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Las lecciones de Argentina

Marcos Luna (CITO)

Los noventas: la nueva década infame

En la Argentina, los años 30’s son conocidos como la "década infame", pues durante la dictadura de Uriburu, el país retrocedió a un nivel de entrega al imperialismo nunca antes visto, profundizando su nivel de semicolonia.

Duros golpes a los trabajadores y su nivel de vida

Para entender los actuales acontecimientos argentinos, debemos buscar su explicación en el gobierno del expresidente Carlos Menen, quien para poder aplicar uno de los más radicales y profundos planes de ajuste sobre la clase obrera y su conquistas, tuvo que derrotar el ascenso en las luchas obreras y populares que se estaban produciendo en Argentina en la década pasada. Durante 1988 fue derrotado el "maestrazo" (la gran huelga docente de 1988), durante 1989 fue derrotada la gran huelga contra la privatización de los teléfonos, posteriormente fue derrotada la gran movilización de los estatales y la huelga ferroviaria, en 1990 y 1991, respectivamente.

Estos triunfos de la burguesía abrieron las puertas a los frenéticos planes privatizadores de Menem, con sus despidos masivos de trabajadores y una ofensiva brutal contra el salario y las condiciones de trabajo. Los intentos de resistir al plan económico de Menem que posteriormente realizó la clase obrera, por ejemplo en la metalúrgica Somisa, fueron aplastados fácilmente.

Esto hacia parte de una ofensiva global del capitalismo sobre las conquistas históricas de la clase obrera, empezando por la perdida de los estados obreros burocráticos ( la URSS, el Este de Europa) y como contrapartida de aquello, la organización sindical y las conquistas que mediante luchas habían obtenido los trabajadores como el salario social, las convenciones colectivas, etc. Pero el caso de Argentina tenía una particularidad: este país junto a Inglaterra, tenían las clases obreras sindicalmente más poderosas del mundo (en el caso de Argentina, arriba del 90% de sindicalización). No fue sólo una política económica; también tuvo el objetivo político de aniquilar la fuerza sindical de los obreros del sector estatal y, por esa vía, asestar una derrota aplastante a la clase obrera de conjunto.

Los años noventa fueron una "Década Infame" por una serie de hechos importantes: Las privatizaciones de las empresas públicas y del sistema jubilatorio (muchas de ellas estableciendo la jurisdicción de los tribunales yanquis para eventuales conflictos entre el Estado y las empresas privatizadas, así como la indexación de las tarifas de los servicios públicos en dólares). Las leyes que permiten la libre entrada y salida de mercancías y capitales del país, que implica la transferencia a su libre arbitrio de las ganancias de las transnacionales a las casas matrices y el libre flujo y reflujo del capital financiero imperialista y nacional (lo que significa la desaparición de todo tipo de control estatal del comercio exterior) y la Convertibilidad, que de hecho arrancó de las manos de la burguesía y del Estado nacionales el manejo de uno de los atributos de la "soberanía" de cualquier país capitalista: la moneda.

Las reformas impulsadas por Menem, surtieron efecto y pudieron dinamizar las exportaciones y traer la inversión extranjera, utilizando como gancho las superganancias que les proporcionaba tanto la Convertibilidad, como la superexplotación de la clase obrera. El régimen tuvo una importante base de apoyo: el capital financiero y las transnacionales que se apoderaron de las empresas privatizadas, los empresarios comerciales, industriales y agrarios más fuertes, que aprovecharon los créditos para tecnificarse y la contrarreforma laboral para aumentar brutalmente la superexplotación de sus trabajadores y también un sector importante de la clase media, que dejaron de sufrir el "impuesto inflacionario" (que fue terrible durante la hiperinflación en el gobierno de Alfonsín) y pudieron acceder al crédito para comprar electrodomésticos y otros bienes, inclusive casas propia.

Se acabó la plata ... y comenzaron las peleas interburguesas La economía Argentina se volvió, mucho más susceptible a la inestabilidad de la convulsiva economía capitalista mundial, a partir de la aplicación de la convertibilidad, con el desarrollo de las crisis financieras como el efecto Tequila, la crisis del sudeste asiático y el default ruso, el régimen menemista entró en crisis. Mientras el capital afluía al país y era posible para todos los sectores obtener crédito ( sobre todo en el periodo 1991-1994) podía mantenerse la base social de sectores burgueses y de clase media, aunque las transnacionales se quedaban con una porción importante de las ganancias de la burguesía industrial y agraria.

Pero los años de "plata dulce" se acabaron, la ganancia producida en el país empezó a reducirse y empezaron a generarse contradicciones económicas entre el capital financiero, comercial y de servicios ( que contaba con tarifas indexadas en dólares y crédito abierto en dólares de sus propias casas matrices, mucho más baja que las de Argentina) y la Unión Industrial Argentina, representante de los sectores industriales y agrarios, para los que se volvía insoportable, el encarecimiento del crédito.

