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Una frágil victoria reaccionaria
Jorge Guidobono |
Dos elementos centrales cobraron relevancia en las elecciones del pasado 27 de abril. El primero es que, ante la falta de una opción obrera o de izquierda, la burguesía logró una relativa victoria parcial. El segundo es que las elecciones mostraron en carne viva la crisis del régimen político de los últimos 20 años, ya que su pilar –los partidos patronales– se mostró en plena descomposición, sin excepciones, lo que relativiza su logro.
La victoria parcial de la burguessía en las elecciones del pasado 27, se apoyó en las limitaciones objetivas y las trabas subjetivas (de organización y dirección) del proceso expresado el 19-20 de diciembre del 2001. Estas últimas se hicieron particularmente evidentes en el 1º de mayo del 2002, con las aparateadas a las que estuvo sujeto; y en el reflujo del proceso asambleario y la liquidación completa de la vieja Interbarrial del Parque Centenario. Los límites de la radicalización de sectores de masas y de su incipiente vanguardia frente a objetivos que superaban el de voltear a un gobierno, se combinaron con la política de los aparatos reformistas y burocráticos, incluidos los de la izquierda, que contribuyeron fuertemente a vaciar las asambleas populares, tras colocarlas como furgón de cola del que proclamaron como supuesto nuevo “sujeto” de la revolución: el “sujeto piquetero”.. Claro que esta definición, nada tenía que ver con las muy respetables luchas que venían dando los trabajadores desocupados desde 1997, a partir de los sucesos de Cutral Co y los posteriores de Salta y Jujuy. Sólo se referían a los artificiales agrupamientos que esos mismos aparatos montaron en el 2002, después de haberse alineado detrás de la dirigencia de la CCC y la CTA en La Matanza. Por su lado, Duhalde y su gobiernno tuvieron un objetivo central: evitar una explosión social motivada por el hambre. Para ello utilizaron el reparto masivo de planes Trabajar. Al compás del retroceso operado ddurante el último año, todos los hechos protagonizados por las masas se fueron falsificando. Se montó una ficción sobre el 19-20 y sobre sus protagonistas. Para la burguesía, sólo existió una “conspiración” duhaldista que volteó a De la Rúa. En el imaginario del grueso de la izquierda, la rebelión popular (aunque con nombres más radicales) pasó a ser protagonizada por los “piqueteros” que, en realidad, como fuerza organizada, no jugaron ningún papel ese día (excepto por el boicot de los dirigentes D’Elía y Alderete, que no vacilaron en levantar las movilizaciones que tenían programadas de antemano, con el argumento de que el centro estaba “lleno de provocadores”). Todo este proceso gradual, pero ssostenido, se consumó en la estafa del último 20 de diciembre, que fue la antítesis del real del 2001, y una vulgar competencia de aparatos burocráticos y gente que no cumplió ningún rol destacado en diciembre del 2001. El ritmo de los acontecimientos sse fue combinando y graduando con la represión. El punto más alto fue el asesinato de Kosteki y Santillán el 26/6/2002 en Avellaneda. El gobierno retrocedió frente a una respuesta dura de la vanguardia, y adelantó las elecciones para descomprimir. Pero el curso represivo e intimiddatorio fue permanente y a propósito de los más ridículos pretextos, como los pasamontañas y los palos de los piqueteros. La mayoría de las direcciones piqueteras ofreció poca o ninguna resistencia frente a los crecientes atropellos represivos. La desmesura del aparato policial utilizado estaba destinado no sólo a intimidar a los manifestantes sino a todo el pueblo. Concediendo planes, reprimiendo ––o amenazando con hacerlo– por parte del gobierno, en medio de una total inacción de la “burocracia sindical” (algún nombre hay que ponerle) y con los movimientos piqueteros perdiendo plafón social por la combinación de sus límites objetivos y de la política de sus dirigentes, y por la acción propagandística de la burguesía y sus medios. Así se fue marchando a las elecciones, en medio de una apatía electoral que la guerra en Irak hizo aun más patente. El fin de la guerra, con la ocupaación anglo-yanqui de Irak, facilitó las cosas al permitirle a los medios bombardear durante 20 días con propaganda destinada a revalorizar, así fuera a regañadientes, la participación electoral. Y hay que decir que tuvieron basttante éxito. Un aporte considerable se lo deben a Lanata y a los centroizquierdistas dedicados a explicar que había que votar “en positivo” para no favorecer a Menem. Las encuestas dicen que el 40% resolvió su voto en las dos últimas semanas. La presentación de la izquierda más numerosa facilitó también este engaño, ayudó a legitimar la trampa (ver nota aparte). Un resultado sin sorpresas Menem no sólo tenía el apoyo de