Dos meses después de los atentados del 11 de Septiembre los medios de comunicación nos apabullan con noticias sobre la entrada triunfal de la Alianza del Norte en territorios afganos, mientras los talibanes huyen corriendo desenfrenados.
El manejo discrecional de la información, buscando construir una verdad oficial globalizada, ignora y escabulle por completo que la tragedia del 11 de Septiembre sólo fue una respuesta brutal, a los permanentes atentados que el imperialismo, en particular el estadounidense, impone a miles de pueblos del mundo diariamente. Para los haitianos que no comen, para los congoleños que no tienen remedios, para los palestinos despojados de sus tierras, para los albaneses arrojados al mar del destierro, para los sin tierra brasileros, o para los argentinos (e incluso estadounidenses) desocupados, todos los días son 11 de Septiembre. El terrorismo de las multinacionales capitalistas aniquila diariamente las economías regionales, devasta a los campesinos, desocupa a los obreros, en síntesis, escupe la dignidad humana. Para las víctimas de este sistema, la enorme mayoría de la humanidad, el equivalente a la palabra terrorismo es capitalismo.
Por su parte, la realidad nos muestra como millones de toneladas de explosivos arrasan un pueblo, con tal impunidad que deja al desnudo el carácter impúdicamente sádico de los principales dirigentes de la comunidad internacional. Estos paralelamente a la masacre han estructurado un gobierno fiel a sus intereses, que les permitirá con seguridad expandir sus negocios en Asia central, sobre todo los petroleros. Esto ultimo se ha reflejado en la fuerte baja de los combustibles en EEUU tras la caída de Kabul.
Es que más allá del detonante que significaron los atentados, la guerra contra Afganistán, y probablemente en el futuro nuevamente contra Irak o contra quien sea necesario, forma parte de la necesidad imperialista de EEUU de expansión a escala mundial para sostener los fundamentos de su economía. El desarrollo acelerado de la Unión Europea, la potencialidad alcanzada por el Japón, el asomo amenazante de China, jaquean el liderazgo estadounidense a mediano plazo, y la vía militar es la táctica que el gobierno de Bush, considera necesaria en este momento, para no perder espacios en la lucha por la supremacía.
En resumen, lo que la actual guerra nos muestra una vez mas es que la guerra es inherente al imperialismo y funcional al sistema. Una vez obtenida, o fraguada, la excusa para iniciarla, de inmediato se identifica y demoniza al enemigo, y a partir de allí, vía libre para la barbarie civilizada. Y de esta barbarie son cómplices todos los países imperialistas, ya que más allá de las formas, el sistema capitalista implica un genocidio universal y permanente. Y en el caso de Afganistán, todos se sintieron invitados a la fiesta, ya que ninguno quiere quedar fuera del reparto. Es imprescindible tomar conciencia de ello para no caer en las trampas de los medios de comunicación que lo único que pretenden es condenarnos al conformismo y la pasividad, mientras nos llega el turno para subir al patíbulo.
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