca hubiera sido pronunciada- quiero que te encargues personalmente de vigilar todos los movimientos de mi hermano-

-¿Qué?- a Rin le sorprendió de sobremanera aquella petición- ¡Eres un idiota! ¿Cuándo vas a entender que Yasha es algo más que tu perrito faldero o uno de tus empleados? ¡Yasha es tu hermano, métetelo en tu cabezota!

-Escúchame- Sesshômaru se incorporó y la tomó del brazo fuertemente, la joven abrió sus ojos y tensó todo su cuerpo ante el contacto directo de Sesshômaru- y escúchame bien porque será la primera y última vez que lo diga: no dejaré que mi hermano se involucre, entre otras razones, porque es demasiado inmaduro para lidiar con una situación así. ¿Qué pasará si se entera, Rin? Irá corriendo tras Naraku, justo lo que él quiere. Yasha puede aparentar mayor madurez pero tiene tan sólo diecisiete, es un niño en pañales, considerando el mundo en que se desenvuelve. Y no dejaré que el idiota se suicide por buscar una venganza que no le corresponde…pesaría demasiado en mi conciencia haberle fallado a mi padre. Mal que mal, prometí que cuidaría de él. Es por eso que no voy a dejar que se entere y es mi última palabra ¿entendido?

Rin respiró hondo al dejar de sentir la mano de Sesshômaru rodear con fuerza su brazo. Él se alejó unos cuantos pasos y le dio la espalda, como tratando de esconderse de su mirada.

-Sesshômaru, yo…- Rin intentó tomar su hombro, pero éste la rechazó con brusquedad.

-Ahora que sabes tu tarea, dedícate a cumplirla-

-Pero, Sesshômaru luego de todo lo que dijiste…-

-He dicho que jamás volveré a repetirlo. Si no te quedó claro no es mi culpa que no sepas captar órdenes-

-¿Órdenes?- Rin se sintió sumamente herida ante esta palabra. Sesshômaru finalmente se “mostró” ante ella, Rin pudo sentir que esa fría coraza se rompía. Por primera vez en su vida sintió que Sesshômaru confiaba plenamente en ella, pero ahora actuaba como si simplemente le estuviera dando una orden. Era aquella relación jefe-subalterna que tanto odiaba.

-Si quieres puedes tomarlo como un favor, más hacia Yasha que hacia mí. Pero si te rehúsas deberé obligarte entonces- a cada respuesta de Sesshômaru, la chica quedaba con más preguntas. Era como si en vez de calmarla, la estuviera llenando de dudas.

-Lo cumpliré- suspiró ella, tratando de evitar en lo posible una nueva discusión- yo protejo a tu hermano…-

-Perfecto. Ahora si me disculpas, deseo estar solo- aquella petición la dejó nuevamente sin palabras. Sin embargo, la voz de Sesshômaru se escuchaba realmente amenazante y decidió desaparecer con sigilo. Desde la puerta de entrada le dirigió una última mirada, aún se encontraba de espaldas, con aire pensativo. “Mi Sesshômaru” pensó con dulzura “no tienes idea cuán feliz estoy. ¿Con tan poco me conformo? Quizás así es el amor”.

-¡Maldición!- Sesshômaru lanzó una copa que tenía en sus manos contra la pared, provocando que ésta se partiera en mil pedazos- ¡Nunca más vuelvas a hacer eso, Sesshômaru!

¿Cómo dejó que sus sentimentalismos se apoderaran de él? Su único propósito era claro: nunca, jamás mostrarse vulnerable ante nada ni nadie. Y ese “nadie” incluía a Rin, ni siquiera ante ella podía darse el lujo de parecer débil o accesible. Sin embargo, hacía semanas que una enorme presión se ha apoderado de sí y el tener a Rin consigo le abrió las puertas para un desahogo. Por supuesto fue un desahogo mínimo, no es ni la mitad de lo que hubiera deseado decirle; pero afortunadamente pudo detenerse. Sentía el mundo a sus espaldas: el robo a Urasue, las extrañas amenazas de Naraku, cuidarse de la policía y encima cuidar que el inútil de su hermano no cometiera alguna estupidez.