uuna parte del sector financiero: había construido un Estado dentro del Estado en más de una década de gobierno, y eso explica su votación mucho más que la nostalgia del “con Menem vivíamos mejor” o del “uno a uno” con el dólar. El grueso de su votación la logra en el interior del país, lo que le permite subir el promedio del 16% en la capital federal y un poquito más en el Gran Buenos Aires. Ganó en 12 provincias, dentro de las cuales la diferencia mayor la hizo en Córdoba (300.000 votos) y apareciendo en una foto junto a Reutemann pocos días antes del 27. La importante elección de López Murphy en la capital federal y en San Isidro o Vicente López (GBA), por ejemplo, demuestra que el voto de parte de los ricos empezó a serle esquivo al caudillo de La Rioja. La Nación del 29 de abril informa que la UCeDé de Alsogaray contribuyó con 952.000 votos de su “lista 20” a los 4,5 millones de votos que obtuvo Menem, lo que relativiza aún más su performance. Salvo que algo importante ocurra –natural o forzado–, sus posibilidades de triunfar en la segunda vuelta son escasas o nulas. El “regreso de los muertos vivos” al hotel donde se alojaba Menem el día de las elecciones, y los escarceos dentro de su entorno, muestran un terreno resbaladizo. Kirchner, por su lado, es Duhaldee sumado al odio de mucha gente que, más que esperanzas en Kirchner, quiere contribuir a que no vuelva Menem. Expresa más a los exportadores (y a cierta política de sustitución de importaciones que puede reactivar relativamente el mercado interno) pero debe enfrentar problemas estructurales, como el de la deuda, que lo pueden acercar a una situación límite. En este panorama de cierta volatiilidad de la mayoría de los votos, queremos señalar tres aspectos: la debacle del radicalismo; la aparición de un embrión de derecha más coherente y menos delincuencial que el menemismo (López Murphy); y, en tercer lugar, la aparición de una centroizquierda “ética” alrededor de Carrió que hizo una muy aceptable elección, a pesar de carecer de estructuras, lo que le significa un punto muy débil para el futuro. A estos tres elementos hay que agregar la pésima elección de la izquierda, que analizamos por separado. Puede ser que el radicalismo sea un gato con siete vidas. Pero aun a esos felinos, si les pasa un camión con acoplado por encima, muy probablemente no les queda ninguna por vivir. Creemos que esto le sucedió a la UCR. Nos parece muy positivo que salte por los aires un partido más que centenario y que su ala derecha vaya con López Murphy y su ala izquierda con Carrió u otros, ya que ninguno de estos proyectos tiene la capacidad de contención, aparato e historia del viejo radicalismo, siendo muy poco probable que lo puedan construir en las actuales condiciones del país y del mundo. Hay que seguir con muchísima atennción ambos fenómenos, que el 27 expresaron a un 30% de los votantes, aun cuando responden a sectores económicos distintos. Las instituciones y los partidos en carne viva Las elecciones no sólo no resolvieron sino que multiplicaron la crisis de representación y de las instituciones. Para mostrar un solo ejemplo, veaamos que la participación –de los partidos y sus pedazos– en el Parlamento es más distorsionada que nunca: la UCR, que acaba de sacar el 2% de los votos, tiene el 30% de los diputados y senadores del Congreso; es una muestra categórica del absurdo de las instituciones “representativas”. El PJ se caracteriza por ser tres partidos que comparten un mismo nombre histórico –lo único que tienen en común–, así algunos analistas los sumen y lleguen al 60% de los votos mediante una alquimia de sumar los votos sólo por su origen pero desconociendo que están ferozmente enfrentados entre sí, ahora y en el futuro, cualquiera fuera el resultado de la segunda vuelta. Los votos de las distintas listass de origen peronista se explican, externamente, por el estallido, la bancarrota y la caída de la Alianza; e internamente, por la ruptura del PJ que ni siquiera pudo realizar elecciones internas como partido. La brutal crisis del régimen de delegación política que explotó en diciembre del 2001, se mantiene a pesar de las elecciones y de que la mayoría del pueblo votó en “positivo” y no “que se vayan todos” o algo por el estilo. Ninguna pieza del espinel político escapa a esta crisis. Perspectivas No vemos que se haya cerrado el pperíodo abierto el 19-20 de diciembre. La clave está en la situación económica que se viene pateando para adelante (por ejemplo, los US$ 26.000 millones que vencen, y las tarifas). Si, como pareciera, triunfa Kirchhner, es posible que se abra un cierto período de expectativas. Pero la crisis es muy aguda y no tiene una solución a la vista que no sea revolucionaria. Para esa perspectiva debemos prepararnos. |
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