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LA COMUNA DE PARÍS Y EL INTERNACIONALISMO PROLETARIO 

Silvio Costa(*)


Este año se conmemoran los 130 años de la Comuna de París de 1871, acontecimiento que sitúa desde el punto de vista práctico y por primera vez en la historia, el lema ¡Proletarios del mundo, unios!, contenido en la portada del Manifiesto del Partido Comunista, publicado en 1848, por Marx y Engels. Consideramos que es oportuno rememorar en líneas generales la noción del internacionalismo proletario y su manifestación en la Comuna.

Las revoluciones burguesas, principalmente después de 1789, en contra del orden monárquico traen también consigo, el eslogan universalista de libertad, igualdad y fraternidad (principios formales elaborado por los pensadores contractualitas y el iluminismo) y de que todos los hombres tienen el derecho de resistir contra los regímenes opresores, lo que contribuye a legitimar las insurrecciones y las revoluciones contra los regímenes monárquicos, basados en privilegios y discriminaciones. Así, las transformaciones en un determinado país repercutían inmediatamente en otros, por la reacción de las fuerzas de conservación del orden, que intentaban mantener sus privilegios de clase; o por la necesidad que tenían los regímenes burgueses nacientes de defenderse. Esto hace que los cambios en un país tengan impactos decisivos más allá de las fronteras geográficas y de la repartición política y territorial entre las monarquías.

“Resulta especialmente significativo, en lo que respecta a los aspectos internacionales de las revoluciones posteriores a 1789, que la Revolución Francesa se convirtiera en algo más que una simple revuelta contra problemas específicamente franceses: las demandas y los eslóganes de los revolucionarios de Francia, como libertad, fraternidad e igualdad, se podían aplicar de manera obvia a cualquier país y siglo. De hecho, algunos conceptos e ideologías que surgieron de la Francia revolucionaria, como democracia y socialismo, se desarrollaron de manera específica como movimientos conscientes internacionales por parte de intelectuales revolucionarios como Karl Marx. También conviene señalar que los avances tecnológicos en impresión y comunicaciones hicieron posible que las ideas se propagaran con rapidez, no sólo dentro de un país determinado, sino también más allá de sus fronteras(...) Cada vez les resultaba más evidente a los revolucionarios y conservadores que la revolución, del mismo modo que el desarrollo económico, se estaba convirtiendo a toda velocidad en un fenómeno interrelacionado a escala global.” (TODD, 2000: 112).  

LA IDEA DE NACIÓN Y EL INTERNACIONALISMO BURGUÉS 

La concepción burguesa que presupone un contenido general de libertad en abstracto, de igualdad en abstracto, de fraternidad en abstracto, o sea, de derechos universales abstractos y de hombre abstracto, necesita y construye conjuntamente la idea abstracta de pueblo, como habitantes, independientemente de su origen étnico y clases sociales, de un determinado espacio geográfico y político, denominado Nación.

La ideología burguesa, al elaborar ideas de igualdad y de derechos universales en abstracto, intenta eliminar las contradicciones y las desigualdades reales entre las clases sociales y uniformizar la sociedad. Así, en el esfuerzo de neutralizar la acción colectiva del proletariado e impedir su identidad de clase, presenta el Pueblo-Nación: todos aquellos que habitan el mismo espacio político y geográfico, poseen las mismas "tradiciones" e “historia”, hablan el mismo idioma, tienen el mismo color de la piel, etc., como identidad colectiva. Pero, la destrucción de la hegemonía de la nobleza, las transformaciones políticas, el desarrollo de las fuerzas productivas y "la internacionalización de la producción capitalista hacen (...) con que la burguesía se vuelva una burguesía internacional y el proletariado un proletariado internacional. Hay, por lo tanto, una burguesía y un proletariado europeos [y mundial] por consiguiente, no distintos." (PALACIOS, 1995: 27)

En realidad, el Pueblo-Nación, la nacionalidad, al transformar los desiguales en jurídicamente iguales, intenta crear identidad de intereses entre obrero y capitalista y, negar el antagonismo engendrado en el nivel de las relaciones de producción, que se manifiesta por toda la sociedad, eliminando la división de la sociedad en clases sociales antagónicas en lucha irreconciliable, y la contradicción esencial entre capital y trabajo (COSTA, 1998: 135).