-Maldito Naraku, espera que te encuentre…-

 

-Mi querida Kagura, tengo una misión especialmente para ti- Naraku rodeó los hombros de Kagura con sus manos, era casi una manera de decirle “ni siquiera pienses en oponerte”.

-¿Acaso puedo oponerme?- respondió ella, casi como leyendo la mente del asesino.

-Me alegra que nunca olvides tu posición, Kagura- Naraku sonrió sádicamente mientras la chica con un gesto incómodo se liberó de sus manos.

-¿Qué es lo que quieres?-

-Necesito que mi presa esté vigilada, que Sesshômaru sepa que estoy de regreso, acechándolo. Sin embargo, no debo aparecer en persona hasta cuando sea realmente necesario. Hasta entonces quiero que Sesshômaru sienta mi presencia como una sombra alrededor de él. ¡Y qué mejor sombra que tú, mi querida y fiel Kagura!- Naraku casi pronunció el “fiel” en un tono sarcástico, pero Kagura prefirió ignorarlo.

-Como digas, sólo dime en dónde localizarlo- se encoge de hombros, rendida ante su tarea.

-Pues es eso precisamente lo que vas a averiguar, Kagura-

-¿Qué? ¿Por qué no le pides a Kohaku que lo haga por mí?- el indiferente rostro de Naraku no pudo evitar el mostrarse sorprendido ante aquellas palabras. Kagura simplemente sonrió y continuó hablando- ¿Acaso crees que no lo sé? Estoy enterada que él era hijo de uno de tus antiguos compañeros y, por ende, también del padre de ese Sesshômaru-

-Pues vaya Kagura, he dudado de la confianza entre hermanas- admitió él, volviendo a su frío rostro tan característico- y la razón es muy sencilla. Quiero acabar con toda la gente de Sesshômaru, ese es mi deseo y no pienso cambiarlo. Y yo no sé hasta qué punto el pequeño Kohaku desee un alto puesto en mi organización, no sé si su deseo de quedar bien conmigo sea tan alto…-

-…como para sacrificar a su propia hermana- Kagura completó la frase con cierto temor. ¿Qué clase de bestia tenía por jefe? Ella podía ser alguien cruel, frío y que realizaba asesinatos a sueldo; pero poner a personas de la misma sangre a matarse entre sí era demasiado bajo. Aunque nadie le creyera por ser asesina, ella seguía teniendo ciertos principios y escrúpulos; de los cuales estaba comprobando que Naraku carecía.

-Me encanta que seas de pensamiento rápido, Kagura-

Kagura simplemente esbozó una sonrisa de fastidio y volteó la mirada. ¿Cómo demonios haría ahora? Ella conocía a la hermana de Kohaku de vista, por una fotografía que el chiquillo siempre llevaba consigo. Y sabía su nombre, al menos Kohaku siempre decía “Sango” para referirse a su hermana. “Un plan rápido, un plan rápido” se repitió incesantemente. La única opción que tenía era seguir a Kohaku cuando fuera al encuentro de Sango para luego seguirla a ella, una vez descubriera dónde vivía podría vigilarla constantemente. Y Sango alguna vez debería reunirse con Sesshômaru.

-¿Ahora puedes retirarte, Kagura? Creo que tienes mucho en qué trabajar- nuevamente Naraku parecía estar usando un tono sarcástico, más que autoritario. Y Kagura odiaba aquello enormemente puesto que era como si siempre estuviera burlándose de ella.

-Como quieras- la joven no perdió oportunidad para salir de la presencia de Naraku.

Una vez solo, Naraku empezó a pasearse por la alcoba. Debe admitir que Kagura tiene un muy buen gusto, como casi la mayoría de las mujeres, puesto que escogió un hotel muy moderno y con infinidad de facilidades. Además, el dinero nunca era un problema y Kagura podía darse el lujo de proponer hospedarse en el hotel más caro de cualquier ciudad.

Desde que tenía memoria, le gustaba acechar a las personas, verlas sufrir con desesperación mientras se morían de angustia al desconocer su siguiente movimiento. Ese deleite se convirtió luego en su profesión. Ahora no cometía muchos asesinatos él mismo, tenía a mucha gente a su mando para que lo hiciera por él. Pero ésta vez era diferente, se trataba de una venganza muy personal. Deseaba torturar a Sesshômaru hasta decir no más, deseaba verlo pedir clemencia, arrastrarse hasta él suplicando misericordia. Y cuando eso ocurriera, deseaba ver reflejado en el rostro de Sesshômaru a su padre, la única persona que intentó revelársele… y lo consiguió.

