Capítulo 12: DE LO MÁS PROFUNDO DEL POZO por Sandra Hernández Martín |
Antes de sacar de centro, el Musashi realizó el cambio que tenía
pendiente, y Nitta Shun ingresó en el terreno de juego en sustitución de
Sanada. La nueva incorporación se encargó de recordar a sus compañeros que
aún quedaban muchos minutos y, si bien el ánimo del Musashi no era el mismo
con el que había comenzado el partido, era bien cierto que no estaban dispuestos a arrojar la toalla tan pronto, y mucho menos contra el Toho.
Y Matsuyama no era menos, si bien el partido que estaba jugando este
jugador era más contra sí mismo que contra el equipo contrario. Antes de
volver al terreno de juego se había jurado que había cometido su último
error en aquel encuentro, pero una voz en su interior le gritaba que no
podía mentirse a sí mismo. Y la sola presencia de Hyuga Kojiro, con la gran
seguridad en sí mismo que destilaba, se ocupaba de recordárselo continuamente.
- La última sorpresa del Musashi -comentó Hyuga, mirando a Nitta.
- No es la única que os vais a encontrar -dijo Matsuyama escuetamente.
- La única que me preocuparía sería que Misugi Jun saliera al campo -dijo
el delantero-. Con él tendríais una oportunidad.
- Misugi no puede jugar -acabó soltando Matsuyama. No estaba seguro si era
conveniente decir aquello o no, pero ante la provocación de Hyuga terminó
diciéndolo. Hyuga entrecerró los ojos, Hikaru no sabía si era a causa de la lluvia, que arreciaba por momentos en los que podía llegar a ser hasta dolorosa, o porque quería averiguar si su rival estaba mintiendo.
- En ese caso, estáis perdidos.
- ¡Eso lo veremos! -gritó Matsuyama, molesto. Cosas del destino, aquellas
palabras se vieron acompañadas por un relámpago en el cielo, lo que hizo que
la frase tuviera aires de profecía.
Y, por primera vez en todo el partido, Matsuyama tomó la iniciativa y no se quedó esperando. Se olvidó de su marcaje y salió corriendo, dispuesto
a incorporarse al ataque y demostrar lo que era capaz de hacer. En el centro del campo, Honma Hiroshi y Hideto Koike, centrocampista del Toho, peleaban por un balón. Matsuyama pasó entre ambos como una exhalación y se llevó el esférico controlado. Ningún contrario fue capaz de detener su avance, ninguno, y se libró de la defensa a fuerza de regates, porque no soltó el balón ni una sola vez hasta que disparó a puerta. Había bautizado al tiro como
eagle shoot y, al inventar aquel disparo había puesto toda su alma, toda su esperanza y todo su conocimiento para llevar a su Furano a la final para despedirse con un triunfo sonado antes de que su equipo de siempre se
deshiciese.
En aquella ocasión, contra el Toho, en el tiro iba toda su rabia, toda la frustración (que era mucha) que se había ido acumulando en su interior durante todo el partido y su fracasado enfrentamiento contra Hyuga Kojiro. Resonó un trueno en el momento en que le pegó al balón con toda sus fuerzas,
y el resultado fue una potencia endiablada para un tiro que iba directo a una de las escuadras de Wakashimazu Ken. Pero el portero del Toho no era uno de
los mejores porteros del país por nada y, en cuanto a potencia, nada podía
compararse al tiger shoot de Hyuga Kojiro, con los que Ken entrenaba.
Wakashimazu se estiró magistralmente y metió el puño, despejando el balón de
Matsuyama a pesar de todo el esfuerzo y de todo lo que conllevaba.
Y, de entre la tremenda cortina de agua que empapaba el campo (y que
Matsuyama apenas era capaz de sentir), apareció Oda Kazumasa. Para desgracia
del Toho, aquellas situaciones eran las favoritas de Oda, que cabeceó el balón
según le llegaba rebotado. El portero intentó ponerse en pie con su proverbial
agilidad felina, pero Oda colocó muy bien el balón, justo a un punto al que a Ken le fue imposible llegar.
Era el tres a uno. El Musashi había marcado.
