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Argentina: Sobre las Elecciones y el futuro de la Clase Obrera

Daniel Bengoechea

Finalmente, las elecciones presidenciales en Argentina se realizaran el 27 de Abril. A pesar de la supuesta situación revolucionaria o pre-revolucionaria que tanto proclama la gran mayoría de la izquierda argentina durante el actual periodo de agitación política que se abrió el 19 y 20 de diciembre de 2001, la burguesía parecería haber conseguido consensuar una salida política que le permitirá buscar al menos temporariamente una salida a la crisis del capitalismo argentino en correspondencia con sus intereses.

Con seguridad, el ganador de las elecciones será un peronista (Kirchner, Menem o Rodríguez Saa). El partido justicialista es el único capaz de ofrecerle cierta gobernabilidad a la burguesía como lo demostraron los fracasos de los gobiernos alfonsinista y de la Alianza radical-frepasista. Sin embargo, la relación estrecha de las diferentes fracciones peronistas con distintos sectores de la burguesía, los cuales están enfrentados entre sí, ha hecho imposible la resolución de la lucha intestina dentro del partido justicialista. Por ello el presidente Duhalde decidió impulsar la posibilidad de que un mismo partido presente en las próximas elecciones más de un candidato simultáneamente. Estas peleas reflejan con claridad la crisis que corroe al régimen partidocrático argentino.

Ante la consumación de las elecciones, la izquierda, que había apostado todo a las policlasistas asambleas populares y al movimiento piquetero de los desocupados, tomó dos rumbos diferentes. Algunos, como Izquierda Unida y el Partido Obrero, apostaron todo a las elecciones, otros continuaron proclamando un abstencionismo vacío que no propone ninguna salida práctica a la clase obrera. Por su parte, ésta muy probablemente concurrirá a votar y en su mayoría lo hará por los candidatos peronistas.

Lamentablemente, enceguecida por la efervescencia de las asambleas populares y del movimiento piquetero, la izquierda argentina se olvidó de que el proletariado es el único capaz de derrotar a la burguesía. Debido a ello, el proletariado fabril, golpeado por la recesión y adormecido por la ausencia de una dirección política revolucionaria y la defección de la burocracia sindical corrupta, permaneció durante el actual periodo fuera de la escena política y ahora probablemente pasivamente votará por los candidatos del partido por el que históricamente se inclinó en las elecciones, el partido justicialista.

Sin embargo, este gigante dormido que es la clase obrera argentina puede volver a actuar en cualquier momento, sobre todo a partir de las luchas saláriales que se avecinan, las cuales se pueden tornar decisivas para tumbar al régimen democrático burgués argentino.

Lamentablemente en su momento, deslumbrada con la euforia de las asambleas populares, “que se comían al mundo”, y a la vitalidad del movimiento piquetero la izquierda, debido a su oportunismo despreció una vez más la importancia y la necesidad de organizar políticamente a la clase obrera. Después de más de un año de largas luchas, ambos las asambleas populares y los piqueteros se han desgastado y la izquierda se limitará a permanecer en la marginalidad o a aumentar escasamente su caudal electoral histórico en las próximas elecciones..

El único saldo positivo de todo este proceso son los nuevos militantes surgidos los cuales pese a su insuficiencia política serán un factor de apoyo fundamental para la clase obrera en sus luchas venideras. Para esto la clase obrera argentina (tres millones de trabajadores en blanco y otro tanto en negro, 25% de la población adulta) deberá recuperar a sus sindicatos como organizaciones de lucha y romper con el peronismo que a cambio de brindarle protección económica durante los dos primeros gobiernos de Perón castró la conciencia política de la clase obrera argentina. Esto no será un proceso fácil en tiempos de desempleo generalizado, pero es más que posible. Hay varios factores objetivos que pueden ayudar a ello. No todos los marginados son fácilmente asimilables en las fábricas de la burguesía. La antigüedad del desempleo y la introducción de nuevas tecnologías dificulta el reemplazo de un trabajador por un desocupado de años, o por un joven marginado que nunca estuvo ocupado. Además la mayoría de los desocupados conforman una masa no habituada a la disciplina autocrática de la fábrica burguesa. En resumen, el ejército industrial de reserva no es tan grande como lo sugieren los números estadísticos. Por ello, aquellos que usan el enorme desempleo (20% de la población adulta) para sostener que es muy difícil trabajar políticamente para organizar y concienciar a la clase obrera sólo lo hacen para ocultar su incapacidad.

Por nuestra parte, aquellos que nos pretendemos revolucionarios debemos evitar tanto el exitismo como el pesimismo entre los que comúnmente oscila la izquierda y asumir otra actitud. En primer lugar, debemos impulsar las luchas económicas de la clase obrera y aprovecharlas para difundir las ideas del marxismo y desenmascarar a las direcciones sindicales traidoras. De esta forma podremos comenzar a construir los primeros núcleos de propaganda que constituirán el partido obrero revolucionario del futuro, herramienta fundamental que permitirá a la clase obrera derrumbar el régimen burgués y construir al socialismo.

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