 

-En realidad pasamos muchas aventuras en nuestra juventud, Kaede era un torbellino- la sonora risa de Nanase Urasue retumbó en todo el recinto.

-Recuerdo que también tú te unías a las orgías…- suspiró Kaede, roja de la vergüenza.

Kagome no ha participado mucho en la conversación, principalmente porque ambas mujeres se la han pasado rememorando durante casi toda la velada. Pero debe admitir que ha disfrutado muchísimo escuchando sus relatos, sobre todo al enterarse que la anciana Urasue alguna vez anduvo tras los huesos de su propio padre. “Kaede siempre fue por los hombres mayores que ella pero, en lo personal, prefiero a los jóvenes ¿comprendes?” dijo sin inhibiciones y haciéndole un guiño.

-Sólo cuando requerían de mi luminosa presencia- rió la mujer con una copa de vino en la mano- es por eso que dejo que mis nietas vayan a divertirse a diestra y siniestra. A veces soy yo quien sirvo de alcahueta ante sus padres. La juventud está hecha para disfrutarse ¿no lo crees Kagome?-

-Pues la verdad sí. Digo, a cualquier muchacha de mi edad le encanta salir a pasear. Mi mayor sueño es, al crecer un poco más, salir a recorrer el mundo. No importa si sólo es con una mochila y ya, el punto es conocer otras culturas- la chica se emocionaba mucho hablando de éste tema. Ella amaba Japón, su cultura; adoraba a su familia, pero viajar por todo el mundo siempre fue un sueño que tuvo desde pequeña.

-Solía tener el mismo sueño a tu edad- Urasue la observó fijamente. Kagome le recordaba a ella misma en sus años de adolescencia: una joven alegre y cargada de sueños por cumplirse- y lo realicé. No por mi fortuna, sino porque realmente lo deseaba. Si tienes el mismo temple que tu padre, que es un testarudo, es posible que te encuentres recorriendo el mundo más rápido de lo que imaginas-

-Ojalá sea así. Aunque con lo protector que es mi padre, no creo que sea posible- suspiró Kagome, recordando las ocasiones en que él ni siquiera la dejaba ir sola al centro comercial. “Como si fueran a raptarme o algo así” pensaba.

-Tu padre es un buen hombre, sólo ha dejado que su trabajo lo absorba demasiado- Kaede puso una mano sobre el hombro de la muchacha, en señal de comprensión- sabes cuán importante eres para él, al igual que tus hermanos-.

-No te preocupes pequeña, todos los padres son así. Él sabrá darte tu lugar en poco tiempo, descuida- Nanase Urasue simplemente le regaló una sonrisa- además ahora debe concentrarse en proteger mi colección de manos de bandidos inescrupulosos…- carraspeó preocupada.

-Oh es cierto, usted es dueña de una preciada colección de vasijas ¿no es así?-

-Sí querida, las fue coleccionando por todo mundo. Pagó por algunas enormes cantidades y hasta recuerdo que sobornaste a uno que otro dueño de un museo- respondió Kaede por su vieja amiga, quien se encontraba sonriendo maliciosamente ante el último comentario.

-Las exhibiré más o menos en un mes en el museo de Kaede. Vieras cómo me costó convencerla a ella y al resto de la directiva. Aunque les entiendo, luego del robo del Shikon No Tama es natural que estuvieran reacios a realizar otra exposición-

-¡Oh! ¡No saben cómo odio a esos ladrones Inu o como se llamen!- Kagome cerró sus ojos, con aspecto enojado- por culpa de sus fechorías mi padre anda como un zombi por toda la casa. No duerme, no come… y a veces ni desea hablar. También el pobre de Kouga está sin comer ni dormir. ¡Espero que los atrape pronto!- concluyó la joven.

-Lleva años en el caso, Kagome- comenta Kaede, como recordando sucesos-… esa gente es como la mafia, demasiado organizada. Tantos robos y tan pocas pistas-.

