ACERCA DE LA ÚLTIMA OBRA DE ANNE RICE:
Si no puedes esperar a que llegue a España aquí tienes una primicia, el primer capítulo de esta novela! Espero que lo disfrutéis, y perdonad el estilo, yo misma lo he traducido J !
"VITTORIO EL VAMPIRO"
Capítulo I:
Cuando era un niño pequeño tuve un sueño terrible. Soñé que yo sostenía en mis brazos las cabezas cortadas de mi hermano y hermana pequeños. Estaban completamente quietos, y silenciosos, con grandes ojos palpitantes, y mejillas enrojecidas, y yo estaba tan horrorizado que no podía producir un sonido mayor que ellos.
El sueño se convirtió en realidad.
Pero nadie derramará lágrimas por mí o por ellos. Han estado enterrados, sin un nombre, bajo cinco siglos de tiempo.
Yo soy un vampiro.
Mi nombre es Vittorio, y estoy escribiendo esto en la torre más alta de arruinado castillo de la cima de la montaña en el que nací, en la parte más al norte de la Toscana, la más hermosa de las tierras y el mismísimo centro de Italia.
Desde el criterio de cualquiera, yo soy un vampiro extraordinario, más poderoso, habiendo vivido quinientos años desde los grandiosos días de Cósimo de Médici, e incluso los ángeles darán fe de mi poder, si podéis conseguir que ellos os hablen. Sed prudentes a ese respecto.
No tengo, sin embargo, nada en absoluto que ver con el "Aquelarre de los Elocuentes", esa banda de extraños vampiros románticos en y desde la ciudad sureña del Nuevo Mundo de Nueva Orleans que os han agasajado ya con tantas crónicas e historias.
No sé nada de esos héroes de hecho macabro que se disfraza como ficción. No sé nada de su atrayente paraíso en las tierras pantanosas de Louisiana. No hallaréis nuevos conocimientos acerca de ellos en estas páginas, ni incluso, a partir de aquí, una mención.
He sido retado, no obstante, por ellos a escribir la historia de mi propio principio la fábula de mi creación y a arrojar este trozo de mi vida en forma de libro al amplio mundo, por decirlo de alguna manera, donde pueda ponerse en contacto, ya sea casual, ya sea predestinado, con sus bien-publicados volúmenes.
He pasado mis siglos de existencia vampírica en inteligente y atento vagabundeo y estudio, jamás provocando el menor peligro de los de mi propia clase, y jamás incitando su conocimiento o sus recelos.
Pero esto no va a ser la exposición de mis aventuras.
Va ser, como he dicho, la historia de mi principio. Porque creo que tengo revelaciones en mi interior que será completamente originales para vosotros. Quizás cuando mi libro esté acabado y fuera de mis manos yo pueda dar los pasos para convertirme de alguna manera en un personaje de esa gran novela-río (roman-fleuve) comenzado por otros vampiros en San Francisco o Nueva Orleans. Por ahora, no puedo saberlo ni preocuparme por ello.
Mientras paso mis tranquilas noches, aquí, entre las abandonadas piedras del lugar donde fui tan feliz cuando era niño, nuestros muros ahora rotos y deformes entre las espinosas zarzas y los fragantes y sofocantes bosques de robles y castaños, me veo obligado a dejar constancia de lo que me aconteció, puesto que parece que yo puedo haber sufrido un destino muy distinto del de cualquier otro vampiro.
No siempre rondo por este lugar.
Por el contrario, paso la mayor parte del tiempo en esa ciudad que para mí es la reina de todas las ciudades Florencia a la que amé desde el primer momento en que la vi con los ojos de un niño en los años cuando Cósimo el Viejo dirigía su poderoso banco Médici con su propia mano, aunque él era el hombre más rico de Europa.
