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Cementerios
Nucleares
Introducción
El Enterramiento en profundidad
de los Residuos
Soluciones transitorias
Los Candidatos para el Futuro Emplazamiento
Introducción
En los 50 años de existencia de la
energía nuclear y pese a la enorme cantidad de recursos que se dedican
a resolver las cuestiones pendientes de esta fuente de energía, nadie
ha conseguido dar una solución satisfactoria al problema de los residuos
radiactivos de alta actividad. De todos los problemas asociados al uso de
la energía nuclear, que aconsejan su abandono inmediato, éste
puede ser el determinante. Los peligrosos residuos se pueden convertir en
el talón de Aquiles de las centrales nucleares, salvo que alguien,
en un futuro próximo, descubra una solución satisfactoria,
cosa harto improbable.
El movimiento antinuclear reconoce los residuos
nucleares ya existentes como un grave problema al que hay que buscar
solución. Sin embargo, ninguna de las soluciones propuestas aparece
como satisfactoria. Más aún, cuando se nos tacha de irresponsables
por no contribuir a la solución o por fomentar la alarma social cuando
nos oponemos a la construcción de cementerios, se olvidan de que la
mejor forma de minimizar el problema de los residuos es dejar de producirlos,
es decir, el cierre de las centrales nucleares. Una vez más resulta
útil aquí la metáfora de la bañera: cuando el
agua de la bañera está a punto de rebosar hay dos posibilidades,
una es achicar agua como se pueda y la otra, mucho más racional, cerrar
los grifos. Pues bien, cerremos esos tremendos grifos de residuos que son
las centrales nucleares. Un reactor de tamaño medio genera unas 30
toneladas de residuos de alta actividad al año.
Parece que entre todas las posibilidades de
gestión, se va a optar por el enterramiento en profundidad en formaciones
geológicas estables. Los residuos de alta actividad son tóxicos
durante unos 250.000 años. Esta escala de tiempo es tan alucinante
que podemos considerarla una eternidad. ¿Quién puede asegurar
que estas peligrosas sustancias estarán confinadas durante todo ese
tiempo? Incluso parece difícil que las generaciones futuras no acaben
olvidándose al cabo de unos siglos de existencia.
En el Estado Español funcionan 9 reactores
nucleares, con una potencia total de 7.329 Mw y 1.944 instalaciones radiactivas
y nucleares. La gestión de los residuos generados hasta la fecha y
los que se generen en el futuro corre a cargo de la empresa pública
ENRESA (Empresa Nacional de Residuos Radiactivos). Esta empresa se financia
con el 1,2% del recibo de la electricidad, con lo que viene a percibir unos
25.000 millones de pesetas anuales, sin contar los ingresos financieros.
Es fundamental el control democrático sobre esta empresa y sus fondos,
puesto que unas cantidades de dinero tan grandes dan un poder inmenso y estamos
hablando de un tema tan importante como la protección de las personas
y del medio ambiente durante cientos de miles de años.
Las centrales nucleares han generado hasta la
fecha más de 1.457 Tm de residuos de alta actividad, que se almacenan
en piscinas en el interior de las centrales. Las piscinas tienen diversos
grados de ocupación que van del 82,89% en Santa María de
Garoña (Burgos), lo cual supone que se saturará en 1998, hasta
el 57,63% en Almaraz I y II (Cáceres), que se saturarán en
el 2021 y 2023, respectivamente. La capacidad de almacenamiento de las piscinas
se aumentó empleando técnicas de "racking", que consisten en
utilizar bastidores absorbentes de neutrones para almacenar los residuos,
de tal forma que la cantidad de residuos que se pueden almacenar sin alcanzar
criticidad es mayor. De esta forma no fue necesario construir el Almacén
Transitorio Centralizado (ATC), que se pretendía ubicar en Trillo
(Guadalajara) y que fue parado por oposición popular.
La cantidad total de residuos de alta actividad
a gestionar en España ascenderá a 6.693 Tm si no se construyen
más centrales y si no se cierran antes de tiempo las ya existente.
Además existen en la actualidad 20.074 metros cúbicos de residuos
de media y baja actividad que se almacenan en las centrales, en el Cabril
(Córdoba) y en Juzbado (Salamanca) y habrá que gestionar 203.600
metros cúbicos cuando se cierren las centrales ahora en funcionamiento.
