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El Plan antiobrero de Cristina K

Partido de la Revolucion Socialista

La actividad preelectoral de Cristina Kirchner comenzó en el plano internacional hace ya unos meses, entrevistándose con algunos de los jefes políticos y económicos del imperialismo mundial. Apenas 4 días después de lanzar su candidatura se reunió con el Rey de España, el jefe del gobierno José Luis Rodríguez Zapatero y empresarios españoles, entre los que se encontraba el presidente de Repsol YPF, Antoni Brufau, quién recomendó a la candidata que imitara los llamados Pactos de la Moncloa de España, es decir un acuerdo entre gobierno, empresarios y sindicatos "para contener la inflación". A principios de febrero había viajado a Francia para reunirse con el presidente francés Jacques Chirac y los entonces candidatos Ségolène Royal y Nicolás Sarkozy (actual presidente); y a principios de mayo en EE. UU. participó con un discurso de la cena anual del Comité Judío Americano.

Mientras escribimos este artículo la candidata se encuentra en Alemania, donde antes de entrevistarse con la canciller Angela Merkel y el ministro de economía alemán, además de visitar las instalaciones de Siemens y Volkswagen, habló ante directivos de las mayores empresas alemanas nucleadas en la Cámara de Industria y Comercio, ante quienes presentó a la Argentina como una oportunidad para los negocios y un país en el que se puede ganar dinero, en el que hay "un buen estar del capital".

Es que uno de los ejes de este segundo mandato del matrimonio Kirchner, es atraer las inversiones extrajeras, para lo cual Cristina viajó para comprometerse personalmente a respetar los intereses imperialistas, al pago de la deuda con el Club de París y asegurarles buenas ganancias por sus inversiones. Una manifestación elocuente del carácter semicolonialdependiente del capitalismo argentino.

La segunda fase de la campaña tampoco se desarrolla en actos populares masivos, sino que tiene como eje tomar compromisos con la gran burguesía que tiene negocios en el país. Con ese objetivo Cristina concurrió al precoloquio de IDEA, mientras que, dos días después, su marido, el presidente Kirchner, participó en el almuerzo de la UIA por el Día de la Industria. En esos encuentros recibieron el apoyo abierto de la gran patronal, tanto de la UIA (Unión Industrial Argentina) como de la AEA (Asociación Empresaria Argentina), a la actual política "indust r i a l i s ta" del gobierno, pero también escucharon los alertas sobre la necesidad de hacer algunos "ajustes" al plan económico.

A través de estas reuniones y respondiendo a las necesidades del imperialismo y la gran burguesía local, Cristina K ha ido esbozando los ejes fundamentales de su programa de gobierno. Se comprometió a:

Pagar la deuda al Club de París, con el que Argentina tiene 6.300 millones de dólares en situación de default y cuyos acreedores principales son EE. UU., Inglaterra, Alemania y Japón. Seguramente en la reunión con la Merkel justificará la imposibilidad de pagar con las reservas que acumula el Banco Central -como propuso hace unos meses el titular del Club de París, en nombre de los países del G-7- , para mantenerlas como resguardo frente a la crisis financiera internacional, pero ofrecerá a cambio algún plan para pagar renegociando los plazos. Para la gran burguesía local es fundamental llegar a un acuerdo con los acreedores, para restablecer la confianza que les permita acceder a los créditos internacionales, hoy mucho más restringidos por la crisis financiera.

Conseguir un superávit fiscal de 3,15% como mínimo, como garantía para cumplir con los pagos de la deuda pública. Con el aumento del gasto público, por una parte, para “aceitar” las lealtades en vista a las próximas elecciones, y por otra, para mantener los altos niveles de crecimiento, el superávit fiscal se fue reduciendo significativamente. Esto a pesar del aumento de la recaudación. A ello se agrega la situación fiscal deficitaria de varias provincias, entre ellas la provincia de Buenos Aires, la más endeudada. Para lograr este objetivo, tras las elecciones, el propio Kirchner y luego su esposa -si resulta electa- tendrán que reducir el gasto público (y probablemente recortar subsidios al transporte). Esto significa que se profundizará el ataque a los empleados públicos nacionales, provinciales o municipales, tanto por el lado de la reducción de personal, como por la reducción relativa del salario frente a la inflación; y que tanto los hospitales como las escuelas seguirán viniéndose abajo.

