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EL NUEVO MILENIO Y EL MILAGRO DE LOS EEUU COMO PAIS BANANERO
Dr. Angel Rodriguez Kauth(*)

Los Estados Unidos de Norteamérica, o los Estados Unidos de América, como les gusta llamarse a ellos (1) han sido durante la última mitad de la última centuria del segundo milenio no solamente los gendarmes del Nuevo Orden Internacional, esto merced a la potencia de su armamento bélico. Con el mismo impusieron la fuerza de las armas por sobre la fuerza de la razón y hasta, inclusive, impusieron un orden mundial de ideas, es decir, una forma de pensamiento único: la ideología de la globalización, vale decir, pensar igual a como lo hacen -o no lo hacen ellos en su propio territorio- en función de los intereses económicos, geopolíticos e ideológicos del imperiocapitalismo.

Pero también fueron, durante el gobierno mundial de su Imperio, los adalides de la defensa del estilo democráticos -occidental y cristiano- de vida de los habitantes de los más recónditos lugares del planeta, que no tenían la menor idea de que se trataba, pero debían ajustarse a tales patrones políticos impuestos por las armas o por las presiones económicas que llevaban a reducir aún más sus paupérrimas condiciones de baja calidad de vida. Así, los norteamericanos se han arrogado el papel de censores en todos los procesos electorales que se produjeron en el resto del mundo, ya que ellos eran los únicos que sabían fiscalizar tales procesos y lo hacían levantando el pulgar al ganador y bajándolo al perdedor. Obvio que esto de jugar con el pulgar no siempre guardaba relación con la transparencia de los comicios, sino que más bien estaba en función de la protección de sus intereses nacionales. De tal suerte, baste recordar que a mediados del año 2000 impugnaron fervorosamente los comicios tramposos que tuvieron lugar en el Perú de Fujimori para, días después, terminar por convalidar desde la Casa Blanca (2) al fraudulento mandamás peruano, ya que convenía su presencia al frente del Perú para poder implementar -poco tiempo más tarde- su "Plan Colombia" en el cercano país acorralado por paramilitares y traficantes de droga.

Pues bien (3) ellos están afrontando al nuevo milenio en medio de una condición de desconcierto e irritación en el orden interno y de carcajadas internacional -que se escuchan hasta en el espacio intergaláctico por donde vuelan soberanas y orgullosas sus naves espaciales y dónde a la vez están instaladas sus estratégicas estaciones cósmicas-, como consecuencia del papelón que ha significado las idas y venidas en el conteo de votos en el decisivo Estado peninsular de La Florida, para decidir en definitiva quien será el nuevo Presidente del Estado que se autoproclama como el más respetuoso de la voluntad popular.
Pero, a nosotros, los habitantes de los países dependientes de una inmoral e impagable deuda externa, ¿qué nos importa quién será el próximo Presidente de EE. UU.?. Poco y nada. Cualquiera de los dos candidatos, el republicano G. Busch (h) o el demócrata A. Gore, son más de lo mismo, como decimos por estas tierras, "de nuevo sopa". Es decir, continuarán los planes de ajuste económico para poder pagar parcialmente los intereses de la inconmensurable deuda, cualquiera de los dos seguirá aplicando las llamadas -y también perversas- "guerras de baja intensidad" en aquellos países que se rebelen contra los designios de sus mandatos y de sus mandantes vernáculas. Evidentemente, más allá de quiénes están atados a los poderosos intereses económicos y financieros en juego del capitalismo internacional, poco nos importa. Mejor dicho: nada nos importa; la continuidad de los demócratas o la discontinuidad por los republicanos en el gobierno estadounidense continuará explotándonos y expoliándonos hasta sacarnos la última gota de sangre de nuestras venas siempre abiertas (Galeano, 1971).

