|
|
|
|
|
Teorías
sobre el colapso del estalinismo |
El
presente artículo es del Nro. 65 de Proletarian Revolution (otoño
de 2002)
La caída
de la Unión Soviética y de los regímenes estalinistas de Europa
Oriental hace poco más de una década atrás transformó el panorama
mundial. Puso dramático fin al período de la Guerra Fría y suscitó
gran regodeo sobre el “fin de la historia” y el triunfo del
capitalismo dentro de un “Nuevo Orden Mundial”. Legitimó el concepto
neoliberal de libre mercado, el que, por consiguiente, fue impuesto
en todos los antiguos estados estalinistas. Esto resultó ser un
desastre económico no sólo en esos estados, sino también en casi todo
el resto del mundo. El
colapso también desorientó a toda la extrema izquierda internacional,
organizaciones y activistas que se consideraban de la clase trabajadora
revolucionaria. Muchos izquierdistas estaban casados con teorías y
creencias que consideraban a la Unión Soviética como un estado
socialista o un estado obrero; por esto, a su manera de ver, la caída de
la Unión Soviética representó una derrota de gran importancia también
para el marxismo. Otros, que reconocieron a los regímenes estalinistas
como contrarrevolucionarios, también se desmoralizaron porque por varios
años después la audiencia para las ideas socialistas entre la clase
trabajadora se redujo significativamente como consecuencia del impacto del
colapso estalinista. Pero
ahora que la creciente agitación económica en Estados Unidos y otros
estados capitalistas está cuestionando el triunfo del capitalismo, está
reviviendo una apertura a las ideas socialistas en la clase trabajadora.
Eso significa que una renovación del entendimiento del estalinismo es de
vital importancia. Por que es imposible entender al mundo actual sin
entender el papel que desempeñó el estalinismo, tanto en su aspecto
deformado de explotación capitalista, como en su apoyo crucial a la
estabilidad del capitalismo a escala mundial. El estalinismo nos dejó
como legado dos males: la resurrección del capitalismo de su agonía en
la década de 1930 y la destrucción de la conciencia de la clase
trabajadora a la alternativa proletaria frente al capitalismo. Hoy día,
contradicciones que traen a la memoria aquéllas que causaron la caída
del estalinismo, están socavando la estabilidad del capitalismo como
entidad. Además, las falsas soluciones propuestas por la extrema
izquierda frente a la crisis del estalinismo están nuevamente siendo
presentadas como la respuesta de la clase trabajadora a la creciente
crisis del imperialismo. Por todas estas razones, hemos vuelto a
considerar los debates sobre el carácter de la clase trabajadora y la caída
de las sociedades seudo socialistas creadas bajo el gobierno estalinista. Capitalismo
estatizado Desde
1976, Proletarian Revolution ha combatido por el singular análisis
del estalinismo de la League for the Revoutionary Party (y más
tarde por la Organización Comunista para la Cuarta Internacional) (en
inglés League for the Revolutionary Party y Communist
Organization for the Fourth International, respectivamente):
que la URSS y los otros estados seudo revolucionarios eran formas
transitorias del capitalismo estatizado. Ahora, otros, inclusive
revolucionarios en la antigua URSS, han llegado a la misma conclusión. En 1917
la Revolución bolchevique creó el estado de los soviets de trabajadores.
Su meta, el socialismo, una sociedad sin clases que ofreciera abundancia a
todos, dependía de la propagación de revoluciones proletarias a los países
más desarrollados. Pero la Unión Soviética a duras penas sobrevivió
los ataques del imperialismo y de los ejércitos zaristas durante la
guerra civil de cuatro años que siguieron. La combinación de la Primera
Guerra Mundial y la guerra civil dejó al país aún más atrasado que
antes; el proletariado, especialmente sus cuadros revolucionarios, fue
diezmado. Además, la derrota de los levantamientos revolucionarios de los
trabajadores en otras partes de Europa aisló al estado soviético. El
debilitado estado soviético no pudo liberarse de los atributos del
capitalismo, como ser el intercambio de bienes de acuerdo al valor y el
sistema de salarios. Como consecuencia, durante la década de 1920, la
burocracia conservadora dirigida por José Stalin consolidó su poder como
cabeza de estado y del Partido Comunista gobernante. La
degeneración se aceleró en la década de 1930. Durante las Grandes
Purgas, en la segunda mitad de la década, los estalinistas eliminaron a
los elementos revolucionarios supervivientes del partido y destruyeron el
cuerpo de oficiales del Ejército Rojo. El núcleo esencial del poder
estatal --los cuerpos militares, policiales y judiciales fueron purgados y
vueltos a purgar hasta que desaparecieron todos los vestigios de
bolcheviquismo. De esta manera el aparato del estado fue destruido y
reconstruido en una herramienta de la alta burocracia --una nueva clase
capitalista, una clase regente que gobernaba en lugar de la destruida
burguesía. Esto significó que la contrarrevolución había sido
completada: el estado obrero fue destruido. Si bien permaneció la
industria estatizada, una vez que la burocracia estalinista se estableció
a sí misma como clase gobernante, como los capitalistas de todas partes,
extrajo de los trabajadores su plusvalía a través
del mecanismo de la labor asalariada. Llamamos “capitalismo
estatizado” a la degeneración del sistema que resultó de esto. Internacionalmente,
después de la Segunda Guerra Mundial, la URSS apoyó nominalmente a las
luchas de liberación nacional en contra del imperialismo occidental,
trabajando sobre todo para evitar que estos movimientos fueran más allá
de los límites capitalistas. En Europa, garantizó las esferas de interés
de Estados Unidos y de otros potencias occidentales al controlar las
luchas de los trabajadores. Desempeñó un papel clave en aplastar los
movimientos revolucionarios de trabajadores luego de la guerra. De esta
manera, a pesar de la Guerra Fría entre la URSS y el Occidente, el
estalinismo mantuvo el orden mundial imperialista, encabezado por Estados
Unidos, mientras que se adueñaba de intereses imperialistas regionales. Este análisis
está completamente explicado en nuestro libro The Life and Death of
Stalinism. En este artículo, consideraremos la cuestión teniendo
como perspectiva el colapso del sistema estalinista y de los sucesos del
mundo pos estalinista, y consideraremos algunas otras teorías falsamente
presentadas como comunistas. El
colapso de la teoría La
“cuestión rusa” ha sido debatida dentro de la clase trabajadora desde
1917, pero especialmente desde que los estalinistas tomaron el control de
la URSS. Stalin, ya entonces el dictador de facto, afirmó en la década
de 1930 que la sociedad soviética era socialista, la primer etapa de la
sociedad sin clases, el comunismo. Esto se oponía a las enseñanzas
basadas en el materialismo de Karl Marx, el fundador del movimiento
comunista, y de Vladimir Lenin, el líder de la revolución de los
trabajadores rusos, de que el socialismo requería la eliminación de la
escasez; que el estado de los soviets de trabajadores sólo podría
alcanzar el socialismo a través de la propagación de la revolución
proletaria a los países más industrializados. León
Trotsky, el máximo oponente comunista a la traición estalinista de la
revolución, desafió el dogma de Stalin con su análisis de que había
ocurrido una contrarrevolución política: el estado obrero no había
sido eliminado pero no estaba avanzando hacia el socialismo, sino que
estaba retrocediendo hacia el capitalismo. La URSS bajo la burocracia de
Stalin se había convertido en un “estado obrero degenerado”: había
eliminado en su totalidad a la clase trabajadora del ejercicio real del
poder en el estado, debilitado sus logros revolucionarios y estaba en
camino de restaurar al gobierno capitalista. Trotsky denominó a la
