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Rumania:
la
miseria, producto directo del régimen restauracionista; su solución,
esconder a los pobres Gabriel Artigue |
El
Ejecutivo ha dado inicio a una "nueva" política social.
Ante la creciente pobreza generalizada, la "solución" de la
administarción socialdemócrata no es buscar fuentes de trabajo para los
marginados, no es garantizar una real asistencia social para con los
desocupados, buscar asegurar la vivienda de los sin techo, ni siquiera
favorecer inversiones más o menos viables que garanticen puestos de
trabajo. Se
ha pasado a un nuevo criterio: culpabilizar al pobre, al marginado, al
mendigo. En una campaña orquestada por el Gobierno y la prensa, se nos
ofrece una imagen del marginado social como sujeto consciente, y su modo
de vida (acorde a su miseria), como volicional. Para que estos "malvados"
marginales no molesten a los "respetables ciudadanos" pidiendo
limosna a los transeúntes, se los hace culpables legalmente, y se los
hace responder ante la Justicia. El
principal modo de escapar de ese "malvado" individuo que no
"quiere" adaptarse a las normas de vida de nuestra moderna
sociedad "democrática", es enviarlos a su lugar de origen. En
Rumania, toavía hoy, no existe la total libertad de mobilidad de los
ciudadanos dentro del territorio nacional. Por ejemplo, si un ciudadano de
alguna ciudad o localidad del interior del país quiere radicarse en la
capital, Bucarest, debe tener aprobación del Estado. En cada documento de
identidad figura la localidad donde el ciudadano tiene autorización para
residir legalmente. Así
pues, se ha iniciado el martes pasado una vergonzosa campaña, llamada hipócritamente
"A casa", mediante la cual se efectúan razzias sistemáticas
para capturar a los mendigos, vagabundos, gitanos, niños de la calle y
prostitutas, para devolverlos a sus localidades de origen. Con el
argumento de la residencia ilegal, la policía embarca diariamente a
decenas de "residentes ilegales" en vagones de trenes, el
resultado de la "cosecha" del día. Esta
acción no es emprendida sólo en la capital, sino que es llevada a cabo
en las principales ciudades del país. El intendente (alcalde; mayor)
de Alba Iulia declaró que la presencia de los marginados sociales
deshonran su ciudad, ya que la mayoría – sostiene – no son oriundos
de ella. El Primer Ministro Adrian Nastase dijo estar harto de que la
figura del niño de la calle en Bucarest sea la imagen más representativa
de esta ciudad en el extranjero, y por ello éstos deber ser devueltos a
sus lugares de origen. Nada de planes sociales, nada de puestos de trabajo.
Ser pobre, no tener casa ni trabajo es un delito – nos enseña la actual
administración. En
Bucarest es más claro el origen foráneo de estos marginales. Mediante un
verdadero proceso de migración local, del interior del país (de las
ciudades del interior, de pequeñas localidades, del campo) hacia las
grandes ciudades, y especialmente Bucarest, masas desposeídas y
desesperadas han estado buscando abrigo en Bucarest en los últimos años.
Su perspectiva era, naturalmente, encontrar trabajo y estabilidad
material. Sin
embargo, no todos son foráneos. Hay mendigos locales, a los cuales se les
aplica severas multas (impagables e impagas) por el delito de mendigar (!).
La policía y los jueces aplican esas multas simplemente como una
formalidad, para que se vea que cumplen con su deber, aun cuando saben que
jamás serán abonadas. Estamos
en la Inglaterra de los siglos XV y XVI, cuando la ley consideraba a los
vagabundos "infractores voluntarios". Los vagabundos aptos para
el trabajo eran azotados o encarcelados. Eran atados a una carroza y
azotados hasta sangrar, y luego se los obligaba a jurar que regresarían a
sus localidades de origen y se pondrían a trabajar. "¡Qué ironía
cruda!", comentó Karl Marx ante esta situación. En el siglo XVI, en
Inglaterra, el vagabundo reincidente (reténgase: ser vagabundo era un
delito) era sometido nuevamente a los azotes y se le cortaba la mitad de
una oreja. A la tercera infracción, el "delincuente" era
ejecutado. En la Rumania del 2001, que repite el siglo dieciséis inglés,
la campaña está en sus comienzos, por lo que cabe esperar todavía qué
castigos se dará a los reincidentes. Antes
de la Segunda Guerra Mundial, las personas que eran captuadas en Bucarest
residiendo ilegalmente también eran obligadas a regresar a sus
localidades de origen. Sólo que entonces la policía los obligaba a ir caminando,
en un trayecto que duraba varios días. Los inmigrantes internos ilegales
eran acompañados por gendarmes durante todo el viaje, que los apuraban y
les impedían descansar. Ahora, claro, se usan métodos acordes a la ética
contemporánea: se amontona a los residentes ilegales en vagones de tren
como si fueran reses, en condiciones de máxima promiscuidad y mínima
higiene. Los
testimonios de la prensa sobre las razzias que están siendo llevadas a
cabo en estos días son desgarradores. Gran
parte de los niños de la calle ni siquiera poseen documento de identidad,
por lo que no se puede determinar de dónde vienen. Algunos no quieren
declararlo, otros ni siquiera lo saben. Estos niños apenas si conocen a
las asociaciones que les llevan pan a la Estación del Norte, zona
capitalina superpoblada de niños sin hogar, y las autoridades se quejan
de que los representantes de estas asociaciones no quieren colaborar con
ellas para detectar el lugar de procedencia de estos niños. El
caso de las prostitutas es más difícil para las autoridades. La policía
lo más que puede hacer es aplicarles multas y llevarlas ante la instancia.
