Solidaridad
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EDITORIAL

A comienzos de este año se realizo en Porto Alegre Brasil el Foro Social Mundial, en contraposición al Foro de Davos.  Cerca de 5000 delegados de distintos países llegaron a la mencionada ciudad del sur de Brasil y participaron de sesiones plenarias en las que se destaco la presencia de políticos reformistas, académicos e incluso de empresarios progresistas. Entre las estrellas del foro estuvieron Cuathemoc Cárdenas, Luis Ignacio Da Silva (Lula), representantes de las FARC de Colombia, y Hebe de Bonafini, presidenta  de Madres de Plaza de Mayo.

Los debates se centraron en la cancelación de la deuda externa de los países del tercer mundo,  la imposición de impuestos a las transacciones financieras internacionales, el “comercio justo”, la “deuda ecológica” y la experiencia de participación popular introducida por el PT en Porto Alegre. Con tal programa y tales sponsors no es extraño que la conferencia estuviera dominada por ONGs, partidos del Foro del San Pablo y ministros del Partido Socialista Francés.

Claramente, el Foro de Porto Alegre fue un intento de revivir al viejo reformismo socialdemócrata y al nacionalismo burgués latinoamericano después de la bancarrota de la década del 70, experiencias que deberían ser objeto de una profunda critica por parte de los revolucionarios. Sin embargo, muchos de los autodenominados revolucionarios  presentes en Porto Alegre, como el Secretariado Unificado, se limitaron  a presentar consejos diplomáticos a los reformadores del capitalismo que copaban la reunión.

Por otro lado, aquellas fuerzas que organizaron acciones de acción directa en Porto Alegre – como los Sem Terra de Brasil o la Confédération paysanne de Francia -  también tienen un programa reformista consistente de slogans utópicos e imprecisos como “agricultura no es negocio” y “los alimentos son un derecho humano” que no explican que los mismos son irrealizables sin la eliminación de la explotación capitalista de la tierra, la industria y el conocimiento.

Un anticapitalista que no dice claramente que  es necesario destruir al capital no merece tal nombre. En todo caso debe ser llamado reformista. Ya que la única forma de luchar contra el hambre es haciéndolo por la revolución y el socialismo.

Para Solidaridad, humanizar el capital es una utopía reaccionaria. Por eso, nosotros como auténticos anticapitalistas sostenemos que aquellos que participaron del Foro de Porto Alegre con la intención de constituir una alternativa anticapitalista deberían pensar en romper con los organizadores de dicho evento y sus políticas si no quieren acabar como los cómplices rojos del Foro de Davos.

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