Capítulo 3: "Aunque el mono se vista de seda..."
Como dijimos anteriormente, Vegeta se dirigió a la escuela de Trunks, que se encontraba en el centro de la ciudad; y debía apresurarse para llegar antes que Haruko se fuera. Durante el trayecto esperaba no tener que encontrarse con ninguno de los amigos de su mujer, ya era suficiente fastidio tener que salir de casa y tener que rozarse con seres humanos tan inferiores a él. Aunque por otro lado, no podía quejarse; había elegido una humana para compartir su vida formando una familia, cosa que él jamás imaginó que ocurriría. Ciertamente, en un principio no fue nada fácil, pero conforme el tiempo pasaba, ella y su pequeño hijo se habían ido ganando su duro corazón de algún extraño modo que él no comprendía considerando la vida que había llevado, ese pasado tan oscuro de muerte y destrucción, donde no existía más que la ley del más fuerte y siempre tenía que estar cuidándose las espaldas; y un buen día una simple humana (aunque ni tan simple, recordemos que es una genio) y algunos de quienes la rodeaban, le enseñaron que existía otro camino, uno que ni siquiera sabía que existía, ése que se llama amor y que abre todas las puertas. Así pues, le era casi imposible negarle algo, aveces se resistía, gritaba y pataleaba, pero al final, aún a regañadientes, accedía.
Estaba sumido en estos pensamientos cuando llegó a la ciudad en el tiempo calculado, pero no recordaba bien dónde quedaba la famosa escuela. Estuvo volando en círculos y finalmente decidió bajar. Había tres escuelas cerca, así que buscaría en las tres cuál era la correcta.
Lo primero que encontró al llegar a una de ellas, fue un grupo de niños de pre-kinder que se acercaron corriendo hacia él, riendo y jugando. Se le colgaban de los brazos y se le pegaban a las piernas. Más de alguno lo pisó y querían que los tomara en brazos. Además hablaban tan enredado que no les entendía, "Mida, un padacito", "indo padacito".
De partida, esa no era la escuela. Ésta era sólo para niños de pre-kinder.
Sin querer empujó a una pequeñita, la cual cayó al piso poniéndose a llorar. Se le acercó para ver si no la había lastimado y se agachó, entonces otros pequeños comenzaron a trepársele para agarrar la coronita que Goten le había puesto en la punta del pelo, y como no la alcanzaban algunos le agarraron las orejas y el pelo, lo cual exasperó al Príncipe, que no se destacaba precisamente por su paciencia y se levantó bruscamente exclamando muy enojado ¡¡Ya basta, déjenme en paz, mocosos insolentes!! Esa fue una mala idea, los niños se asustaron y empezaron a llorar en coro, y muy estridente por cierto.
Pero los niños no paraban de llorar y su llanto iba de grave a agudo. Aparecieron entonces varias señoras que pudieron ser mamás o profesoras y que entre gritos de amenazas llegaron hasta él y comenzaron a darle de carterazos o con lo que tuvieran a mano; incluso alguna le tiró una corchetera.
Así, entre gritos y golpes, nuestro pobre Príncipe, que no entendía nada, fue expulsado de la escuela por las furiosas señoras. "¡Humanas locas!" pensaba "Deberían tenerlas en un manicomio... No, mejor dicho en un Zoo; parecen fieras".
Definitivamente no pensaba volver a pasar por otra situación semejante; tendría que fijarse mejor antes de entrar a otra escuela. Por suerte sólo quedaban dos allí y una de ellas era la de Trunks. La siguiente era una escuela para niñas, así que sólo podía ser la de enfrente.
Finalmente había encontrado la escuela correcta; ahora sólo faltaba encontrar a Haruko, pero la escuela era muy grande y no sabía dónde dirigirse. Por fortuna el recreo había terminado y los alumnos de la tarde estaban en sus aulas y no lo molestarían. Caminó por unos corredores yendo y viniendo hasta llegar a una oficina. Había una secretaria que miraba por la ventana hacia la calle mientras conversaba por teléfono animadamente, al parecer con su novio, pues aunque sintió que alguien se había asomado, no le prestó atención.
La secretaria se limitó a apuntar con el lápiz hacia arriba, lo que suponía que estaba en el segundo piso, así que se fue a buscar las escaleras.
