VIOLENCIA DEL FUTBOL


ANTOLOGIA FANTASTICA DE LA VIOLENCIA DEL FUTBOL ARGENTINO



Crónicas para temblar de risa


Los hermanos sean unidos

La melodía es pegadiza:

Porteños, hijos de puta,
la puta que los parió;

Resulta curioso que a esta altura del campeonato los exegetas sigan batiendo el parche cuando todo parece estar tan a la vista. Como dijera un hombre del mismo palo que ellos, el ex comentarista radial e historia del fútbol, Ernesto Escobar Bavio, lo que está en juego allí adentro es la superioridad deseada y el antagonismo futbolero son viejos resabios de cuestiones feudales no resueltas, incluso de tipo territorial, cuando algunos pretenden que se han tumbado todos los muros y fronteras para establecer una aldea cibernética.

La entonación se hace mucho más enfática y atractiva, aunque el letrista no haya echado ningún resto creativo:

pooooorteños, hijos de puta,
¡la puta que loooooos parió!

El lugar común sobre el racismo argentino sigue trillando acerca del antisemitismo. Digamos que esa podría ser nuestra parte mundana. Un racismo más vernáculo, digamos, viene con marca en el orillo: es carapálidas desembarcados contra coloramérica, y no hay tu tía, por más que el paqueterismo futbolero también aquí ponga su toque progre y cada tanto ocupe los espacios sólo con el lugar común de Chacarita Juniors pintando el día anterior al partido o levándole a la cancha de Atlanta banderas con esvásticas.

La melodía es muy pegadiza:

Porteños, hijos de puta,
la puta que los parió;

Aparte, en La Tacita de Plata, a la salida de San Salvador de Jujuy, como quien va para la Quebrada de Humahuaca, se la obsequian democráticamente a todos los visitantes sureños, lo mismo da cuando jugaban el Nacional B, ni qué decir después, cuando tocaron el cielo con las manos, subieron a primera, estuvieron unas fechas ocasionalmente punteros y una epopeya histórica hasta los visitó Diego Maradona.

El coro que remata el final puede ser feroz:

pooorteños, hijos de puta,
¡la puta que los parió!

Justamente en la primavera de 1995, cuando en el medio de la miseria que los asola se apretujaron para ver al Mejor del Mundo, la censura televisiva del monopolio que hay en este rubro cortó un estribillo del mismo talante que terminaba con el verso los del sur. Los periodistas porteños destacados tuvieron a bien no escucharlo.

Las barras bravas son mucho más sensibles a este tipo de exteriorizaciones sociales. Se trata de un juego de toma y daca. Como escribió un tilingo en un matutino suburbano que hacen dos o tres, sólo se contabilizó una guerra de cánticos tan normal como aceptable, aunque con varios puntos a analizar. ¡Qué pelotudo! Si no hay sangre, no pasa nada.

Casi a coro, en 1984, el presidente de la AFA y uno de los principales capitostes barrabrava lo dejaron sentado con fuerza de ley: Si no hay un muerto, no pasa nada. Y últimamente tampoco pasa con muertos, salvo que sean muy especiales como tipo Copa América o si le producen lesiones de cierta consideración a un personajón de la Patria Farandulera.

Los puntos de marras, como es obvio, no se analizan -ni se van a analizar- nunca y el coro sigue:

Porteños, hijos de puta,
la puta que los parió;

Esta es la parte cantable, la banda sonora del suceso, porque después para los visitantes estaba no tanto llegar a San Salvador de Jujuy, que desde el punto de vista geográfico y turístico es algo agradable, sino tratar de salir con la humanidad en la mismas condiciones, a esa altura, ya el sonsonete incorporado para siempre:

pooorteños, hijos de puta,
¡la puta que los parió!

En un marco de evitar la violencia, exaltar la paz social y acercar a la familia a las canchas otra vez (¿cuándo fue la vez que La Familia, como tal, fue a la cancha?), con la presidencia del doctor José Luis Meizner, un justicialista que aspiró en las internas la candidatura a la intendencia del importante partido del conurbano sur, la barra cervecera preparó una recepción acorde para lo que estaba en juego: los dos equipos venían punteando y los dos querían subir a primera. Había que ganarles. Y se empieza a jugar afuera de la cancha.

Así que nada de actos de barbarie, recurrir a lo manido de romperles los vidrios a todos los vehículos en que llegaran desde Jujuy y desinflarles las gomas. Nada de eso. Algo indeleble como el cantito y que les duela. Por eso, mucho, pero mucho aerosol y todas las paredes de la ciudad de Quilmes por donde tenían que entrar para dejar documentado el más hondo sentir:

¡Fuera el cólera!

Si no, también:

Jujeños, ¡bienvenidos a la Argentina!

Acá va a otra delicia:

Bolitas, go home!

Para que el espíritu del preámbulo de la Constitución se mantuviera incólumne, en la parte aquella de todos los hombres de buena voluntad que quieran habitar nuestra tierra -a lo que ahora habría que acotarle, para evitar equívocos: siempre y cuando no tengamos economía de mercado-, esto que viene ahora:

Extranjeros, ¡fuera de Quilmes!

Hubo también pintadas de lo que podría denominarse tendencia preventiva:

Compatriotas, hay que cuidarse:
los jujeños son contagiosos.

Los que tienen biblioratos con respuestas de ocasión para cada anécdota pueden haber argumentado, por ejemplo, que cada vez que hay un partido con estas características, bueno, se extreman un poco las cosas, pero la sangre nunca llega al río. Eso es cierto: generalmente se coagula alrededor de los cuerpos...

Impenitentes, embalados con la mejor perfomance deportiva de un club de su provincia, verdaderos éxodos jujeños partían semana de por medio desde el rincón noroccidental del país, bajando para alguna disputa. Un mes después de lo recién apuntado tuvieron que venir hasta la Capital Federal, a la cancha de Atlanta, para jugar con Deportivo Italiano.

Se calcula que unos 50 mil, entre los que hicieron 2,5 mil kilómetros y los radicados en el Gran Puerto concurrieron para alentar al Lobo del terruño querido. Advertida, eficaz, siempre preventiva, jamás represiva, la Policía Federal montó un Operativo Especial que no permitiera desbordes de ningún tipo.

Luego, a consecuencia de la ejemplar medida, tuvieron que intervenir hasta legisladores de esa provincia. Terció, indignado, incluso el gobernador. Los pusieron a todos en fila india y les revisaron hasta los dientes, todo muy lentamente, sin excepción, nada de que las mujeres embarazadas tienen privilegios, vamos, bolivianos de mierda, los bolsos con las vituallas no pasan, vienen a la cancha o vienen de picnic, parecen paraguayos, carajo, acá mandamos nosotros.

Los que tuvieron más suerte y llegaron más temprano alcanzaron a ver el segundo tiempo casi completo. Muchos, apenas los últimos diez minutos.

Encima, perdieron. Fue un regreso con todas las humillaciones, con la urrección hecha deporteuna larga y única historia.

No importa. El fútbol tiene de bueno que da revancha. Al fin de semana siguiente, en La Tacita de Plata, contra el que correspondiere, otra vez, con más fuerza, vamos todos juntos:

Porteños, hijos de puta,
la puta que los parió;

¡Y encima con lo pegadiza que es la melodía! Aparte, ¿qué son por lo menos 185 años de historia pendiente, muchos miles de millones de deuda interna, si el fulbo es una fiesta de todos, macho, lo más grande que hay?

pooorteños, hijos de puta,
¡la puta que los parió!


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