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Los compadritos muertos
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Siguen apuntalando
la recova
del Paseo de Julio, sombras vanas
en eterno altercado con hermanas
sombras o con el hambre, esa otra loba.
Cuando el ultimo sol es amarillo
en la frontera de los arrabales,
vuelven a su crepusculo, fatales
y muertos, a su puta y su cuchillo.
Perduran en apocrifas historias,
en un modo de andar,
en el rasguido de una cuerda,
en un rostro, en un silbido,
en pobras cosas y en oscuras glorias.
En el intimo patio de la parra
cuando la mano templa la guitarra.
Jorge Luis
Borges, Nueva antologia personal