El coste de los residuos de alta, media y baja actividad se estima en 900.000
millones de pesetas de 1.994, que no se contabilizan al evaluar el coste
de la energía nuclear.
Para la construcción del cementerio de
residuos de alta actividad, ENRESA ha desarrollado una metodología
según la cual se estudian áreas del territorio nacional cada
vez más reducidas y en mayor detalle. El plan tiene varias
fases:
-
Proyecto IFA (1986 - 1987): Inventario nacional
de formaciones geológicas favorables.
-
Proyecto ERA (1988 - 1990: Estudios
regionales).
-
Proyecto AFA (1990 - 1994): Estudios de áreas
favorables.
-
Proyecto ZOA (1995 - 1999): Estudios de zonas
favorables.
-
Designación del emplazamiento a partir
de los seleccionados.
-
Etapa de valoración, caracterización
y aprobación.
-
Inicio de la construcción en el
2015.
-
Puesta en marcha en el 2020.
Con el proyecto IFA (fase 0) se determinó
que un tercio del territorio del Estado (150.00 kilómetros cuadrados),
distribuidos principalmente en la cuenca del Duero, cuenca del Ebro y macizo
Hespérico, estaba constituido por formaciones rocosas favorables para
el almacenamiento de residuos radiactivos. Los estudios regionales del proyecto
ERA (fase 1) llevaron a la selección de un conjunto de áreas
favorables de extensión entre 200 y 2000 kilómetros cuadrados,
que en su conjunto representaban el 10% de la superficie del
Estado.
Estas áreas, distribuidas en más
de 25 provincias, se estudiaron en el proyecto AFA (fase 2). El objetivo
era delimitar 20 zonas favorables de entre 50 y 200 kilómetros cuadrados.
En esta fase, de acuerdo con la metodología publicada por ENRESA,
se tuvieron que realizar sondeos someros de reconocimiento (entre 100 y 200
m de profundidad) así como algún sondeo en profundidad (entre
600 y 700 m) para caracterización de las zonas.
En la actualidad acaba de finalizar el proyecto
AFA y de empezar el ZOA (fase 3). En él supuestamente se van a estudiar
las 20 zonas seleccionadas en la fase anterior. Para ello se realizaran sondeos
de forma sistemática. El objetivo es seleccionar 10 zonas preferentes
de entre 6 y 10 kilómetros cuadrados que se estudiaran en la fase
4. En esta fase 4 se realizarán sondeos profundos de forma
sistemática. El objetivo final es la selección de 3 a 5
emplazamientos con una extensión de 3 a 6 kilómetros cuadrados,
que serán candidatos a albergar el cementerio de residuos radiactivos
definitivo.
El resultado del proyecto AFA es que hay 7
Comunidades Autónomas con zonas apropiadas: las dos Castillas,
Aragón, Andalucía, Extremadura, Galicia, Cataluña y
Navarra.
Sobre el tipo de formación elegida por
ENRESA, aún no se tienen noticias oficiales. Desde su punto de vista
es absolutamente lógico el no facilitar información, puesto
que tienen la certeza de que van a encontrar oposición a cualquiera
de sus proyectos. En 1993 ENRESA publicaba en el extranjero que sus preferencias
se inclinaban por el granito, aunque en el presente realiza también
estudios en zonas salinas y arcillosas. El decir, por ejemplo, que han elegido
el granito, supondría poner en guardia a todos aquellos que viven
en zonas graníticas.
Además existen varios proyectos de
investigación que permiten el estudio del comportamiento de varios
radionucleidos en el medio natural y de los blindajes y barreras de
ingeniería. Estos proyectos incluyen la caracterización
geológica detallada de los lugares donde se desarrollan estas actividades.
Fue famoso el proyecto IPIES (Instalación Piloto Experimental
Subterránea) en Aldeadávila (Salamanca). La oposición
de los habitantes de la zona logró que el Consejo de Ministros obligara
a ENRESA a abandonar sus actividades en aquella zona en 1986.