continua contrarrevolución “una guerra civil preventiva” en contra
del proletariado, pero no llegó a nuestra conclusión de que la
contrarrevolución social había sido completada, o sea que la
naturaleza del estado había cambiado de una proletaria (si bien
degenerada) a una capitalista. Contrariamente
a la predicción de Trotsky, basada en su creencia equivocada de que
persistía el estado obrero degenerado, la Segunda Guerra Mundial no llevó
al fin del estalinismo, sino más bien a su expansión, hacia Europa
Oriental por conquistas soviéticas y hacia China y otros países de Asia
por revoluciones por partidos estalinistas que no tenían como base a la
clase trabajadora. Los levantamientos de trabajadores independientes en
varios países fueron aplastados. Los estalinistas gobernaron primero a
través de coaliciones de frentes populares con partidos burgueses
tradicionales. Sólo cuando la clase trabajadora había sido contenida y
decapitada, fue cuando los estalinistas consolidaron sus regímenes de
capitalismo estatizado. El
movimiento trotskista, la Cuarta Internacional (en inglés, Fourth
International o FI), estaba en desorden luego de la Segunda
Guerra Mundial. (El mismo Trotsky había sido asesinado por órdenes de
Stalin en vísperas de la guerra.) El movimiento se adaptó al medio de
clase media que creció rápidamente en los países imperialistas durante
el auge de los años de posguerra. Los triunfos del estalinismo lo
infectaron con el cinismo común entre los intelectuales pequeños
burgueses hacia la revolución proletaria. Mientras que Trotsky había
considerado al estalinismo y a los reformistas socialdemócratas como
contrarrevolucionarios enemigos del socialismo de la clase trabajadora, en
la Europa Oriental, la FI se había adaptado a estos medios; eran vistos
como progresistas cuya visión simplemente no se extendía hasta la
revolución socialista. De esa posición, era sólo un paso llegar a la
idea de que los estalinistas de Europa Oriental y de otras partes podrían
llevar a cabo la revolución socialista si eran “empujados” por la
lucha de masas. De los
nuevos regímenes de Europa Oriental, la FI había dicho, correctamente,
que eran capitalistas de estado. Pero esto establecía una contradicción
en la que la URSS, con mucho de la misma estructura económica, todavía
se consideraba un estado obrero. Luego, muchos años después de los
hechos, la mayoría ortodoxa dirigida por Michael Pablo resolvió la
contradicción al decidir que estos estados obreros habían sufrido una
“deformación” en vez de una degeneración ya que la clase trabajadora
nunca había conquistado el poder. Cómo los estados creados por la
destrucción de la clase trabajadora podían ser estados obreros de
cualquier tipo nunca fue debidamente explicado. Los pablistas ortodoxos
tampoco pudieron ponerse de acuerdo sobre cuándo los nuevos estados
obreros de Europa habían sido creados: cuando el ejército soviético los
“liberó” de sus previos conquistadores nazis en 1944 -1945, o cuando
los Partidos Comunistas consolidaron todo el poder unos años más tarde.
(El Capítulo 7 de nuestro libro presenta todas estas cuestiones en más
detalle; ver también Stalinist Expansion, the Fourth International and
the Working Class, en PR 64.) Varios
grupos minoritarios entre los trotskistas objetaron estas rebuscadas
negaciones del marxismo. James Cannon, el líder del American SWP, (Socialist
Workers Party) escribió: No
creo que uno pueda cambiar el carácter de clase del estado manipulando su
cúpula. Esto sólo puede ser hecho por una revolución, la que es seguida
por un cambio fundamental en las relaciones con la propiedad... Si uno
comienza a jugar con la idea de que la naturaleza de clase del estado
puede cambiarse por la manipulación de sus círculos superiores, se puede
abrir la puerta a todo tipo de revisionismos de la teoría básica.
(SWP Internal Bulletin, octubre 1949) Ernest
Mandel, el principal teórico trotskista de Europa, de igual manera había
correctamente insistido en que: Continuaremos,
hasta que tengamos suficientes pruebas en lo contrario, considerando como
absurdas las teorías de una... degeneración del estado obrero en un país
donde no ha habido previamente una revolución proletaria. (Fourth
International,
1947) Poco
después, tanto Cannon como Mandel estuvieron de acuerdo con estos
revisionismos y absurdos y se tragaron completamente la farsa de la
degeneración del estado obrero. Otros
disidentes trataron de resolver la contradicción de otras maneras.
Algunos desarrollaron teorías de que la URSS y sus imitadores eran
capitalistas de estado, describiendo la explotación de los trabajadores
soviéticos y otros crímenes estalinistas. C. L. R. James y Raya
Dunayevskaya fueron quienes más se acercaron a un completo entendimiento
marxista al comenzar a analizar cómo la ley capitalista del valor funcionó
en la URSS. Tony Cliff llamó al sistema capitalismo de estado, pero
insistió que no tenía trabajo asalariado ni ley del valor. Max Shachtman
y otros estuvieron de acuerdo que el estalinismo no seguía las leyes
capitalistas y que por consiguiente, era una nueva sociedad explotadora no
capitalista llamada colectivismo burocrático. Sin
considerar sus otras fallas, ninguna de estas corrientes trató
adecuadamente las dimensiones históricas del “cambio de régimen “ en
la URSS: ¿cómo y cuándo se había eliminado el estado de los soviets de
trabajadores? El análisis de Trotsky de la “degeneración del estado
obrero “ era el punto de donde era necesario partir. Sin embargo James y
Dunayevskaya, Cliff y Shachtman, todos rechazaron el mismo concepto de la
degeneración del estado obrero, --que un estado obrero podía ser
revertido en su curso y lanzado hacia atrás, hacia el capitalismo. Todos
dijeron o implicaron que los estalinistas habían acabo con el estado
obrero en el momento en que consolidaron su poder en la década de 1920 o
a principios de la década de 1930. Un punto
clave de esta cuestión que ellos no entendieron es que las formas
capitalistas son inherentes dentro de un estado obrero. Marx y Lenin
enfatizaron que un estado obrero no es todavía el socialismo, sino una
etapa de transición hacia él; es un ‘’estado burgués sin la burguesía’’.
Por esto la URSS al comienzo fue un campo de batalla entre las leyes de
movimiento del capitalismo que operaban ciega y anárquicamente (resumidas
en la ley del valor) y una conciente dirección proletaria. Las tres
fórmulas que dominaban entre los autoproclamados trotskistas --degeneración
del estado obrero, colectivismo burocrático y el capitalismo de estado de
Cliff-- eran en verdad variantes de una teoría común. Todas negaban la
centralidad de la ley del valor bajo el estalinismo porque consideraban
que el valor estaba determinado por el intercambio en el mercado, no por
la explotación de la producción de los trabajadores. Las tres fórmulas
mantenían que el único regulador económico era la supuestamente
planificación conciente de las burocracias gobernantes. Versiones
de estas teorías continúan hasta el día de hoy. Nadie pudo explicar cómo
funcionó el sistema estalinista o explicar su desaparición. No pudieron
predecir ni explicar (en algunos casos, ni siquiera admitir) el
debilitamiento del sistema estalinista que condujo a su colapso; en
verdad, todos lo vieron más fuerte y más dinámico que el capitalismo
occidental, tanto en lo bueno como en lo malo. Esto los dejó sin saber qué
hacer y, en última instancia, listos a capitular cuando debían
intervenir en las luchas de masas que estallaron. La
teoría del colapso El
estalinismo sobrevivió como potencia mundial durante casi medio siglo
después de la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, hasta el mismo fin,
casi todos los observadores, de derecha y de izquierda, pensaron que el
sistema soviético permanecería esencialmente intacto durante décadas.
