Ch i l e, ante las elecciones generales y la sombra de Pinochet

Los dos últimos presidentes de Chile, Patricio Alywin y Eduardo Frei Jr., se han tenido que enfrentar de hecho con la dura experiencia de tener que cumplir con las promesas de iniciar un proceso de democratización y de reanimación económica y de terminar con el lastre heredado por la dictadura militar encabezada por Agusto Pinochet, quien en estos momentos aún permanece detenido en Londres.
Lo cierto es que, por sus características burguesas y sus compromisos con el capitalismo interno y mundial, estos gobiernos no han hecho nada para salir del abismo en que quedó sumida esta nación latinoamericana tras la dictadura. Especialmente este traspié lo notan con más fuerza los sectores más postergados de la clase obrera y popular. En definitiva, los mencionados gobiernos en vez de avanzar no han hecho más que quedarse estancados, ya que han sido incapaces de crear un ambiente favorable para iniciar la reconstrucción económica y moral del país. Por el contrario, en un ambiente que todavía se asemeja a los años de la represión burguesa, los trabajadores siguen experimentando pobreza, falta de trabajo, represión y otras consecuencias, síntomas propios del modelo económico impuesto hace algo más de dos décadas.
Los gobernantes post dictadura se vanaglorian del avance en cuanto a las mejoras del nivel de vida de los trabajadores, del fin de la represión política y la tortura, de la vigencia de las libertades civiles, etc.. Pero la realidad es otra, y basta con ver que en las cárceles aún sobreviven decenas de prisioneros políticos, algunos de estos herencia de la dictadura, otros dirigentes políticos y sociales de base que también hoy son perseguidos por los antiguos verdugos que sirvieron en los aparatos represivos de la dictadura. Por otro lado, todavía no se inician juicios coherentes contra los principales responsables de los miles de crímenes y desapariciones. Aunque algunos de ellos se encuentran ya en la cárcel, esto, por su número y las condiciones en que se encuentran, es una burla burda contra la clase trabajadora. A todo esto hay que agregarle que las leyes impuestas por la dictadura perduran sin esperanza alguna de ser modificadas y mucho menos revocadas. Entre estas figuran el Código Laboral y la Constitución Política. En resumen, todo sigue igual.¡En el Chile de hoy existe tan sólo una fachada de democracia!
Pasando revista al caso Pinochet, ya casi es seguro que el viejo dictador fascista regresará a "su país". La justicia burguesa es incapaz de dar otra solución. En este retorno están enredados tanto el presidente Frei como otros fariseos de la política chilena, entre los cuales se encuentran antiguos "socialistas" que defienden la posibilidad de enjuiciar a Pinochet en Chile. Pero hasta el más necio sabe que no existe chance alguna para sentar en el banquillo al sanguinario militar, ahora Senador Vitalicio.
Lamentablemente los porfiados hechos históricos nos confirman que la justicia elaborada por la clase burguesa siempre estará al servicio de su clase para defender sus derechos, y que la clase proletaria seguirá acumulando sobre sus espaldas el peso de la injusticia social.
En un clima de plena confusion política, el pueblo se enfrentó a unas agrias y acaloradas elecciones presidenciales. Ya el 12 de diciembre pasado, millones de ciudadanos pasaron por las urnas para elegir entre el delfín de Pinochet, Joaquín Lavín y el oficialista Ricardo Lagos. Lavín significa la continuación formal de los planes de la dictadura que fuera derrotada en un Plebiscito por una amplia coalición democrática, tras lo cual tuvo que entregar el gobierno. Además, él es un activo miembro del Opus Dei (Obra de Dios), lo que significaba que si hubiese llegado a ganar se hubiera inaugurado un período de franco conservadurismo en las costumbres y la cultura, y se hubieran impuesto de manera represiva sobre las masas populares los planes económicos del imperialismo.
