VIOLENCIA DEL FUTBOL
Todos los muertos del fútbol argentino
CRONICAS DE LO QUE SE HA PODIDO Y HAN DEJADO SABER
BARRAS BRAVAS, MUERTE & CIA.
por Amílcar
Romero
Publicada en sección Opinión del Río
Negro, agosto de 1992
Con el asesinato de Cristián Marcos
González, de 19 años, a cargo de otra bala
policial luego del partido Loma Negra-Racing de
Olavarría, el pasado DOM 26/07/92, suman ya siete las
víctimas fatales de la violencia del fútbol argentino en
lo que va del año y pasa a constituirse en la 128a. desde que en la
primavera de 1958 el fenómeno hizo pública
eclosión justamente con el estallido mortal de una granada de
gases en la cabeza de Alberto Linker, un adolescente de un
año menos.
La represión policial y la entrada en acción de
hombres de seguridad sin uniforme que están haciendo horas
extras o doble militancia (policías/barrabravas,
concretamente) constituyen el mayor factor de muerte en las canchas y
aledaños de nuestro país. Si se toma en cuenta que la masacre de
la Puerta 12 (71 muertos) tuvo su origen en el entrecerrado de las
puertas plegadizas, mantener puestos los molinetes y un amago de
carga por parte de la Policía Montada, el total de
víctimas por estas causas alcanza a 87, esto es, el 68 por
ciento del total.
Lo sucedido en el estadio de River Plate, el DOM 23/06/68, ubica
a la asfixia y los politraumatismos con el 81% de las causas de
muerte, seguidas por los proyectiles 9 mm con el 10,3%, las
granadas de gases con el 3,4%, los 11,25 -más conocidos
como calibre 45- con el 2,3% y los balines de goma,
presuntamente disuasivos que se disparan con escopetas Itaka,
cierran la fatídica lista con el 1,5%. En cuanto a la
distribución geográfica de estos hechos trágicos, en
Capital Federal, si se resta la tragedia del Monumental,
sólo hay que agregarle lo de Linker. En cambio, el Gran
Buenos Aires con seis víctimas y La Plata y el resto de
Buenos Aires con cuatro se llevan casi el 12%. Rosario con tres
muertos y Santa Fe capital con dos se acercan al 6% restante.
Mientras que a nivel nacional ya saltaron la discrepancias entre el titular de
la Corte Suprema y el Senado por el engendro con media
sanción que quedó ni entre derogar la Ley de la
Rúa o retocarla, con esa práctica nacional que es
enancarse a los estrepitoso de los hechos y una dirigencia
siempre a la zaga, imposibilitada de adelantarse o por lo menos aparearse a
los acontecimientos, dos legisladores bonaerenses de la oposición
presentaron un proyecto de ley para no permitir que el personal policial
ingrese con armas cortas de guerra a recintos deportivos en todo el territorio
bonaerense. De tener alguna viabilidad la loable iniciativa, podrán
seguir haciéndolo con lanzagases e Itakas, con lo cual se
estrechará el margen de la posible mortalidad, pero no se la erradica
de cuajo. Cuándo estaremos dispuestos a pagar ese precio de la
civilización que indica que los gestos de apaciguamiento y los
ejemplos comienzan por los que dirigen y no por los dirigidos es uno de los
grandes dilemas que puede seguir consumiéndonos la historia.
Todos los recordatorios lacrimógenos y rasgadas de vestiduras en
torno a la Puerta 12 omiten pudorosamente que 48 horas después
de sucedida la masacre los inspectores de la Municipalidad de la Santa
María del Buen Ayre tenían que revisar y constatar que no se
había cumplido con lo dispuesto 24 años antes, cuando el DOM
03/07/44, una puerta más allá, luego de un River-San
Lorenzo, por huir de la ferocidad con que los uniformados
venían arreándolos a palos, defectos estructurales, falta
de luz y todos los etcéteras a que ya estamos acostumbrados en
estos casos, hizo que un considerable contingente de plateístas se
desbarrancara escaleras abajo, pisoteándose entre ellos y dejando un
saldo dentro de todo afortunado de nada más que siete muertos y un
centenar de heridos de toda consideración.
Lo sucedido ahora en Olavarría, donde además de la
víctima fatal hubo otros dos heridos de bala, entre ellos un
deficiente mental, a lo que se agrega valientes testimonios varios,
indica que se tiró al bulto. La jueza interviniente, que primero
ordenó la detención de casi una docena y media de uniformados de
los 40 que componían el Operativo Especial, para luego a
través de las pericias bajar el número a cinco y finalmente
quedarse con un cabo como presunto autor material del asesinato del chico
González, es un claro indicativo que no hay explicaciones
psicologistas que valgan, en lo que hace al imponderable humano de un hombre
armado que puede creer que va a ser sobrepasado y se descompensa. De todas
maneras, esta cornisa, como en 1988 deslizaba extraoficialmente un alto
jefe de la Policía Federal, hoy retirado, es algo que se
transita todos los fines de semana en todas las canchas del
país.
En la Argentina nada es netamente nuevo. A lo sumo, reiterado y
mucho más grave. El DOM 15/05/39, durante el preliminar
de Lanús-Boca, cuando todavía faltaban dos décadas
para que irrumpieran las barras bravas, una incidencia de juego
degeneró en un enfrentamiento entre jugadores y la entrada en
acción de allegados a los locales, otro eufemismo acuñado
con larga data por la perversión institucionalizada. Ni lerda ni
perezosa, la hinchada visitante se aprestó para sortear un
alambrado que nunca fue olímpico (¡otro eufemismo!) y la
reacción de la policía lugareña tampoco se hizo esperar,
echando cuerpo tierra y tirando a la masa hasta vaciar los tambores de los
revólveres que entonces eran el arma reglamentaria. El obrero
español Luis López, de 41 años, tuvo lo que se
llama una muerte instantánea. El pequeño Oscar
Munitoli, de apenas 9, con una bala que le ingresó al
pulmón por la espalda, alcanzó a sobrevivir como
para ser registrado por los flashes de la época.
Desempolvar archivos tiene de bueno constatar que las buenas crónicas
periodísticas no envejecen. Ayer es hoy. Y viceversa.
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muerte en la cancha
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