Los voceros burgueses de Occidente habían exagerado anteriormente la
fortaleza económica de la URSS por varias razones; para justificar el
enorme desarrollo militar imperialista, y para suprimir la lucha de clases
en sus países frente a un poderoso oponente externo. Luego de su caída,
estos voceros proclamaron las virtudes de la “democracia” y del
“libre mercado” y prometieron que estas ficciones sacarían a la región
de su estancamiento. Esto no fue de ninguna manera una opinión
desinteresada, ya que los imperialistas occidentales compartieron el
pillaje del antiguo imperio ruso, que se aceleró cuando Boris Yeltsin tomó
el poder a fines de 1991. A los teóricos
de la izquierda no les fue mucho mejor. Los “trotskistas ortodoxos”,
dirigidos por Mandel de la tendencia United Secretariat, (USec)
consideraron a los estados estalinistas como progresistas con respecto al
capitalismo. Saludaron los inicialmente altos índices de crecimiento en
Rusia y Europa Oriental luego de la guerra, sin reconocer que estos índices
eran temporarios, igual que en la mayor parte del mundo capitalista
tradicional. Por esto fueron tomados de sorpresa cuando la podredumbre
interna del sistema preparó el escenario para su colapso. Luego de su caída,
a pesar de su teoría común, no pudieron ponerse de acuerdo sobre cómo o
cuándo los ex estados estalinistas se habían convertido en estados
capitalistas. La “teoría” resultó ser no una base para el análisis,
sino simplemente un nombre para sociedades que una vez habían parecido
libres de las crisis del capitalismo. La
principal corriente del capitalismo de estado, la International
Socialist Tendency (IST) de Tony Cliff, vio a la economía estatizada
como la culminación más dinámica de las tendencias centralizadoras
capitalistas y por consiguiente interpretó al estalinismo como al futuro
desarrollo del capitalismo, que ya había reemplazado al imperialismo como
la etapa más elevada del sistema. Por consiguiente, ellos no pudieron
prever el esfuerzo de los dirigentes hacia la privatización. Los teóricos
de IST cambiaron su punto de vista sólo cuando la crisis del sistema se
hizo aparente, pero no explicaron su giro de 180 grados. De igual
manera, los colectivistas burocráticos pensaron que el estalinismo era lo
que deparaba el futuro; ellos veían al mundo trabado en una lucha titánica
entre dos sistemas opuestos, siendo el estalinismo el más dinámico. El
ala dominante, dirigida por Max Shachtman pensó originalmente que el
estalinismo era progresista comparado con el capitalismo debido a su
propiedad colectivizada; finalmente decidieron que como el capitalismo
representaba la democracia (ignorando sobre todo la realidad de los
presentes y pasados países colonialistas), eligieron consecuentemente
aliarse con el imperialismo occidental. En
contraste, nuestra teoría nos permitió predecir las líneas de la crisis
del estalinismo. Cuando esta revista fue publicada por primera vez en
1976, argumentamos que importantes avances de la clase trabajadora habían
sobrevivido a la contrarrevolución --la completa nacionalización de la
industria, el derecho de trabajo, vivienda, salud, etc. La conservación
de estos avances dificultó la completa explotación capitalista, y por
consiguiente, los dirigentes estalinistas fueron impulsados a adoptar métodos
capitalistas occidentales: competición de mercado, desempleo masivo, rápida
inflación y otros abiertos ataques a las condiciones de la clase
trabajadora. Es decir, el creciente estancamiento económico de las
sociedades estalinistas las forzó a devolucionar en dirección al
capitalismo tradicional. Crisis
en el Este y el Oeste El Capítulo
5 de nuestro libro tiene una explicación más detallada de la “crisis
permanente” en la que se encontró el estalinismo de posguerra. El
capitalismo tradicional pasa por ciclos de auge y depresión activados por
crisis de superproducción que ocurren periódicamente porque todos los
capitalistas independientes se sienten impelidos a acumular medios de
producción en exceso de lo que puede tolerar el sistema económico. En la
fase de depresión del ciclo, los capitales más atrasados y débiles son
eliminados y se fuerza el descenso de los estándares de vida de los
trabajadores, permitiendo de esta manera revivir las ganancias y así
comienza de nuevo la fase de expansión. El
sistema estalinista de capitalismo estatizado, sin embargo, impide la
eliminación de industrias obsoletas, por lo que las crisis no pueden
resolverse. La producción continúa con métodos ineficientes, pero a
ritmos que declinan en forma uniforme. Por ejemplo, en la URSS, Abel
Aganbegyan, principal asesor económico del líder del partido, Mikhail
Gorbachev, admitió en la mitad de la década de 1980 que, por años, las
tasas de crecimiento soviético por cápita habían sido de cero. Las
clases dirigentes estalinistas vieron a sus economías perder aún más
terreno frente a los poderes del imperialismo occidental, enfrentando a
clases trabajadoras cada vez más antagonistas. Por consiguiente, su rápido
giro a una paulatina privatización y reformas seudo democráticas. Un tema
de nuestro libro es que el colapso económico del estalinismo resulta de
tendencias similares a las que operan en Occidente. Los capitalistas
imperialistas sienten temor de una repetición de la Gran Depresión de la
década de 1930; un trastorno de ese tipo aumentaría las rivalidades
imperialistas existentes y socavaría la aceptación de la clase
trabajadora al control capitalista. Desde la Segunda Guerra Mundial, han
recurrido a varias formas de intervención estatal en la economía para
amortiguar las crisis del sistema y prevenir la depresión. Estas medidas
llevaron al crecimiento de una enorme burbuja de capital ficticio, burbuja
que ahora está empezando a desinflarse y a contribuir a la crisis cuyo
propósito era prevenir. (Ver nuestra publicación The Specter of
Economic Collapse.) La
apertura al escrutinio público de las economías de Europa Oriental y de
las economías de la ex Unión Soviética revela que, aún más de lo que
se creía anteriormente, los estalinistas habían vivido parasíticamente
de su propio capital, como también de sus recursos humanos y naturales.
El capital fijo fue agotado sin ser reemplazado, la degradación del medio
ambiente fue horrenda; los trabajadores industriales tenían expectativas
de vida significativamente más bajas en el Este. En Occidente, la burbuja
de capital ficticio se deriva en parte del fallo en reemplazar el capital
fijo, lo que hace que se cuente capital ya gastado como plusvalía. Sin
bien esta tendencia no es tan amplia en los países occidentales como en
los del este, y tampoco tan devastadora como lo es en el súper explotado
“Tercer Mundo”, esta tendencia es típica del capitalismo de todas
partes en esta época de deterioro. Nuestra
teoría señala al colapso del estalinismo como el precursor de trastornos
económicos en todo el mundo capitalista. En contraste, gran parte de la
extrema izquierda vio la caída del estalinismo como una derrota mundial e
histórica del proletariado que daría al imperialismo occidental un nuevo
aliento de vida. Sin duda los financieros occidentales desangraron
suficiente plusvalía de los trabajadores y recursos del este. Pero luego
de una desenfreno de diez años, las contradicciones del sistema se
perfilan aún con más fuerza. El
papel del proletariado La
crisis económica y la creciente desigualdad fueron el substrato de los
sucesos que comenzaron en 1989. La resistencia de la clase trabajadora,
especialmente la revuelta masiva de los trabajadores polacos en 1980 y
1981, había debilitado la confianza que sentían las clases dirigentes
estalinistas y destruyó su control sobre la sociedad --mostrando una vez
más el centralismo del proletariado en el progreso social en la presente
época, una enseñanza fundamental del marxismo. Los
Interfactaroy Strike Committees (Comités de huelga internos
de fábricas), creados por los trabajadores polacos en agosto de 1980
fueron ecos de los soviets rusos de 1905 y 1917 (la base de la toma por
los trabajadores del poder del estado en 1917), los concejos de los
trabajadores húngaros de 1956, y muchos cuerpos similares formados
siempre que los trabajadores se han levantado en luchas revolucionarias en
contra de los señores del capitalismo. (Los trascendentales sucesos en
Polonia fueron descritos y analizados con profundidad en los números del
10 al 16 de Socialist Voice, el antecesor de esta revista.) A través
del dominio estalinista, las luchas de trabajadores fueron activadas por
la compulsión de la clase dirigente en intensificar su explotación, lo
que a su vez se origina de las leyes subyacentes de movimiento del sistema
capitalista descubiertas por Marx. Como lo explica nuestro libro, estas
leyes se cumplen en los estados de capital estatizado del este, como también
en las sociedades capitalistas “normales” de occidente. La fuga
de la propiedad del estado, tanto en el oeste como en el este, refleja el
hecho de que la propiedad estatizada inherentemente cuenta con elementos
de los logros de los trabajadores; pone trabas a la explotación sin límites
que necesitan los capitalistas. La ola de esquemas de privatización en
Europa Oriental, China y la ex URSS apuntaron al fortalecimiento del poder
del capitalismo, tanto internacional como nacional. Las
clases trabajadoras han dado a los odiados estalinistas golpes decisivos,
pero aun cuando los levantamientos del pasado han tenido elementos
indiscutiblemente de la clase trabajadora (huelgas, ocupaciones de fábricas,
etc.), en los sucesos que comenzaron en 1989 la protesta de los
trabajadores fue liderada por elementos de la clase media, en algunos
casos funcionarios estalinistas disidentes. Como escribimos a comienzos de
1990: Las
revoluciones de masas son logros históricos, sin embargo son sólo
victorias parciales. Los gobiernos han caído, pero las relaciones
sociales subyacentes de explotación continúan... Si
bien las clases trabajadoras han sido el verdadero músculo detrás de
extirpación del estalinismo, aun cuando otras fuerzas sociales tomaran el
liderazgo, el peligro es que las clases trabajadoras serán atrapadas en
el seguimiento de los reformistas de clase media... Europa
Oriental está sólo en el comienzo del proceso revolucionario. En los
meses venideros veremos el alza y caída de gobiernos, incapaces de evitar
el colapso económico y lidiar con los continuos levantamientos de masas.