En la casa de Cósimo de Médici vivía el grandioso escultor Donatello creando esculturas de mármol y bronce, así como pintores y poetas en abundancia, escritores acerca de la magia y "hacedores" de música. El gran Brunelleschi, que había creado la mismísima cúpula de la iglesia más grande de Florencia, estaba aún construyendo otra Catedral para Cósimo en esos días, y Michelozzo estaba reconstruyendo no sólo el monasterio de San Marco, sino comenzando el Palazzo para Cósimo que sería un día conocido para el mundo entero como el Palazzo Vecchio. Para Cósimo, hombres iban por toda Europa buscando en polvorientas bibliotecas los clásicos de Grecia y Roma olvidados ya hace mucho tiempo, que serían traducidos por los eruditos a nuestra lengua nativa, el italiano, la lengua que Dante había elegido de forma audaz muchísimos años antes para su Divina Comedia.
Y fue bajo el techo de Cósimo que yo vi, cuando era un chico mortal con destino y muy prometedor sí, yo mismo los vi a los grandes invitados del Concilio de Trento que habían venido desde la lejana Bizancio para curar la herida entre la iglesia del este y la del oeste: el Papa Eugenio IV de Roma, el Patriarca de Constantinopla y el Emperador del Este en persona, Juan VIII Paleologus. A estos grandes hombres yo vi de entrar en la ciudad bajo una terrible tormenta de lluvia penetrante, pero sin embargo con una gloria indescriptible, y a estos hombres los vi yo de comer de la mesa de Cósimo.
Suficiente, podríais decir, estoy de acuerdo con vosotros. Ésta no es la historia de los Médicis. Pero dejadme tan sólo decir que cualquiera que os diga que eran unos canallas, estos grandes hombres, es un perfecto idiota. Fueron los descendientes de Cósimo los que se encargaron de Leonardo da Vinci, Miguel Ángel y artistas sin fin. Y todo fue porque un banquero, un prestamista de dinero si lo preferís, pensó que sería espléndido y bueno darle belleza y magnificencia a la ciudad de Florencia.
Volveré a Cósimo en el momento adecuado, y tan sólo durante unas breves palabras, aunque debo confesar que estoy teniendo problemas para ser breve aquí en cualquier respecto, pero por ahora dejadme decir que Cósimo pertenece a los que viven.
He estado con los muertos en el lecho desde 1450.
Ahora deciros cómo comenzó, pero permitidme un prefacio más.
No busquéis aquí el lenguaje antiguo. No encontraréis un rígidamente fabricado inglés hecho con la intención de evocar muros de castillos por medio de una dicción artificial y un vocabulario restringido.
Yo contaré mi historia de una forma natural y efectiva, revolcándome en las palabras, porque las amo. Y, siendo un inmortal, he devorado a lo largo de cuatro siglos de inglés, desde las obras de teatro de Christopher Marlowe y Ben Jonson hasta las abruptas y ásperamente evocativas palabras de una película de Sylvester Stallone.
Me encontraréis flexible, osado, y de vez en cuando una conmoción. Pero qué puedo hacer sino echar mano del poder descriptivo más completo del que puedo disponer, y considerad que el inglés ahora no es ya la lengua de una tierra, o incluso de dos o tres o cuatro, sino que se ha convertido en el idioma de todo el mundo moderno desde las regiones apartadas de Tennessee hasta las más remotas islas célticas y hasta las numerosísimas ciudades de abajo, en Australia y Nueva Zelanda.
Soy un nacido en el Renacimiento. Por lo tanto lo investigo todo, y mezclo sin prejuicios, y no puedo dudar de que lo que hago tiene que ver con un bien superior.
Con respecto a mi lengua materna, el italiano, oidlo suavemente cuando digáis mi nombre, Vittorio, y respiradlo como un perfume procedente de los otros nombres que están salpicados por todo este texto. Es, por debajo de todo, un lenguaje tan dulce como para hacer de la palabra inglesa "stone" (piedra) tres sílabas: pi-ea-tra. Jamás ha existido una lengua más amable en toda la tierra. Hablo todos los idiomas con el acento italiano que oiréis en las calles de Florencia hoy día.
Y el hecho de que mis víctimas anglo-parlantes encuentren mis halagos tan bonitos, con ese acento que tienen, y que se rindan ante mi suave y brillante pronunciación italiana, es una fuente constante de éxtasis para mí.
