Julio
Ramón Ribeyro nació una tarde de 1929 ante la alegría
familiar, que no imagina que se convertirá en uno de los
escritores peruanos más grandes de nuestro siglo. Venido de
una típica familia de clase media, no pasa mayores apuros
económicos y afectivos durante su niñez.
Pronto el joven Ribeyro da muestras de su apego a las Letras, y
ya para entonces afloran en su mente los primeros cuentos y
relatos propios de su edad, ante el estupor de su familia que
no ve con buenos ojos que se dedique a la literatura, quienes
consideran que el oficio de escritor es denigrante y
deshonroso. Para ellos la carrera de Derecho da mayor estatus
y la seguridad de un futuro promisorio.
Sin embargo, estas contradicciones no son impedimento para que
Julio Ramón Ribeyro pronto se vea involucrado en un círculo
de escritores, que suelen publicar sus obras y obsequiarlas
generalmente a sus amigos y familiares, además de
presentarlas en bohemios lugares de la ciudad. Fue allí donde
Ribeyro comenzó en realidad su carrera literaria,
frecuentando estos lugares donde sus cuentos y relatos eran
escuchados con suma atención por los concurrentes que, en su
mayoría, eran poetas, novelistas, cuentistas, etc.
En 1958 publica su primer libro: Cuentos de Circunstancias; en
1960, Cuentos de San Gabriel, donde ya expresa su inclinación
hacia los cuentos; y en 1964 publicó Las Botellas y Los
Hombres.
El especial carácter de Julio Ramón Ribeyro tal como los
personajes de sus escritos, lo aleja del protagonismo;
acostumbrado a una existencia algo marginal que en cierto modo
privilegia. Es por eso que toma la decisión de separarse de
los círculos literarios limeños y sacudirse de lo que más
detesta: La popularidad, la fama.
Enrumba entonces a Europa trasladándose de un país a otro sin
establecerse en un sólo sitio, pasando las desventuras y
miserias que significa estar alejado de su patria, sin conocer
a nadie aislado por el idioma en un itinerario que incluye
Francia, Alemania, Bélgica y España.
Finalmente se afinca en París, Francia. Es el inicio de la década
de los sesenta cuando entra a trabajar como periodista en la
Agencia France-Press, donde permanece hasta 1971, año en que
es nombrado Consejero Cultural del Perú ante la Unesco.
Su vida transcurre entre París y Lima, específicamente en el
distrito de Barranco, donde, cada vez que visita el Perú,
suele recorrer sus antiguas casonas y tradicionales
callejuelas junto a sus mejores amigos, envuelto en largas
tertulias, para luego enfrentarse a la máquina de escribir.
En 1973 publica La Palabra del Mudo, obra que recoge todos sus
cuentos.
Narrador eminentemente urbano, logró una obra amplia, con un
lenguaje fluido y directo. Escribió novelas y cuentos. En
este último género alcanza un dominio extraordinario de la técnica.
Sus personajes son trabajados exhaustivamente tanto en el
nivel social como en el psicológico.
En 1974 se le detecta cáncer, enfermedad ocasionada claramente
por su adicción al cigarro, amigo inseparable en largas
jornadas de creatividad e ingenio que concluyen en cuentos y
relatos que trasuntan lo inimaginable. Sobreviviente de recaídas
y cirugías mayores, los dos últimos años son sin embargo
los más felices de su vida, que se apagó el 4 de diciembre
de 1994, días después de obtener el premio Juan Rulfo, para
muchos el más importante en habla castellana, distinción que
reafirma la resonancia de su obra no sólo para los peruanos
sino para todo hablante de la lengua hispana.
El
presidente de México por esa época, Carlos Salinas de
Gortari, en vano lo esperó para el develamiento de la efigie
con el busto del reciente ganador del premio. Su salud se
hallaba demasiada quebrantada como para realizar el largo
viaje a tierras aztecas. En su lugar, estuvieron presentes en
el acto su esposa Alida Cordero y su hijo Julio.
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