Solidaridad
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En la Cornisa

Daniel Bengoechea

El gobierno de De la Rua sigue caminando por la cornisa. Pero, pese al inmenso repudio popular, a los sucesivos golpes de mercado y a 41 meses de recesión que han provocado una rebaja generalizada de salarios y un aumento de la desocupación y la miseria a niveles nunca vistos en la Argentina, De la Rúa se sobrevive a sí mismo gracias a que los hombres de negocios están poniendo énfasis en la continuidad sin interrupción, ni cambios del régimen constitucional. A pesar de ello no sería una sorpresa si mañana cae. En todo caso, la larga agonía del gobierno no se explica por la habilidad de su presidente o ministros, sino más bien por el profundo fraccionamiento de los de arriba, la dispersión de los de abajo, los intereses de los yanquis en la región y la extraordinaria volatilidad de la situación en su conjunto.

El agotamiento de la convertibilidad como modelo capaz de dar rentabilidad a todas las fracciones de la burguesía y el gigantesco endeudamiento externo son las bases económicas de esta crisis terminal que ha partido en dos a la gran burguesía. De un lado, las multinacionales, los banqueros y las empresas privatizadas que luchan por sostener sus altos niveles de rentabilidad y presionan para dolarizar la economía, no sin antes descargar el peso de la crisis sobre las masas con una devaluación; del otro, gran parte de los industriales y agrarios que presionan por una rebaja drástica de los costos de producción y una salida devaluatoria que igualmente significaría una brutal confiscación sobre los bolsillos obreros. La puja entre dolarizadores y devaluadores por imponer una salida que favorezca sus intereses se ha puesto al rojo vivo en los últimos meses. Las feroces internas de los principales partidos del régimen (duhaldismo vs menemismo, alfonsinismo vs delarruísmo, etc.) no son más que un reflejo de las contradicciones que atraviesan a la gran burguesía. La línea que siguen estas disputas no es la de las siglas partidarias, sino la de las divisiones de las clases dominantes.

En este momento, aun no esta claro cual de las fracciones burguesas triunfara. Lo único que esta claro es que sé esta haciendo pagar los costos de la crisis a la clase obrera y demás sectores populares. La reducción de salarios de los trabajadores estatales, el aumento de la desocupación, el congelamiento de cuentas bancarias, la amenaza de eliminación del aguinaldo son algunas pruebas de ello. La respuesta popular no se ha hecho esperar. Huelgas generales, piquetes, manifestaciones, etc.. Sin embargo aun no existe una alternativa de poder que pueda derrotar a las fuerzas burguesas. Esto deja abierta la posibilidad de que como en crisis anteriores la burguesía pueda recomponer sus fuerzas y sobreponerse a la crisis. Si no hay una fuerza obrera organizada en condiciones de disputarles el poder resulta que los pedazos de lo que estalla los recogen ellos mismos. Y se reconstituyen. Siempre fue así: cuando parece que está por pasar de todo, o efectivamente pasa todo o simplemente no pasa nada. Esta situación representa para la izquierda nuevas responsabilidades y tareas a asumir: la capacidad para dar respuestas combativas y alternativas.

En los últimos años las izquierdas han venido incrementando su rol en las luchas populares y en los movimientos sociales. Las representaciones parlamentarias obtenidas en el 2000 fueron producto de esa realidad, ahora se han incrementado y en las elecciones del 2001 un millón y medio de personas votaron por las izquierdas. A mayor presencia en donde hay que estar, haciendo lo que hay que hacer y diciendo lo que hay que decir, mayor reconocimiento social. Estos datos señalan cuál es la tarea. Resolver el drama de la dispersión ya no es una cuestión de posiciones políticas o de diferencias en un debate. Se trata de sí la izquierda esta de verdad dispuesta a construir una fuerza para disputar el gobierno y el poder a las clases dominantes. O dicho de modo más sencillo: si tiene o no voluntad de poder.

Claramente la unidad por si misma no será suficiente para derrotar a la burguesía. También es necesario que esta unidad sé de alrededor de un programa revolucionario, que responda a los intereses históricos de la clase obrera. De otra forma, la izquierda podrá terminar llegando al gobierno pero sin desplazar a la burguesía del poder, convirtiéndose como ha ocurrido en muchas veces en una simple reformadora del estado burgués, lo cual a estas alturas de la humanidad es una simple utopía. La lacras del capitalismo le son inherentes y la única forma de eliminarlas es destruyendo el capitalismo.

Resumiendo, en Argentina la crisis creciente afecta a las fuerzas del capital y abre nuevas oportunidades para avances y nuevos triunfos de los partidarios del socialismo. Que estas posibilidades se concreten depende solo de la capacidad de los revolucionarios para organizar de una vez por todas a la clase obrera detrás de si para la toma del poder.


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