![]() |
El caso de Carlos Dardo GuardiaJorge Estefanía <estefa@miramarnet.com.ar>C. N. Otamendi, 19 de Octubre de 2002
Estimados Sres. de Malacandra:
Me dirijo a Uds. porque sé que poseen la sensibilidad suficiente como para poder comprender, entender y juzgar adecuadamente ciertos hechos espantosos que me han perturbado y que aquí les relataré. De una clínica mental privada de la ciudad de Azul, provincia de Buenos Aires, Argentina, llegó a nuestro pueblo un doctor de aspecto extraño y trato un tanto hosco que dijo llamarse Horacio Pérez Lovera, según él vino a trabajar como médico siquiatra en la sala de primeros auxilios y eventualmente atender en su domicilio particular a quien de él necesitase. Junto con algunas escasas pertenencias trajo también a un muchachito a quien anotó en el tercer año de EGB de la escuela N° 8, donde yo trabajo como profesor en Educación Física, diciendo que era su sobrino, hijo de una hermana suya que había fallecido junto con su esposo al incendiárseles la casa. El niño se llamaba Carlos Dardo Guardia y se lo veía muy retraído y reacio al contacto con los demás, haciendo que la relación con sus compañeros de aula sea casi nula. La Maestra no lograba que el niño hablara, sin embargo hacía las tareas evidenciando una inteligencia poco común, y, dado que no se podía comunicar con él lo derivó a las asistentes sociales quienes no tuvieron dificultad en tomarle varios tests, a fin de hacer un diagnóstico lo más certero posible de este alumno. Los resultados dejaron boquiabiertos a todos, el WISC o test de coeficiente intelectual dio 133 -más de 120 ya es para los genios-, el test de Bender reveló un alto grado de maduración, el DFH -dibujo de figura humana- era sorprendente por el grado síntesis y minuciosidad con que representaba a su propio cuerpo, no sólo no omitía ningún segmento sino que el dibujo guardaba una proporción exacta, pero el test que más asustó fue el de Familia Kinética. Estaban representadas básicamente tres personas y seis perros, una de las personas era él, que sostenía una especie de látigo por encima de los perros, la otra suponemos que era el Dr. Horacio Pérez Lovera ya que se lo veía más alto que él y vestido de negro, pero tenía una cara extraña, con varios ojos y el cabello como tentáculos o serpientes y la tercer figura era vagamente antropomorfa y recordaba el aspecto de un batracio tratando de erguirse sobre sus dos patas traseras. Hacía unas siete semanas que lo tenía como alumno y conmigo tampoco entablaba diálogo alguno, hasta que en una clase, ya en la parte final, propuse un juego de dos equipos en el que el que cada uno debía robarse el tesoro del otro -que consistía en tres o cuatro pelotas dentro de un aro- y a su vez proteger el propio. Cuando designé a los capitanes y lo nombré a él como líder de uno de los equipos me tomó por sorpresa su reacción: me miró con firmeza a los ojos y me dijo: - Hizo usted muy bien en elegirme porque soy un verdadero guardián y nadie se podrá acercar a mi tesoro. - ¿Qué vas a hacer? - Pregunté. - ¿Me deja organizar a mi equipo? - Sí, sí - contesté- Acto seguido reunió a sus compañeros y les impartió órdenes precisas. Cuando di la orden de empezar el juego Carlos Guardia abrió los brazos y gritó unas palabras extrañas, algo así como "Yosotó", "Ya sunigurá", y al instante los chicos se desplegaron en forma de cuña y con un orden espectacular abrieron la defensa del otro equipo tomando el tesoro y manteniendo alejados a los contrarios del suyo. Justo cuando dejaron las cuatro pelotas en su propio aro sonó el timbre. Carlos estaba sonriente y los demás niños festejaban a su alrededor. Me acerqué a preguntarle que les había dicho a sus compañeritos y me respondió que yo no estaba en condiciones de entender, ya que les había hablado en un idioma muy antiguo que yace en el subconsciente de todas las personas. No pude evitar una sonrisa, y el pequeño - o no tanto - también sonriendo me dijo: - No se ría de lo que ignora, eso déjelo para la gente bruta. Y acto seguido pronunció unas frases incomprensibles y me vi vestido con harapos... con un escudo hecho de cuero curtido en el brazo izquierdo y blandiendo una espada de cobre en la diestra, estaba corriendo en medio de unos pastizales en un sitio desconocido, había un hedor insoportable en el ambiente... estaba huyendo, estaba huyendo de algo que no comprendía... algo sin forma... gigantesco... con muchos ojos... con la cabeza como un pulpo enorme y asqueroso... - ¡Profesor! Profesor, regrese. Regrese que ya pasó. Eso pasó hace mucho... Hace mucho tiempo atrás... Carlos Guardia se fue al recreo confundiéndose con el resto de los alumnos, y yo sentí un miedo tan profundo que me dolieron los huesos. Los sucesos extraños relacionados con este alumno no terminaron aquí, y si Uds. así lo desean podría, en sucesivos mails, revelarles algunas cosas más relacionadas a la misteriosa desaparición de Carlos Dardo Guardia. Atte. Jorge Estefanía <estefa@miramarnet.com.ar> |
malacandra, Número 13, enero-febrero 2003 |
21/01/2003 http://www.oocities.org/SoHo/Cafe/1131/13guares.htm © Copyright 2003 malacandra, los autores
|