Sin embargo, si el poder económico de la burocracia y sus nuevos aliados,
los reformistas y burgueses occidentales no es roto, los trabajadores de
Europa Oriental verán que sus revoluciones se vuelven en su contra, y serán
víctimas de una explotación aún más pronunciada que antes.
(de ´´Revolution Sweeps East Europe´´, PR 36) El
factor clave que faltaba era un liderazgo revolucionario --un partido
proletario-- que podría haber revelado claramente la naturaleza de clase
y los papeles políticos de los estalinistas y de las oposiciones
reformistas y delineado un programa para mostrar a los trabajadores el
camino hacia un genuino estado obrero. Sin ese partido, las luchas contra
el estalinismo fueron tomadas por fuerzas provenientes de los mismos
estalinistas y de los elementos burgueses que su sistema en desintegración
había nutrido. Para
conservar su control de clase frente a las devastadoras crisis económicas
y el malestar de la clase trabajadora, secciones de la clase dirigente
orquestaron una contrarrevolución, cediendo una parte del poder de estado
y económico al sector “privado” burgués en crecimiento. En varios países
de Europa Oriental, los dirigentes coparon movimientos populares para
conservar a su clase en
control. En otros países, inclusive la URSS, las transformaciones
tuvieron carácter preventivo. En todos los casos, el sistema estalinista
de capitalismo estatizado dio lugar a un sistema híbrido que permitió a
la clase dirigente eliminar casi todo lo que quedaba de los logros de la
clase trabajadora, que anteriormente se había visto obligada a conservar
bajo el falso nombre de socialismo. Como
resultado, en Rusia y otros estados de la ex URSS, los trabajadores
sufrieron una catástrofe: desaparecieron los empleos de manufactura, no
se pagaron salarios, la salud pública fue destruida y las tasas de
mortalidad han aumentado rápidamente. En Europa Oriental, las condiciones
de los trabajadores también han empeorado, si bien no tan drásticamente
(con la excepción de la ex Yugoslavia agobiada por la guerra). Pero la
terrible declinación de los estándares de vida de los trabajadores había
comenzado mucho antes de la caída de los regímenes de los Partidos
Comunistas. Había habido una grave escasez de productos para
consumidores, las enfermedades debidas al envenenamiento del medio
ambiente y el alcoholismo estaban fuera de control, la mortalidad infantil
estaba en aumento y la expectativa de vida en disminución. Los cambios de
regímenes de 1989 a 1991 no iniciaron estos horrores; simplemente añadieron
más. Revoluciones
políticas El hecho
de que las sociedades estalinistas se convirtieran abiertamente en
capitalistas sin que desapareciera el estado confirma nuestro análisis de
que la naturaleza de clase del estado no cambió, el estalinismo fue
capitalista desde el comienzo. (Ver New Ruling Class from Old.) Por
esto las transformaciones de 1989 a 1991 que consolidaron a los nuevos regímenes
fueron revoluciones políticas: el sistema subyacente de explotación
continuó siendo capitalista, pero el poder dominante dentro de la clase
dirigente se desplazó a un ala superpuesta de la misma clase. Los nuevos
regímenes dirigieron el movimiento de las masas contra las masas mismas y
destruyeron lo que quedaba de los logros que los trabajadores habían
mantenido por décadas, si bien en condiciones lamentablemente deformadas. En estas
circunstancias, estos regímenes completaron ciertos pasos que la
contrarrevolución social estalinista no había podido llevar a cabo
cuando aplastó al estado de soviets de trabajadores en la década de
1930. En contraste con el desmantelamiento de la estructura del estado en
ese momento, en los derrocamientos políticos de 1989 a 1991, la
estructura y personal del estado permaneció casi igual. El gran ejército
de la Unión Soviética, cinco millones de tropas estacionadas desde Berlín
hasta Vladivostok, no se movieron para preservar ni al imperio soviético
ni a la misma Unión Soviética en 1991. Esto es porque el ejército
continuó siendo el brazo de la clase dirigente que estaba luchando por
aburguesar sus métodos de control. En Polonia, el régimen de coalición
entre los estalinistas en retirada y el ala del movimiento Solidaridad
dirigido por Lech Walesa volvió a designar como ministro de defensa al
general Florian Siwcki. Éste deseaba ansiosamente que sus fuerzas se
adaptaran a medida que cambiaba la “forma del estado”. “Ahora
depende de cada uno de nosotros, de todos los polacos, que podamos
enfrentar los desafíos del futuro.” Éstos incluían “la formación
de un estado cívico, democrático y parlamentario. Al respaldar estos
cambios que tienen lugar en el estado, estamos también cambiando la forma
del ejército.” (New
York Times, 29 de agosto de 1989.) El
estado “democrático, parlamentario y cívico” significa, en este
lenguaje codificado, la propiedad privada. La estructura militar se podía
cambiar tan fácilmente porque el antiguo régimen, como el nuevo, defendía
a la explotación capitalista. Que ésta ocurriera principalmente a través
del estado o de la propiedad privada es de importancia secundaria. En
cualquier caso el estado pertenece a los explotadores y existe para
reprimir a los trabajadores. También
China ha estado experimentando una importante transformación de un
capitalismo estatizado a una combinación de capitales privados y de
estado. El movimiento de Tienanmen en 1989 fue más allá de su obvio
aspecto estudiantil para llegar profundamente a la clase trabajadora. Su
supresión por la fuerza militar permitió al régimen llevar a cabo
“reformas” que no podrían haber sido impuestas anteriormente. La
burocracia del Partido Comunista mantuvo su control sobre el estado y
manipuló el crecimiento de una importante economía no estatal junto a
ataques que recortaron los
trabajos, ingresos y derechos de los trabajadores en las industrias
administradas por el estado. La
clave: liderazgo revolucionario Las
“revoluciones” hechas en el nombre de la libertad devastaron a las
clases trabajadoras y las llevaron a un
período de relativa pasividad. Los trabajadores de Europa Oriental
habían mostrado su poder en muchos levantamientos en contra del
estalinismo --de Berlín oriental en 1953 a Gdansk en 1980-- y habían
alentado las esperanzas entre los luchadores de la clase trabajadora de
todas partes de que ellos encontrarían la manera de derrocar al sistema
estalinista y reemplazarlo con verdaderos estados obreros. El hecho de que
no se formaran partidos revolucionarios de trabajadores se debe
principalmente al hecho histórico de que los estalinistas, en las purgas
masivas que dieron muerte al estado de soviets de trabajadores en la década
de 1930, habían eliminado a los líderes fieles a las metas de la
revolución de octubre que quedaban. De manera similar, en la Europa
Oriental de la década de 1940, los estalinistas que condujeron al ejército
soviético al poder eliminaron a los genuinos revolucionarios que habían
sobrevivido a la conquista nazi. Una
parte significativa de la culpa del fracaso de que surgiera una
alternativa de revolución proletaria descansa también en esas
organizaciones que dicen representar al trotskismo. Su capitulación en la
teoría y en la práctica significó que no hubo una fuerza seria
articulando y luchando por el programa de la revolución de la clase
trabajadora en el panorama mundial. En las décadas de 1960 y 1970, muchas
de estas organizaciones vieron a los movimientos estudiantiles, a las
guerrillas con base en el campesinado y
a las fuerzas socialdemócratas o estalinistas como a los grupos
que generarían avances revolucionarios. Abandonaron estas ideas debido a
su fracaso total, pero sus subyacentes actitudes de clase y las teorías
que las reflejan continúan siendo las mismas hasta el día de hoy.