Sin embargo, pese a no interesarnos en demasia el resultado electoral que consagrará al nuevo Presidente de los EE. UU., hay un tema que nos interesa. Es el que se refiere a su sistema electoral. Ellos han pretendido plantarse frente al mundo como los paladines de la democracia y la transparencia y, luego de las elecciones de noviembre 2000, los bochornosos hechos ocurridos los deslegitiman para seguir cumpliendo con tal papel. Es verdad, también vienen con pérdida de legitimidad en otros aspectos tan importantes como la paz que pregonan, que no es otra cosa que la Pax Americana, imitada al mejor estilo de la antigua Pax Romana que fue un período de prosperidad económica para el llamado "Imperio de los Antoninos" que duró casi un siglo (96-192) pero que se asentó sobre el poder armado para conservar las fronteras y acentuar el cobro de gabelas a los pueblos sometidos al Imperio Romano. Cualquier semejanza con lo que ocurre actualmente es mera casualidad, en cambio si es de hacer notar las sutiles diferencias entre una y otra Pax. La Romana estaba asentada en la fuerza de las espadas, en su caballería y en una activa flota en el Mediterráneo. La Americana se asienta sobre el poder de los misiles con ojivas nucleares y una infantería que entra a saqueo luego de los bombardeos de su poderosa flota aeronáutica, en cambio se mantiene -con diferencias de tamaño y poder de fuego- la presencia de una flota naval no solamente en el Mediterráneo, sino en todos los mares y océanos del planeta.

Pero, diferencias y semejanzas al margen, lo interesante para el análisis político es observar como se han venido dando sus procesos electorales. Sin dudas que los mismos, durante la última media centuria (4), han tenido más de circo, de show, que de auténtica participación ciudadana en los mismos. Y cuando me refiero al circo no es azaroso, si uno observa con detenimiento sociológico un espectáculo de estos, podrá ver que los payasos -habitualmente- hacen participar a una o dos personas del público. El resto de los centenares de asistentes solamente mira y se ríe a tambor batiente. No es mucha la diferencia de lo que ocurre en las elecciones norteamericanas durante su fase preelectoral. Los candidatos se exponen ante las pantallas de la televisión como si fueran un desodorante, una toalla higiénica o un preservativo. El espectador observa sus cualidades y defectos, elige uno de los dos productos (5) lo usa para rellenar su boleta electoral y luego lo tira al cesto de la basura. Y a esperar cuatro años más para gozar de un sano y atractivo espectáculo que alegra tanto a los adultos como a los niños de la gran familia norteamericana que, como toda familia auténtica, no es precisamente un paraíso, sino que se toman a las patadas a cada rato y como en toda familia que se precie, existen familiares de primera categoría y otros de quinta; pero eso es otra historia que pareciera que no viene muy a cuento con lo que estamos tratando, pero que -siguiendo la metáfora familiar- mantiene un emparentamiento con la situación política del "Gran País del Norte". Para las elecciones del 2000 las condiciones en que se desarrollaron las mismas no fue una excepción a la regla: mucha exhibición televisiva, gran despliegue parafernálico en los actos de cierre de campaña en cada Estado con globos de colores y música, ... pero de ideas originales, ¡bien gracias!, nada de nada para ofrecer al público elector (Rodriguez Kauth, 2000).

Es que la relación entre política y pantallas de televisión se ha convertido en una realidad insoslayable. No solamente los norteamericanos han caído en el vicio de elegir por televisión un automóvil, un equipo de aire acondicionado, un/a novio/a, sino también a sus representantes, ya se trate de presidentes de la República, legisladores o simples alcaldes. Para los cargos electivos, la "pantalla chica" requiere mucho desenfado, capacidad de improvisación y, fundamentalmente, un alto poder de síntesis ante la menor señal de que se está por acabar el tiempo acordado al entrevistado. Lo que se diga en ese lapso poco importa, lo que se necesita es que la persona que está ante cámaras sea capaz de cumplir con los aspectos formales del juego. Si lo hace correctamente, bien limpio y sonriente, seguramente se ganará el favor de un público que tampoco piensa mayormente en los contenidos y que se ha ajustado -de manera aquiescente- a tales pautas de la formalidad rigurosa. Además, preciso es señalarlo, el sistema de atracción de los televidentes no está en las manos de los políticos, sino que se encuentra en la de los propietarios de los medios de comunicación, que son -en definitiva- los que deciden cuáles temas serán atractivos para los televidentes y, a los candidatos, no les queda otra cosa que ajustarse a esas reglas perversas del sistema económico capitalista.