-Escuché que su especialidad es no dejar rastro en ninguna escena del crimen ¿no es así?- preguntó Urasue, muy interesada puesto que tal vez ellos intentaran saquear su colección.

-Myôga no ha podido encontrar ninguna pista importante durante todos sus años de investigación-

-Algún día tienen que caer, por lo menos uno que hable…- comentó Kagome con esperanzas. A decir verdad ella no conocía mucho de los ladrones Inu, su padre nunca hablaba demasiado de sus investigaciones en casa; pero estaba consciente que uno de los mayores casos de su padre era el de ese grupo de ladrones. Deseaba que los atrapara pronto para que su padre se quitara ese peso de encima.

-Por lo pronto confío en que tu padre vigilará mi preciada colección- sonrió Urasue, al parecer muy confiada en el trabajo que realizaría Myôga- dime Kagome ¿te agradan esos eventos?

-¿Eh?- la joven se sorprendió mucho ante esta pregunta.

-Que si te agradaría asistir a la exposición- le hizo un guiño.

-Pues a decir verdad… sí me gustaría- a Kagome siempre le han agradado esos eventos en los que tiene usar traje largo y formal, le hacen sentir mujer-… pero creo que mi hermana lo disfrutaría más; a ella le agrada culturizarse más que yo-.

-Pues dile a ella que también está cordialmente invitada. Nada me agrada más que rodearme de juventud- bebió de un sorbo la mitad de su segunda copa de vino- entonces las espero en un mes ¿te parece?-

-Seguro que sí. Allí estaremos ambas-.

 

-Sigues luciendo muy tensa, querida Sango- Miroku contempló a la joven mujer que tenía delante suyo. La invitó a comer a un restaurante de exquisita comida italiana porque, según él, la chica lucía muy distraída y triste.

-Lo siento Miroku- suspiró ella tomando un tenedor y disponiéndose a llevarlo a su plato de suculento spaghetti- es simplemente que no me siento muy bien-

-¿Puedo saber qué pena acongoja a tu débil corazón, Sango?-

La chica suspiró otra vez, odiaba cuando Miroku utilizaba esas frases “baratas”. ¿Cuándo iba a entender que ella era diferente? ¿Qué le haría comprender que ella no iba a caer con su extensa labia? Ella conocía perfectamente todos sus “procesos” de conquista y no estaba dispuesta a caer en ellos.

-No es nada importante-

-No lo creo Sango- insistió el joven- aún no entiendo por qué no tienes la confianza para contármelo. Quizás te ayude desahogarte-.

-No creo que nadie pueda comprender cómo me siento- fueron las tajantes palabras de la joven.

La comida prosiguió sin mayores comentarios. Miroku se dedicaba a observarla fijamente, Sango tenía una refinada educación a la hora de comer, seguía estrictamente las normas de etiqueta. Es por eso que por mucho tiempo él la llamó “princesa” de manera satírica, haciendo referencia a su manera de comer.

Él siempre ha sido un casanova, su filosofía de vida era “¿para qué amarrarte a una mujer, si puedes tenerlas a todas?”. Por eso jamás tenía relaciones largas, la mayoría de éstas terminaban en una cama y vuelta de hoja. Sin embargo, a pesar que Sango llenaba todos los requisitos que él adoraba en una mujer, jamás se atrevió a cortejarla abiertamente. Podría decirse que ella era su mujer ideal, entonces ¿por qué no ha intentado conquistarla, más allá de unas cuantas bromas y comentarios subidos de tono? Yasha le dijo alguna vez “Quizás porque has crecido con ella desde siempre y la vez más como una hermana”. Sí, debía admitir que la cabeza de ese perro razonó algo creíble, pero Miroku sentía que no se trataba de eso. ¿Respeto, quizás?

-¿Ordenarán algo para el postre?- el mesero se inclinó hacia la pareja con una enorme sonrisa. Por eso era el restaurante preferido de Miroku: por la excelente comida y servicio.

-Sorbete de limón-

-Para mí pastel de fresa-

-Sorbete de limón para el joven y pastel de fresa para la señorita, vuelvo enseguida- y con agilidad el joven abrió la portezuela que conducía a la cocina.

