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CRISIS CAPITALISTA Y  EL PELIGRO DE LA GOBERNABILIDAD DEMOCRÁTICA  

BURGUESA

Grupo Tribuna Obrera (Paraguay)

Hay un sentimiento generalizado entre la población latinoamericana   en

general, que “nuestros políticos”   discuten frivolidades, que no tiene

planes para sacar al país adelante”etc.  Con esta manera de pensar

contribuyen tanto los intelectuales demócratas liberales partidarios 

del libre mercado globalizado, los sectores burgueses nacionalistas

radicalizados de izquierda, y los sectores de la izquierda progresista

antiglobalización. Todos coinciden que “la clase política” con su 

inacción y falta de planes, están poniendo en “peligro la gobernabilidad, y la

democracia”, creando condiciones propicias para el “regreso del

autoritarismo”, y a la vez culpan de todo esto a las masas populares, 

que “no saben elegir a sus gobernantes”.

 

Los que tienen esta manera de pensar, confunden la realidad económica 

con sus deseos, y al ver las causas de la crisis en la falta de la  moral y 

el derecho, pasan del terreno de los hechos  materiales al más movedizo de 

las opiniones y los sentimientos. No tienen ya necesidad de estudiar ni de

probar; le basta con declamar, exigir que la distribución de los 

productos del trabajo se regule, no según sus causas reales, sino como a ellos 

les parece justo y moral. Esa invocación a la moral y al derecho no ayuda a

adelantar ni  un paso en la solución del problema económico. La  

ciencia económica no puede ver en la indignación moral, por justificada que 

sea, un argumento, sino solamente un síntoma; su tarea consiste más bien en 

mostrar que los abusos sociales que se notan son los consecuencias necesarias 

del modo de producción capitalista subsistente hasta hoy. Estos pensadores

románticos, moralistas  y utopistas, sustituyen el conflicto social 

entre trabajadores y patrones, por uno secundario: la desigualdad entre ricos 

y pobres; el capitalismo no es para ellos un sistema de producción basado 

en la explotación del trabajo asalariado, sino en un reparto injusto de la

riqueza. Solo alcanzan a reclamar una mejor distribución, un reparto

igualitario de las riquezas. Dicen que la crisis es por la falta de 

consumo de las masas, porque la oferta supera a la demanda, porque la 

producción crece más que el consumo, porque los bajos salarios comprimen la 

capacidad adquisitiva del mercado, que no es capaz de absorber toda la 

producción. Partiendo de estas premisas, llegan a la conclusión de que, “para salir 

de la crisis  es necesario restablecer el consumo de la población, elevar 

el nivel de vida de los asalariados y ampliar el mercado hay que mejorar 

la distribución”.

 

Estos pensadores románticos utopistas, llegan a estas conclusiones, 

porque conciben al capitalismo como un sistema destinado a satisfacer las

necesidades sociales por medio de la fabricación, distribución y venta 

de las mercancías, y no como un sistema económico destinado a producir 

ganancia y acumular capital. Sustituyen una contradicción económica principal, 

la que se da entre el proceso de trabajo y el proceso de valorización y de

acumulación del capital, por una contradicción secundaria; la que se

verifica entre la producción y el consumo, o dicho de otro modo, por la

contradicción producción-mercado, producción-venta, producción-circulación,

producción-distribución. De ahí derivan todas las teorías subconsumistas, de

la contracción de los mercados y de la falta de ventas. Los románticos utopistas, critican a los capitalistas porque invierten 

su dinero para obtener un beneficio y  valorizar su capital, exigiéndoles 

que deben invertir para prestar un servicio al consumidor, para producir 

las mercancías que demanda. Sus ideas se apoyan en la supuesta dependencia 

de la producción respecto del mercado y la circulación. Sin embargo desde el 

punto de vista de las tesis marxistas “la verdadera ciencia de la economía

política comienza allí donde el estudio teórico se desplaza del proceso 

de circulación al proceso de producción” El capital. (Crítica de la 

Economía Política, Fondo de Cultura Económica. México. 1973, III-20, pg. 325.)
Keynes fue uno de los máximos exponentes de la  tesis de la caída de la

producción por falta de demanda. Según Keynes, el capitalismo restringe 

el mercado interior como consecuencia de la pauperización, de la 

distribución desigual de la riqueza. Sostenía la tesis, que para evitar la

superproducción y extender el mercado hay que mejorar la distribución,

evitar las injusticias y elevar el nivel de vida de la clase asalariada. De

aquí a afirmar que la producción está determinada por el consumo no 

había más que un paso, que Keynes y sus seguidores no vacilaron en dar,

fundamentando así sobre una base totalmente equivocada sus teorías 

sobre el subconsumo. Hoy ante el “fracaso del neoliberalismo”, se observa el

renacimiento de un “neokeynesianismo”, que admite una intervención fina 

del estado en la economía,  “amigable para el mercado” sin alterar en lo

fundamental el modo de producción basado en la explotación del trabajo

asalariado con vistas a la valorización y acumulación del capital.