“Al implantar la colectividad nacional, el Estado burgués define a todos los agentes de la producción, productores directos o propietarios, como iguales: tal igualdad consiste en su condición común de habitantes de un mismo territorio. (...) Así, la unificación aparente o formal de los agentes de la producción en el Pueblo-Nación transforma a los productores directos en individuos: neutraliza su tendencia al aislamiento. Esta individualización es un obstáculo para la lucha de los productores directos contra los propietarios de los medios de producción que les arrancan el trabajo excedente; así esta medida, hace posible la renovación continua de ese proceso de extorsión. (...) el Estado burgués, al representar la unidad (...) de los miembros de las clases sociales antagónicas en él Pueblo-Nación lleva a cabo la función de neutralizar la tendencia a la formación de comités de la fábrica, sindicatos obreros, partidos revolucionarios; es decir, de atomizar a los productores directos, conservándolos en un estado de masa (individualismo, competición en el mercado de trabajo) e impidiendo su constitución como clase social. (PALACIOS, 1995: 26)

La Comuna de París de 1871 desmitifica el discurso burgués del Estado-Nación, del nacionalismo burgués y revela el carácter internacional de la aristocracia y de la burguesía y, consecuentemente, de las clases y de la lucha de clases.

Las clases propietarias no oponen una resistencia significativa a la ocupación de Francia y de París por las tropas prusianas enemigas, pero, debido la rebeldía del proletariado, agilizan las negociaciones con los monárquicos prusianos.

Thiers expuso con claridad a los componentes de su gobierno y de la Asamblea Nacional que era necesario aprobar las condiciones de la paz inmediatamente, sin concederles por lo menos los honores de un debate parlamentario, única circunstancia bajo la que Prusia permitiría empezar la guerra contra la República y contra París, su baluarte. En realidad, Thiers afirma que la Contra-Revolución francesa y europea, en alianza contra el proletariado, no tenía tiempo que perder.

Las clases propietarias se someten al yugo prusiano y, con la garantía de la no-intervención e, incluso, de apoyo del Ejército enemigo, organizan y concentran su violencia y poder de destrucción contra sus "ciudadanos", contra la Comuna.

“El hecho inédito es que, en la más tremenda guerra de los tiempos modernos, el ejército del vencedor y el ejército de los vencidos se fraternizan en la matanza común del proletariado que no representa, como piensa Bismarck, la destrucción definitiva de la nueva sociedad que avanza, sino el derrumbamiento completo de la sociedad burguesa. La empresa más heroica de la que todavía es capaz la vieja sociedad es la guerra nacional. Queda probado ahora que es una pura mistificación de los gobiernos, destinada a retardar la lucha de clases, de la cual se prescinde después de que esa lucha de clases explote bajo la forma de guerra civil. La dominación de clase ya no puede ocultarse bajo el uniforme nacional; ¡todos los gobiernos nacionales son uno solo contra el proletariado!. (MARX, 1977: 215). 

EL INTERNACIONALISMO PROLETARIO 

Explicitando las contradicciones entre el discurso ideológico mistificador y la práctica agresiva e imperialista en que se afirma el nacionalismo burgués, Marx y Engels, en contraposición, revelan ya en 1848, en el Manifiesto del Partido Comunista, el contenido internacional de las relaciones capitalistas-burguesas y de las clases sociales, exteriorizan el carácter nacional e internacional, solamente en cuanto forma de manifestación de la dominación y explotación de clase y, consecuentemente, el carácter internacional de las clases y de la lucha de la clase obrera, o sea, el internacionalismo proletario. Este carácter internacional es expuesto en la portada del Manifiesto: ¡Proletarios de todo el mundo, unios!

En este sentido, la Comuna de París de 1871 es la primera experiencia y manifestación del contenido internacional de las clases, de la dominación de clase y de la lucha entre las clases, pues revela con gran nitidez, contundencia y violencia la alianza y unión de las aristocracia y burguesía francesas y prusianas contra el proletariado de París.

La Comuna de París, al posicionarse como contraria a la sumisión de Francia y a la entrega de París a la dominación de prusiana, no lo hace movida solamente por el sentimiento nacional (forma en que se muestra concretamente la lucha de clases), sino, por una serie de razones que en ese momento, colocaban con gran evidencia que la lucha de clases no se limita a las fronteras nacionales, a sólo un país: es internacional, como quedó demostrado claramente en las posiciones asumidas por el proletariado de París y por las clases propietarias francesas en alianza con las tropas prusianas de ocupación.

