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Los secretos de quirófano del Doctor S.





Martin Chambi 1891-1973



En los comienzos de la de la fotografía, los primeros fotógrafos viajaban con gigantescas cámaras para fotografiar lugares remotos a los que el hombre solo tenía acceso a través de dibujos mas o menos descriptivos. Conocer las pirámides de Egipto por ejemplo, solo era posible viajando allí o creyendo lo que las ilustraciones de la época mostraban. Cuando aparece la fotografía, es tal la riqueza de detalles contenidos en una fotografía, es tan grande el parecido con la realidad, que la fotografía adquiere la virtud de mostrar lo real. Esta creencia se ha extendido hasta el punto de servir como prueba en un juicio. Lo que la fotografía muestra es la verdad. Ocurre lo mismo con las imágenes de vídeo en algunos piases. Todos los rincones del mundo han sido fotografiados ya no sé cuantas veces. ¿ Tienen tanta verdad esas imágenes como para contener tantas veces al mundo ?. Son cosas diferentes. ¿Es justo que seamos constantemente vigilados por cámaras de foto y vídeo ?. Tengo la impresión que quienes saben de leyes no tienen ni idea de lo que verdaderamente es una imagen.




A medida que avanzamos en la reciente historia del arte vemos que la fotografía, además de la virtud de la verdad, se revela como una herramienta poderosamente subjetiva. Aparece el autor, capaz de mostrar con elementos de la realidad, lugares que surgen de su imaginación. Desde ese momento lo que la fotografía de autor muestra objetivamente no es mas que una ínfima parte si lo comparamos con lo que es capaz de mostrar subjetivamente. Los elementos de realidad que aparecen en la fotografía no son más que la semilla de lo que quiere sugerir el autor. La fotografía adquiere vida, contiene un discurso, el propio discurso de la obra. Naturalmente el discurso de una imagen puede ser genial o pobre, inofensivo o dañino, contiene siempre una opinión incluso se puede mentir. En los terrenos del arte una obra no encierra ningún otro fin mas que la contemplación y no está al servicio de ningún otro fin, por eso una obra de arte es imposible que mienta, por el contrario las imágenes que se consumen habitualmente en los medios de comunicación, se emiten en virtud de verdad aunque utilicen un medio que hoy por hoy no es otra cosa que pura subjetividad, además se sirven de la historia del arte, de los medios técnicos y de los "artistas" para contar como verdad algo que ni siquiera ha sido construido con las semillas de verdad.

Por ejemplo, un retrato es la imagen objetiva obtenida de un objeto o persona.

En la portada de un disco de Michael Jackson podemos contemplar un "retrato" de Michael. Esta imagen, ha sido retocada para conseguir algún efecto y favorecer al cantante. No podemos aceptar que eso sea un retrato. Es pura subjetividad con fines comerciales. La imagen no es fiel a lo retratado.
En una segunda reflexión, si nos paramos a observar la transformación que ha sufrido Michael en sus conocidas operaciones de cirugía, veremos que en nada se parecen el "retrato" a el cantante ni el cantante a sí mismo.

Llegados a este punto tendría que ser estúpido para tomar por veraz una imagen.

El avance de la tecnología para la creación de imágenes, ha sido tan determinante como el momento en que a la fotografía se le atribuye esa virtud verdad, pero al revés. Con todas esas imágenes que se han tomado tantas veces del mundo, ahora podemos hacer lo que queramos. La estatua de la libertad puede masturbarse con la torre Eifel. Todo es posible. De manera que cuando te tragas una imagen o haces un acto de fe como cuando veían los dibujos de las pirámides o te vas personalmente a ver lo que hay dentro de la imagen. Si Miss Liberty aparece masturbandose con un aparato francés, probablemente nos estén contando que es tan divertido cascarsela como follar y eso si que no.

De manera que nos encontramos como al principio.

Quien quiera conocer mundo que viaje.

Si eres juez de un tribunal o sencillamente consumes imágenes, no te fíes. La mayoría mienten.

Ahora es el momento de construir imágenes si no veraces al menos poéticas.

Martín Sampedro.
Madrid, junio 1997.