Ecuador:
Una situación revolucionaria con perspectiva aún incierta
Cuando la OEA, el departamento
de Estado norteamericano, todos los gobiernos burgueses de América
Latina y el Gran Capital financiero del propio Ecuador se pronunciaron
al unísono repudiando el "golpe de estado" del 21 de enero,
tenemos la inconfundible prueba que se trata de otra cosa. Y esto no sólo
porque quienes hoy se llenan la boca de la "defensa del orden constitucional"
tienen una larga trayectoria golpista y genocida, sino porque notablemente,
se trataría de un golpe de estado en el que a los militares, en
lugar de reprimir a las masas campesinas insurrectas, se los puede ver
plegados a las manifestaciones, abriendo paso para la toma de las sedes
del poder.
El primer deber de los
revolucionarios ante un acontecimiento de esta magnitud, es ponderar todos
los elementos que lo componen, para lograr una correcta caracterización,
piedra de toque para una intervención política acertada.
El valor que tiene este
objetivo que intentaremos en este artículo excede la realidad ecuatoriana:
como demostraremos a lo largo de este trabajo, Ecuador expresa, de un modo
anticipado y extremo, tendencias en desarrollo en toda América Latina.
Una Situación Revolucionaria
Lenin explicaba que
este tipo de situaciones podían producirse con relativa independencia
de la maduración de la conciencia política de los explotados,
con relativa independencia de la existencia o desarrollo del Partido Revolucionario.
Las situaciones revolucionarias
requieren para su existencia de un agravamiento extremo de la situación
económica, que hace insoportable la existencia de la gran mayoría
nacional. Pero no sólo esto: requieren también que los explotados
desarrollen una movilización generalizada e independiente de las
instituciones del sistema, lo que provoca, por su magnitud, una fisura
en el régimen de dominación de los explotadores, colocando
la cuestión del poder al centro de las disputas. "Los de arriba
no pueden seguir gobernando como lo venían haciendo".
La historia enseña
que no necesariamente una situación revolucionaria deviene en revolución
triunfante. En tanto expresión relativamente objetiva del choque
irreconciliable entre las fuerzas productivas que piden abrirse paso, y
la vieja sociedad que las enchaleca, el desenlace es alternativo entre
la revolución o la contrarrevolución. La historia también
enseña que para que triunfe la primera es indispensable el rol de
dirección de las masas por un partido revolucionario, que exprese
concientemente en programa, en acción y en organización las
tendencias instintivas de los explotados insurrectos.
La situación
económica ecuatoriana en la base de la crisis
Con una inflación
del 60,7% en 1999, combinada con una brutal recesión (el Producto
Bruto Interno cayó el 7,5% en el mismo año respecto al año
anterior), las masas sufren un 17% de desocupación y el 62,5% de
la población vive en condiciones de pobreza.
La moneda cayó
un 67% en el último año, lo que provocó una desesperada
medida del Gobierno del derrocado Presidente Mahuad de dolarizar toda la
economía. (9-1-2000).
Anteriormente, entre
los meses de setiembre y octubre de 1999, el hoy derrocado Gobierno toma
una serie de medidas impuestas por su incapacidad de pago: moratoria de
la totalidad de los bonos Brady, que se extiende a los eurobonos y a la
deuda pública externa, por un total de 13.000 millones de dólares.
En marzo de 1999, Mahuad
ya había congelado los depósitos bancarios, con la promesa
de permitir los retiros de fondos de las cuentas al año (marzo del
2000). Todo indica que el grado de quiebra del Estado y el vaciamiento
especulativo del capital financiero hacen imposible cumplir con tal promesa.
Dejemos hablar a un elocuente
columnista del inconfundiblemente conservador diario "El Comercio"
de Quito:
"Es que la gran
mayoría de ecuatorianos sufren hambre, subsiste de milagro. La canasta
básica de una pequeña familia cuesta hoy tres millones y
medio de sucres que sólo ahora tiene una pequeña minoría
y sin embargo el Gobierno ha destinado más de doscientos mil millones
de dólares para salvar a sus amigos y servidores bancarios y lo
sigue protegiendo al permitir la inconstitucional congelación de
los ahorros y depósitos de millones de ecuatorianos continúe
luego de que se cumpla en marzo su vigencia. Eso en buen romance es un
robo a mansalva y a mano armada, perpetrado por el presidente Mahuad, su
equipo de gobierno de entonces con la Srta. Armijos contra inermes ecuatorianos
que, cándidamente, confiaron en la seriedad del Estado y del sistema
bancario nacional y ahora tiene el cinismo de reprogramar a 7 y 10 años
los ahorros de esa pobre gente que en su desesperación lloran y
claman públicamente justicia a la Providencia ya que no la han conseguido
en este país injusto y corrompido" (Humbero Vacas Gómez,
en la columna de "Opiniones" del diario citado en su edición
del 22 de enero).