-¿Entonces, querida Sango? No es que invitarte a comer sea un sacrificio pero no quiero que ésta salida no haya valido la pena-

Sango le miró fijamente por primera vez durante la velada. Quizás sí le haría bien el contarle a alguien y pues Miroku parecía muy serio en esta ocasión. Lanzó un profundo suspiro, sí, lo haría.

-Es mi hermano- dijo finalmente luego de un prolongado silencio.

-Disculpa, ¿tu hermano?- Miroku alzó las cejas sorprendido.

Sango lanzó otro suspiro mientras daba un sorbo a la gaseosa que ha ordenado. Sabía que Miroku se sorprendería con su respuesta, pero sabe exactamente qué decir.

-Ha vuelto-.

 

Sabía que Naraku llegaría en tren un par de días atrás. Ella hubiera podido acompañarlo, pero no tenía ganas de pasar tanto tiempo encerrada y menos con la callada presencia de su jefe. Además ella era una mujer de pocas palabras, por eso le gustaba viajar sola. Siempre solía decir que su mejor compañía era su propia soledad.

Descendió del autobús y se enfiló hacia el recibidor de la estación. En realidad no esperaba encontrar ningún rostro conocido, pero tampoco se sorprendió al encontrarse cara a cara con uno de sus compañeros de trabajo.

-Es un gusto verte otra vez, Kanna…- una sonrisa despreocupada se dibujó en los labios de quien la recibía.

-El placer es mío…- Kanna simplemente asintió con un gesto frío.

-Naraku quiere que vayas enseguida a su presencia-

-Es lo que pensaba hacer- se encoge de hombros- no tengo ninguna otra razón para estar en esta ciudad salvo las que él me dé.

-Bueno pues yo cumplí con avisarte. Ahora con su permiso, me retiraré- vio alejarse al individuo con paso tranquilo y despreocupado. Kanna usualmente no se metía en los asuntos ajenos, pero esta vez la curiosidad le ganó.

-¿Acaso tú no irás a ver a Naraku?- preguntó simple y directa; pues ella odiaba los rodeos.

-Sabes muy bien que yo no soy como ustedes, Kanna- el joven se volteó hasta ella y la contempló casi con ensoñación.

-Pero eso no quita que estés bajo sus órdenes…-

-Tomo las órdenes que me convengan, en cambio, ustedes no tienen opción-

-Leí en el periódico que mataron a un empresario y dejaron la marca de la araña; la policía quedó desconcertada. ¿Acaso…?-

-Obra personal- comentó el hombre casi orgulloso- la marca de la araña era un detalle que Naraku exigió y no me incomodaba para nada; no tuve por qué negarme.

-Es increíble que hables así- Kanna parecía realmente molesta ante la actitud de su interlocutor.

-¿Qué? Él sabe muy bien que no puede dañarme, aunque lo intente. Así como yo tampoco puedo dañarlo a él, aunque quisiera; digamos que cada uno es indispensable para el otro y convivimos en paz sin estorbarnos-.

-¿Adónde vas, Musou?- el hombre se volteó hasta ella, quien le llamó por su nombre por primera vez.

-Adonde me lleve el viento, Kanna. Mándale saludos a Naraku y dile que pronto le haré una pequeña visita; tengo puntos que tratar con él- se alejó nuevamente con ese paso despreocupado. Lo vio alejarse y ya no intentó más conversación; sabía que con Musou nunca era bueno hablar demasiado. Él le asustaba mucho, nunca se sabía lo que estaba pensando y era alguien demasiado cruel y despiadado como para intentar adentrarse en su mente, quién sabe lo que descubriría.

“En fin, mejor me apresuro” Kanna sacó el papel donde llevaba anotada la dirección proporcionada por su hermana unas horas antes, cuando hablaran por teléfono.

 

No ha podido dejar de pensar ella desde aquel día. Aún recuerda su rostro triste y decepcionado. ¡Maldita sea! ¿Cómo ha dejado que una chiquilla le importe de tal manera en tan poco tiempo de conocerla? Se odiaba a sí mismo por ser un inepto y hacerla enfadar en esa ocasión, pero también la odiaba a ella. ¡La odiaba por no encontrar manera de sacarla de su cabeza!

