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De la "maldita bonaerense" a la "maldita federal"

MABEL I. FALCON

El 25 de enero de 2002, se gestó otro "cacerolazo" nacional que, como es de dominio público, consiste en la manifestación pacífica de una multitud de ciudadanos descontentos, angustiados y humillados, situación de la que participamos todos los habitantes de este país -con excepción de la minoría de los que se han enriquecido obscenamente a costa de este sufrido pueblo- que por fin expresa su descontento con esta manifestación, que hasta se podría tildar de "ingenua", que consiste en golpear cacerolas u otros elementos preferentemente metálicos y expresar a viva voz sus reclamos.

Parece que el sonido de miles de cacerolas no le es grato a los políticos, ni a los jueces de la Suprema Corte de Justicia de la Nación ni a los sindicalistas, ni a todo aquel que durante el último cuarto del Siglo XX y el comienzo del nuevo milenio detentaron el poder político, financiero, sindical, etc.

Parece también que no le es grato al actual presidente que pertenece a la casta de los poderosos y no necesita tener mucha cabeza, para darse cuenta que así como el cacerolazo masivo, terminó con el gobierno del dormido De la Rúa, estas manifestaciones son un anuncio de su fin como gobernante y como político.

La prueba palpable de su irritación fue demostrada en la madrugada del día 26, cuando en medio de una desconcentración pacífica, provocada por un fuerte aguacero, la Policía Federal, cuyos miembros estaban pertrechados con potentes motos, carros de asalto y otras herramientas propias de su condición de represores, atacaron con gases lacrimógenos, balas de goma, bastones, palos y picanas, a la población que se desconcentraba, mojada y con frío, llevando en sus manos sólo el utensilio abollado que habían golpeado durante horas. Cabe aquí hacer una referencia a los antecedentes de nuestro actual y, espero, que temporalmente muy transitorio presidente.

Eduardo Duhalde fue gobernador de la provincia de Buenos Aires durante los años 1994–1999, en ese lapso, la provincia más rica del país, comenzó un rápido descenso que culmina en lo que es hoy: una provincia con el mayor índice de desocupación del país, enormes bolsones de pobreza y un incremento de la delincuencia aterrador.

En ese contexto la policía provincial se transformó, durante el gobierno de Duhalde en la policía más corrupta de la historia del país, hasta el punto de merecer el mote de "maldita policía". Las hazañas delictivas de esta fuerza con incontables, pero el hecho más sobresaliente, lo constituye su participación en el asesinato de un periodista, José Luis Cabezas, cuyo quinto aniversario de su muerte, se conmemoró precisamente un día antes.

Este crimen, tuvo gran repercusión en los medios nacionales y extranjeros, primero porque se trataba de un miembro de la prensa y también porque el motivo era por demás absurdo, haber fotografiado a un hombre muy poderoso, Alfredo Yabrán cuando salía de tomar un baño en el mar. Más allá de la participación directa o no de Duhalde en este crimen, es evidente que un gobernante que permite que se instale un nivel de criminalidad tan grande en las fuerzas del "orden" es porque necesita a cambio de ese "mirar para otro lado" favores que le permitan controlar la situación política de la provincia.

En este sentido, Duhalde tuvo también una leal colaboradora en su propia mujer "Chiche", que a través de su red de "manzaneras", formalmente reclutadas para colaborar con la ayuda social, armó una red de espionaje digna de un Martín Bormann.

El 25, Duhalde y su ministro, del interior Gabrielli proclamaron por todos los medios que la protesta pacifica de la gente y sus cacerolas sería respetada. Casualmente, cuando los miles de participantes se dispersaban, comienza la represión que obliga a esa gente pacífica que en muchos casos llevaron a sus hijos y en la que, curiosamente, también participaba una gran cantidad de ancianos, a correr en medio de la lluvia para huir de los gases lacrimógenos, las balas de goma y los golpes.

Creo que el mensaje del gobierno es claro: pueden Uds. manifestar y "cacerolear" todo lo que quieran, pero nunca terminarán una movilización en forma pacífica ". El mensaje del poder es claro, pero el del pueblo también.


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