VIOLENCIA DEL FUTBOL


Todos los muertos del fútbol argentino



CRONICAS DE LO QUE SE HA PODIDO Y HAN DEJADO SABER


Asesinato de Omar Giménez (I)

EL QUE A HIERRO MATA, A HIERRO MUERE (PERO LA MEDICINA NO ESTA DE ACUERDO)
por Amílcar Romero

Nota para la sección Opinión del Río Negro, abril de 1992

La violencia del fútbol es un vivero de sorprendentes novedades. A la balística muy al uso nostro para tratar de explicar casos como el de Scaserra, Burgos, Lezcano y Montes, de ahora en más hay que agregarle las discrepancias entre médicos de guardia de un hospital suburbano y los encargados de una morgue, también suburbana, en torno a si lo que le produjo la muerte a Omar Giménez, de 18 años, barrabrava de Dock Sud abatido el SAB 28/03/92 y sobreviviente vegetativo hasta la primera hora del VIE 03/04/92, fue una bala o alguna forma de garrotazo.

De ser sólo científica, la polémica tendría sus atractivos. Pero como desde un inicio el de Giménez pintó escandaloso, con serias imputaciones a la policía, el juez actuante Carlos Ferreiro Pella no encontró nada mejor que llevar a cabo una autopsia donde los únicos que se negaron a entrar fueron los periodistas. Por su lado, lo hicieron dos forenses de la policía bonaerense, uno puesto por la familia del muerto que coincidía con el galeno del club Dock Sud, el presidente de esta institución y una profesora de biología del colegio nocturno donde el difunto estaba intentando empezar la secundaria.

-Se hizo con una justicia tremenda -dijo en forma estremecedoramente textual, a la salida, el señor Norberto Alvarez, titular del club, vaya a saberse conmovido con qué parámetros propios de lo que desde el fútbol se considera injusticia.

-Mejor, imposible -acotó el mandamás futbolero para abulonar el estado de derecho en ese distrito bonaerense y aledaños.

Por lo menos, en cuanto a concurrencia se trata para espectáculos tan poco promovidos como es presenciar la apertura mentopubiana de un cuerpo, la manera en que se le casca la calota craneana con maza y escoplo, más otras delicadezas, la cotideaneidad del horror en que venimos chapoteando -colonia Montes de Oca mediante- no reconocía otra autopsia con tanta capacidad de convocatoria desde la de Alicia Muñiz, en febrero de 1988, que contó con la presencia hasta del mismísimo jefe de la policía bonaerense de entonces y de donde, después, se acusaron ciertas ausencias.

-No había ninguna bala, no entiendo nada -sollozó Andrés Giménez, de 19 años, después de haber sido autorizado por el juez a desmenuzar la masa encefálica de su hermano con sus propios dedos enguantados-. Ahora creo que no queda nada por hacer. Tengo que seguir luchando por mi vieja, por mis otros hermanos, por mis amigos.

Es revulsivo. El chico, parte de los seis hermanos que han quedado, hijos de un marinero mercante y habitantes de una las clásicas casas de chapa de la barriada, embalado por lo que había dicho el magistrado, el apoyo de la prensa y la remoción interna que produce lo irreparable, con los otros Giménez más grandes se habían puesto a hacer una carpeta con recortes y apuntes, cosa de entregársela a la autoridad y así aportar para que el hecho se esclareciera. Es de una candidez estremecedora. Difícil que pudiese encontrar datos concretos que certifiquen la hipótesis que el asesinato de su hermano puede tener raíces en lo sucedido la noche anterior, VIE 27/03/92, cuando por primera vez en la historia de la violencia del fútbol desde una barra brava se dispararon armas de fuego y se hirió a un uniformado. Esa barra era la de Racing. Y el enfrentamiento a su vez era secuela de lo sucedido el DOM 22/03/92, cuando después del clásico de Avellaneda, la barra brava de Independiente habría salido perdidosa, sobre todo uno de sus capitostes, El Gallego, quien fue internado en una clínica particular y hasta se lo dio por muerto. El presidente de La Academia, Juan De Estefano, acusado alguna vez como funcionario peronista de los '70 de haber tenido que ver con el secuestro de un hijo de Julio Grondona, tuvo que desmentir la especie. ¿A santo de qué?