Hasta mayo de 1995, ENRESA ha hecho algo similar
en una mina de uranio abandonada en la finca el Berrocal, cerca de Nombela
(Toledo). Aquí se ha vuelto a producir oposición popular, aunque
menos intensa. Es posible que, tal como se asegura oficialmente, ENRESA
sólo necesite los datos que va a obtener de estos estudios para la
construcción del futuro cementerio nuclear, y que continúen
con la metodología que han hecho pública. Pero también
lo es, y aquí radica la inquietud de los vecinos y ecologistas, que
los estudios que se realizan con profundidad en algunos lugares den lugar
a unos pocos posibles emplazamientos y que finalmente se decidan por uno
de ellos.
El Enterramiento en profundidad de los Residuos
El enterramiento es la opción por la que
se va a optar, casi con toda seguridad, para almacenar los residuos. Estos
estarían resguardados por tres barreras que lo separarían de
la biosfera. La primera sería una matriz química inerte de
vidrio, asfalto u hormigón, que inmovilizaría los residuos
y los aislaría. La segunda sería una barrera física
que consistiría en blindajes y que debería resolver los problemas
de evacuación del calor y de los gases. Por último, una barrera
de ingeniería, que preservaría los residuos de agentes externos.
Pero la verdadera contención, dada la escala de tiempo de la que hablamos,
debe ser el medio geológico donde se depositen. Debe tratarse de
formaciones geológicas muy estables. En concreto, se barajan tres
posibilidades: Depósitos de arcilla (incluye margas), sales (sal gema
y yesos) y macizos graníticos.
Las arcillas tienen las ventajas de que tienen
buena capacidad de absorción y son plásticas, con lo que no
acumulan tensiones. Entre sus inconvenientes podemos destacar
varios:
-
Aunque su permeabilidad es baja, la enorme escala
de tiempo considerada permite pasar agua a su través, por lo que no
se puede garantizar el aislamiento del almacén.
-
Los minerales que las forman pueden sufrir
fenómenos de deshidratación, alterándose así
sus propiedades.
-
Si son demasiado plásticas pueden fluir
alterando peligrosamente la geometría del emplazamiento.
-
Si son poco plásticas son demasiado
frágiles.
-
Las arcillas continentales presentan frecuentes
interdigitaciones con rocas arenosas mucho más permeables, lo que
podría abrir una vía de agua al cementerio.
Las sales presentan las ventajas de que son
impermeables con lo que impiden el acceso de agua; buenas conductoras
térmicas, lo que permite que el calor generado por residuos se difunda;
y pueden fluir, lo que permitiría el sellado de hipotéticas
fracturas. Pero sus inconvenientes son muy serios:
-
Son muy solubles y forman con facilidad salmueras
muy corrosivas que pueden atacar los contenedores.
-
Los minerales que las forman pueden sufrir
también procesos de deshidratación.
-
Fluyen con mucha facilidad produciendo la
modificación de la geometría del depósito y la
movilización de los cuerpos extraños que alberga en su seno,
es decir, los residuos podrían perderse en la masa salina o incluso
ser expulsados de la misma, desapareciendo así la barrera geológica
del almacén y toda posibilidad de control y seguimiento de los
residuos.
El granito tiene la ventaja de que es una roca
muy dura, estable químicamente y con buena conductividad térmica.
Por contra:
-
Es difícil predecir su comportamiento
hidrogeológico, ya que normalmente presenta numerosas inhomegeneidades
y esta muy fracturado.
-
Además, no se conoce la geometría
profunda de los cuerpos graníticos.
En conjunto, el enterramiento definitivo presenta
una serie de inconvenientes que lo hacen desaconsejable. La escala de tiempos
tan gigantesca de la que hablamos es del orden de los tiempos de evolución
geológica. No se pueden prever todas las contingencias como si
fluirá una corriente subterránea de agua donde hoy no la hay.
No se puede hacer un seguimiento de los residuos de forma sencilla y barata.
Además, los residuos no son recuperables de forma simple, con lo que
no se podrían tratar, caso de que a alguien se le ocurra una
solución, o resolver los problemas de ruptura de los contenedores.
Lógicamente sólo habría un depósito centralizado
en cada país, con lo que habría un gran número de
transportes, con el consiguiente riesgo de accidentes.
Por otra parte, existen problemas técnicos
sin resolver, como la evacuación de calor generado por los residuos
y la evacuación de los gases que se generan por efecto de las
desintegraciones. En concreto, el volumen de gas generado al año
podría ser aproximadamente igual al de residuos
almacenados.