Algunos de los grupos seudo trotskistas tenían grupos afiliados en la ex
URSS y en Europa Oriental y pudieron cumplir un pequeño pero desastroso
papel. Debido a su incredulidad de que la clase trabajadora pudiera tomar
el poder por sí misma, estos grupos continuaron confundiéndose con teorías
que veían a los viejos estalinistas o a los nuevos regímenes “democráticos”
como progresistas. De este
modo los trabajadores en la URSS y en Europa Oriental no encontraron otra
alternativa de liderato más que el estalinismo o el capitalismo
tradicional. Por eso, sus revueltas los llevaron a las manos de los nuevos
líderes pos estalinistas burgueses antes de que pudieran generar una
nueva perspectiva revolucionaria mundial y de liderazgo de vanguardia. Los
auténticos marxistas no glorifican la inmediata conciencia de la clase
trabajadora. El programa comunista tal vez no sea popular en un momento
determinado, pero no es una ideología artificial: surge de las
necesidades objetivas del proletariado. A medida que la lucha de clase se
profundiza, los trabajadores más avanzados adquieren conciencia de su
programa y tareas y se organizan ellos mismos en el núcleo de un partido
revolucionario proletario; por esto ellos mismos otorgan el liderazgo al
resto de su clase y a otras capas oprimidas de la población. La creación
de un partido proletario es la única “etapa” que es un verdadero
requisito para la revolución socialista. La razón
de debatir el carácter de clase de la Unión Soviética no es anotarse
puntos teóricos sino restablecer la importancia central para el
socialismo del proletariado conciente y revolucionario --una clase que
concientemente lucha para crear una nueva sociedad. Los izquierdistas que
ven a otras clases como redentores omnipotentes no sólo están rechazando
las enseñanzas fundamentales del marxismo, también se están preparando
para engañar a los trabajadores para que sigan a los demócratas neo
estalinistas y socialdemócratas cuya tarea es dejarlos abiertos a una
mayor opresión y explotación. El
golpe de Yeltsin Los
marxistas que creían que la URSS y sus estados aliados no eran
capitalistas antes de 1989, pero que ahora son capitalistas tienen que
preguntarse en el caso de cada país, ¿cuándo ocurrió la
contrarrevolución? Ya hemos mencionado que los trotskistas ortodoxos en
la década de 1940 tenían considerables problemas con la “cuestión de
la fecha” ya en esa época: ¿cuándo se convirtieron en estados obreros
los países de Europa Oriental, China, etc.? Después de 1989 el problema
opuesto es igualmente molesto. En la
URSS, la contrarrevolución de Yeltsin fue el suceso clave en el
derrocamiento del poder del Partido Comunista. En ese conflicto entre alas
de la burocracia capitalista de la clase dirigente, los estalinistas
“duros” dirigidos por el vicepresidente Gennady Yanaev intentaron
tomar control del poder y terminar el delicado equilibrio que ejercía
Gorbachev entre ellos y los privatizadores más rápidos. El golpe presentó
un serio peligro para la clase trabajadora, ya que sus líderes anunciaron
una inmediata prohibición de huelgas y una retracción de los limitados
logros democráticos cedidos por Gorbachev durante la campaña de
“glasnost” (abertura) de la media década anterior. Por eso los
trabajadores revolucionarios se hubieran opuesto al golpe y se hubieran
alineado tácticamente en un bloque militar con Yeltsin para derrotar a la
amenaza inminente a los intereses de los trabajadores. Como una
cuestión de principios, los revolucionarios no podían apoyar a ninguna
de las alas de la clase capitalista dirigente. Pero nosotros podíamos, sólo
en forma momentánea y por razones de táctica, defender a un lado de la
guerra civil o conflicto armado si juzgábamos que el otro lado era una
amenaza más seria para la clase trabajadora. Ése fue el método usado
por los bolcheviques para defender al reaccionario Kerensky del
reaccionario Kornilov en 1917, igual que Trotsky defendió a la burguesa
república española de los fascistas en 1936. Nuestra posición fue la de
dar “apoyo militar” al lado de Yeltsin. Es decir, queríamos que los
trabajadores dirigieran sus armas hacia Yanaev en ese momento, mientras
que advertíamos que la clase trabajadora tendría que ocuparse de Yeltsin
poco después. Efectivamente, luego de que el golpe fuera derrotado,
Yeltsin y Gorbachev firmaron un pacto que, entre otras cosas, trató de
prohibir las huelgas. Y Yeltsin, como Yanaev, expresó la opinión de que
Pinochet en Chile era su modelo. Cuando
la revuelta de los duros se extinguió, el juego de equilibrio de
Gorbachev se derrumbó y Yeltsin resultó triunfador. Su triunfo dio
entrada a un período de un saqueo capitalista desenmascarado que
enriqueció a un puñado y empobreció a millones. Si bien el equipo de
Yanaev también estaba dedicado a las reformas de “mercado libre”, el
curso que proponían era más lento. Por esto cualquier obrero-estatizado
deformado debería haber defendido el lado de Yanaev, a pesar de su
amenaza inmediata de aplastar a los trabajadores, --por una cuestión de
principios, no solamente de táctica. Sin embargo, pocos lo hicieron. La
mayoría respaldó a Yeltsin por razones dudosamente democráticas,
probando una vez más que su teoría del estado obrero es un palabrerío
vacío. Cliff
y los Socialistas Internacionales Prácticamente
para todos los teóricos del estalinismo, su fracaso en anticipar la caída
del estalinismo no les ha impedido alegar que ese colapso confirmaba sus
puntos de vista. Presentaremos un número de diferentes teorías y
corrientes marxistas con el propósito de retar sus declaraciones. En 1990,
Chris Harman, el compinche de Cliff, describió la caída del estalinismo
de esta manera: La
transición del capitalismo de estado a capitalismo multinacional no es ni
un paso adelante ni uno atrás, sino que es un paso al costado. El cambio
es sólo un desplazamiento de una forma de explotación a otra forma a
otra para toda la clase trabajadora, si bien algunos grupos específicos
de trabajadores.... se encuentran en una mejor situación para mejorar sus
condiciones y otros.... encuentran que sus condiciones empeoraron.