En ese momento, Haruko se encontraba con una profesora amiga. Haruko era amiga y parte del equipo de trabajo de Bulma y ahora por el mismo trabajo debía salir de la ciudad para representar a Bulma en una reunión con otra Cía. Su hijo estudiaba en la misma escuela de Trunks, pero en la jornada de la tarde y por esa razón había pasado a la escuela, ya que debería recogerlo más temprano de la hora normal de salida.
La profesora salió de la oficina y caminó en dirección contraria de la que venía Vegeta. Éste encontró a Haruko en el momento que estaba cerrando el frasquito de las gotas.
Haruko reconoció la voz y se volteó para mirar, pero sólo veía borrones... era una verdadera lástima, pensaba ella, Vegeta era muy apuesto y era todo un gusto poder verlo. Pestañeó varias veces, pero era inútil, sólo veía un manchón azul que se le acercaba. No le dijo nada acerca de eso y fingió que lo veía perfectamente.
Vegeta le explicó escuetamente la razón de su presencia. Haruko, tratando de parecer lo más normal, tomó la única carpeta que había sobre el escritorio y se la entregó.
Vegeta abrió la carpeta y efectivamente, ahí estaba el famoso Proyecto Alphard que constaba de varias hojas sueltas. La cerró, la puso bajo su brazo, se despidió y se marchó.
Ahora que ya tenía los papeles en su mano, Vegeta se encaminó a una de esas grandes tiendas comerciales que tienen de todo y así comprar algunas cosas que le estaban haciendo falta. Al salir de la escuela tomó una avenida en la que había varios locales y se fue mirando las vitrinas. Una de ellas llamó su atención, era una tienda de artículos para dama. Se acercó para observar más detenidamente uno de los artículos a la venta y una leve y pícara sonrisa se formó en su rostro. "Perfecto" pensó.
Cuando iba entrando, otra persona que venía saliendo tropezó con él.
Vegeta se quedó inmóvil, incapaz de levantar la vista. Definitivamente Dende no podía ser tan cruel... Tendría que hablar seriamente con ese enano orejón. "¿Cómo es posible que siendo esta ciudad tan grande tuviera que elegir precisamente este local?" se decía y muy molesto se dio la vuelta para irse (huir) lo más rápido posible, pero una mano lo agarró del hombro, deteniéndolo.
En esto, Krilin se acercó a Goku. Había venido a pagar una cuenta de #18 y Goku lo había acompañado. Krilin había oído la voz de Vegeta, pero ocupado en lo que estaba no lo vio y de todos modos no tenía deseos de encontrarse con él.
Y la guinda para coronar la torta: venían hacia él dos jovencitas que no le quitaban los ojos de encima y susurraban entre ellas.
Las chicas se detuvieron muy asustadas y luego salieron corriendo y gritando "¡¡¡AAHHH, ESE HOMBRE ESTÁ LOCO!!!"
Finalmente Vegeta llegó al Mall y como iba poco a ese lugar le costaba ubicarse, así que estuvo dando algunas vueltas hasta que encontró la casa comercial que buscaba. Por supuesto, la gente lo seguía mirando raro, pero a estas alturas ya no cotizaba a nadie.
Se detuvo en un pasillo tomándose el mentón con la mano que tenía libre, tratando de encontrar la sección de caballeros. Se había parado justo al lado de una óptica en la que la joven del mostrador lo había estado observando desde que entró y que por alguna razón sospechó que Vegeta no tenía idea de la cara que traía, pero no se atrevió a decírselo abiertamente; entonces se le ocurrió una idea. Sobre el mesón de vidrio había un espejo para los clientes, lo volteó hacia el lado de Vegeta, de modo que si él miraba hacia donde estaba ella, se viera directamente en el espejo. Sin embargo, Vegeta no miraba, así que comenzó a carraspear suavemente para llamar su atención ¡ejem!, ¡ejem!, pero nada, Vegeta seguía mirando para cualquier otro lado.
Entretanto, dos chicas se habían acercado a mirar unos modelos de anteojos.
Mientras, la joven vendedora se puso a toser más fuerte para que el hombre se viera luego, antes que ella tuviera que atender a las clientes si la solicitaban ¡COF, COF!. Finalmente Vegeta se volteó, pero justo en ese momento una de las chicas giró el espejo para mirarse.