Además de suponer un foco de
contaminación casi eterno en la zona donde se haya instalado, las
consecuencias de una posible fuga de residuos del cementerio son sobre todo
la contaminación del subsuelo y de los acuíferos. Es a través
de éstos como la radiactividad podría pasar a los seres vivos
y contaminar finalmente la biosfera.
Soluciones transitorias
Como se ha dicho, los residuos de alta actividad
se almacenan en las piscinas de las propias centrales nucleares, con
excepción de los de Vandellós I (Tarragona) que se envían
a Francia para reprocesar. En las piscinas se encuentran refrigerados
permanentemente para evacuar la enorme cantidad de calor que generan, a la
par que el agua sirve de blindaje biológico para evitar que escapen
al medio ambiente los enormes flujos de radiactividad que
producen.
A pesar de las operaciones de "racking" y
"re-racking" que se han llevado a cabo, las piscinas de las centrales
estarán llenas antes de que el cementerio definitivo esté listo.
En ese momento será necesario evacuar los residuos de las piscinas
de las centrales y almacenarlos en algún sitio hasta su traslado
definitivo al cementerio. ENRESA baraja dos posibilidades: la construcción
de un ATC o bien el almacenamiento en contenedores en seco que se pueden
guardar en superficie.
A pesar de que con su habitual mutismo, ENRESA
no da ninguna pista sobre su opción, nos parece claro que el
almacenamiento intermedio se realizara en contenedores en seco, en los propios
recintos de las centrales. Esto tendría varias ventajas. En primer
lugar, y como fundamental, no hace necesaria la búsqueda de ningún
emplazamiento, con lo que se evita a oposición popular y el descontento
social, que podrían ser igual de fuertes que los que se produzcan
cuando se decida instalar el cementerio definitivo; además se produce
un ahorro de dinero al no tener que construir nuevas instalaciones o comprar
nuevos terrenos, en segundo lugar se minimizan los transportes de residuos,
con lo que se evita el riesgo de accidentes en su traslado. Por último
los contenedores ya están diseñados y ya existe algún
modelo licenciado.
Los Candidatos para el Futuro Emplazamiento
Para empezar y si creemos las informaciones
oficiales, el emplazamiento definitivo no se decidirá hasta más
allá del año 2000. Esto significa que ENRESA dispone de un
amplio margen de maniobra para elegir el lugar y realizar las actividades
que estime oportunas, casi sin que sea necesaria ninguna precaución
para no causar la alarma social. Si ésta se produce, no tiene porque
causar problema alguno puesto que para cuando de verdad se construya el
cementerio las aguas habrán vuelto ya a su cauce. Imaginemos que en
algún lugar se producen actividades que cuentan con la oposición
de la gente de la zona Y que estos estudios se interrumpen por la
oposición. Esto no sería garantía de que el cementerio
no se instalara en ese emplazamiento, porque los compromisos adquiridos por
la Administración en 1995 no tienen porque mantenerse dentro de 15
ó 20 años, ya que las personas que estén en el poder
quizá no tengan nada que ver con las actuales. Nos parece fundamental
mantener viva en la memoria popular la amenaza del cementerio.
Por otra parte, el emplazamiento no esta ni mucho
menos decidido todavía. Cuando se detectan actividades de ENRESA no
se puede asegurar que en el lugar donde estas se producen se vaya a instalar
un cementerio, pero si que esa zona se esta considerando para tal fin y que
dichas actividades podrán, efectivamente, desembocar en la
instalación del cementerio.
Los estudios que realiza ENRESA en las diferentes
zonas no son sólo geológicos. Son también sociológicos
e incluyen factores como la densidad demográfica de la zona, las
actividades económicas o la estructura social. Todos estos factores
son tenidos en cuenta a la hora de rechazar o no emplazamientos. El propio
Juan Manuel Kindelán, actual presidente del Consejo de Seguridad Nuclear,
declaró en una comparecencia en el Senado el año pasado, cuando
aún era presidente de ENRESA, que al final quizá hubiera otros
factores más importantes que los puramente geológicos para
determinar la situación del cementerio.