(International Socialism, número 46, 1990) En 1998,
Cliff publicó un artículo titulado “The Test of Time”, para
afirmar que su teoría del capitalismo de estado había sido probada
cierta. En el artículo, Cliff repetía el análisis del “paso al
costado”. Se puede concebir remotamente que en 1990, los observadores no
hayan percibido la amenaza a los derechos de todos los trabajadores y sus
estándares de vida que traían consigo la privatización y el saqueo de
la propiedad estatal. Pero no para fines de la década. Cliff & Compañía,
nunca aceptaron que ningún logro de la clase trabajadora había
sobrevivido bajo el estalinismo y por consiguiente observaron
tranquilamente cómo desaparecían estos logros. El
cambio del estalinismo probó que la teoría de IST era incorrecta en
todos sus aspectos esenciales. Cliff explicó la economía estalinista
como si fuera en efecto una única compañía capitalista sin que la ley
del valor o la competencia operaran dentro de ella. (Nosotros dijimos en
nuestro libro que la teoría de Cliff era en efecto no una teoría del
capitalismo sino más bien un colectivismo burocrático disfrazado.) De
aquí que, para Cliff, las crisis cíclicas de sobreproducción fueran
eliminadas. Cliff citó a uno de los primeros teóricos marxistas, Nikolai
Bukharin, quien decía que la fuerza económica impulsora bajo el
capitalismo de estado eran las necesidades de consumo de la clase
dirigente; ya que estas necesidades están físicamente limitadas, el
crecimiento económico bajo este sistema se estancaría. Cliff
argumentó, sin embargo, que la economía soviética había evitado la
“solución Bukharin” porque había una fuerza impulsora adicional, su
necesidad de producir armas. Esto era “un modo de adquirir nuevo capital
y nuevas posibilidades de acumulación”. (State Capitalism in Russia,
edición de 1998, páginas 243-244). Cliff vio al gasto armamentista
como un enorme estímulo económico en vez de un remedio temporario; en
realidad es un enorme desgaste en cualquier economía, especialmente una
en estancamiento. No sólo los bienes de consumo sino también los bienes
de capital estaban muy detrás de las tasas de Occidente. Los esforzados,
pero condenados la fracaso, intentos de la Unión Soviética para no
perder terreno en la carrera armamentista con Estados Unidos fueron la
gota de agua que causó el colapso del sistema. (En el Capítulo 7 de
nuestro libro aparece una crítica de varias versiones de la teoría de la
“economía armamentista permanente” de IST.) El fallo de Cliff
de ver las leyes y contradicciones internas del estalinismo, que
condujeron a la relativa debilidad y anarquía de la economía, surgieron
de la idea que el estalinismo representaba un estado más avanzado del
capitalismo, que la planificación conciente era en realidad la fuerza
impulsora. En su trabajo teórico más importante, publicado en 1955,
Cliff escribió: De
una economía estatal y planificada no se puede volver a una economía anárquica
y de propiedad privada... El reemplazo de una industria estatal de gran
escala por una industria privada sería una regresión técnica y económica.
(State Capitalism in Russia, página 273.) En años
más recientes, los teóricos cliffistas se vieron forzados a reconocer el
hecho de la crisis del estalinismo. Pero no entendieron que el sistema
corría grave peligro. (Ver Their Prediction and Ours.) El error
fundamental en la teoría de IST fue que ellos no vieron que el
estalinismo era una forma bastarda del capitalismo deformado por su
incapacidad de destruir los logros revolucionarios más importantes de la
clase trabajadora. Ellos lo vieron como una forma extrema del capitalismo
y no vieron la debilidad fundamental del sistema como tampoco la realidad
de que los trabajadores tenían algunos vestigios de 1917 que defender. Los
deformados trabajadores- estatistas Los
principales teóricos del estado obrero deformado también vieron al
estalinismo como estable, argumentando que los “estados obreros” no se
enfrentaban a la “restauración” del capitalismo. Al mantener que el
capitalismo no era un peligro, Mandel y sus teóricos pudieron confundirse
con los reformadores liberales del estalinismo, y por consiguiente, engañar
a los trabajadores de avanzada que les prestaron atención. Durante
todo el período entre la Segunda Guerra Mundial y la caída del
estalinismo, Mandel y Cliff, como los principales teóricos dentro del
amplio medio que se autodefinía como adherentes o simpatizantes del
trotskismo, habían estado enzarzados en un debate continuo sobre la
naturaleza del estalinismo. El hecho de que los análisis de ambos
resultaron desastrosamente incorrectos refleja, en el análisis final, la
perspectiva de clase media del medio. Como prueba de esto, ambas
tendencias siguieron a salvadores de la clase media en la lucha contra el
estalinismo en los días de su colapso. El ejemplo más importante es
Polonia, donde la USec de Mandel y la IST de Cliff apoyaron ambas al
gobierno de estalinistas y ex asesores de Solidaridad cuando estaba
administrando el capitalismo de austeridad pos estalinista en 1990. (Ver “The
Left and East Europe, PR 36) Algunos
trotskistas ortodoxos presentan el argumento de que los inmensos
retrocesos de los trabajadores en los países pos estalinistas prueban que
el carácter de clase de estos estados ha cambiado. Pero este argumento
está en directa oposición a la teoría marxista del estado. Si los
estados estalinistas hubieran sido estados obreros, aunque deformados, su
derrocamiento hubiera significado la destrucción de la maquinaria del
estado. (Ver And a Peaceful Counterrevolution Was Had by All.) ¿Cómo
es que las mismas fuerzas armadas ahora defienden la propiedad
capitalista, cuando hace poco defendían la propiedad “proletaria”? ¿Y
por qué una derrota importante de la clase trabajadora requiere una
derrota social, no solamente una política? La llegada de los nazis al
poder en Alemania en 1933 fue evidentemente destructiva para las
instituciones obreras, pero fue una contrarrevolución política dentro
del marco de control capitalista. Además,
si los estados estalinistas fueran estados obreros, ¿por qué los
dirigentes, quienes, de acuerdo con la teoría del estado obrero deformado
tenían su propio inherente interés de casta en defender la
propiedad estatal, eligieron en cambio privatizarla?¿Por qué las
disputas entre los dirigentes estalinistas ocurrieron sobre la rapidez de
la desestatización, y no sobre la meta misma? Los que
creen en los estados obreros deformados siempre estuvieron desgarrados por
dos corrientes opuestas. De un lado, tendencias como la de Workers
World, en Estados Unidos y la de los espartaquistas defendieron a los
estalinistas en contra de los trabajadores diciendo hacerlo en nombre de
los “estados obreros”. Por otro lado, Mandel & Compañía tomó a
los “disidentes” reformistas de clase media que habían engañado a la
organización trabajadora Solidaridad como a los verdaderos líderes de la
clase trabajadora. La más patente condenación de todo el medio
“ortodoxo” es que en el medio siglo de sus “estados obreros
deformados”, ni uno de ellos escribió un análisis teórico serio,
mucho menos un libro, explicando las leyes de movimiento de ese tipo de
sociedad y justificando una designación que tiene contradicciones tan
obvias. La teoría no fue una guía para la acción porque no había una
teoría. La
tendencia espartaquista Los
espartaquistas tuvieron muchas dificultades en decidir cuándo había
desaparecido el “estado obrero” soviético. A fines de 1992,
anunciaron retroactivamente que la contrarrevolución había triunfado algún
tiempo antes, exactamente cuándo no quedó claro. (Ver “Spartacists
Terminate Russian ‘Workers State’ Not with a Band but a Whimper,”,
PR 43.) Una “teoría” que permite a los que la proponen pasar por
alto la caída de un “estado obrero” --en la tierra de la revolución
bolchevique, nada menos-- cuando los hechos decisivos ocurren a la vista
de todo el mundo, es inservible para la clase trabajadora. Los
espartaquistas apoyaron a los estalinistas de línea dura en contra de los
trabajadores cuándo éstos defendieron al Muro de Berlín (que fue usado
para aprisionar a los trabajadores de Alemania Oriental, que eran
fusilados si intentaban cruzarlo) y aplaudieron la represión por parte de
los estalinistas polacos de diez millones de trabajadores en 1982. No
hubieran tenido ningún problema en apoyar al golpe de Yanaev en contra de
Gorbachev en 1991. Pero en esa oportunidad no tomaron partido. Realizaron
contorsiones teóricas para evitar hacerlo, por la razón de que hubieran
tenido que admitir que sus rivales por excelencia, la International
Bolshevik Tendency (IBT), que había apoyado a Yanaev, había estado
“correcta”, cuando ellos se habían equivocado. A pesar de todas sus
proclamas de lealtad bolchevique al programa, los espartaquistas con
frecuencia están motivados por bajas necesidades en su organización. El
enfoque de IBT, si bien lógico desde un punto de vista pro estalinista,
no es más consistente. El razonamiento que llevó a la IBT a defender a
Yanaev también debería haberlos llevado a defender a Ceausescu en
Rumania en diciembre de 1989, no sólo en contra de los reformadores
estalinistas que tomaron el poder, sino también en contra del
levantamiento popular que Ceausescu reprimió salvajemente. Después de
todo, fueron los reformistas los que destruyeron al “estado obrero” al
debilitar la maquinaria estalinista de estado, y fue
Ceausescu quien, a pesar de todos sus crímenes, incluso su
dedicación sin claudicaciones a pagar las deudas de Rumania con los
imperialistas en vez de alimentar a su población, estaba decidido a
preservar la propiedad estatal para defender su propio poder y rapiña.
