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Contra el reformismo y el stalinismo Revista Solidaridad |
Las burocracias estatales e industriales que han florecido en esta época tienen sus contrapartes en las organizaciones, partidos, y sindicatos obreros. El imperialismo promueve a un sector de la clase obrera que tiene intereses en el sistema: la “aristocracia obrera” de los trabajadores mejor pagos, especialmente en los países imperialistas. Descansando sobre esta aristocracia se encuentra la burocracia obrera que sirve al capitalismo como agente mediador ante los obreros. Como tal es pequeña burguesa en su naturaleza de clases, y no proletaria. Su existencia depende tanto de la sobrevivencia del capitalismo como de la reforma continua del sistema para otorgarles “ventajas” a los trabajadores con el propósito de atarlos a la sobrevivencia del capitalismo. Ideológicamente, la burocracia y la aristocracia obrera reflejan la interpenetración de la clase media y la pequeña burguesa con la clase obrera. Históricamente, desarrollaron la teoría socialdemocrática denominada revisionismo, la noción de que el socialismo se puede lograr no mediante la revolución sino por la constante presión de los obreros en favor de las reformas, que de cualquier manera sería el resultado normal del desarrollo y la modernización del capitalismo. Durante tiempos de prosperidad, el reformismo favorece reformas limitadas que benefician a la clase obrera dentro del marco del capitalismo. En el presente favorece básicamente la defensa de los alcances pasados. En el futuro cuando surjan alzamientos obreros para traicionar, algunas secciones de los reformistas hablaran de nuevo de los logros y alcances. Ahora dada la crisis capitalista y la polarización de clases, los partidarios del reformismo se ven constantemente obligados a alinearse en colaboración con fuerzas abiertamente burguesas y han cesado de balbucear acerca de las reformas. Los reformistas tradicionales ya han hecho esto descaradamente. Los elementos más a la izquierda, mientras continúan apoyando las reformas, se ven ahora obligados a seguir esa misma dirección de movimiento. En el presente, la crisis sistémica del capitalismo consume a la clase media y a la aristocracia obrera. Secciones de estos estamentos se deslizan precipitadamente hacia la clase obrera. Para los individuos y secciones de estos sectores, la crisis misma decidirá a cual formación de clase le darán su lealtad. Cuando el reformismo no puede jugar su rol contrarrevolucionario, el mismo es desempeñado por el stalinismo. Mediante la victoria de la contrarrevolución en la URSS con la imposición del stalinismo, la burocracia soviética se transformó en una clase dominante del capitalismo estatificado. Obligada a mantener la propiedad nacionalizada utilizó al estado para extraer la plusvalía de la cual vivía. Sirvió como una clase regente para la ausente burguesía, dueña de la propiedad privada. La meta social de la clase dominante stalinista fue defender y expandir su capital nacional mediante la autarquía relativa y la incorporación del proletariado: el capitalismo en un solo país fue su meta utópica reaccionaria bajo su consigna ideológica de “socialismo en un solo país”. Por lo tanto, la persistencia del capitalismo en su época de decaimiento le dio paso a una forma inequívoca de capitalismo decadente que entonces apoyó al sistema capitalista monopolista. En naciones mas débiles donde la burguesía nativa estaba desacreditada y no era capaz de defender su poder de clase, y donde la clase obrera había sido derrotada significativamente, todos lo esfuerzos dirigidos a defenderse del imperialismo daban paso hacia un capitalismo de estado. En los casos extremos esto dio como resultado la construcción de estados post Segunda Guerra Mundial cuyo modelo era la Unión Soviética stalinista. La estatificación de la propiedad port parte de fuerzas de clase pro-capitalistas fue posible solamente luego de la derrota y decapitación del proletariado. Esto es una confirmación de la teoría de la revolución permanente. En el mundo colonial y semicolonial, los stalinistas siempre estuvieron a favor de restringir las revoluciones que se desataban en el mundo post Segunda Guerra Mundial al nivel de la etapa burguesa. A toda costa, trabajaron para prevenir que los obreros trascendieran la colaboración de clases y el dominio del capital. De esta manera, sin poder romper con el mercado imperialista mundial, los stalinistas fueron clave en preparar el camino para el neocolonialismo que domina en esas áreas en el presente. El stalinismo tenía y tiene la tendencia