Los planes del FMI han producido la devastación económica de Argentina. Desde 1998 y hasta nuestros días, Argentina, entró en un período de recesión económica de magnitudes nunca antes vistas, esta es la recesión más prolongada de la historia argentina. Desde entonces, el PBI acumula un retroceso de 4,9% y el producto per capita cayó el 12%.

Durante el segundo semestre del 2001 todos los indicadores económicos cayeron bruscamente, se preveía una caída del PBI de 3,5% para el año, la inminente cesación de pagos y una creciente fuga de capitales. Los datos de noviembre, previos a la caída del gobierno De la Rúa eran ya devastadores, con caídas del 11,6% en la industria; 20,9% en la construcción, 9% en las ventas de supermercados. La proyección era que para diciembre la caída en la industria habría sido de 18% y la desocupación alcanzaría el 23%.

El Estado se hundió para sostener la paridad cambiaria y las exigencias crecientes del servicio de la deuda (la deuda externa pública es de 132.000 millones de dólares). Este es un ejemplo de cómo las políticas privatizadoras, colocan la soga al cuello al propio estado burgués, pues al querer sostener la Convertibilidad no se podía emitir "moneda sin respaldo" e implicaba la "congelación" de fuertes reservas en divisas como garantía y estas reservas eran sostenidas sobre los hombros de los trabajadores, a través de impuestos indirectos al consumo, como el IVA, ya que las privatizaciones le quitaron al Estado las tradicionales fuentes de recursos como las empresas públicas (YPF) o los fondos jubilatorios, etc.

En el verano del 2001, se hizo inocultable la proximidad del default. Esta produjo un retiro masivo de dinero de la Banca ( unos 26 mil millones de dólares, suma equivalente a un 9% del PBI). A fines de noviembre, era evidente que estos no podían responder por los depósitos de unos 65 mil millones, el 70% en dólares, la mitad de los cuales correspondía a una gran masa de pequeños ahorristas con menos de U$ 50.000 en sus cuentas cada uno, La masiva fuga de capitales estaba llevando a la quiebra a varios bancos, y amenazando con un "crack" financiero.

"Argentina se ha convertido en un campo de batalla de la rivalidad interimperialista agudizada por la recesión simultánea en los tres polos del mundo capitalista. La pugna entre los intereses norteamericanos y europeos (fundamentalmente españoles) ha dado un salto, convirtiéndose en una rivalidad abierta. Los monopolios españoles ocuparon posiciones privilegiadas aprovechando las privatizaciones de los 90 (BBV y Santander en la banca, Repsol-YPF en petróleo, Telefónica en comunicaciones, etc.), y hoy se hallan seriamente comprometidas, como muestran la desesperación del gobierno de Aznar y la caída en la Bolsa de Madrid. Los intereses europeos se ven ante el embate de los grandes grupos yanquis, dispuestos a aprovechar la crisis para reafirmar su control sobre el país, en los marcos de la estrategia norteamericana de reordenar su bloque regional bajo control más estrecho (como implica el ALCA)" (Estrategia Internacional, N°18)

La irrupción del movimiento de masas: Los piqueteros y Aerolíneas argentinas. En medio de todas estas pugnas interburguesas e interimperialistas y la devastación económica, a la que tanto Menem como De la Rúa habían sometido al país, y pese a la profunda derrota que había sufrido el proletariado argentino durante el menemismo, reaparecieron importantes sectores populares que entraron a luchar, con novedosos métodos de lucha: los piqueteros y sus cortes de ruta . " El primero fue el de Cutral-Có, al que años después siguieron los de Tartagal y General Mosconi, en Salta. Todos se caracterizaron por el hecho de que los piquetes se apoyaban en una pueblada espontánea, no controlada por ningún aparato, que movilizaba a todo el pueblo de localidades relativamente pequeñas amenazadas con convertirse en ciudades fantasmas. Otra característica era que su vanguardia eran obreros petroleros despedidos por la privatización de YPF e hijos de esos obreros. El corte de rutas apoyado en una pueblada y con enfrentamientos muy duros con las fuerzas de represión (que no era habitual en la Argentina como sí lo es en Bolivia) se ha incorporado definitivamente a los métodos de la lucha de clases en la Argentina.

