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Alguna conclusiones sobre las dos semanas que conmovieron Argentina
Daniel Bengoechea |
El estallido popular que derrumbó a De la Rua y Cavallo estuvo precedido por varios meses de luchas populares y por sucesivas y masivas huelgas convocadas por la CGT rebelde de Hugo Moyano. El mismo tuvo tres componentes, los obreros por medio de sus organizaciones sindicales; los desocupados y marginales a través de los saqueos; y finalmente la clase media junto a los estudiantes en los cacerolazos. En los combates del 19 –20 de diciembre y en las movilizaciones la izquierda organizada jugo un rol importante, sin embargo fue más que notoria su escasa influencia dentro de la clase obrera, todavía tributaria del peronismo. Esto se reflejó con claridad en la Batalla de Plaza de Mayo, donde los que enfrentaron a las fuerzas represivas no fueron obreros agrupados en grandes destacamentos sindicales, sino jóvenes trabajadores, estudiantes y desocupados, prácticamente sin organización previa, junto con algunos grupos de militantes de las corrientes de izquierda. Como consecuencia de ello las movilizaciones consiguieron la caída de De la Rúa, pero dejaron en pie al orden capitalista. Para que la caida del sistema capitalista hubiese sido posible era necesario la entrada en escena de otras fuerzas sociales: los trabajadores y los desocupados organizados y la organización militar de los mismos en milicias de autodefensa. Lamentablemente, esta consigna estuvo casi ausente dentro de la izquierda, la cual en su mayoría se preocupó más en exigir un Asamblea Constituyente y elecciones anticipadas que en impulsar el surgimiento de organismos de tipo soviético con el objeto de destruir el sistema democrático burgués basado en la división de poderes remplazándolo por una democracia directa organizada de abajo hacia arriba. Tras la caída de De la Rua se generó una situación inquietante para la burguesía. En medio del caos y sin ninguna opción política burguesa que pueda controlar la situación surge un gobernador de segundo orden, Rodríguez Saa, que pretende capear la situación. Sus medidas de carácter populista buscan aplacar la situación y rearmar la gobernabilidad. Como parte de ello busca el apoyo de sectores combativos (Madres de Plaza de Mayo, Corriente Clasista y Combativa, CTA, CGT Rebelde, Piqueteros) y toma medidas económicas que afectan superficialmente a los intereses de los sectores mas concentrados del capital. Debido a ello, pretextándose con la presencia en el gobierno de algunos personajes indeseables (como el ex-intendente de la ciudad de Buenos Aires, Carlos Grosso) estos sectores desde los medios de comunicación más recalcitrantes lanzan un segundo cacerolazo. Este, de mucho menos convocatoria que el anterior, es usado por todo el aparato del Partido Justicialista para derrocar a Rodríguez Saa, reemplazando su débil gobierno por uno más confiable para el capital. A diferencia de los hechos que produjeron la caída de De la Rua, el 29 de Diciembre la clase obrera se mantuvo imparcial, y la izquierda movilizada en las calles de Buenos Aires terminó jugando de elemento de presión en una lucha interburguesa. El gobierno de Duhalde, que surge de la nueva Asamblea Legislativa, a diferencia del anterior no es el resultado de una revuelta masiva del conjunto de la sociedad contra el gobierno directo del FMI y los bancos (De la Rua/Cavallo). Consiste en un gobierno de unidad nacional del que forman parte todas las fuerzas políticas burguesas cuyo objetivo principal es estabilizar la situación y eliminar todo peligro populista. El mismo cuenta con el apoyo de todos los sectores de la burguesía y del imperialismo asustados de que las movilizaciones populares puedan cambiar de carácter pasando a cuestionar no solo las apariencias del sistema, y de que las mismas se extiendan al resto de Latinoamérica, donde las masas populares sufren las mismas penurias que en Argentina. El nuevo gobierno de unidad nacional es el instrumento que necesitaba la burguesía para seguir aumentado la opresión sobre las masas trabajadoras. El mismo probablemente conseguirá desactivar momentáneamente la protesta social. Sin embargo, las medidas económicas anunciadas hacen prever que el nuevo gobierno solo conseguirá una tregua provisoria y que los eventos retomaran un ritmo tumultuoso en las semanas venideras. En ese caso, habrá que comenzar de nuevo, pero con la diferencia de que ahora la burguesía ha cerrado filas y que la represión aumentará acusando de sedición a quien se movilice e incluso usando grupos parapoliciales para acallar las voces de protesta, como ya lo experimento la izquierda frente al congreso durante la Asamblea Legislativa que eligió a Duhalde como presidente. Ante esta situación, las organizaciones de izquierda serán puestas una vez mas a prueba. Los hechos mostrarán si su carácter es revolucionario o no. La gran tarea que tenemos por delante es desarrollar y extender la organización independiente, política y militar, de los trabajadores y el pueblo para destruir el sistema capitalista, única forma posible de construir una Argentina independiente y socialista. Si en lugar de dedicarse a ello la izquierda concentra sus fuerzas en llegar al gobierno (Izquierda Unida por ejemplo ya levanta la consigna de un gobierno provisional Zamora – Walsh), ante un momento crucial de la historia argentina probablemente una vez más terminará parada en la vereda equivocada. |
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