La situación actual en la provincia de Buenos Aires, en la que están en huelga docentes, empleados públicos y trabajadores de la salud, que se repite con d i s t i n ta intensidad en varias provincias, es sólo un prólogo de la dureza que presentarán los conflictos para después de las elecciones.

El plan incluye aumentar paulatinamente las tarifas de los servicios, así como los precios de los combustibles. Los ejes alrededor de los cuales se estructura todo el plan económico son: recuperar la competitividad de las exportaciones, aumentar las ganancias patronales, y atraer inversiones. Y estos objetivos sólo pueden ser conseguidos a costa de la rebaja relativa del salario en relación con la inflación y de aumentar la explotación de los trabajadores. La política económica iniciada por Duhalde y continuada por Kirchner, se basó en establecer el tipo de cambio del dólar 3 a 1 en relación al peso, transfiriendo una enorme masa de dinero a los patrones. Con ello dieron un golpe brutal al salario de los trabajadores y crearon condiciones ventajosas para la exportación. Las grandes ganancias para la patronal y las condiciones internacionales favorables permitieron la recuperación de la economía con altas tasas de crecimiento. Sin embargo, esta política de sostener el dólar caro artificialmente, puede servir para salir de la crisis, pero no para mantener un crecimiento sostenido. El propio plan empezó a generar tendencias inflacionarias que, paulatinamente, fueron reduciendo las ventajas competitivas creadas por el tipo de cambio en beneficio de la burguesía industrial y agroexportadora. Lo que pasa es que no hay ninguna fórmula mágica. La acumulación capitalista se basa en el aumento de la explotación de la clase trabajadora. Por eso, mientras que el "crecimiento" superó en 8% el nivel de 1998, previo al inicio de la crisis, el salario promedio no logró recuperar el nivel de ese entonces. Pero ahora, la gran burguesía y el imperialismo, para que sus ganancias sean "sustentables", necesitan bajarlo todavía más.

Para ello el gobierno viene delineando un plan de "ajustes" desde hace meses, pero está suspendido por las necesidades de la campaña electoral. Por eso es que después de las elecciones habrá que esperar una ofensiva del gobierno y las patronales. Aprovechando los últimos meses, Kirchner querrá adelantar el trabajo "sucio" que luego deberá continuar su esposa. Pero además, como venimos plateando en ediciones anteriores de este periódico, la Argentina no estará exenta de las consecuencias de la crisis internacional.

A pesar de que los analistas se esfuerzan por mantener el optimismo, todos coinciden en que se terminó el "viento de cola", favorable a la economía nacional. Algunos dicen que la situación internacional afectará poco a la economía argentina. Pero nadie oculta la preocupación.

En este marco Cristina Kirchner ya adelantó cuál va a ser el instrumento fundamental para aplicar el duro plan que prepara contra los trabajadores: se llama "Pacto Social". Es decir un acuerdo explícito entre el gobierno los empresarios y la burocracia sindical. Según Clarín, el objetivo de los empresarios -avalado por el gobierno- es conseguir un acuerdo de precios y salarios por el término de dos años. Los aumentos de salarios se pactarían según la inflación esperada. Como todos sabemos los empresarios no respetan ningún acuerdo de precios o encubren los aumentos con los índices mentirosos del INDEC. Con lo cual los salarios irían perdiendo poder adquisitivo frente a la inflación real. La burocracia sindical sería la encargada de impedir que los trabajadores salgan a la lucha, dejando aislados a los que quieran romper el cerco; y el gobierno amparado en el Pacto, apelaría más duramente a la represión con las fuerzas de seguridad y a la persecución judicial para mantener en caja a los descontentos que intenten luchar. En estas condiciones, las luchas van a ser mucho más duras. Por eso, antes de salir a la lucha hay que tratar de reunir la mayor fuerza posible y se hace mucho más necesaria la unidad y coordinación de las luchas. La solidaridad y el apoyo concreto con los que salgan a luchar, es la vía por la que los trabajadores podemos ir forjando los lazos que vayan sentando las bases para avanzar en la coordinación.

Las luchas por salario, condiciones de trabajo, o en defensa de la salud y la educación, van a chocar con el frente unido del gobierno la patronal y la burocracia. Hay que hacer concientes a los trabajadores de esta situación, que no se trata de luchas aisladas contra tal o cual patrón, sino de enfrentar el pacto social y el plan del gobierno. Ante estas tareas, las agrupaciones de activistas, comisiones internas y cuerpos de delegados clasistas y antiburocráticos pueden cumplir un papel de vanguardia.

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