Por su lado, Lagos representa a los sectores centristas de la política y a las clases medias y pequeña burguesía, las que se han distanciado del modelo legado por el pinochetismo, debido principalmente a la fuerte represión que les golpeó con dureza, dejándoles muy marcados. La Concertación, que viene gobernando ya por dos períodos post dictadura, tal como su nombre lo indica, aglutina a algunas organizaciones y personajes que regresaron del exilio (que conformaban la Unidad Popular), a otros que resistieron durante los años represivos en el país, y a la todo poderosa Democracia Cristiana, partido reformista de la derecha chilena que siempre ha mantenido una política zigzagueante, bonapartista y multiclasista, y que en sus momentos de mayor penetración en el movimiento obrero y popular ha defendido una postura pseudosocialdemócrata, por el carácter de sus reformas (especialmente por las que apuntan hacia una reforma agraria, nacionalizaciones, estatizaciones de algunos servicios, etc.) y ha mantenido una fuerte influencia entre algunos sindicatos, especialmente marítimos, campesinos y mineros. El resto de los participantes en esta coalición política son socialistas renegados de su pasado histórico, mapucistas, socialcristianos, etc..
Dentro de este cuadro político, en la primera vuelta ambos candidatos obtuvieron un 47% de los votos, lo que hizo necesaria la convocatoria a un ballotage. El remanente de los votos se repartió entre tres candidaturas, la humanista, la ecologista y el Partido Comunista, quien alcanzó apenas el 3%. Este partido por muchas décadas tuvo una enorme influencia en la clase obrera chilena. Sin embargo hoy se ha convertido en una fuerza marginal. A pesar de que todavía tiene presencia en sindicatos y universidades, el pueblo le ha dado la espalda. Y esto se debe principalmente a su política de colaboración de clases, a su política reformista y a la poca visión a la hora de ponerse al frente de los acontecimientos, con una posición clara y con principios muy definidos. Este partido, que ya ni es la sombra del de Recabarren, persiste, pese a las amargas experiencias, con el frentepopulismo en su lucha de tipo parlamentarista y lleva adelante una política pacifista dejando en claro que la lucha por el socialismo ya no es el tema del presente.
Uno de los factores que determinó que la Concertación no haya triunfado en la primera vuelta fue que las mujeres e importantes sectores populares votaron a Lavín. Además algo más de un millón de jóvenes no se acercaron a las urnas debido a que la juventud chilena es reacia a la política. La izquierda no ha sabido ganarse a estos jóvenes y el sistema de consumo los ha desorientado a tal extremo que han tomado como punto de referencia una serie de valores reflejados en las lacras impuestas por el imperialismo (drogas, criminalidad, etc.).
La segunda vuelta electoral, llevada a cabo el 16 de enero, enfrentó a los dos empatados. En este turno el triunfo se lo ha llevado Ricardo Lagos, oscuro personaje quien se ganó la candidatura con posiciones bastante oportunistas.
Desde luego, este "socialista" va a proseguir con la política de borrón y cuenta nueva llevada acabo por la Concertación desde 1990. Desde luego, tanto el imperialismo como los capitalistas locales tendrán carta blanca para continuar con el proceso de explotación de la inmensa mayoría del pueblo chileno. El nuevo gobierno asumirá entonando la canción nacional como un aviso de que todo debe continuar según el camino ya trazado por los militares. Nada de desviaciones izquierdistas ni tonadillas de protestas. Ninguna hoja se moverá sin el acuerdo del Senador Vitalicio y sus monaguillos, quienes continúan al frente del aparato militar.
Tras el recuento de los votos, la vida continuará igual para la clase obrera chilena. El nuevo gobierno estará también marcado por el continuismo y por la defensa de los ricos, quienes continuarán guiando el proceso de "reconstrucción democrática". Como los programas económicos de Lagos y Lavín se asemejaban como dos gotas de agua seguramente la oposición de derecha no se hará sentir. Pero la izquierda, alzará la voz? El Partido Comunista no tiene programa ni voz, todo se le ha quedado enredado debido a su histórica estratégia de colaboración de clases. A su izquierda no existe nadie capaz de organizar a la clase obrera bajo un programa político. Por ello, es una necesidad imperiosa luchar por la unidad de todos los revolucionarios para comenzar a organizar la lucha por las libertades democráticas y por el socialismo!!


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