La odiaba porque lo hacía sentir culpable. Él nunca se sentía culpable de nada, siempre encontraba la forma de excusarse y no responsabilizarse de las situaciones, en cambio ésta vez al recordar sus ojos tristes, no podía evitar ese sentimiento de culpa.

No se consideraba una persona influenciable, por nada ni nadie. Ni siquiera por su hermano, Miroku o Yakken; las personas que más tiempo pasaban a su lado. Sin embargo se encontraba caminando rumbo a la casa de los Higurashi y pensando en un gran discurso de disculpas tan sólo por una chica. ¡Una chica! No es que fuera machista, pero muy pocas mujeres influyen realmente en su vida. Sango es… bueno, podría considerarla una buena amiga que siempre saber dar buenos consejos cuando los de Miroku se exceden en coquetería. Rin es casi como la hermana mayor que siempre está al pendiente de él. Y su madre, su sólo recuerdo hace que piense mejor las cosas, como si quisiera hacerla sentir orgullosa.

A Yasha el portal de la residencia Higurashi le pareció un muro infranqueable. Nunca sintió esa puerta principal tan lejana; contando cada paso como si se dirigiera a su ejecución.

Tocó el timbre de la puerta una vez y con cierto temor; como si quisiera que nadie lo escuchara o pensaran que se equivocaron de casa.

Desafortunadamente, la puerta empezó a abrirse y Yasha a cada segundo sentía que su muerte se acercaba. Si se trataba de Kagome ¿qué le diría? Todo el discurso preparado se borró de su mente en instantes.

Pero, no sabe si por fortuna o por desgracia, no fue Kagome quien le abrió la puerta. En su lugar, un joven de mirada recelosa y ojos penetrantes era quien estaba tras la puerta. Miró a Yasha de pies a cabeza como si estuviera registrando a un criminal que acaba de atrapar. “¡Qué ironía!” pensó Yasha evitando esbozar una sonrisa.

-¿Quién es usted?- la voz de ese individuo iba acorde con su apariencia amenazante.

-Busco a Kagome Higurashi- dijo sin mayores preámbulos.

-Ella no se encuentra en casa- aunque por el tono en que lo decía, bien podría estar mintiendo; al menos eso le pareció a Yasha- ¿Y tú quién eres?-

-Lo mismo podría preguntar- comentó Yasha, detestaba que lo interrogaran- porque me ha hablado de su hermano pero sé que es mucho menor que ella; no puedes ser tú-.

-No le incumbe quién sea yo, jovencito- aquel tipo pareció ofenderse muchísimo con el comentario de Yasha.

-Tampoco le incumbe quién sea yo- contestó Yasha.

-Claro que me incumbe, soy yo quien debo responder al padre de Kagome por lo que le ocurra. Ahora mismo me va a decir quién rayos es usted y para qué la busca-

-…-

-Créame, si no se identifica ella jamás sabrá que usted estuvo aquí preguntando por ella- el joven pareció dar justo en el punto débil de Yasha. Era cierto ¿cómo pretendía que ella supiera que vino a buscarla? Necesitaba decirle a ese joven por lo menos su nombre. ¡Maldición, estaba atrapado!

-Dígale que Yasha vino a buscarla- carraspeó enojado al ver la sonrisa de triunfo en ese joven tan altanero.

-¿Yasha? ¿Con que tú eres Yasha?- el hombre lo miró más detenidamente aún, si es que eso era posible.

-Que sí…- Yasha bajó la mirada demasiado avergonzado. ¿Quién demonios era ese joven? ¿Por qué tanto interrogatorio? ¿Qué era de Kagome? Ella nunca le habló de un novio o “amigo especial”, aunque quien tenía de frente más bien se comportaba como marido celoso. Aunque una vez mencionó a…- tú debes ser Kouga ¿no es así?

Yasha finalmente se sintió vencedor sobre su “rival” al ver su rostro sorprendido.

-¿Cómo lo sabes?- preguntó con brusquedad.

-Kagome me habló de ti en alguna ocasión- comentó encogiéndose de hombros.

-Kagome…- murmuró Kouga, medio embelesado.

-Que sí, Kagome me contó- Yasha arqueó las cejas ante ese gesto tan extraño.

-Kagome…- Kouga repitió la acción anterior.