Así también la lucha de Aerolíneas Argentinas, fue un buen síntoma para el movimiento de masas, no solo expresó en el terreno de la lucha de clases la ruptura de la pequeña burguesía con el gobierno de De la Rúa, sino que fue una lucha prolongada que incorporó métodos de lucha como la toma de aeropuertos y el corte de accesos a las pistas de aterrizaje, además de choques contra la policía y, a pesar de los contratiempos que provocó, recibió el apoyo de la población y junto a eso planteó el problema político de las privatizaciones. Esta lucha concluyó con un triunfo económico relativo, al impedir los despidos y obtener un compromiso de los nuevos propietarios de que no los habría durante los siguientes dos años.

Finalmente, el pico de la resistencia fue la masiva huelga general del 13 de diciembre del 2001, convocada en protesta por el paquete de austeridad más reciente que el gobierno de De la Rúa intentaba introducir, para cubrir el pago de la asfixiante deuda exterior y evitar una mora sobre la deuda pública.

Las jornadas revolucionarias del 19 y 20 de diciembre

El 19 de diciembre iniciaron los saqueos populares a los supermercados, alentados en gran parte por los "punteros" peronistas (caudillos barriales que juntan votos y gente), estos se le salen de control a los punteros, extendiéndose espontáneamente a las ciudades más importantes del país y a casi todo el Gran Buenos Aires, adquiriendo una magnitud y extensión que superó ampliamente a los que se dieron bajo Alfonsín, alrededor de 600 saqueos a hipermercados, supermercados y comercios en una semana (contra los 800 que se produjeron al fin del gobierno de Alfonsín en 52 días). Esto abrió una situación sin salida reformista para el gobierno y planteaba una clara alternativa o los saqueadores lograban confluir con otras clases en lucha, o el estado burgués lograba aislarlos y eventualmente aplastarlos.

El 19 en la noche, la población de la Capital y el Gran Buenos Aires reacciona masivamente contra el discurso de De la Rúa, en el que anuncia el estado de sitio. Se genera una movilización a Plaza de Mayo y al Congreso para desafiar el estado de sitio y exigir la renuncia del gobierno. Esta movilización fue espontánea y reunió a diferentes sectores de clase, desde la pequeña burguesía y los sectores asalariados que veían sus ahorros y salarios confiscados en los bancos hasta los sectores ligados a la "economía informal". Se concentran 50.000 personas en la Plaza de Mayo, y muchos miles más frente al Congreso Nacional, además, frente a la casa del Ministro de Economía Cavallo y frente a la Quinta Presidencial de Olivos. La crisis ya es insalvable, renuncia Caballo, pero esto no logra parar la movilización, el gobierno reprime y desaloja la Plaza de Mayo. La movilización se reinicia al día siguiente, el jueves 20, siendo nuevamente reprimida.

Hay enfrentamientos callejeros, durante más de 7 horas entre la juventud pobre, un importante componente de la insurrección argentina, que se enfrenta durante más de 7 horas a las fuerzas policiales, peleando el espacio de la Plaza y el control del centro económico-financiero del país. Finalmente las Centrales Sindicales, que habían estado desaparecidas de este proceso llamaron a un paro por tiempo indefinido a partir de la medianoche del jueves.

El gobierno de De la Rúa realiza su último acto, a las cinco de la tarde emite un discurso llamando a un gobierno de unidad nacional, el peronismo rechaza el llamado al cogobierno, la burguesía lo da por muerto, se abre una crisis de poder, dos horas después renuncia De la Rúa.

Una situación revolucionaria

La Argentina tenía en el momento que se proclama presidente provisional a Rodríguez Saa, todas las características de una situación revolucionaria: "crisis total, económica y política de la burguesía y su estado (...)La burguesía no podía gobernar. Esta es la primera condición, porque si no hay crisis económica, política y de todo tipo en la burguesía, no hay situación revolucionaria aunque la clase obrera sea muy combativa." ( Revoluciones del Siglo XX, Nahuel Moreno) y por otro lado "La izquierdización de la pequeña burguesía o clase media. Es un fac­tor tanto o más importante que el anterior y está ligado a él. Si no hay cri­sis económica y política, la clase media vive bien y goza del ‘orden’ necesa­rio para vivir bien: apoya al régimen burgués, y si el régimen burgués tiene apoyo de masas es casi Imposible que sea derrotado por la revolución obre­ra. La revolución sólo triunfa si el proletariado es apoyado por un sector masivo de la pequeña burguesía, es decir, si la mayoría de la población quiere hacer la revolución." (Ídem.)

El gobierno de Rodríguez Saa es un títere, montado sobre el triunfo de las masas. Esto se pone en evidencia en el hecho de que su discurso (al igual que el de todos los partidos burgueses y los medios de comunicación) es un elogio permanente a los "cacerolazos", y de condena sólo a los "violentos". También en que las primeras medidas que anuncia y los primeros pasos que da tienen dos ejes claros: concesiones al movimiento de masas como, planes trabajar "para un millón de desocupados", distribución de alimentos, anuncio de la suspensión del pago de la deuda externa, levantamiento del estado de sitio, además intenta pactar con las direcciones del movimiento de masas, para tratar de contenerlo.