- ¡Ya dije que a la próxima! -gritó Oda, echándose encima de su amigo
Matsuyama. Medio gol era suyo pero, a pesar de que se alegraba por Oda, Matsuyama fue bastante frío en la celebración, pues su idea era meter el gol él mismo. Una idea egoísta, pero no menos cierta. Necesitaba una inyección
de moral y batir a Wakashimazu Ken él mismo se la hubiera dado.
El resto de sus compañeros no fueron tan fríos, y felicitaron a Oda con palmadas en la espalda, en la cabeza... Soda le enganchó por la cintura y le llevó en volandas unos cuantos metros, mientras Nitta le felicitaba
escuetamente. Sin duda en el ánimo de la nueva incorporación del Musashi estaba
también el meter los goles de su equipo, se había presentado como salvador y resultaba que no había colaborado en el único gol del Musashi.
- ¡Vamos a por el segundo! -le dijo Oda, a pesar de todo, con el ánimo inflamado por la
satisfacción. Nitta asintió con gesto ausente-. Se van a enterar estos tipos...
Buscó con la mirada a Hideoki Akemi para presumir de su hazaña, pero la chica ya no estaba. Había huído de la inminente tormenta que se acercaba. El cielo estaba cada vez más negro, la lluvia arreciaba y los relámpagos y los truenos se sucedían cada vez con mayor regularidad.
La tormenta estaba cerca, pero el árbitro no indicó nada y ambos
equipos continuaron. El Toho se preparaba para sacar de centro mientras que el Musashi regresaba rápidamente a su campo para evitar perder más tiempo del
necesario. Cuando Matsuyama y Hyuga se cruzaron, el delantero asintió, extrañamente satisfecho, sin duda aquello le motivaría aún más para seguir
jugando (y últimamente Matsuyama no estaba resultando un rival muy a su medida). Pero el jugador del Musashi apenas si le miró, pensando en otras cosas.
Sacó el Toho, con un gol menos de ventaja pero aún seguro de que
aquel resultado le haría ganador aunque quedaran más de veinticinco minutos
por delante. Quizás esa seguridad fue la que les hizo perder rapidez o quizás
el gol dio alas al Musashi, mas lo cierto fue que Oda le quitó un balón
a Hideto con una entrada.
- ¡Vamos a por el segundo! -repitió a pleno pulmón mientras echaba a correr
hacia delante. Un defensa le salió al cruce, pero Oda se libró de él
pegándole al balón en dirección a Nitta-. ¡Vamos!
En su primera intervención Nitta no se lo pensó dos veces y enfiló
directamente a portería, con tal rapidez que ningún jugador del Toho pudo
cogerle.
- ¡Cubrid a Oda! -gritó Wakashimazu a su defensa, a pesar de todo,
mientras un potente relámpago perfilaba su larga figura dándole un aspecto
casi irreal-. Yo me ocuparé de Nitta -dijo después-. ¡Vamos! -le gritó al
nuevo jugador del Musashi, que ya se estaba preparando para disparar.
- ¡Hayabushe shoot! -gritó Nitta.
Era su tiro del
halcón, tan potente o más que el eagle shoot de Matsuyama y, como le había ocurrido a éste, acabó en las manos del hábil
portero del Toho. Esta vez, Wakashimazu no se conformó con despejar, sino
que, ante la entrada de Oda seguido de sus defensas, prefirió asegurarse agarrando el balón. Sin mediar apenas un segundo, le pegó una patada, sacando
en largo para su capitán. Hyuga controló el balón ante la presión insistente
de Matsuyama y, tal y como había hecho Nitta segundos antes, avanzó hacia la portería contraria, sólo que en su caso fue a base de potencia física y fuerza, y no de velocidad. Matsuyama aguantó mejor de lo que lo había hecho
el resto del partido, y se mantuvo a su lado en todo momento, molestándole
hasta que a Kojiro no le quedó otra opción que centrar a Sorimachi.
Los dos jugadores del Toho intentaron repetir la jugada anterior con la que habían logrado meter gol, pero Matsuyama estaba más atento y no
se lo permitió de ninguna manera. Cuando Sorimachi intentó pasar a su capitán
por alto, Hikaru saltó y cortó el balón de cabeza, pasándoselo a Ichinose Akira, defensa central del Musashi. Por primera vez en todo el partido, el
seis del Musashi había dado verdadera sensación de seguridad.