Los Diablos Rojos, aparte de ser el club del presidente de la AFA y vicepresidente de la FIFA, tiene fama de contar entre sus barras bravas con un buen número de entusiastas policías de ese club. A esta altura ya se está en un minithriller muy difícil de caber en una carpeta escolar de unos modestos hermanos desesperados en la barriada del Doque.

-Me dieron todas las garantías -siguió sollozando el muchachito, tan seguro estaba si él mmismo había llegado primero el SAB 28/03/92 al atardecer, hasta el cuerpo caído boca arriba, y le había visto en la sien derecha el buraco de la bala-. No me puedo quejar. Pero no entiendo nada.

El, no. Pero a los popes de la Sociedad de Medicina Legal, ya de por sí celosos y ritualistas, si primero les costó salir del estupor cuando se encontraron cara a cara con la noticia de lo consumado, al correr de las horas se empezaron a comunicar para ver qué actitud adoptar. Por lo pronto, la intervención de legos, máxime manipulando piezas anatómicas que son consideras pruebas jurídicas, para colmo de males menores de 21 años, anula toda posibilidad de repetición de la pericia. Así pidan otra y se encuentre un proyectil completo de Browing, no sirve, confidenció uno de ellos a este cronista.

Los médicos del Hospital Fiorito, con su director a la cabeza, se mantuvieron en sus trece y esgrimieron las tomografías computadas y las radiografías. En la tecnología de punta también reina Perogrullo: una esquirla de metal es una esquirla de metal. Si después, al abrir la cabeza, no estaban, se fueron o pasó cualquier otra cosa, puede ser harina de otro costal, jamás materia médica. Como dos mitades que se niegan a juntarse, de aquí en más habrá un Omar Giménez para el viejo y tradicional hospital Fiorito, fallecido a consecuencia de un proyectil que le hizo impacto en la cabeza y le causó pérdida de masa encefálica y lesiones irreparables, y otro Omar Giménez, un Omar Giménez II o Bis, como se quiera, de la morgue de Ezpeleta, cuyo deceso se produjo como consecuencias de los politraumatismos producidos por un objeto contundente, seguramente un fierro, según informaron.

El vuelco que dio la situación fue tan espectacular, tan poco visto en la realidad y tan repetido en la ficción por los golpes de efecto que necesita la tensión narrativa, que el mismo juez, doctor Ferreiro Pella, el mismo que veinticuatro horas le decía a un cronista de un matutino que había que esperar la autopsia para ver de qué calibre era el proyectil alojado en la cabeza, al otro día, a un cronista de otro matutino, le retrucaba que la afirmación que el cerebro de Omar Giménez contenía esquirlas de metal corría por cuenta de quien lo decía (acotación: media docena de médicos, por lo menos, lo dijeron, repitieron y lo mantienen) y que él siempre había dicho que había que esperar.

Bajo un diluvio tremendo, con todas las unidades de los Bomberos Voluntarios del Dock Sud con sus faros prendidos y sus sirenas sonando, seguidas por una caravana de autos imitándolos, como cabeza política visible el presidente Norberto Alvarez, reforzada su experiencia vital con autopsia en vivo y en directo que le permitió constatar lo formidable del sistema jurídico imperante, el joven barrabrava, que los domingos despuntaba el vicio agregándose a la de Boca Juniors en lo que en la jerga se conoce como doble militancia, fue enterrado con los honores de un guerrero. La barriada lo reconoció como un hijo dilecto y representativo. El grito de ¡Asesinos! tuvo destinatarios específicos y uniformados a pesar de la trasparencia que el juez le quiso dar a instancias normalmente accesibles a minorías demasiado restringidas. Aunque en el fondo, si se lo piensa bien, con ese diluvio cayendo sobre las autobombas y el féretro humilde, el logro de la trasparencia pudo haber sido tal que a muchos les puede haber permitido mirar del otro lado y efectivamente seguir manteniéndose en sus trece frente a lo sucedido con la que hasta ahora es la víctima fatal 125¦ desde que los fariseos se apropiaron totalmente del viejo ritual sagrado.

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