-¡Que sí, ella me ha contado! ¿Es que eres tonto?- gritó Yasha, fastidiado.

-Kouga a veces es un poquitín tonto, pero nada de qué preocuparse- Yasha casi se ahoga en su propia saliva al escuchar la voz de Kagome a sus espaldas. Con razón Kouga quedó embelesado y sin poder hablar.

-Kagome yo… es que yo…- Yasha se sintió más estúpido porque ha quedado en el mismo nivel que Kouga, la presencia de Kagome le cortó el habla.

-Me alegra que hayas venido Yasha- la cálida sonrisa de Kagome ocupó todos sus pensamientos. ¿Le alegra que él haya venido a verla?- justo estaba pensando en ti-

¿Ella estaba pensando en él? y por su mirada, no era para insultarle por su comportamiento en la última “cita” que tuvieron.

-¿Qué acaso pensabas en él?- chilló Kouga, muy ofendido.

-Seguro. Es que verás… para que veas que no hay rencores, te voy a invitar a…-

-¿Lo vas a invitar?- Kouga interrumpió a Kagome con un grito ensordecedor, al parecer detestaba aquella idea- ¿A dónde rayos lo vas a invitar?

-Tranquilízate Kouga ¿quieres? La señora Nanase me ha invitado a su evento y pensé en llevar a Yasha, así puedo salir con él en la noche y no tener que presentárselo a mi padre- rió ella ante la idea, al parecer lo tenía todo bien calculado.

-¿Qué?- Yasha ha quedado de mero observador en la discusión de ambos y sigue sin entender mucho. ¿Kagome lo invitará a un sitio? Eso es más de lo que puede pedir.

-Me invitaron a una exposición ¿te interesaría venir?- sonrió Kagome- es más o menos en un mes; en el museo de la ciudad-

¿Exposición? ¿En un mes? ¿Museo? Aquellas palabras sueltas tenían un significado conjunto, Yasha lo sabía, pero la cálida sonrisa de Kagome le impedía pensar bien.

-Seguro…-

-¿Qué?- Kouga parecía histérico e impotente ante aquella situación, como si se le hubiera escapado de su control.

-Las invitaciones me las entregará la señora Nanase mañana-

-¿Nanase?- Kouga arqueó las cejas, parecía muy sorprendido de escuchar aquel nombre.

¿Nanase? Yasha sabía que ese nombre lo ha escuchado antes. ¿Dónde? Pero nuevamente la presencia de Kagome congeló todos los pensamientos cuerdos que pudiera tener. Ella lucía muy feliz que él hubiera aceptado su invitación.

-¿Y crees que Nanase Urasue acepte invitar a otro más a su exposición? Es muy exclusiva- repuso Kouga.

… ¿Nanase Urasue?...

“Oh, por kami-sama” pensó Inu-Yasha.

 

[ Continuará ]

La última parte no es de las mejores que he escrito, lo confieso, pero no me encontraba en un buen momento de inspiración; pero como les debía el capítulo allí está.

Muchas gracias a Chibi por recordarme cómo se llama Musou porque no lo recordaba.

Les aviso que tengo un nuevo propósito como escritora: sacaré tiempo para poner un capítulo nuevo de mis fanfics cada semana. No sé qué fanfic será pero cada viernes, sábado o de perdis domingo o lunes vayan revisando qué material nuevo para leer tienen; espero mantener esa disciplina sobre todo para no arruinar la constancia de los fanfics. ¡Echadme porras!

¿Qué es ha parecido la linda intervención de Kouga en la vida de Inu.Yasha? No se sorprendan tanto que aún falta más todavía de ese par de celosos compulsivos.

Les advierto que no habrá tanto Waffie en los caps anteriores porque necesito desarrollar primero la trama principal, ya saben los asesinos, los robos y esas cosas. Pero no se preocupen, que tendremos mucho de Kagome y de Yasha todavía… y de todas las demás parejas que aún empiezan a formarse.

Como siempre les digo que pueden escribir a meiko@wings.distant-sky.org <-NO SPAM! >.< se los advierto a todos! O a mei_akiya@yahoo.com <- va lo mismo para este.

Nos vemos en el siguiente capítulo, Meiko.