VIOLENCIA DEL FUTBOL
ANTOLOGIA FANTASTICA DE LA VIOLENCIA DEL FUTBOL
ARGENTINO
Crónicas para reírse hasta tener chuchos de
frío
¿Cómo? ¿En el cielo no hay
orsay?
El urbanista estadounidense Lewis
Munford supo decir que, en las ciudades, los estadios son los lugares
ideales para escenificar a la proeza y a la muerte. Como nunca conoció
la Argentina, le faltó agregar que también la pavada.
Porque como todos quieren ser próceres y la muerte es algo que siempre
le sucede a los otros, ocurre que como efectivamente se trata del único
lugar apropiado, suficiente que, por ejemplo, una ciudad tenga entre sus hijos
al tetracampeón de balero sin tachuelas para quelo lleve a la cancha a
dar la vueltita. Sin eso no hay consagración posible. Lo mismo pasa con
los infantiles que ganaron la Copa Melba de patín
artístico, los chicos de ajedrez que salieron cuartos en Trelew,
haber sacado la medalla de bronce en las Olimpíadas de
Matemáticas (¿olimpíadas? ¿y esto con qué
se come?), cualquier cosa.
Yendo al grano, como decía el gorrión, a fines de SET/92
Regional y Estudiantes de Resistencia, Chaco, jugaron la
final de la liga local. Los dueños de casa, con solo empatar,
clasificaban. A la ocasión la pintaron calva y aparte de todos los que
se pintaron hasta el traste con los colores de su club, después nunca
se sabe a quién se le ocurren estas ideas que al principio son todas
geniales, Festival Aéreo. Vuelos rasantes, bimotores de la
segunda guerra con el piloto enfundado en un gorra de cuero y grandes
antiparras cabeza abajo y tren de aterrizaje para arriba; en fin, todo aquello
escasamente recomendable por las normas seguridad, sobre todo habida cuenta el
estado de estas catraminas y la masacre que pueden llegar a producir con las
máquinas de picar carne que pueden llegar a ser las hélices en
una multidud.
No importa. Al pueblo le gusta y al pueblo hay que darle lo que le gusta. La
cancha estaba llena, un bullicio esplendoroso como sólo producir el
fútbol, pasaron los aviones y lo que coronaba el Festival
Aéreo, que eran los paracaidistas que se iban a tirar con el
cálculo justo en el medio de la cancha, empezaron a no aparecer.
Salieron los equipos. Salió el árbitro y sus ayudantes. No
había ninguna noticia. Se hizo el tiempo y pasó el tiempo
necesario. Pelota en el exacto punto, pitazo y a jugar como caballeros,
señores.
Regional entró a llevárselo por delante como
típico local, y Estudiantes, haciendo honor a la
condición de visitante y a ese nombre, se colgaron todos del
travesaño, con varios de la Comisión Directiva y hasta
dos fotógrafos amigos que no se querían perder la nota.
En términos estrictamente académicos los estaban cagando a
pelotazos cuando en una bocha bien profunda, la defensa estudiantil cede
córner, el griterío creció como nunca, Regional se
fue con todo arriba, la visita soñaba con alguna vez poder jugar con
sotana para estas circunstancias cuando en algunas partes del público
empezó a haber un movimiento raro.
Los motores, por supuesto, en medio de tanto quilombo, con pitos, matracas y
bombos, ni se escucharon. El referí tampoco vio a sus líneas
levantando los banderines y en una cantidad creciente, la gente empezó
a levantar la vista cuando el córner desde la izquierda, con la orden
correspondiente se vino, y al caer la pelota llovida sobre el área
chica, el 6 de Estudiantes la agarró con las dos manos y
alcanzó a decir:
-¡¡¡Mire eso!!!
Las pioladas de los jugadores argentinos ya han hartado hasta los propios
compatriotas. El juez pitó de manera inexorable, marcando el punto del
penal, y la trifulca que estalló, sobre todo atrás del
arco, donde estaba como almácigo la gente visitante, fue de
antología:
los cuatro paracaídistas acaban de hacer tierra, más o menos
en el centro de la cancha, pero como el viento soplaba también a
favor del local, se estaban viniendo para el área, en una de esas a
cabecear el córner y por eso el 6 decidió pararla de esa
forma.
Pero no hubo forma. A los atletas del aire tuvieron a bien recomendarle
dónde podían guardarse los paracaídas, particularmente
los parciales de Estudiantes, y al árbitro no hubo quién
lo convenciera que no había sido reglamentariamente penal, qué
espíritu de la ley ni qué ocho cuartos, la letra fría y a
llorar a la sinagoga, maricones, siempre con excusas para perder y armar
escándalos, qué joder.
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