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ANTE LA CRISIS BURGUESA, EN LUGAR DE TRABAJAR PARA DIFUNDIR LA CONCIENCIA DE CLASE AUTONOMA DENTRO DE LA CLASE OBRERA, LA IZQUIERDA PRESENTA UN PROGRAMA PARA RECOMPONER EL RÉGIMEN POLÍTICO

Daniel Bengoechea

En la mayoría de los periódicos de la izquierda argentina, sobre todo la autodenominada trotskista, se puede leer que en Argentina se ha iniciado una revolución que está a medio hacer. Según muchos de estos izquierditas, los trabajadores han comenzado a conquistar sus organismos de democracia directa, las denominadas asambleas populares.

Basados en este análisis hay quienes proponen extender las asambleas populares como estrategia para que los trabajadores tomen el poder. Y en ello invierten todos sus esfuerzos, poniéndose objetivamente a la cola de las masas. Vaya vanguardia revolucionaria.

Sin embargo, la realidad argentina dista mucho de parecerse a los deseos de la izquierda vernácula. Las asambleas populares, organismos poli-clasistas hegemonizados por la pequeña burguesía, difieren sustancialmente de lo que fueron los soviets de la revolución de octubre, a pesar de lo que muchos creen ver en ellas, sobre todo por la ausencia de la participación de la clase obrera, como clase organizada, en dichas asambleas. De hecho lo que esta aconteciendo en Argentina es sólo un levantamiento popular que pretende una reforma política de sistema democrático de gobierno vigente y algunas medidas económicas, pero de ninguna manera cuestiona el régimen de explotación capitalista.

A pesar de ello, la ceguera de la izquierda es tal que su mayor preocupación es encontrar la formula adecuada que le permita acceder al gobierno sin importar a que precio. Para conseguir este objetivo hay quienes plantean la convocatoria a una asamblea constituyente, quienes piden elecciones ya, quienes bregan por un gran frente de izquierda, e incluso algún ridículo que en medio de los acontecimientos de diciembre lanzó su propia candidatura presidencial. Como de lo que se tratara fuera de asumir el gobierno para adecentar al sistema capitalista en lugar de trabajar para destruirlo.

En consonancia con el comportamiento antes descripto la izquierda actualmente únicamente levanta públicamente recetas que sólo sirven para recomponer el debilitado régimen político burgués, justificándose con el pretexto de que es preciso lanzar consignas tácticas que estén de acuerdo con el nivel de las ilusiones de las masas con la democracia burguesa. Lo más grave es que la propia izquierda es la primera en vender esas ilusiones contrarrevolucionarias justamente en un momento donde hay un descomunal repudio de los explotados contra el parlamento burgués y con el proceso electoral que apunta una nueva marioneta imperialista en cada elección, en una situación que la izquierda misma erróneamente define como el comienzo de una revolución.

Como consecuencia de esta estrategia oportunista, la propaganda por la construcción de un partido obrero revolucionario está completamente ausente o en un segundo plano en los periódicos de izquierda. Aquello que debería ser el eje de la propaganda marxista, la educación política del proletariado, la defensa de la necesidad de organizar independientemente a la vanguardia obrera, de formar un partido de cuadros, se deja de lado, ya que la tarea principal del momento es reclutar militantes o juntar votos sin importar para que.

La ridiculez de la izquierda llega al limite de hablar de que estamos ante una revolución y olvidarse completamente de la necesidad de armar al proletariado. Si los trabajadores quieren tomar el poder, entonces deben armarse, esa es la única forma posible de derrotar a la burguesía, quien cuenta con el aparato militar y policial para defender el orden establecido. Sin embargo, ningún grupo propagandiza la necesidad de armar a los obreros, algo tan fundamental como la construcción del partido revolucionario.

Tampoco nuestros izquierdistas pueden explicar porque los sindicatos siguen en manos de la burocracia peronista cuando supuestamente nos encontramos a dos pasos de la revolución. Todo lo atribuyen a la habilidad de la burocracia sindical para manipular a la clase, convocando huelgas sólo cuando es necesario descomprimir la situación, y a sus prácticas matoneriles para con la izquierda. Pero si bien todo esto es cierto, si la izquierda se hubiera preocupado por difundir el marxismo en la clase, en lugar de dedicarse a obtener éxitos fáciles, probablemente en estos momentos la realidad sería otra. La clase obrera sería consciente de sus tareas históricas. Estaría en la calle, armada y pretendiendo tomar el poder. Aunque claro esta, la tarea de difundir el marxismo en contra de la marea es más difícil e ingrata que dedicarse a las cuestiones del momento y a reclutar entre la efervescente pequeña burguesía.

Por nuestra parte, aquellos que nos pretendemos revolucionarios debemos evitar el exitismo y asumir otra actitud. En primer lugar, aprovechar la situación de descontento social y de debilidad del régimen para difundir las ideas del marxismo en medio de las luchas. Para comenzar a construir los primeros núcleos de propaganda que constituirán el partido obrero revolucionario del futuro. Y también para comenzar a difundir la idea del armamento del proletariado como método para la toma del poder.

Probablemente no tengamos grandes éxitos en lo inmediato, incluso mientras estemos avocados a esta tarea veremos como la burguesía resuelve su crisis actual, pero al menos no seremos nosotros quienes se la resolvamos haciéndonos cargo del gobierno y estaremos mejor preparados para las seguras crisis que ocurrirán en el futuro.

Para poder tener éxito en nuestro objetivo debemos tomar la iniciativa de reagrupar a aquellos que se identifican con esta perspectiva al mismo tiempo que desarrollamos una profunda crítica a los falsos marxistas. Claramente el reagrupamiento del que hablamos no es uno de los tantos amontonamientos de izquierdistas a los que estamos acostumbrados. Mucho menos un bloque electoral. Es la unificación de aquellos que queremos trabajar para difundir consecuentemente las ideas del marxismo entre los trabajadores, para constituir en este momento un grupo de propaganda marxista. El propósito es muy simple, reunir a los grupos o individuos cuya orientación es hacia la realización de nuevas revoluciones de octubre; ni más, ni menos, ni ninguna otra cosa.

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