Sin embargo, raramente son condenadas o encarceladas, dado que para ello
sería necesario que fuesen sorprendidas en flagrante y que algún cliente
testifique (cosa que nunca ocurre). Las prostitutas son amontonadas en
trenes y llevadas hasta sus localidades de origen, por residencia ilegal y
no por prostitución (no importa el motivo oficial, lo importante que no
haya prostitutas, o, mejor dicho, esconderlas). De todos modos, éstas
se burlan de los policías. No les importa que sean deportadas, porque al
día siguiente estarán de regreso – dicen. Sus proxenetas acompañaron
al tren donde éstas viajaban, en automóvil, prestos a traerlas de vuelta
en el mismo momento en que ellas bajasen del tren; y todo esto a sabiendas
de los policías. Un
joven mendigo de 20 años de edad relata: "Nos agarraron en
Grozavesti, en la alcantarilla", su vivienda. "Vine a Bucarest
hace 14 años. No tengo padres y viví en un orfanato desde que nací.
Ayer, a las seis, teníamos que ir a la fundación Parada a tomar una sopa.
Vinieron los policías enmascarados hacia nosotros y nos llevaron a la
seccional. Mientras vivimos en las alcantarillas, recibimos comida y
dinero de la gente que pasa por la calle." A su lado, Nastasia, una
muchacha de 17 años, relata que huyó de casa hace 7 años: "mis
padres se separaron y me fui de casa por culpa de mi padrastro". Iulian,
de 24 años y originario de Mizil, dice: "Vivo desde los 14 años en
Bucarest, y vivía en Piata Victoriei, en una alcantarilla. Éramos unos
seis, muchachos y muchachas. Lavábamos coches en la Estación" (de
trenes) "y en Piata Victoriei. Si no teníamos dinero para comer,
algo encontrábamos en los tachos de basura. Quiero quedarme aquí, aprendí
a sobrevivir aun así". Un niño de la calle decía a un policía:
"¿Por qué no nos dan de comer? Tenemos hambre, señor". Otro:
"¿Por qué me van a dejar en Ialomita, si hace mucho que no vivo ahí?
¿Qué voy a hacer allí?". Una
joven mendiga de 23 años, Natalia, de la República de Moldavia, vino a
Bucarest para juntar dinero para operar a su hija enferma, de 3 años. Lo
mismo la también moldava Veronica, de 33 años: vino a mendigar a Rumania
para su hija enferma. Dos
gitanos de Oltenita habían venido el invierno pasado a Bucarest con su
carreta a vender botellas. No tienen documento de identidad, así que
fueron puestos en el tren por la policía. Su carreta se queda en Bucarest. Una
prostituta dijo: "Anoche vine a pagar una multa de 400.000 lei"
(1 US$ = 27.000 lei) "y me llevaron abajo. Tengo siete hijos en
casa". Otra de ellas es egresada universitaria. Doina, de 35 años,
dice que empezó a prostituirse desde que la echaron de un instituto de
investigaciones, donde trabajaba como química: "tengo dos hijos, una
niña de 14 años y un niño más pequeño. ¿Qué pasaría si mi hija se
enterara de que soy prostituta? Si voy y le doy por la cabeza a alguien,
no está bien, si robo, dejo a otro sin pan [...]. Si me prostituyo,
tampoco está bien. Si al menos se legalizara, que un doctor y un avocado
me consigo". Una joven prostituta de 16 años, de Hirsesti, dijo:
"gano 500.000 por día, a veces hasta dos millones. ¿Qué, que vaya
a la fábrica?" En
esta Rumania altamente corrupta, hay, como no podía ser de otra manera,
excepciones. Dos prostitutas de Moldavia, fueron apresadas por los policías
de la Seccional 3, y, aunque no tenían residencia legal en Bucarest –
al igual que las otras prostitutas – fueron puestas en libertad. Ambas
frecuentan el Hotel Bucuresti y tienen conocidos en altas esferas: tienen
inmunidad. En vano el policía común intenta hacer cumplir la ley,
una ley que jamás se cumple cuando intervienen personas poderosas (y esto
se verifica en todos los ámbitos, no solamente en las razzias y
expulsiones de ahora). Uno de los principios básicos de la Justicia,
comoquiera que ésta sea definida, es que la ley, cualquiera que fuera ésta,
sea la misma para todos; las otras prostituas les gitaban desesperadas a
los policías que las conducían a los trenes "¿Por qué liberaron a
las dos del Hotel Bucuresti?". En efecto, percibieron que su trato es
injusto, que la ley no es la misma para todos. Aun cuando el policía
hubiera sentido que la mujer que le gritaba tenía razón, nada podría
