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Editorial
Continuando con su campaña de propaganda dedicada a la pretendida «muerte del comunismo», la burguesía mundial está respondiendo al noventa aniversario de la Revolución de Octubre con nuevos ataques y falsificaciones sobre los acontecimientos revolucionarios de aquel entonces. En muchos países, los comentarios de la prensa subrayan que la Revolución Rusa ha perdido relevancia en el mundo actual, interesando únicamente a los historiadores. Por otro lado, los movimientos de protesta obrera que se producen en distintos lugares del planeta proporcionan a los medios masivos de comunicacion la ocasión de poner de manifiesto, con notoria satisfacción, que hoy «los trabajadores se han liberado de las confusiones ideológicas y de los peligrosos ideales utópicos de otros tiempos».

En realidad, la actual propaganda contra la revolución proletaria forma parte de una nueva etapa, cualitativamente superior, en el ataque capitalista contra la Revolucion de Octubre. Lo que ahora está haciendo la clase dominante es lanzar una nueva campaña a escala mundial contra los «crímenes del comunismo». Esta campaña culpa a los bolcheviques y a la propia Revolución Rusa de los crímenes de la contrarrevolución del estalinismo. Para la burguesía, el crimen fundamental de la Revolución Rusa fue la sustitución de la «democracia burguesa» por una ideología «totalitaria» que condujo a la exterminación sistemática por parte del proletariado de su «enemigo de clase», la burguesía.

Desde la caída de la Unión Sovietica, el ataque burgués contra el comunismo y la Revolución Rusa se ha venido desarrollado aprovechando el impacto del desplome de los regímenes estalinistas de Europa del Este y presentando dicho derrumbe como el hundimiento del comunismo. La burguesía no necesita encontrar argumentos históricos para en defender sus mentiras. Pero el impacto de esas campañas ideológicas se ve progresivamente erosionado por el fiasco de la pretendida victoria del «estilo occidental de capitalismo y democracia» desmentidos cotidianamente por el declive económico y la masiva pauperización del nivel de vida de los trabajadores a lo largo y ancho del planeta. Aunque la combatividad y sobre todo la conciencia del proletariado se vió negativamente afectada por los hechos y la propaganda en torno a la caída del Muro del Berlín, la clase obrera no adhirió masivamente a la defensa de la democracia burguesa, recuperando lentamente el camino de sus luchas y la combatividad contra los ataques capitalistas. En estos momentos, dentro de minorías politizadas del proletariado renace un nuevo interés por la historia de la clase obrera en general, por la Revolución Rusa, y la lucha de las corrientes marxistas contra la degeneración estalinista en particular. Aunque la burguesía tiene la situación social inmediata relativamente controlada, su ansiedad e inquietud, ante el progresivo colapso de su economía y la realidad de que el proletariado conserva intacto su potencial de combatividad y de reflexión, le obligan a intensificar sus maniobras y sus ataques ideológicos contra su enemigo de clase. Esta es la razón por la cual la clase dominante responde al noventa aniversario de la Revolución Rusa con una riada de libros y artículos dedicados a falsificar la historia y a desprestigiar la lucha del proletariado.

