VIOLENCIA DEL FUTBOL
Todos los muertos del fútbol argentino
CRONICAS DE LO QUE SE HA PODIDO Y HAN DEJADO SABER
ASI EN LOS ESTADIOS COMO EN LAS
TRIBUNAS
por Amílcar
Romero
Publicado en la Sección
Opinión del Río Negro, diciembre de
1991
Por el momento, hasta tanto las respectivas
Cortes Supremas provincial y nacional no clausuren definitivamente los
recursos extraordinarios, el sargento Vicente Miguel Arreyes, de 39
años, es el único condenado por homicidio simple
en una cancha de fútbol. Una de las salas de la Cámara
Penal de Mar del Plata lo encontró merecedor a once
años de prisión, el pasado JUE 14/11/91, en un
juicio oral que duró en total una semana y para cuyo veredicto los
magistrados se tomaron dos días.
El hecho en cuestión se había producido el DOM 02/09/90,
al finalizar el clásico marplatense Aldosivi-Kimberley. La
barra brava de los primeros, un club con arraigo entre la gente del
puerto y los fileteadores de merluza, intentó invadir el
campo con intenciones bastante obvias hacia el juez del encuentro.
Arreyes y dos agentes corrieron hacia ese sector. Una granada de gases
lacrimógenos, arrojada con la mano por el ahora condenado, estuvo lejos
de contenerlos. Lo mismo que la amenaza, según él mismo acepta-
ra en la primera audiencia: Si no se bajan, los cago a tiros. Por
el contrario, una certera pedrada dio con su gorra por el suelo. Los
insultos, pero sobre todo las burlas, arreciaron. Arreyes juró
que hizo dos disparos al aire; abrumado por los testimonios en contra
en la jornada inaugural, en la del día siguiente, VIE 08/11/91,
admitió que en una de esas se le había escapado un tercer tiro.
Uno de sus camaradas aceptó también haber hecho disparos. Otros
acusaron a un ausente, con obvias intenciones, de haber llegado de vuelta a la
comisaría pidiendo con urgencia tres proyectiles de recambio para su
pistola reglamentaria. A Adriana Cristina Guerrero, de sólo 16
años, que estaba junto con sus hermanos y su padre e iba pasando o
integraba el ocasional grupo de zaheridores del sargento, el proyectil 9 mm.
le hizo una rara trayectoria al atravesarle al sesgo el tórax y
producirle la muerte. Como hubiera estado comenzando a agacharse para recoger
algo o visto la intención de su matador e instintivamente tratar de
esquivar lo que le iban a arrojabar.
Fue la primer víctima mortal de sexo femenino que es
ejecutada de este modo en la larga secuela de muerte desde que se
instauró la industrialización del espectáculo deportivo.
A mediados de setiembre de este año, en Rosario, luego del
clásico lugareño, hubo otra. Es algo absolutamente
inédito en el mundo, por lo que se sabe, a pesar del esfuerzo
con que se desgañitan autoridades en general y dirigentes de
fútbol en particular para tratar de diluir responsabilidades dentro de
la ubicuidad de la violencia.
También es un extraño lauro que las fuerzas del orden sean
productores directos de víctimas mortales en espectáculos
deportivos masivos. Dejando de lado la tragedia de la Puerta 12, el
DOM 23/06/68, donde la policía tuvo una responsabilidad directa
en el origen del episodio que culminó con setentiún muertos (71)
y más de doscientos heridos, desde 1958 a la fecha suman trece (13) los
que resultaron abatidos de a uno y por lo que institucionalmente
está concebido como fuerza legal. El único condenado
anterior había resultado el cabo Osvaldo Antonio Tapia, de 26,
quien fuera de servicio y como barra brava de Independiente de
Avellaneda a préstamo para Arsenal de
Sarandí, el SAB 12/05/84 borró de este mundo a
Darío Ricardo Geuna, de 22, a su vez integrante de la barra
brava de Tigre, en otro disparo de arriba hacia abajo, cuando la
víctima se agachaba a recoger una piedra con obvios propósitos.
En primera instancia el fallo condenatorio fue de nueve años por
homicidio simple; en la instancia apelatoria, los camaristas lo
diluyeron a dos y medio por creer que se trataba de un homicidio
culposo, al haber el acusado... ¡disparado al aire!
Entre semejantes cifras, el sargento Arreyes pasa a tener el raro
privilegio de ser el primer policía al que se condena por homicidio
en una cancha de fútbol o alrededores estando en acto de servicio.