Quizá la vendedora le hubiese dicho algo, pero aún bajo toda esa pintura había unos ojos de mirada dura que la hicieron desistir. "Bueno, el problema es de él y a mí no tiene por qué importarme" se convenció y continuó con su trabajo.
Vegeta encontró por fin la sección de varones, compró lo que necesitaba y salió de la tienda. Ya era la hora en que mucha gente salía de los trabajos y aprovechaba para ir a comprar al Centro Comercial, así que aún cuando era lunes, a esa hora el centro se llenaba.
Se vio arrastrado por un mar de gente sin saber hacia dónde se dirigía y de pronto alguien lo cogió de un brazo llevándolo quién sabe dónde.
Lo cierto es que Vegeta había salido con ropa de entrenamiento. Después de lo ocurrido en la cámara de gravedad se había aseado y puesto la ropa de sayajin para seguir entrenando más tarde, pero la llamada de Bulma no le dio tiempo a cambiarse para salir.
El tipo disfrazado de oso seguía dando órdenes y pretendía quitarle la carpeta, pero Vegeta no la soltaba.
La gente empezó a enojarse al ver que el "payasito" no hacía nada y muchos comenzaron a insultarlo y tirarle cosas.
Vegeta reaccionó cuando le llegó un tomatazo en el pecho y se dio cuenta que estaba en un escenario, de circo al parecer, ya que al mirar a su alrededor había payasos y acróbatas y en un lado estaba el oso insultándolo que era un gusto. Era un circo ambulante que estaba haciendo una pequeña presentación fuera del Centro Comercial.
El saiyajin empezó a sentir cómo la sangre le subía a la cabeza y que iba a explotar de ira y vergüenza. ¿Cómo podían haberlo confundido con un malabarista a él, al "Príncipe de los Saiyajines"? La realidad era peor, lo habían confundido con un payaso, pero eso él no lo sabía.
Su cabello comenzó a cambiar de color negro azabache a rubio platinado y sus ojos negros nocturno a azul cielo, mientras despedía luz brillante color oro por todo su cuerpo haciendo temblar todo el lugar. Pulverizó los palitroques, partió los aros y arrasó con la escenografía, todo con una mano y salió volando antes de cumplir su deseo de desintegrar todo el lugar.
La gente estaba boquiabierta, hasta que al verlo alejarse reaccionaron.
Si hasta el oso no podía creerlo.
El pobre Vegeta se hubiese ido ya para su casa, pero recordó que quería comprar algo más y voló en dirección a la tienda donde se encontrara con Goku aquella tarde. No bien iba llegando, cuando se le soltó la carpeta y salieron los papeles del proyecto volando en todas direcciones haciendo que Vegeta usara su máxima velocidad para no perder ninguno. Lamentablemente el viento no estaba a su favor y algunos volaron al medio de la calle haciendo que bajara en picada y provocara una gran colisión, bocinazos, gritos y automovilistas que le mandaron muchos saludos a toda su familia, sobre todo a su mamá.
Vegeta no tomó mucha atención; estaba más preocupado por el proyecto, porque si le pasaba algo no quería ni pensar lo que Bulma le haría. Ya había recogido casi todas las hojas, sólo le faltaba una que había caído a la bolsa de una viejecita que apenas caminaba apoyada en su bastón. Vegeta se acercó y sin más ni más sacó su hoja.
Pero Vegeta ya no estaba de ánimos para más desventuras y desapareció rápidamente del lugar entrando a la tienda de damas, donde se dirigía. Eligió el artículo deseado e hizo que se lo envolvieran en una caja para regalo. La cajera escondía la cara tras la ventanilla y la vendedora apenas sí podía aguantar la risa.
Después de pagar, tomó la caja y la carpeta bajo su brazo izquierdo y se dispuso a salir. Cuando iba llegando a la puerta, se encontró frente a un espejo de cuerpo entero que lo reflejaba perfectamente viendo la cruel realidad y quedó petrificado, un millón de pensamientos corrieron por su cabeza en cuestión de segundos y pronto comenzó a sentirse y verse tal como debió verse Pompeya en sus últimos momentos antes del desastre.
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