Así, la lucha del proletariado parisino contra las aristocracia y las burguesía francesas y prusianas asume un contenido internacional y revela que los problemas de las clases dominadas y explotadas no se limitan a las fronteras políticas y geográficas. Y así, recibe solidaridad de la clase obrera de distintos países que comprenden que la explotación de que uno es objeto es la misma de las clases explotadas de otras naciones, y que son parte de esa sociedad civil más amplia que es la sociedad mundial. Por eso, los conflictos locales y nacionales son solamente manifestaciones concretas de la lucha de clases que tienden a desaparecer con la internacionalización de las relaciones sociales, y así, se convierten en conflictos más allá de los límites nacionales. Los problemas y la lucha del proletariado francés no se limitan a sus fronteras geográficas, sino que son los mismos que los del proletariado alemán, del proletariado inglés, del proletariado español, y así sucesivamente.

En este sentido, el proletariado obtiene el apoyo y la solidaridad del movimiento obrero y socialista de varios países, sobre todo de la Asociación Internacional de los Obreros, la Internacional, e incorpora a innumerables socialistas extranjeros a sus hileras, convencidos de los principios del internacionalismo proletario, y escoge a varios extranjeros para las posiciones de la dirección en la Comuna, que además, murió en las barricadas en defensa de la república universal, porque "la bandera de la Comuna es la bandera de la República mundial". (MARX, 1977: 162)

 “No obstante, a lo largo de su corta existencia de 72 días, la Comuna de París halló muchos partidarios por toda Europa, pertenecientes sobre todo a la clase trabajadora corriente, a menudo miembros de sindicatos y una minoría significativa de partidarios de la Primera Internacional de Marx. Mandaron mensajes de apoyo y organizaron, cuando fue posible, reuniones públicas de solidaridad. La mayor de esas manifestaciones se realizó en el Hyde Park de Londres el 16 de abril de 1871, con 30.000 participantes. Además, a pesar de la derrota de la Comuna al mes siguiente, los Communards legaron al movimiento internacional obrero dos símbolos perdurables: la bandera roja del socialismo y la famosa canción del comunismo, la “Internacional”, escrita por el Communard Eugène Pottier” (TODD, 2000: 119).

La Comuna de París de 1871 al facilitar a los proletarios de París y al proletariado mundial la idea de que no solo es posible, sino un deber imperioso y un derecho luchar por la concretización de los principios de libertad, igualdad y fraternidad internacional, sin limitarse simplemente a apoderarse de la máquina del Estado (nacional) tal como se presenta y servirse de él, sino que deben tomar el poder político y construir un nuevo tipo de Estado que puedan utilizar para sus propios fines, para volverse dueños de su propio destino.

BIBLIOGRAFIA:

TODD, Allan (2000): Las revoluciones. 1789-1917. Madrid, Alianza.

PALÁCIOS, Gonçalo Armijos (1995): A verdade sobreA Ideologia Alemã”. Goiania. 

COSTA, Silvio (1998): Comuna de París: o proletariado toma o céu de assalto. São Paulo / Goiânia, Anita Garibaldi / Universidade Católica de Goiás. 

MARX, Karl (1977): “A guerra civil na França”. En MARX, K.; ENGELS, F. (1977): Textos. 3 v. São Paulo, Alfa-Omega.

(*)Profesor de Sociología y Ciencias Políticas en la Universidad Católica de Goiás (Brasil). Doctorando en la Universidad Complutense de Madrid. Es autor de Tendências e Centrais Sindicais: o movimento sindical brasileiro de 1978 a 1994 (1995); Comuna de París: o proletariado toma o céu de assalto (1998), y Revolução e Contra-Revolução na França (1999), publicados en Brasil, por las Editoriales de la Universidad Católica de Goiás (Goiânia) y Anita Garibaldi (São Paulo). Es organizador de: Estado e poder político: do realismo político à radicalidade da soberania popular (1998. Editorial de la Universidad Católica de Goiás) y Concepções e formação do Estado brasileiro (1999. Editorial Anita Garibaldi). silviocostabrasil@hotmail.com

 

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