Pero no soy feliz.
No lo creáis.
Yo no escribiría un libro para deciros que un vampiro era feliz.
Tengo un cerebro al igual que un corazón, y ahí flota alrededor de mí un semblante etéreo de mí mismo, creado muy claramente por algún Poder Superior, y enredada completamente dentro del intangible tejido de ese semblante etéreo está lo que los hombres llaman un alma. Yo tengo algo semejante. Ninguna cantidad de sangre puede ahogar su vida y dejarme algo más que un floreciente aparecido.
Vale. No hay problema. Sí, sí. ¡Gracias! como todo el mundo en este planeta puede decir en inglés. Estamos listos para empezar.
Excepto que deseo ofreceros una cita de un oscuro pero maravilloso escritor, Sheridan LeFanu, un párrafo hablado con extrema congoja por un personaje obsesionado en una de sus muchas y exquisitamente escritas historias de fantasmas. Este autor, oriundo de Dublín, murió en 1873, pero observad cuán fresco es este lenguaje, y cuán horrorosa es la expresión del personaje del Capitán Barton en la historia llamada "Lo Familiar":
"Cualquiera que pueda ser mi incertidumbre con respecto a la autenticidad de aquello a lo que se nos enseña a llamar revelación, de algo estoy profunda y horriblemente convencido, que sí existe algo más allá de esto, un mundo espiritual un sistema cuyo funcionamiento está generalmente en misericordia oculto de nosotros un sistema que puede ser, y que es algunas veces parcial y terriblemente revelado. Estoy seguro lo sé que hay un Dios un dios terrible y que la retribución sigue a la culpa, de la manera más misteriosa y asombrosa por los agentes más inexplicables y terroríficos; - hay un sistema espiritual - ¡gran Dios, cómo he sido convencido! - ¡un sistema maligno e implacable, y omnipotente, bajo cuyas persecuciones estoy, y he estado, sufriendo los tormentos de los condenados!"
¿Qué pensáis de eso?
A mí mismo me ha herido un poco mortalmente. No creo estar preparado para hablar de nuestro Dios como "terrible" o de nuestro sistema como "maligno", pero parece que hay una misteriosa e ineludible traza de ser verdad acerca de estas palabras, escritas en la ficción, pero obviamente con mucha emoción.
Esto me importa porque sufro bajo una terrible maldición, bastante única para mí, como vampiro. Es decir, los demás no la comparten. Pero creo que todos nosotros humanos, vampiros, todos los que somos sensibles y podemos llorar todos sufrimos bajo una maldición, la maldición de que sabemos más de lo que podemos soportar, y no hay nada, absolutamente nada que podamos hacer acerca de la fuerza y el aliciente de este conocimiento.
Al final, nos podemos ocupar de este otra vez. Ved lo que pensáis de mi historia.
Aquí la noche acaba de empezar. El magnífico resto de la torre más alta de mi padre aún se eleva osadamente contra los cielos dulcemente llenos de estrellas para que yo vea desde la ventana las colinas y valles de Toscana bajo la luz de la luna, ay, tan lejos como el centelleante mar bajo las minas de Carrara. Huelo el verdor floreciente del escarpado campo no descubierto alrededor del cual los lirios de Toscana aún se abren en un rojo o en un blanco violento en soleados lechos, para que yo los encuentre en la sedosa noche.
Y así abrazado y protegido, escribo, listo para el momento en el que la luna llena aunque oscura me deje por el escondrijo de las nubes, para encender las velas que se yerguen preparadas, unas seis, acomodadas dentro de la gruesa plata toscamente trabajada de los candelabros que una vez estuvieron sobre el escritorio de mi padre, en aquellos días cuando él era el señor feudal del viejo estilo de esta montaña y de todos sus pueblos, y el firme aliado en la paz y en la guerra de la gran ciudad de Florencia y su gobernante no-oficial, cuando éramos ricos, no teníamos miedo, éramos curiosos y estábamos maravillosamente satisfechos.
Dejadme hablar ahora de lo que se ha desvanecido.
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