haber hecho. Pero difundir este hecho será una buena denuncia a este régimen
putrefacto. Los
trenes partían de la Estación del Norte rodeados de cordones de
gendarmes. El miércoles fueron expulsados de Bucarest en total 300
personas, consecuencia de las razzias del martes. Digno de ser notado es
que según la prensa reinaba una solidaridad total entre los expulsados
amontonados en los vagones. Es
dudoso que el Gobierno logre su objetivo de "limpiar" Bucarest
(y las principales ciudades del país) de los "malvados"
mendigos y niños de la calle. Máxime teniendo en cuenta que muchos de
ellos han dicho tranquilamente que volverían inmediatamente a Bucarest. Y
probablemente lo hagan. Al conocer las nuevas reglas, estos marginados
sociales, consecuencia de las políticas económicas y sociales de todas
las administraciones que se sucedieron desde 1990, desarrollarán sistemas
de adaptación a éstas. Una vez se estabilice en cierta forma la
estrategia estándar de los marginales para burlar a las autoridades, las
razzias tendrán que adaptarse a su vez a estas nuevas maniobras. Es un círculo
vicioso. Bucarest
es la zona del país con menor tasa de desempleo, oficialmente alrededor
del 5% (se ha mantenido constante en los últimos años). Esta medida de
devolver los residentes ilegales a sus zonas de origen, y si estas razzias
tienen un eficaz efecto intimidatorio, podría llevar a una acumulación
de población desocupada en las zonas más desfavorecidas del país. ¿Qué
perspectivas puede tener un marginal devuelto, por ejemplo, a Gorj, donde
el desempleo está en cerca del 18%? La miseria y la tensión social
crecerían en las zonas más pobres del país, pero, claro, lo más
importante no es que no existan los pobres, sino ocultarlos. Mendigar
es un delito, también residir en una determinada ciudad sin un permiso
oficial. La prensa presenta a los vagabundos y a los niños de la calle
como individuos hallados en su presente condición producto de un plan, un
acto volicional, en resumen, porque quieren. Que vuelvan a sus localidades
y se pongan a trabajar. ¿Dónde? Qué cruda ironía, siendo que no hay
alternativas reales de insersión laboral para este sector de la población.
Al desocupado y sin techo, y sin perspectivas de emplearse pronto, ya no
le es permitido ni siquiera mendigar. Mendigar es un delito, y las multas
demasiado altas para que éste las pueda pagar con sus "ingresos".
Sé pobre y no nos molestes, soportá tu pobreza – razona el régimen.
¿Cuál es la alternativa para los marginados en Rumania, deseosa de
restaurar un capitalismo viable, sometida al FMI y a las exigencias del
mercado capitalista mundial? La
solución al problema acuciante de la marginalidad en Rumania no puede
concebirse separada de la lucha por la sociedad socialista. Y ésta no
debe ser confundida de ningún modo con la caricatura de socialismo que
fue el régimen stalinista. Durante el stalinismo, los relativamente pocos
vagabundos (en todo caso muchos menos que los de la Rumania capitalista de
hoy), eran aprehendidos por la milicia, se les encontraba un lugar de
trabajo inmediatamente, y se los obligaba a trabajar. Pues ni lo uno ni lo
otro. Debe perderse la ilusión de que el camino hacia reforzar el capitalismo erradicará la marginalidad. En los propios Estados Unidos ésta representa un grave problema. Lo mismo en los principales países capitalistas desarrollados, ni que hablar de África, América Latina y Asia. La miseria es una necesidad de la economía capitalista, no una consecuencia indeseada, no un "error" que podría ser subsanado en su propio marco. Es únicamente la sociedad socialista la que erradicará la pobreza y la marginalización social, mediante la garantía del pleno empleo, como consecuencia de una planificación económica democrática (no burocrática), racional, humana, y que atienda a las necesidades de la sociedad, no a la carrera tras la ganancia de los bolsillos de los capitalistas. Para desarrollar esa perspectiva es necesaria la toma del poder por parte de la clase trabajadora, y para ello es necesaria urgentemente la creación del partido obrero, revolucionario e internacionalista. |
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