a desarrollarse en las áreas del mundo donde el capitalismo tradicional era muy débil e incapaz de contener a las explosivas masas. El stalinismo utilizo el terror y las concesiones al proletariado con el propósito de mantener el dominio del capital, principalmente en los países de desarrollo combinado y desigual, es decir, exhibiendo una combinación de clases obreras peligrosas con condiciones sociales y económicas anticuadas. Aun posteriormente a la contrarrevolución, los stalinistas en la URSS se vieron obligados a mantener algunos de los logros de la Revolución de Octubre para poder existir: la nacionalización, el empleo total, etc. Los gobiernos stalinistas de la postguerra, en otros lugares se vieron obligados a adoptar medidas similares para mantenerse vivos y contener a los obreros. Los métodos stalinistas, como máximo, fueron capaces de lograr éxitos momentáneos. Arrastrados por los logros obreros remanentes, los estados stalinistas produjeron un capitalismo ineficiente que no era capaz de resolver las crisis económicas y de hecho, las hacia permanentes. Bajo la supuesta “planificación”, la economía era un desorden anárquico. Crecientemente, la clase dominante confrontó la rebelión de la clase obrera al tratar de intensificar la explotación y remover los pasados logros. Esto llevó al inevitable retorno del stalinismo a métodos más burgueses y a su colapso final. Los estados y partidos stalinistas fueron y son obstáculos contrarrevolucionarios para el socialismo. La URSS stalinista fue, por derecho propio, imperialista, al subordinar a su propia prisión de naciones internamente y a los satélites que había conquistado. A pesar de su autodefinición antimperialista, y la verdadera rivalidad con el Occidente imperialista, estos estados fueron puntos de apoyo para el imperialismo mundial y jugaron un rol decisivo en las décadas postguerra para contener a las masas en las áreas del mundo donde el capitalismo había fallado. Mientras los imperialistas occidentales desataron una guerra fría contra la URSS, los stalinistas en todos los países buscaban colaborar con cualquier “circulo pacifico y progresista” que encontraban. La profundización de la crisis del capitalismo mundial socavó las destartaladas economías stalinistas. Los alzamientos de la clase obrera derrocaron a estos regimenes. Pero ante la ausencia de partidos revolucionarios, las revueltas fueron secuestradas por los burócratas, que estaban en el proceso de convertirse en burgueses tradicionales. Murió el stalinismo, pero no sin antes llevar a cabo su misión de preservar al capitalismo imperialista durante más de medio siglo. Hoy en día, en todo el mundo los stalinistas siguen jugando el mismo rol contrarrevolucionario. Conduciendo a los trabajadores a callejones sin salida y dejándolos desarmados ideológicamente ante las garras de la burguesía. La única opción posible para la destrucción del capitalismo y la construcción de una sociedad igualitaria es la construcción de un partido obrero revolucionario. El partido de vanguardia revolucionario representa al estamento más avanzado en conciencia de la clase obrera. Ya que la clase obrera tiene que ser independiente de todas las otras clases, Lenin y Trotski subrayaron correctamente que el partido de vanguardia es el partido de solamente una clase y centra su trabajo dentro de la clase obrera. El partido de vanguardia en cada país deberá ser una sección de la autentica y recreada Cuarta Internacional, partido mundial de la revolución socialista. La tarea fundamental de los comunistas es construir el partido de vanguardia. Esto requiere distinguir los niveles de conciencia de la clase obrera con el propósito de ganarse a la emergente vanguardia. Los leninistas sabemos que hasta los partidos revolucionarios de masas no pueden saltar sobre los estamentos más avanzados para dirigir a las más amplias masas de obreros sin enfrentar consecuencias desastrosas. La Internacional obrera es siempre necesaria; su construcción es siempre la tarea principal de todos los comunistas. La Internacional no es el resultado fortuito de un proceso de construcción de partidos en cada país, una estrategia federativa nacionalista disfrazada. La construcción de la Internacional debe ocurrir a la par de la construcción de la seccional en cada país. Los comunistas, siempre, trabajan para mantener la naturaleza obrera del partido internacional tanto en su composición como en su programa. Este partido será el único capaz de conducirnos hacia la construcción de la sociedad socialista. Desde Solidaridad tratamos de contribuir modestamente a su construcción. |