Pero, las medidas de Cavallo para salvar a los bancos se mantienen, al igual que el "corralito" y también se mantiene la disposición de las masas a movilizarse. La burguesía no logra ningún plan político-económico que la unifique; por el contrario, se profundiza la pelea entre los distintos sectores burgueses. El imperialismo, sobre todo el español (a través de Felipe González) presiona muy duramente para no ceder nada de sus ganancias.

"Cuando Rodríguez Saa hace un intento de recortar esas superganancias (vía la emisión masiva de una tercera moneda de cambio flotante, es decir, de segura devaluación rápida) y, simultáneamente, trata de ignorar el pacto con el resto del peronismo y quedarse en la presidencia hasta el 2003, el imperialismo y gruesos sectores de la burguesía, más el radicalismo, más el Frepaso, más toda un ala del peronismo piden su cabeza. Estalla el segundo cacerolazo, que es socialmente más débil, ya que predominan sobre todo los sectores de clase media que quieren sacar su plata de los bancos, mientras que la propuesta de Rodríguez Saa había despertado ciertas expectativas en los sectores más plebeyos y entre el proletariado. En la Capital, esto se expresa en que el primer cacerolazo se dio con igual intensidad en todos los barrios, mientras que este segundo sólo prende en los barrios de clase media y alta. También en éste hay sectores de jóvenes que pasan a acciones violentas contra la policía, atacan la Casa Rosada y llegan incluso a entrar al Congreso ."

Se habré una nueva crisis de poder, y asume el líder del peronismo, de la provincia de Buenos Aires: Duhalde. Este instaura un gobierno de unidad nacional, con representantes del partido radical, el peronista y de la UIA. Así se decide terminar con la convertibilidad y devaluar, ahora 1 dólar valdría 1,40 pesos. Acabando con la convertibilidad menemista, de más de una década , además otra de las labores estratégicas de Duhalde es intentar ordenar el país anunciando una serie de reformas paliativas.

¿Cuales son las perspectivas?

La crisis argentina, a llegado a ser muy profunda, el peso de la devaluación nuevamente recaerá sobre los hombros del pueblo trabajador, la devaluación del peso no significa más que la devaluación del poder adquisitivo de los asalariados y jubilados. El movimiento de masas argentino ha adquirido una gran experiencia, la primera y la más importante: que no existe nada de inamovible en un Presidente, que las masas movilizadas son capaces de tumbar tanto a los radicales como a los peronistas. Además la irrupción masiva, en la lucha de clases, de amplias capas de la juventud pobre, los pequeños propietarios, los desocupados, etc.

No obstante en esta insurrección popular, que se generó en Argentina, la clase obrera participo diluida en la masas del pueblo en general, no irrumpió con sus propias organizaciones, ni como caudillo de los sectores medios y pobres, más bien el rol con­cientemente contrarrevolucionario de la burocracia sindical tanto el "combativo" Moyano, como el "pro patronal" de Daer de la Central General de Trabajadores (CGT), como D’elía en la Central de Trabajadores Argentinos (CTA) impidieron que se expresara el potencial revolucionaria de la clase obrera Argentina.

Así también la Corriente Clasista y Combativa (Maoístas de Derecha), tiene una gran responsabilidad pues han sido los encargados de burocratizar a los luchadores piqueteros, hasta el punto que ellos (los piqueteros) que habían logrado convertirse en un punto de referencia para los trabajadores desocupados, jugaron un rol mínimo en las jornadas del 19 y 20 de diciembre.

Sin embargo, estas jornadas revolucionarias se dan en el marco de una crisis económico-social y una decadencia de las fuerzas productivas, infinitamente más aguda que en los 70, después del Cordobazo (semi-insurrección popular en la provincia de Córdoba) o que durante el período de ascenso popular en los años 82-90 y además con una clase media enormemente pauperizada, que aporta "leña seca" potencialmente revolucionaria, para las próximas luchas que vendrán contra el gobierno de Duhalde.

Con el ascenso de Duhalde, se cierra la crisis revolucionaria, que tumbó a De la Rúa y Rodríguez Saa, crisis en la que si un partido revolucionario hubiera acaudillado a las masas, estas habrían podido tomar el poder. No obstante la situación revolucionaria, no se ha cerrado, la crisis económica y política de la burguesía, se mantiene y se exacerba, en este marco el reagrupamiento principista de los trotskistas, que intentan realizar nuestros partidos hermanos del Centro Internacional del Trotskismo Ortodoxo, es una iniciativa que saludamos desde las páginas del Trabajador Centroamericano.

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