Mientras que durante la guerra fría muchos historiadores burgueses negaban la continuidad entre el estalinismo y la Revolución de Octubre, para así evitar que el bloque sovietico se aprovechara del prestigio de ese gran acontecimiento, hoy el blanco de todos sus odios ya no es el estalinismo sino el propio bolchevismo. Ahora que la amenaza de la rivalidad imperialista de la URSS ha desaparecido para siempre, no ocurre lo mismo con la amenaza de la revolución proletaria. Contra esta amenaza los historiadores burgueses dirigen hoy todas sus iras; echando mano de las viejas mentiras producidas por el pánico que estremeció a la burguesía durante la Revolución Rusa, como que «los bolcheviques eran agentes pagados por los alemanes» y que la Revolución de Octubre fue un «golpe de estado bolchevique». Estas mentiras propaladas en aquella época por los seguidores de Kautsky aprovechaban la censura impuesta por la prensa burguesa sobre lo que realmente estaba ocurriendo en Rusia. Hoy, con más evidencias documentales a su disposición, las plumas a sueldo de la burguesía arrojan las mismas calumnias que propagandizaba el terror blanco. Estas falacias son propaladas actualmente no sólo por los enemigos declarados de la Revolución Rusa, sino también por algunos de sus pretendidos defensores, como los estalinistas reciclados en las pseudo-izquierdas modernas, en particular por los ex-comunistas europeos. Según algunos de estos ex-comunistas, la Revolucion de Octubre fue básicamente la obra de un hombre perverso y un acto dictatorial del partido bolchevique bajo la dictadura personal del «tirano» Lenin y de su acólito Trotski. Tratan de ocultar de esta forma que la Revolucion de Octubre fue la obra de millones de trabajadores revolucionarios organizados en consejos obreros, los famosos Soviets. Es evidentemente que con estas críticas y falsificaciones, la burguesía y los estalinistas reciclados no apuntan sólo contra la Revolucion de Octubre sino también contra las luchas de hoy y de mañana del proletariado.

Por un lado, aunque la última gran lucha de la vida de Lenin fue contra Stalin y la capa social de burócratas que lo apoyaban, llamando a su revocación en su famoso Testamento; se han llenado miles de páginas para «probar» que Lenin designó como «sucesor» a Stalin. Particularmente fuerte es la insistencia sobre la actitud «antidemocrática» de Lenin. Por otro lado, Trotski simboliza como pocos el mayor «escándalo» en la historia humana: que una clase explotada expulse del poder a la clase dominante mediante la Revolucion de Octubre, que intente extender su dominio por el mundo entero por medio de la Internacional Comunista, que organice la defensa militar del nuevo poder por medio del Ejército Rojo, y que, encima, inicie la lucha marxista contra la contrarrevolución burguesa del estalinismo. Estos son los hechos que los explotadores temen por encima de todo y quieren erradicar a toda costa de la memoria colectiva de la clase obrera: que el proletariado arrancara el poder a la clase burguesa y se convirtiera en la clase dominante mediante la Revolucion de Octubre y que el marxismo fuera el detonante de la lucha proletaria contra la contrarrevolución estalinista.

Fue gracias a los esfuerzos combinados de la burguesía occidental y de la contrarrevolución estalinista que la revolución alemana acabó siendo derrotada en 1923 y el proletariado aplastado en 1933. Fue gracias a aquellos que pudo ser derrotada la huelga general de 1926 en Gran Bretaña, que se pudo vencer a la clase obrera china durante 1926-27 o a la clase obrera española en 1936. La burguesía mundial apoyó la destrucción estalinista de todos los vestigios de la dominación del proletariado en Rusia y aplaudió la aniquilación de la Internacional Comunista. La burguesía actual esconde que las víctimas del estalinismo, fueron víctimas de los crímenes de la burguesía, de la contrarrevolución capitalista de la que el estalinismo es parte íntegra, y que los verdaderos comunistas fueron las primeras víctimas de esa barbarie.

La falsificación de la historia revolucionaria de la clase obrera es en realidad un ataque contra la lucha de clases actual. Al tratar de demoler el objetivo histórico del movimiento obrero (su programa), la burguesía declara la guerra a las luchas de los trabajadores. En su momento, la separación propiciada por Bernstein y los socialdemócratas entre el programa revolucionario y las luchas cotidianas de la clase obrera a finales del siglo pasado, fue el primer intento a gran escala para liquidar el carácter revolucionario del proletariado. En la historia de la relación de fuerzas entre burguesía y proletariado, los períodos de crecimiento de las luchas y de desarrollo de la conciencia de clase han sido siempre períodos de difícil pero auténtica clarificación respecto al objetivo final del movimiento proletario; mientras que los períodos de derrota han llevado al abandono de dicho objetivo por la mayoría de las masas.