Y, ante la falta de ideas -tanto por parte de elegibles como de votantes- seleccionar al candidato fue una cuestión azarosa en el 2000 y, como todo azar responde a una ley matemática universal, la de los grandes números, que señala que cuando los mismos más se acercan al infinito, por ejemplo, las monedas -al tirarlas al aire en su caída- se reparten por igual entre cara y ceca. En este caso, dónde votaron aproximadamente 100 millones de personas -o títeres que elegían al azar- los votos en los colegios electorales se repartieron casi por igual entre los dos candidatos presidenciales. Es que en los EE. UU. todavía está vigente el perimido sistema de colegios electorales y, además, con una trampa.

Analicemos rápidamente la razón de la existencia de los Colegios Electorales y qué son los mismos. En síntesis, su historia se remonta a 1787, cuando los "padres de la patria" los concibieron para evitar que el Estado cayera en las manos de una mayoría tiránica. A su vez, para explicar rápidamente que son, vale decir que cada Estado de la Unión elige electores de Presidente y Vice, es decir, la elección es indirecta y los candidatos a dichos cargos son nombrados en una reunión del Colegio Electoral -cuyos miembros son elegidos entre los votantes de cada Estado y el del Distrito de Columbia, según el artículo segundo de la Constitución- y los candidatos que suman mayor número de electores son consagrado por dicho Colegio como las futuras autoridades. Es decir, la elección no responde al sistema "directo" que respeta la voluntad del voto popular en cuanto a consagrar como Presidente de la República a aquel que haya recibido mayor apoyo. Ellos aún se manejan con un sistema perimido que era válido cuando se quería hacer ponderar de manera diferencial a cada Estado según su caudal de habitantes que, en última instancia, será el de los electores que se han votado. Es decir, se utilizan intermediarios entre el votante y el que será su Presidente, lo cual es una forma tramposa de hacer abdicar a los votantes de su derecho a una representación más directa, aunque nunca ha de serlo de manera absoluta.

El sistema de colegios electorales ya se ha visto -y comprobado fehacientemente- que en las Repúblicas "bananeras", que copiaron sus Constituciones a imagen y semejanza de la de los EE. UU., no es ni remotamente legítimo ni representativo, por lo que en casi todas ellas ha sido sustituido por la elección directa, tomando al país como distrito electoral único y, todo esto -en los Estados Unidos- se agrava aún más con otra trampa que se usa habitualmente y que pasaremos a revisar.

La trampa de referencia -usada desde la época de la independencia- es sencilla y consiste en que el triunfador en cada Estado se lleva todos los electores que al mismo se le hayan atribuido, aún cuando haya ganado por un voto. Vale decir, solamente tiene espacio político la mayoría, mientras que las minorías se quedan afuera del Colegio Electoral; obvio es que menos aún existe una forma mucho más democrática y de respeto a la voluntad popular como es la de la representación proporcional. Esta metodología tramposa ha servido para mantener desde hace 200 años al sistema de bipartidismo -con alternancia en el Poder de republicanoss y demócratas- lo que ha facilitado la creación de un imaginario colectivo -ficticio- de una vida política democrática, aunque la misma solamente tenga visos de apariencia de tal y hace menos que imposible la intervención en la lidia de un tercer partido político. Más aún, para poder participar otro partido político en igualdad de condiciones con los dos mayoritarios, es preciso que en una elección anterior haya obtenido al menos el 5% de los sufragios, lo que le permite recibir una subvención fiscal para sus costos de mantenimiento y campañas proselitistas. Como no la tienen, corren con una seria desventaja frente a los dos partidos tradicionales. Sin dudas que esta realidad se da de patadas con la propuesta hecha por Rawls (1971) acerca del valor de la Justicia.