 

Los marxistas consideramos, que para diseñar una política correcta que

beneficie al sector asalariado y las mayorías populares, es necesario

empezar a considerar otro análisis de las causas de la crisis 

completamente distinta a los anteriores. Según  esta explicación científica; las 

crisis económicas se producen cuando los empresarios capitalistas al ver caer 

la tasa de ganancia de sus capitales, dejan de invertir.  Al frenar las

inversiones, produce una caída de la demanda  de consumo productivo, es

decir de  materias primas, equipos, herramientas, vehículos y maquinarias lo

que provoca un aumento del desempleo, lo que su vez provoca la caída de 

la demanda de productos de consumo masivo, provocando a su vez nuevas 

caídas de la demanda y de la producción, repitiéndose en un círculo infernal 

donde una caída alimenta la otra. Se  multiplican entonces la desocupación y la

miseria.  Lo cual reduce más aun el consumo de las masas populares

extendiéndose la miseria. La crisis entonces termina afectando a los 

bancos, que no pueden recuperar los créditos otorgados. También baja la 

recaudación fiscal y aumenta la deuda interna y externa, aumentando el temor de las

quiebras bancarias. Llegado un punto, los grandes depositantes retiran 

sus depósitos bancarios y con esto los bancos  quiebran, agudizando la 

parálisis de la producción, del comercio, del consumo y de la inversión. Por 

supuesto, en este proceso la corrupción y el fraude juegan un papel importante, 

aunque no central, porque la crisis es más profunda que eso. Son crisis 

propias del sistema,  que se repiten  cada cierto tiempo, en la historia del

capitalismo. Sólo en los últimos años hemos  visto las bancarrotas de

México, Tailandia, Indonesia, Japón, Perú, Brasil, Rusia, Ecuador, y 

más recientemente Argentina, para citar los casos relevantes. En los años

treinta en Estados Unidos el quiebre fue tan grande que llevo a la 

quiebra a la mitad de los bancos, y a millones de pequeñas y mediana empresas,

arrojando a millones trabajadores al desempleo y la miseria.

 

No es cierto que los políticos estén “discutiendo frivolidades” y “que 

no tienen planes para sacar al país adelante”. Discuten algo 

trascendental, de vida o muerte para el capital privado; Están discutiendo ¿Como se 

recupera el capital de sus  crisis?  Para eso están firmando convenios Stam by 

con el FMI.  Desatada la crisis el FMI como organismo representante de los

capitales nacionales y transnacionales, exige a los estados  nacionales 

la aplicación de políticas de ajustes, favorables para volver a invertir.

Exigen la baja de los  impuestos a la renta de los capitales, el 

aumento de los impuestos al consumo, rebajas salariales y del costo laboral vía

flexibilización de las relaciones obrero patronales, el recorte de los

gastos del estado en salud, educación y jubilaciones, disminución de

trabajadores del estado, para descomprimir la presión tributaria sobre 

las empresas nacionales e internacionales, y el aumento de las tarifas de 

los servicios públicos, y combustibles para garantizar el pago de la deuda 

y evitar caer en “default”.

 

Si la causas de la crisis económica, estuviera en la corrupción, la

impunidad y los malos e incapaces gobernantes, con castigar la 

corrupción y poner al frente del gobierno a “políticos honestos y patriotas” se 

saldría de la crisis; si causa de la crisis estuviera en los altos salarios que

pagan los patrones, bastaría  con bajar los salarios; y si las crisis 

fuera por la “falta de consumo a causa de los bajos salarios y la desigual

distribución de las riquezas” bastaría con aumentar los salarios y 

aplicar una mejor justicia redistributiva de los ingresos y asunto concluido.

Sin embargo si concluimos, que el detonante de la crisis esta en la 

caída de la tasa de ganancia de la inversión de capital, con la secuela del 

colosal aumento del desempleo, quiebras de pequeñas y medianas empresas, la 

salida que de suyo se impone es  el cambio revolucionario del sistema 

capitalista. La clase obrera, los sectores populares y los sectores mas perjudicados 

por la crisis, deben empezar a considerar seriamente la construcción de una

sociedad que acabe con  la propiedad privada de los medios de 

producción, y el Estado de los capitalistas y de los burócratas, para desarrollarse 

como una sociedad solidaria, sin explotadores ni explotados, y con pleno 

empleo. Una salida que es necesaria  empezar a considerar y debatir,  los que 

nos reivindicamos marxistas. El materialismo Histórico, esa  herramienta 

teórica de trabajo político, legado por Marx, nos permite afirmar con certeza

científica, que mientras dure este sistema basado en la explotación de 

la fuerza de trabajo con fines de la valorización y acumulación del 

capital en funciones, seguirá repitiéndose a escala ampliada, en cada crisis, 

quiebras de empresas, el aumento del desempleo, de la pobreza, y seguiremos

escuchando a los ideólogos de las ineficientes y atrasadas burguesías

nacionalistas y de la pequeña burguesía de la izquierda progresista, 

lanzar lastimeros gritos de alarma sobre  “el peligro de la gobernabilidad  

del sistema democrático”,  y que “la  vuelta al autoritarismo esta al 

acecho”. Si la clase asalariada, no da una salida revolucionaria a la crisis,

terminando con el estado y la propiedad privada de los medios de 

producción, después de cada  periódicas que sufre el capital, la burguesía 

conseguirá recomponerse y salir de la crisis, a costa de más sacrificio, 

sufrimiento y privaciones de las masas obreras y populares. Tenemos que saber que 

para el capitalismo no existe, crisis sin salida, ni estancamiento permanente.


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