Y en la misma sección
del mismo diario, Raul Vallejo nos cuenta: "En marzo de 1999, el
Gobierno decreto un inexplicado feriado bancario y el consiguiente congelamiento
de depósitos. Quien entonces tenía 100 millones de sucres,
era dueño de aproximadamente, diez mil dólares y, seguramente,
creyó de buena fe que como aseguró Mahuad, en marzo del 2000,
el dinero sería descongelado. Pero Mahuad mintió: no habrá
descongelamiento en marzo del 2000, y la reprogramación es un doble
robo porque los sucres congelados han sido dolarizado a veinticinco mil;
esto es que quien tenía diez mil dólares en marzo de 1999,
ahora sólo tiene cuatro."
Resta agregar que un
factor externo, de la economía mundial, afectó decisivamente
la situación ecuatoriana (de un modo similar a Venezuela): la caída
del precio internacional del barril de petróleo puso al desnudo
la relación de sometimiento semicolonial del país con el
Imperialismo, cayendo el principal recurso impositivo del Estado.
Este agravamiento fenomenal
de la economía (que como se ve por estos testimonios, también
afecta a la pequeña y mediana burguesía), es el motor fundamental
de la situación política. La propia crisis capitalista fisura
las instituciones de la burguesía. Sin embargo, tales fisuras no
hubieran madurado tan rápidamente hacia un derrumbe del régimen
si no se hubiera producido una movilización imponenete de las masas.
Una movilización
generalizada e independiente de los explotados
El Gobierno de Mahuad,
asumido el 10 de agosto de 1998, nace como un gobierno débil, no
sólo por la fenomenal crisis económica, sino por el creciente
descreimiento del pueblo en general en las instituciones. Esta debilidad
ya se expresó en los resulados electorales en el que el hoy derrocado
Presidente ganó en segunda vuelta con un escaso caudal de votos
y con un altísimo índice de abstención.
A menos de un año
de asumir, sufre una derrota decisiva, dando marcha atrás en sus
intentos de aumentar los combustibles, ante una imponente huelga general
con cortes de caminos y rutas que por dos semanas paraliza al país.
Los taxistas en las ciudades y las comunidades campesinas-indígenas
en las zonas rurales fueron la vanguardia de aquella lucha. (julio de 1999).
Ante el creciente ascenso
de masas, sectores de la burocracia sindical en un bloque con fracciones
del empresariado nacional y de la oposición política burguesa
comienzan a agitar la necesidad de la renuncia de Mahuad, como paso preventivo
de descompresión social. (diciembre de 1999).
Pero el movimiento de
masas (especialmente las comunidades campesinas, pero también sectores
fabriles y el movimiento estudiantil en las ciudades principales) sigue
adelante, porque hay una incapacidad del régimen para operar un
recambio en orden, a la medida de su propia impotencia para conceder algunas
reivindicaciones que permitan descomprimir.
A lo que nos llega de
información, pareciera que el movimiento de masas es independiente
por sus métodos, por su altísimo grado de combatividad, por
su ruptura con sus ilusiones pasadas en las instituciones, pero no pareciera
haber definido un PROGRAMA ALTERNATIVO DE GOBIERNO.
Pareciera que lo que
orienta a las masas que ocuparon Quito y Guayaquil es un NO ROTUNDO
DE REPUDIO al régimen que encarna la insoportable situación
económica y social. Esta limitación del movimiento en cuanto
a su falta de independencia política programática la entendemos
fundamental a la hora de entender los acontecimientos del 21 y 22 de enero.
Una sucesión
de gobiernos provisionales con un futuro incierto
La asunción de
Gustavo Noboa como Presidente (era el Vice de Mahuad, que se dio a sí
mismo por derrocado, alentando a apoyar a su sucesor), es el resultado
de un febril operativo del Imperialismo norteamericano y del establishment
de toda la burguesía latinoamericana (incluída la ecuatoriana)
para superar en términos constitucionales una situación insostenible.
Es que, independientemente
de la capitulación de sus integrantes, tanto el Triunvirato como
la Junta de Salvación Nacional fueron el resultado de las masas
en las calles, y se corría el peligro (de perdurar en el tiempo
la permanencia de estos gobiernos provisionales), de que se constituyeran
en rehenes del pueblo movilizado.
La "Junta de Salvación
Nacional" emergió directamente de las masas en lucha que tomaron
las sedes gubernamentales. Así relata el hecho "El Comercio"
de Quito del 22 de enero: "La bandera de Ecuador dejó de
flamear en la azotea del Palacio Legislativo a las 9.50. A esa hora, un
grupo de campesinos colocó en su lugar una huipala y un estandarte
shamánico (una bandera blanca con un espiral multicolor en el centro)
para simbolizar la toma que acababan de lograr."
La composición
de la Junta expresaba la característica del movimiento que lo engendró:
el Coronel Lucio Gutiérrez, encarnando la ruptura de la cadena de
mando con Mahuad, y expresando al mismo tiempo un choque de contrarios
al interior de las Fuerzas Armadas: por un lado, su base popular y campesina,
y por otro su función de clase, como expresión de la burguesía
nacional.
El máximo dirigente
campesino Antonio Vargas, expresión directa de las comunidades indígenas
movilizadas.
Finalmente, Carlos Solórzano,
ex Presidente de la Corte Suprema, encarnando supuestamente la lucha contra
la corrupción, uno de los ejes del movimiento.