Pero, asimismo, vale la pena hacer notar otra pequeña trampa que usa el sistema electoral norteamericano. Es ignorar los "no votos" de aquellos que no concurren a las urnas a cumplir con su deber y derecho. Ellos algo quieren decir con su abstención (6) y, no hay que ser muy rápido de entendederas, para darse cuenta que se trata de un rechazo por el sistema político en vigor. Pese a ello el sistema los interpreta a su gusto y paladar, diciendo que se trata de personas que prefieren ocupar ese día libre en otros quehaceres más satisfactorios. Esto puede ser parcialmente cierto, pero también es parcialmente falso, ya que muchos de los que se abstienen de inscribirse para votar lo hacen porque no tienen opciones válidas para elegir. Tienen solo peras o manzanas -unas liberadoras de los intestinos y otras astringentes- pero no tienen la posibilidad de elegir una torta de crema y helado, por ejemplo.

Y la última trampa de a reseñar del sistema de elección a través de un Colegio electoral: en el 2000, si llegara a la Presidencia G. Busch, lo haría con menos votos totales (aproximadamente unos 300 mil) que su rival, esto gracias a un sistema perverso y fraudulento que no respeta la voluntad general del electorado.

Sin embargo, por cuestiones de salud mental (7) es preciso que retornemos al espectáculo circense que están brindando los norteamericanos ante un mundo que impávidamente los admira hasta el delirio paroxístico. Resulta que la carpa del circo se ha trasladado en el tiempo y en el espacio. Ya no está más instalada en los estudios de televisión ni en los estrados de las convenciones partidarias preelectorales, ahora ha pasado a tener su jurisdicción en los estrados judiciales, todo esto luego de un cuestionado recuento de los votos. Que los demócratas exigen y los republicanos se niegan a aceptar.

Por primera vez en la larga y fecunda historia "democrática" del Gran País del Norte se produce un episodio de tal carácter. Parece que en el imperio de las computadoras los recuentos de votos automáticos no funcionan tan bien como se creía en el mundo entero y, entonces, los asesores letrados del Partido Demócrata apelan el sistema de contar en el Estado de La Florida (8), ya que ellos reclaman que el recuento de votos se haga manualmente, es decir, mirando con la presencia de fiscales las boletas y anotando los mismos a lápiz y en un papel, tal como se ha hecho desde antaño y de la misma manera en que se hace en la mayoría de los países bananeros que no tienen la suerte (¿?) de contar con sistemas electrónicos y de informática tan sofisticados para tales menesteres. Y esto de contar manualmente no es una artimaña que emplean los del Partido Demócrata para no reconocer su derrota (9), sino que obedece a que en dicho Estado -invadido por inmigrantes "sudacas"- a más de tener una larga historia de fraudes electorales, se han anulado miles de votos correspondientes a Gore debido a que "casualmente" se habían confeccionado erróneamente las papeletas por parte de las autoridades electorales de un Estado que -otra casualidad más y van unas cuantas como para ser consideradas azarosas- está gobernado por un hermano del candidato presidencial del Partido Republicano y, dónde miles de judíos residentes en el Estado aparecieron -con sorpresa no exenta de indignación- votando por el candidato racista y fuertemente antisemita, el minoritario P. Buchanan.

