Nš105 //5 de Noviembre del 2000. Año IV

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ERASE UNA VEZ...
(por Paco Valcarcel)
Estimado Froggy,
Erase una vez un Hombre adulto y cansado, muy cansado, que se enamoró
locamente del calor, el brillo y el color de la Llamita del pequeño quinqué que,
con levedad voluptuosa, iluminaba perezosamente los restos de su cena y de su vida.
Esta, con generosidad, repartía sobre el nevado paisaje del mantel, la luz y las sombras
generadas por las suaves formas de copas, botellas y otros enseres que, tras prestar
servicio, reposaban como despojos de guerra sobre la albura ya marchita de su mesa.
Era feliz contemplándola larga, muy largamente, en su casa de cristal. Su cambiante
silueta le recordaba una bailarina oriental que, de forma incansable, ofrecía su Danza
de Vientre.
Le gustaba mirarla crecer y girar, moverse, bailar, subir y bajar hasta casi
apagarse..., para verla de nuevo, tras un leve chisporrotear, empezar a danzar y
a encresparse.
Cuando por azar, el gélido viento de la vida azotaba con violencia las graciosas
formas de su amada, trocando en bruscos vaivenes los sensuales giros de su
interminable danza, el Hombre cogía el fanal entre sus manos, suave, muy suavemente,
como queriendo proteger a la Llamita de las ajenas agresiones, sin pararse a pensar
que el calor del cristal podía transformar en Dolor el Amor de su gesto.
Tan extraña pareja compartió una hermosa aventura, la cual, pese a ser breve como tal,
alternó momentos felices... con silencios amargos.
Tanta fantasía pusieron en ella que, en ocasiones, la ilusión de aquel romance volaba
por las nubes hasta el Cielo Infinito, para descender de nuevo al nivel vulgar de
los Humanos.
Con incansable girar de Noria, a momentos entrañablemente dulces y
tiernos, se sucedían otros esplendorosamente apasionados, o tremendamente tristes y
desgraciados.
En ocasiones, el Hombre juntaba sus manos como formando un cuenco para retener
en él las risas cantarinas de su Musa, las cuales, brincando y bailando como las aguas
de un torrente cristalino, refrescaban su piel.
Desesperadamente, apretaba éstas entre sí, en un vano deseo de alargar eternamente
tan mágico momento. Pero, finalmente, el Agua se deslizaba lentamente entre sus dedos,
dejando en ellos únicamente la huella húmeda de su paso.
Otras veces, cerrando cuidadosamente puertas y ventanas, aspiraba con avaricia
los efluvios que sutilmente invadían el ambiente de su cuarto, impregnando éste
con los mágicos perfumes que generaba en su combustión.
Contenía entonces el aliento en desesperado intento de inundar con estas fragancias
el caudal de su sangre y el vacío de su Alma, sin poder evitar que la química de su
cuerpo transformara en inútiles deshechos tan exóticos aromas y utilizara únicamente
el Oxígeno como fuente de vida.
El suave chisporroteo de su mecha al arder se transformaba al invadir la vibrante caja
de sus tímpanos en idílicas melodías con las que, sin límites de tiempo, le gustaba
dejarse arrullar hasta adormecer, saboreando con deleite tan sublimes sinfonías, aun
después de entregarse sin reservas en brazos de MORFEO.
Cuando despertaba, de nuevo el silencio le rodeaba, quedando únicamente suspendidas
en el aire, ingrávidas y tenues, como trinos alborozados de lejanos pajarillos, las
últimas notas procesadas en algún escondido rincón de su cerebro.
También hablaba con ELLA a veces, en singulares y encendidos diálogos, en los que
su corazón, sin juez que moderase el caudal de su pasión, evidenciaba la expresión
de sus más íntimos deseos.
Ante tan ardiente exposición, el cuerpo de ELLA, femenino al fin, se encendía en rojos
velos, correspondiendo así a tan gran amor, luciendo el más brillante carmesí de su
color y el más intenso calor de su fuego.
Así fue pasando el tiempo, y la zozobra generada por esta sinrazón fue minando los cimientos
del Templo de Amor afanosamente construido entre ambos.
La diferente estructura sustancial que separaba los cuerpos de los Amantes y la intangible
realidad con que las canas de él los distanciaba en el tiempo, impusieron su cruda razón,
quedando el Hombre con sus viejas raíces ancladas en la tierra en que nació,en tanto que
la llama, ninfa, musa, mariposa y hada, agitando sus alas sin cesar, buscó en el Infinito
su destino.
Cuando todo acabó, y el cansado cuerpo del varón volvió para siempre a la Madre Tierra,
cuentan los lugareños, que su espíritu voló y voló eternamente en cósmica aventura,
esperando oír sonar en algún recoveco del espacio las risas de su Amada, tratando de
aspirar en el aire de algún valle celestial Su perfume, buscando en el alegre cauce
de algún Río Sideral la frescura de aguas cristalinas en las que mojar de nuevo sus
manos... y, quizá también, deseando arder con ella en lujuriosa e íntima pasión en el
ardiente pozo de su Fuego Eterno.
Se dice también que nada de lo anterior ha conseguido, y la esencia de su Ser sigue
aún hoy errante por el mundo, y que su inmaterial presencia se hace evidente siempre
que en algún apartado lugar de la tierra las cansadas y brillantes pupilas de algún
hombre maduro miran, en sediento y complacido éxtasis, la pequeña, humilde e
insinuante figura que dibuja la Llama de un pequeño quinqué.
Cuando acabé de escuchar este relato y meditaba entristecido en el hermoso final de tan
tierna y trágica Historia, recibí una ultima confidencia. Me llegó del más viejo de
los viejos del lugar:
" Se dice, me dijo, que antes de viajar al Infinito, la Llamita y su Amante, después
de jurarse Amor Eterno, fijaron un día en que cada año, por lejos que estuviesen
el uno del otro, viajarían por las rutas celestiales encontrándose en el mismo
lugar donde hace, no se sabe cuantos años, erigieron con sus manos y con sus cuerpos
el más hermoso altar a CUPIDO.
Desde entonces, precisamente ese día, cuentan, que por el Arco Iris de los Sueños
-que solamente pueden ver los amantes- cruzan dos puntos brillantes y luminosos,
como si fuesen atraídos por un mágico y gigantesco Imán, y viajan incansables hasta
encontrarse precisamente allí, en el centro mismo del Altar.
Entonces, se escuchan celestiales sinfonías que llueven desde el Más Allá, inundan
el espacio como suspiros de EOLO, y se enciende el Arco Iris en todo su esplendor
recordando a los hombres la fuerza imposible de este tierno Amor.
Olvidaba comentar que cuando estas maravillas ocurren, se impregna el Espacio con aromas
de inciensos y fragancias de maderas nobles y exóticas. "
( Nunca sabré por qué en este RELATO utilizo el verbo siempre en pasado.)
SIEMPRE CON FROGGY...
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