- ¡Aún no he terminado! -dijo Kojiro, que se lanzó al suelo y entró a
Ichinose. El suelo estaba mojado, lo que ayudó a Hyuga a deslizarse aún mejor y robar el balón al defensa del Musashi, que esperaba una entrada tan
repentina.
Hyuga se levantó como una exhalación y, antes de que nadie se diese cuenta de lo que ocurría, había tirado a puerta. Sin embargo, la misma lluvia que había ayudado a Hyuga a llegar a Ichinose Akira ayudó a Soda Makoto a impedir que aquel disparo se colase en la portería. El lateral del Musashi abandonó el marcaje de Takeshi y se lanzó al suelo con las piernas
por delante, le pegó al balón con la suela de la bota y lo sacó fuera justo en la línea de gol, antes de que todo él fuera a dar en el fondo de la red
debido a que fue incapaz de parar de deslizarse.
Soda quedó enredado en las mallas, aunque muy satisfecho de su
actuación, y el balón se fue fuera. Todo hubiera sido perfecto si en ese preciso instante no hubiera comenzado a granizar. El cielo estaba gris
oscuro, casi negro, y había estado aguantando la descarga hasta que ya no
pudo más. La tormenta estaba encima y los granizos que empezaron a caer no
hicieron mas que confirmarlo. Poco a poco comenzaban a tener la consistencia
de canicas, y una dureza similar, así que ambos equipos corrieron a sus banquillos (que eran de chapa y tenían techo) a resguardarse de la tormenta.
Claro que a Soda le resultó imposible moverse porque los tacos de sus botas
se habían quedado enredados en las mallas de la portería y no era capaz de
salir de ahí.
- ¡Ayudadme! -gritaba Soda. Matsuyama Hikaru salió corriendo al auxilio de su pobre compañero, del mismo modo que Soda le había ayudado a él durante
todo el partido-. ¡Sacame de aquí! -le pidió. Matsuyama comenzó a manosear
la red, pero entre tanto granizo no veía nada.
- ¡Quítate las botas! -le dijo a Soda con urgencia.
- ¡Y una mierda! -dijo Soda, desde el suelo-. ¡Me costaron una pasta!
- Más vas a tener que gastarte en un ojo nuevo si uno de estos trozos de hielo te pega en uno -le gritó Matsuyama, con los hombros doloridos de los
impactos-. ¡Quítate las botas, Soda!
El lateral obedeció al instante y se sacó las botas de un tirón. Al
instante quedó liberado y los dos jugadores echaron a correr como alma que
lleva el diablo hacia su banquillo.
- Caray, que mal rato -dijo Soda, en cuanto llegó. Se quitó trozos de hielo del pelo y aceptó la toalla que le tendía Aoba Yayoi-. Me alegra que
hayas vuelto, Matsuyama.
- No iba a dejarte ahí, como un pez en una red de pesca -le dijo Hikaru,
que se frotaba la cabeza en el lugar donde un trozo de hielo particularmente
grande le había caído. Seguro que al día siguiente tendría un chichón.
- No me refiero a eso -dijo Soda-. Quiero decir a cómo has jugado los últimos minutos, ahí has sido el de siempre por fin.
Matsuyama hizo un amago de sonrisa, pero en realidad a él no le bastaba con jugar bien unos minutos. Hyuga había puesto en evidencia el hecho
de que necesitaba mucha más preparación, así que, antes de que el árbitro
anunciara que se suspendía el encuentro (después de la granizada el campo
había quedado hecho un desastre lleno de agujeros), Matsuyama ya había decidido que a partir del día siguiente comenzaría a entrenar de verdad, más
duramente que cuando estaba en el Furano.
En el próximo partido, Hyuga Kojiro no lo tendría tan fácil.
AGRADECIMIENTOS: La idea principal para el desarrollo de este partido fue de Matías Ordóñez, así como la decisión final de Matsuyama; por todo ello, te estoy agradecida, Matías, por confiar en mí y, además, prestarme sus ideas (que encima son geniales...) cuando más lo necesito. ¡Mil gracias! Si tienes algún comentario, sugerencia o crítica... Escríbeme a natharell@hotmail.com |