Pues bien, -sobre todo lo de "bien"- para Fidel Castro al que estos ridículos episodios le permiten burlarse a mandíbula batiente de los defectos de la democracia formal (10), todo hace pensar que el resultado de la contienda judicial ha venido a reemplazar la incógnita de la compulsa electoral. Ya no se trata de quien ha obtenido más votos, sino que la cosa se resolverá en quién tenga mejores abogados para presentar sus argumentos en favor y en contra del recuento manual ante los diferentes niveles de apelación judicial. Vale decir, la voluntad popular -que debió haberse testimoniado en las boletas electorales- se ha visto desplazada y reemplazada por las capacidades de los leguleyos y, lo que es peor aún, de quién tenga mejores amigos "políticos" en los estrados. Esta será como una carrera de escollos, cuando se salta un nivel viene otro y otro más, hasta que al final todo vaya a parar a las manos de la Suprema Corte de Justicia. Entretanto, Clinton deberá abandonar el "salón oral" el 20 de enero y, dado el nivel de seriedad que están tomando las cosas, no sería extraño que Mónica Lewinski asumiera la Primera Magistratura del país más desarrollado y poderoso del mundo, al compás de la bella música puesta a los versos de José Martí -Guantanamera- interpretado por ella en un solo de saxofón.

Para cerrar. Esta nota fue terminada de escribir el 30 de noviembre. Que nadie piense que éste es el fin del Imperio Yanky, para que lo sea tendría que tener un rival que compitiese con él por el poderío mundial y, en la escena política internacional, todavía no aparece candidato alguno con tales pretensiones. Con un poco de suerte y viento a favor, este puede ser el primer empujón para terminar con un imperio que ha sembrado el terror y el hambre en el mundo con su belicismo incontrolado y sus afanes por explotar a los pueblos empobrecidos.

BIBLIOGRAFIA:
BERGSON, H.: (1900) La Risa. Ed. Losada, Bs. Aires, 1939.
GALEANO, E.: (1971) Las venas abiertas de América Latina. Ed. Siglo XXI, México, 1975.
RAWLS, J.: (1971) Teoría de la Justicia. F. C. E., México, 1997.
RODRIGUEZ KAUTH, A.: (1997) "La caída del muro cubano: una lectura desde la psicología política". Rev. Iniciativa Socialista, Madrid, N°44.
RODRIGUEZ KAUTH, A.: (1999) "Operación alimaña del Salón Oral. Rev. Iniciativa Socialista, Madrid, N° 52.
RODRIGUEZ KAUTH, A.: (2000) El Discurso Político (La caída del pensamiento). Espacio, Bs. Aires.

CITAS
(*) Profesor de Psicología Social y Director del Proyecto de Investigación "Psicología
Política", en la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional de San Luis,
Argentina.
(1) Con lo cual desde antaño tienen la pretensión de absorber al resto de los países del
continente, tal como tan atinadamente lo observara Simón Bolívar hace casi dos centurias.
(2) La misma donde se sucedieron los tragicómicos episodios del "Salón Oral" (Rodriguez Kauth,1999).
(3) Y nunca mejor utilizada la expresión "pues bien".
(4) Especialmente luego que J. Kennedy le ganara la presidencia a R. Nixon, gracias a la sonrisa
de los miembros de su familia, que era semejante a la publicidad de un dentífrico.
(5) Oligopolio -que se le llama- en el país que hace un culto al libre mercado ... para ser
aplicado a los otros, ya que el proteccionismo interno a su mercancía es una de las más altas del mundo.
(6) En la elecciones de marras, aproximadamente el 50% de las personas en condiciones de votar no lo hizo.
(7) El humor es saludable y más aún la risa estentórea y hasta con carcajadas, como la que provocan estos hechos (Bergson, 1900).
(8) Que lleva los 25 electores que definirán el nombre del futuro Presidente, ya que en el resto de los Estados están prácticamente empatados en número de electores.
(9) A veinte días de las elecciones está ganando Busch por algo así como nada más que 300 boletas.
(10) Y que le permiten justificar por el absurdo la existencia del Partido Unico en la isla
caribeña (Rodriguez Kauth, 1997).


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