A finales de la década del setenta, se inicio una etapa de debates sobre el objetivo final de las luchas proletarias. La oleada de luchas internacionales abierta por la guerra de Vietnam, las guerras de liberación nacional y el Mayo Francés se caracterizó por el cuestionamiento, por parte de una nueva generación de trabajadores que no había conocido la derrota ni la guerra, tanto de los sindicatos como de los partidos de «izquierda» procapitalistas, así como de la definición burguesa de socialismo ofrecida por estos aparatos. Esa etapa se cerró con la derrota del movimiento obrero. Hoy en día, tras el final de más de sesenta años de contrarrevolución estalinista están dadas las condiciones para la aparición de una nueva generación de minorías revolucionarias. La campaña de propaganda actual contra el comunismo y contra la Revolución de Octubre, lejos de ser una cuestión académica constituye un tema central en la lucha de clases de nuestra época. Por ello requiere la respuesta más decidida de las minorías revolucionarias, de los autenticos comunistas en todo el mundo. Esta cuestión es aún más importante actualmente dado el proceso de descomposición del capitalismo. Este período de descomposición está determinado por encima de todo por el hecho de que ninguna de las clases fundamentales de la sociedad es capaz de dar un paso decisivo hacia su objetivo histórico: la burguesía hacia la guerra entre los distintos imperialismos por el control de la economía del planeta, el proletariado hacia la revolución proletaria. El resultado más importante de este empantanamiento histórico, es que el capitalismo está llevando a la humanidad indefectiblemente hacia la barbarie.

Sin embargo, la ruta hacia la revolución sigue abierta. Hoy en día, la burguesía no es capaz de movilizar a la clase obrera tras objetivos capitalistas como lo hizo en los años treinta. El hecho mismo de que diecieocho años despues de haber celebrado la «muerte del comunismo», la burguesía se vea obligada a intensificar su campaña ideológica y a hacer más directo el ataque contra la Revolución de Octubre, es una muestra de ello.

El impacto ideológico de las calumnias y de las mentiras de la burguesía contra la revolución proletaria es importante, pero no decisivo. Por ello, la burguesía se ve obligada a atacar la historia del movimiento marxista y, por consiguiente, a admitir su existencia. En la actualidad, el interés sobre el comunismo y la revoluciuon proletaria concierne solamente a una pequeña minoría de la clase obrera. Pero el bolchevismo, ese espectro que sigue recorriendo Europa y el mundo, ¿no fue acaso, durante años, una ínfima minoría dentro de la clase obrera?. El proletariado es una clase histórica dotada de una conciencia histórica. Su carácter revolucionario no es temporal, como sucedió con la burguesía revolucionaria frente al feudalismo, sino que nace del lugar decisivo que ocupa en el modo de producción capitalista. Décadas de lucha, de reflexión dentro de la clase obrera, respaldan la ideologia comunista. Sin embargo, los revolucionarios necesitaremos para conseguir nuestros objetivos años de tortuoso pero auténtico desarrollo de la cultura política del proletariado. En el avance de sus luchas contra los crecientes ataques a sus condiciones materiales de vida cada vez más insoportables, la clase obrera se verá obligada a confrontarse con la herencia de su propia historia y a reapropiarse de la verdadera teoría marxista. La ofensiva de la burguesía contra la Revolución Rusa y el comunismo va a hacer ese proceso más largo y más difícil. Pero al mismo tiempo va a hacer que ese trabajo de reapropiación sea más importante, más obligatorio para los sectores más avanzados de la clase. La perspectiva abierta por la Revolucion de Octubre, la de la revolución proletaria mundial, no está muerta ni mucho menos. Esto es lo que motiva las campañas de propaganda actuales de la burguesía.

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