En las ventidós (22) muertes producidas en estos seis años,
desde la sanción de la ley 23.184, a punto de ser derogada, por lo
menos cinco fueron oficialmente producidas por policías. El pasado
SAB 16/11/91 la barra brava de Deportivo Laferrere, que tiene
vínculos con los grupos partidarios del ex teniente coronel
carapintada y actual boom político bonaerense Aldo Rico,
enarboló banderas recordatorias de Marcelino Oscar Urquiza, de
26, caído exactamente un año antes en medio de la batalla campal
más grande que se tenga memoria en la historia de la violencia del
fútbol, cuando las huestes de Almirante Brown, al mejor
estilo del Far West, pararon con sus cuerpos el tren en que se
transportaban sus enemigos. Las leyendas y cánticos de los deudos
políticos acusaron sin medias tintas a la policía de ser la
autora del misterioso disparo de arma corta de guerra del que
nunca el juez interviniente pudo averiguar nada.
Para el juzgamiento de Arreyes los aprontes de seguridad fueron
dignos del acusado. Los seleccionados miembros de la Guardia de
Infantería, bomberos y hasta personal femenino convirtió a
los Tribunales de La Feliz en una plaza tomada y pronta a
resistir. Pero el ritual justiciero fue un hecho doméstico, familiar,
si la nominación no llamara a equívocos. Los jueces fueron tres,
más un secretario, un fiscal asistido por el abogado de la parte
damnificada, y el acusado con tres defensores sumaron diez protagonistas
más o menos directos en el proscenio. El público asistente pudo
contabilizarse en sólo tres (leáse: 3) y algún que otro
aburrido profesional del Derecho que le quedaba de paso después
de algún trámite y pasaba a ver un ratito de qué se
trataba eso.
Mar del Plata y el país, como siempre, estaban en otra cosa.
Esta vuelta fue el dichoso portaaviones y el desembarco de cinco
millares de marines a rigurosa dieta sexual oceánica,
aguardados por un presunta oferta de cien dólares por el
servicio llamado común. El cholulismo general
llegó a tanto que de propiciadores del oficio más
antiguo del mundo pasaron a convertirse en acosados sexuales y
taxi boys.
Mientras tanto, en los deslindes de la Capital Federal y el Gran
Buenos Aires, en plena siesta del JUE 14 último un
mecánico quincuagenario era certeramente muerto de un único
balazo en la nuca por negarse a oblar el paraimpuesto (vulgata:
coima) de la falta de papeles en regla de la modesta
batata de su propiedad que iba conduciendo. El italiano Umberto
Eco, erigido en uno de los referentes intelectuales del posmodernismo,
ya ha advertido la confusión que inevitablemente acarrea el palpable
exceso informativo: La censura ya no se ejerce más por re-
tención o eliminación, sino por profusión: para destruir
una noticia, hoy es suficiente con ponerle otra justo detrás. Los
compañeros del victimario también sargento, entre ellos un
comisario, aseguraron que se trata de un hecho desgraciado porque en realidad
los disparos fueron al aire. No acalladas las resonancias de ese
disparo, el DOM 17, en Rosario, otro, a quemarropa, aunque en
realidad a quemacabellos, habría que decir, descerebró a
un joven operario de 23 años resistente a la prohibición de
correr picadas. El parte concerniente, divulgado con la celeridad de
convertilo casi en simultáneo con el esparcimiento de la masa
encefálica, enfatiza con toda impunidad de otros balazos al aire
efectuados para intimidar. En este sentido, lo están logrando
con creces.
La violencia del fútbol siempre ha sido precursora. Este tipo de
curiosa balística fue inaugurada por el cabo Tapia. Desde
entonces hasta ahora, Adrián Scaserra (Avellaneda, DOM
07/04/85), Marcelo Burgos (Rosario, DOM 10/04/88),
José Luis Záccara (Gral. Rodríguez, SAB
22/04/89), Néstor Mario Montes (Santa Fe, DOM
29/04/90) y Blas Lezcano (Rosario, DOM 20/05/90)
conforman la secuela de trayectorias que, como si fuera poco, dejando de lado
la legislación vigente, también le pasan por encima a la ley
de la gravedad.
Al sumario
principal
Al índice de crónicas de
muerte en la cancha
© Copyright 1996 - Diseño actual: {ANI} - Agencia Noticiosa
Informática