No resulta difícil leer entre líneas
en esta afirmación: De todas las zonas geológicamente aptas,
el cementerio se construirá finalmente en una despoblada, deprimida
y, sobre todo, donde no se haya registrado una oposición fuerte.
Allí donde la gente no proteste, allí se ubicara. Si las protestas
son tibias, ENRESA aplicará el método habitual que ya usa:
Comprar voluntades. En la actualidad, los municipios próximos a
instalaciones nucleares vienen a recibir un total de unos 2500 millones de
pesetas al año, en compensación por estar próximos a
estas instalaciones. Por esta vía es posible que cualquier alcalde
desaprensivo acepte algo que de ninguna manera va a beneficiar a sus vecinos.
Se dan en la actualidad enormes cantidades de dinero a algunos pueblos:
piénsese en localidades con unas decenas de habitantes que pueden
recibir del orden de 15 millones al año. De estas partidas de dinero
se excluye el almacén definitivo que contará con un tratamiento
especial.
Hay que ser rigurosos e intentar explicar la
realidad de la situación. No se puede decir con seguridad que allí
donde hay actividades de ENRESA se vaya a instalar el cementerio. Primero
por que no hay certeza de que eso sea así y segundo por que obviamente
va a haber (esta habiendo) estudios en varios lugares de la geografía
del Estado español. No podemos decir que en todas ellas se va a construir
un cementerio: estaríamos mintiendo y
contradiciéndonos.
A pesar de esta afirmación, la oposición
a las actividades de ENRESA es lícita así como la lucha por
conseguir las máximas garantías de que en una determinada zona
no se va a instalar el cementerio. Quede claro que una falta de oposición
o una simpatía hacia los estudios de ENRESA harían más
atractivo el emplazamiento para el cementerio. Luego un factor de
protección es el de mostrar oposición a estas actividades.
Por otra parte ésta tiene sentido dentro de un planteamiento más
general. Las centrales nucleares siguen funcionando y produciendo enormes
cantidades de residuos de alta actividad. La solución del problema
pasaría primero por el cierre de las centrales. Nos oponemos, por
tanto, a cualquier intento de gestión de los residuos, en tanto no
se cierren las centrales.
Por el momento conocemos casi todas las zonas
que han sido investigadas en la fase AFA y no sabemos a ciencia cierta cuales
son los posibles emplazamientos que han pasado a la siguiente fase y se van
a investigar en el proyecto ZOA. Es una información que ENRESA guarda
celosamente. Sin embargo las áreas AFA que conocemos son las
siguientes:
-
A Gudiña (Ourense), Fisterra (A Coruña)
y Mondoñedo (Lugo). Granito.
-
Sayago-Lumbrales (Zamora y Salarnanca).
Granito.
-
Villasandino (Burgos).
-
Villaluenga y Esquivias (Toledo). Probablemente
arcillas.
-
Alburquerque, Montánchez y Cabeza de Araya
(Cáceres). Granito.
-
Quintana de la Serena, La Cardenchosa y Los Pedroches
(Badajoz y Córdoba). Granito.
-
Cabo de Gata (Almería). Rocas
volcánicas.
-
Diapiros de la zona vasco-cantábrica (Burgos,
Vitoria, Navarra). Sales.
-
Anticlinales yesíferos de la Ribera de
Navarra (Navarra y La Rioja). Sales.
-
Peña Izaga y Javier-Los Pintanos (Navarra
y Zaragoza). Arcillas (margas de Pamplona).
-
Los Monegros (Aragón). Arcillas y
sales.
-
Cuenca potásica catalana (Barcelona).
Sales.
-
Barbastro-Balaguer (Lérida y Huesca).
Sales.
-
Hellín (Albacete). Sales.
Sabemos además que muy pocas de las zonas
AFA han sido descartadas para pasar al proyecto ZOA. Casi con toda seguridad
Javier-Los Pintanos ha sido descartada y lo mismo se puede decir de Cabo
de Gata. Ésta es la única información certera de que
disponemos y por el momento no tenemos información de cuales siguen
bajo consideración y cuales no. Pensamos que debe hacerse un esfuerzo
para que ENRESA haga públicos los lugares que siguen siendo candidatos
al emplazamiento definitivo para el cementerio de residuos radiactivos de
alta actividad.
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