Pero al defender su propia propiedad, Ceausescu estaba defendiendo la
propiedad nacionalizada, y, por consiguiente, a los ojos de la IBT y de
SL, el “estado obrero”. En forma oportunista, porque hubiera
significado defender a un carnicero estalinista particularmente odioso, ni
los espartaquistas ni la IBT tomaron la posición consistente con sus
principios pro estalinistas. Más
recientemente, los espartaquistas trataron una vez más de presentar una
explicación teórica de la desaparición de los “estados obreros”
estalinistas. “Seis décadas de mala conducción burocrática... han
producido un profundo cinismo político entre las masas trabajadoras de la
Unión Soviética”, escribieron, culpando de esta manera a la clase
trabajadora, al tiempo que embellecían al régimen contrarrevolucionario
como “mala conducción”. (Workers Vanguard, 6 de agosto de
1999). Para cubrir su propia historia de admiración a la “planificación”
estalinista, mintieron al decir que habían entendido desde hacia tiempo
el retraso económico soviético comparado con el Occidente: En
1960, Khruschev desafió al capitalismo de Occidente. “Los
enterraremos,” al proclamar que la URSS no sólo alcanzaría dominio
mundial por sobre el capitalismo de Occidente, sino que también alcanzaría
el “comunismo completo” en 20 años. Khruschev estaba expresando la
falsa conciencia de la oligarquía del Kremlin. Pero de
hecho los mismos espartaquistas habían proclamado a toda voz la
superioridad económica del estalinismo. Como Mandel y tantos otros que
pensaban igual sobre el estado obrero, ellos arguyeron la evidente tontería
de que la economía soviética estaba libre de crisis sistemáticas y de
que “aseguraba el rápido y continuo crecimiento de las fuerzas
productivas” --aun que la estructura social de Rusia bajo Lenín era
“mucho más propicia para la restauración capitalista” que bajo
Brezhnev. (Citas tomadas de la publicación espartaquista de 1977, Why
the USSR is Not Capitalist, páginas 59 y 90.) ¡Otra brillante
predicción! Workers
Power (LRCI) El grupo
británico Workers Power, columna vertebral de la League for a
Revolutionary Communist International (LRCI), es una de las pocas
tendencias de estado obrero que trata de justificar sus políticas sobre
la base de la teoría; por consiguiente hemos analizado y diseccionado sus
puntos de vista varias veces. (Sobre el estalinismo, ver los números 20,
21, 48 y 49 de nuestra revista.) Pero, a pesar de todos sus intentos teóricos,
lo que distingue a LRCI por sobre todo es su predilección por cambios de
posición en todas las cuestiones. Cuando
la URSS se estaba desintegrando, LRCI en un principio se opuso a la
independencia de las repúblicas no rusas por temor de que debilitaran al
“estado obrero” soviético; por consiguiente apoyó el ataque a
Azerbaijan por Gorbachev a principios de la década de 1990. Pero cuando
la represión de Moscú en Lituania en 1991, el LCRI se dio vuelta y salió
en defensa de la auto determinación, ¡a pesar de que la
“contrarrevolución burocrática y conservadora” rusa estaba ayudando
a evitar los cambios que eran decisivos para restaurar el capitalismo!
Unos pocos años después, LRCI cambió su punto de vista varias veces
sobre la auto determinación de Bosnia durante las guerras en Yugoslavia.
(Ver PR, 43.) Sobre la
naturaleza de clase de los estados pos estalinistas, recientemente LRCI
realizó su giro más grande y probablemente ganó todos los campeonatos
del mundo de vacilación centrista. Cuando los regímenes abiertamente
burgueses habían tomado el poder, LRCI se rehusó a aceptar que los
estados eran capitalistas; insistieron que sólo habían ocurrido
revoluciones políticas dentro de los estados obreros. Llamaron al
resultado “estados obreros moribundos”. Así es cómo explicaron lo
que sería necesario para convencerlos de que las sociedades eran
capitalistas: Hemos
reseñado los cambios estructurales claves que serán necesarios para que
el capitalismo finalmente se imponga en estos países en transición
avanzada, o estados obreros moribundos. ¿Cómo, post festum, podríamos
reconocer cuándo efectivamente esto ha sido llevado a cabo? A
través del engañoso prisma de los indicadores económicos burgueses
deberían ser observables ciertas características --por ejemplo, cuándo
en Europa Oriental la producción nacional sale de su profunda recesión
al grado de que es evidente un nuevo ciclo de recuperación; cuándo este
crecimiento no es inflacionario y logra una reducción de déficits de
presupuesto. (Trotskyst
International, nro.
9, 1992) Como
respuesta, nuestro comentario fue: WP y
LRCI han llevado su teoría de la ley del valor al absurdo... Los triunfos
capitalistas cuando la economía sale decididamente de su recesión bajo
el “estado obrero”, eso es, para LRCI, ¡que el capitalismo resuelve
la crisis económica que el estado proletario no puede resolver! Si esto
se tomara en serio, debería significar que el capitalismo es progresista.