Entre la noche del 21
y la madrugada del 22 se produce una desesperada maniobra, por la cual
se reemplaza a la Junta de Salvación por un Triunvirato, que luego
entregaría el poder al Vicepresidente Noboa: se desplaza al Coronel
Gutiérrez por el General Mendoza, de modo de bloquear cualquier
posibilidad de fractura en las fuerzas armadas.
Así sintetiza
el operativo la tapa del Diario El Comercio de Quito del 22 de enero: "A
las 02:50 este Diario supo que el general Carlos Mendoza se retiró
del triunvirato que se había presentdo al país tres horas
antes. El general explicó su participación junto a Carlos
Solórzano y Antonio Vargas por dos razones: quiso evitar la fractura
de las Fuerzas Armadas y un derramamiento de sangre en la Plaza de la Independencia.
Según el general, él entendió que, frente al levantamiento
armado de los coroneles, se requería que una persona se sacrificara.
Él, como Jefe del Comando Conjunto, asumió esta tarea. Por
ello, una vez que que se desactivaron las manifestaciones en las afueras
del Carondelet, se reunió el Alto Mando y le comunicó su
decisión de abandonar el triunvirato y de pedir su disponibilidad.
Carlos Mendoza les comunicó, por otro lado, que era partidario de
la sucesión presidencial y de que jamás había dudado
de que la línea que debían asumir las Fuerzas Armadas era
el respeto a la constitucionalidad".
Se produce así,
una paradoja: las masas voltean al Gobierno odiado, pero el precario régimen
provisional surgido de la acción directa entrega el poder, en los
hechos, al mismo gobierno derrocado, bajo la pantalla del desplazamiento
de Mahuad.
En verdad, esta maniobra
de desactivación y descompresión hubiera sido imposible si
los líderes de la Junta de Salvación no hubieran prestado
su complicidad: basta ver sus discursos ante las masas cuando asumieron
el poder por algunas horas:
El coronel Gutiérrez
hizo "…un llamado a la Iglesia, a los medios de comunicación,
a los empresarios y banqueros, a los líderes de opinión,
a los trabajadores, mujeres y hombres que aman entrañablemente a
este noble país para que todos nos unamos y lo saquemos adelante"
Por su parte, el líder
campesino-indígena Antonio Vargas habló en un tono triunfalista,
a fin de descomprimir y lograr que las masas volvieran a casa: "se
ha hecho una revolución sin sangre".
Al terminar su discurso,
Vargas dijo en nombre del flamante gobierno: "Vamos a trabajar
con la ética que nosotros decimos amaquilla, amashua, amallulla,
esa va a ser la consigna de aquí en adelante en todas las instancias
del Estado ecuatoriano. Es decir, no mentir, no robar y no ser ocioso".
Le duró poco:
unas horas después entregaba el poder al hombre digitado por la
embajada norteamericana, Gustavo Noboa. Se quedó ocioso, mintió,
y le robó la victoria a sus campesinos.
Perspectivas, doble
poder y crisis de dirección revolucionaria
Al terminar esta nota,
es incierto el futuro inmediato de Ecuador. Noboa, como fiel lacayo del
Imperialismo, tiene que aplicar sus planes, es decir, hacer lo mismo que
intentó Mahuad. Las masas no han sufrido derrota alguna. En todo
caso, estamos en presencia de una victoria usurpada. La pregunta
es por cuanto tiempo, atento a que no parece tener mucho margen de maniobra
el flamante gobierno, dado el corcet que le impone la situación
económico-social.
Del lado de las masas,
toda la tarea es forjar el Frente Unico con el objetivo de construir
organismos de poder obrero y campesino, donde se capte también a
las capas medias y emprobrecidas de las ciudades, y a las fracciones plebeyas
de las fuerzas armadas que, influídas por la presión popular,
no sólo se negaron a reprimir, sino que abrieron paso y se sumaron
a la movilización.
La construcción
de este Frente Único, de esta unidad de acción, es
antimperialista, porque más que nunca está claro que
es el sometimiento semicolonial de Ecuador al Imperialismo lo que determina
el hambre y la miseria. Esta concepción de Frente Unico es la manera
de arrancar a las masas de toda ilusión en el nacionalismo de contenido
burgués, que como Chávez en Venezuela, pueden encarnar los
Mendoza o los Gutiérrez en el Ecuador.
Por todo esto es inconcebible
el desarrollo del poder obrero y campesino sin la elaboración de
un claro programa antimperialista, que coloque en primer plano un pliego
de reivindicaciones apuntando a la confiscación de la gran propiedad
burguesa, tanto nacional como extranjera.
Ignoramos la intervención
de grupos o partidos que se reclamen de la revolución proletaria
en Ecuador, pero sí es evidente por los propios hechos su debilidad.
En cualquier caso, son las situaciones revolucionarias las mejores escuelas
par forjar los partidos de tal cuño, aún desde sus primeros
cuadros. Ellos seguramente existen y hacia ellos nos dirigimos para forjar
juntos la Cuarta Internacional.
Gustavo Gamboa
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