(PR 48, 1995) Teníamos
todavía más razón de lo que pensábamos sobre lo absurdo de esta teoría
porque inmediatamente después de este pasaje, escribimos: “Cualquiera
haya sido la intención, la ‘defensa de los estados obreros’ de LRCI
claramente significa la defensa del retroceso.” Pero en ese momento no
advertimos que para LRCI los “estados obreros moribundos” eran estados
que los revolucionarios de la clase trabajadora no estaban obligados a
defender en tiempos de guerra. Entonces, no solamente estos “estados
obreros” eran estados que la clase trabajadora nunca había creado y en
los cuales los trabajadores no tenían control del estado; ni siquiera
existían en ellos restos de elementos socialistas dignos de ser
defendidos. LRCI los llamó estados obreros solamente para evitar
reconocerlos como capitalistas. Nuestra observación de que las teorías
de estados obreros deformados vienen a ser teorías de tercer sistema fue
corroborada una vez más. Hace dos
años, LRCI cambió completamente su línea. Rechazaron el término
“estados obreros moribundos” y lo reemplazaron por “estado burgués
restaurador”. Además, caracterizaron a su teoría previa como
“radicalmente falsa y engañosa”, “no dialéctica”, “confusa”
y “absurda”. (Capitalist Restoration and the State, noviembre
2000) La nueva
teoría de LRCI significa que “los anteriormente países estalinistas,
en los que la economía todavía no está operando según líneas
completamente capitalistas, no son necesariamente estados obreros de ningún
tipo. El factor determinante y clave no son las relaciones de propiedad
prevalentes, sino el sistema económico y de clase que el poder del estado
promueve y defiende.” En la URSS, por ejemplo, el cambio tuvo lugar en
1991, cuando Yeltsin estableció su gobierno. No sólo LRCI no previó el
fin de un “estado obrero” ni tomó nota cuando esto ocurrió; no
notaron su pérdida por casi una década. (La actitud de ‘a veces se
gana, a veces se pierde’, hacia lo que debería significar el logro más
alto de la clase trabajadora es un típico juego de académicos, no de políticas
marxistas.) LRCI tiene una sección en Ucrania, donde sus miembros de la
clase trabajadora, si hay alguno, tienen que sentirse desilusionados al
enterarse de que en el 2000 ellos ya no eran parte de la clase
nominalmente dirigente, aunque estuviera moribunda. LRCI
también ha repensado, retroactivamente, las fechas que había asignado
como el momento en que los estados de Europa Oriental se habían vuelto
“estados obreros” después de la Segunda Guerra Mundial. La línea
seguida previamente había definido al momento de cambio como el momento
en que las economías habían sido completamente estatizadas (es decir, en
1950 y 1951). Ahora dicen que fue cuando “los gobiernos y estados
comenzaron a dirigirse decididamente en contra del capital y del
capitalismo y a crear economías planificadas burocráticamente según el
modelo de Stalin, es decir en 1948 y 1949”. Esto difícilmente
soluciona los problemas clave, los que señalamos en PR 20 y 21. Ni
en 1948-1949 ni en 1950-1951, cambió la maquinaria estatal --no hubo
revoluciones. El único cambio en el poder del estado importante ocurrió
antes, cuando el ejército soviético conquistó a Europa Oriental en
1944-1945. Pero entonces los regímenes instalados eran claramente frente
populistas capitalistas dirigidos por los estalinistas con la presencia de
partidos abiertamente burgueses. De acuerdo con cualquiera de las teorías,
ya sea la nueva o la vieja, del Workers Power, estos regímenes
capitalistas hubieran convertido estos nuevos estados de burgueses a
proletarios. Es decir, los estados capitalistas hubieran realizado la
revolución socialista. Esta parodia de teoría ocurre en todos sus
recientes autocríticas, el LRCI no ha lidiado con la verdadera
contradicción en ninguna versión de su teoría: “estados obreros”
sin clase obrera. Colectivistas
burocráticos La teoría
del colectivismo burocrático tendría que haberse desmoronado con la
abierta adaptación de Shachtman al imperialismo; sobrevivió en una forma
de alguna manera izquierdista en Estados Unidos entre los Independent
Socialists (Socialistas Independientes) a fines de la década de 1960,
hasta el grupo Solidaridad actual. Pero no tenía idea del movimiento del
sistema estalinista que pretendía describir. (Ver la cita de Robert
Brenner en Their Predictions and Ours.) En Gran
Bretaña, la tendencia Workers’ Liberty, dirigida por Sean
Matgamna, ha revivido al colectivismo burocrático. En 1998, Matgamna editó
un volumen de escritos de Shachtaman y otros colectivistas burocráticos,
acompañándolo con su propia introducción de 150 páginas. El objetivo
de Matgamna es mostrar que Trotsky no entendió la cuestión rusa,
mientras que Shachtaman & Compañía estaban esencialmente correctos. De todas
maneras, Matgamna no puede encontrar nada de sus predecesores teóricos
para explicar el colapso del estalinismo. En realidad, se ve forzado a
concluir: Ellos
entendieron mal toda la perspectiva general del estalinismo. Desde nuestra
posición es claro que Trotsky, y luego Shachtman, hasta 1946 o 1947,
estaban correctos en considerar al fenómeno estalinista como una aberración
en el amplio panorama histórico. Es comprensible que la propagación del
estalinismo luego de 1944 a más de un sexto de la Tierra haya llevado a
Shachtaman a no entender esto. De todas maneras, es claro que los sistemas
estalinistas emergieron en forma paralela al capitalismo, no como sus
sucesores. Históricamente, eran callejones sin salida.
(The Fate of the Russian Revolution: Lost Texts of Critical Marxism,
Vol. 1, páginas 155-156.) Fundamentalmente,
Matgamna está de acuerdo con Shachtaman, no en su específico análisis
de Rusia, pero sí en su apoyo a Occidente durante la Guerra Fría. En el
mundo de posguerra, donde la URSS fue la segunda potencia mundial, el
reconocimiento de que Estados Unidos y Europa occidental --el capitalismo
avanzado-- era el más progresista de los dos campos en contienda, el que
daba más posibilidades, mayor libertad, más para que se construyera el
socialismo, yo creo, fue una parte necesaria de la restauración del
equilibrio marxista a las políticas socialistas.
(página 145) El
capitalismo occidental, sin embargo, es imperialismo. Y en el mundo en
general, las posibilidades que dio a las masas del antiguo mundo colonial
difícilmente fueron abundantes o gratuitas. Hace quince años, esta
revista observó que Matgamna (evidentemente sin saberlo) no sólo estaba
volviendo su entonces teoría de estados obreros deformados hacia el
colectivismo burocrático, sino que también estaba adoptando una posición
de extremo cinismo hacia la
capacidad revolucionaria de la clase trabajadora y adaptándose en gran
medida al reformismo pro imperialista. Por ejemplo, Matgamna tomó una
posición neutral sobre la guerra imperialista de Gran Bretaña en contra
de Argentina sobre las islas Malvinas en 1982. (Ver “Where Are the
Matgamnaites Going?”, en PR 28.) [como también Malvinas War
Tests Leftists, en Socialist Voice, número 17). En su libro,
Matgamna deplora las más abiertas capitulaciones de Shachtman frente al
imperialismo: el apoyo de los ataques de Estado Unidos a Cuba y la guerra
en Vietnam. Pero sus propias adaptaciones señalan la misma dirección. Otra
corriente del colectivismo burocrático estadounidense escribe en la
revista New Politics, cuyo coeditor, Julius Jacobson, ha intentado
explicar la caída del estalinismo. Él también ha tenido que enfrentar
el dilema estándar: si la URSS no era capitalista antes de 1991, ¿entonces
cómo la vieja clase dirigente se convirtió en la nueva clase dirigente?
Jacobson llevó su teoría a su conclusión lógica: En la
república rusa –como en la mayoría de las naciones de la desmembrada
URSS—hay una anomalía trágica y absurda, de elementos dirigentes de la
previa clase dirigente comunista impulsados por instintos personales y
sociales de supervivencia, atacándose entre sí mientras luchan y se
esfuerzan para recrearse como parte del comité ejecutivo y de la elite
financiera de una burguesía artificialmente creada y militantemente
anticomunista. Una clase singular de “lucha de clase” unidimensional
en la cual una clase dirigente está luchando ferozmente para derrocarse a
sí misma. (New
Politics, invierno de 1995) El
absurdo de una clase dirigente derrocándose a sí misma está dictado por
la necesidad de ver a una clase reemplazar a otra mientras que ambas
consisten de la misma gente. El concepto de que ésta es una “lucha de
clases” (aun entre comillas) resta importancia a la verdadera lucha de
clase que tiene lugar entre patrones y trabajadores. Pero, pasar por alto
detalles tan pequeños es inevitable en cualquier teoría que no basa su
análisis de clase en las relaciones de explotación entre dirigentes y
productores. La
“cuestión rusa” nunca fue solamente un debate sobre la descripción
apropiada del régimen estalinista. Es el núcleo de cómo los
revolucionarios de la clase trabajadora entienden el papel de su propia
clase en la creación de una nueva sociedad que pueda poner fin a la
miseria que sufren tantos millones bajo el capitalismo. La revolución de
los trabajadores rusos en 1917 fue el logro más destacado en los 150 años
de historia de nuestra clase. La caída del estalinismo fue una pervertida
consecuencia de ese logro, ya que la razón central del colapso fue la
necesidad desesperada de la clase capitalista estatizada de desmantelar lo
que quedaba de los logros de los trabajadores. Con
frecuencia Trotsky dijo de la Unión Soviética que aquéllos que no podían
defender los logros pasados de la clase trabajadora, no podrían ayudar a
alcanzar nuevos logros. Lo mismo es cierto de aquéllos que no pueden
entenderlos. |
|