¡Vayanse...Vayanse...
señores del rancio imperio!
Todos hemos podido presenciar
estos dias en la television española el viejo espectaculo montado
y representado desde hace siglos por los políticos españoles
despues de que ETA anunciara la supresión de la tregua al cabo de
14 meses de espera de un mínimo gesto pacífico y democrático
del estado español, de su gobierno y de los partidos españoles.
Para la España
imperial no ha pasado el tiempo, ni han aprendido absolutamente nada de
la historia, de su historia llena de desastres, de derrotas y de fugas
precipitadas de los territorios de tantos y tantos pueblos que, a un precio
alto en sacrificios y en sangre, ganaron su libertad e independencia.
Esos políticos
salen en la televisión y en el Congreso con el mismo gesto dramático,
abrupto, desgarrado y esperpéntico que tenían sus antepasados
de la epoca del imperio colonial. Nada ha cambiado. Pueden aparecer perfectamente
Franco o el general Weyler en la televisión, o Fernando VII, o los
Reyes Católicos, o el propio Torquemada, y sus discursos, arengas
pragmáticas, sentencias... no desentonarían ni un ápice
con el tono general que impera en estos momentos en el reino español,
de cara al montaje de un gran pogrom ya iniciado contra el pueblo vasco.
Seguimos instalados
en la España eterna, en la España que es "diferente",
la España que contempla y analiza el presente mirando al pasado
y con la misma mentalidad de hace siglos. Ahora se invoca el sagrado marco
constitucional, y por ese "sagrado marco" tienen que sufrir hasta
la muerte, como ha ocurrido y sigue ocurriendo, los vascos, los catalanes,
los gallegos etc... y hasta los propios españoles. Hace siglos que
las luchas de liberacion de los pueblos dominados y oprimidos por el estado
español, fueron haciendo saltar por el aire "marcos constitucionales"
y cadenas de sumisión.
Parece como si todo
el odio y el despecho acumulado en las derrotas sufridas durante siglos
por el imperio español se concentraran en estos momentos en los
políticos y funcionarios españoles para dirigirlo contra
el pueblo vasco o contra cualquiera que quiera quitarse de encima ese rancio
y viejo dominio que cultiva el imperio español envenenando a su
propio pueblo. Quienes ahora apoyan esos designios imperiales, levantando
obstáculos insostenibles para la paz y la soberanía del pueblo
vasco, serán tan responsables ante la historia como los promotores
de la vieja casta reaccionaria española.
Pero la cosa es más
grave aún, porque mientras los políticos españoles
de la derecha y de la izquierda se unen en una santa y aventurera cruzada
contra el pueblo vasco, la lucha patética y desesperada, pero no
inútil, de la clase obrera española sale a la calle enfrentándose
con coraje a la terrible represión de las fuerzas del orden del
imperio español. Desde hace más de dos meses, las decenas
de miles de obreros de todos los astilleros navales y los mineros de León
y de otras empresas que los medios de comunicación ocultan, están
en huelga permanente saliendo a la calle para reivindicar algo tan vital
y esencial como el derecho al puesto de trabajo. Y los políticos
de la izquierda española no van a las minas ni a los astilleros
para escuchar el clamor de un proletariado abandonado por los sindicatos
y por los partidos, pero si que van esos señores sumisamente a la
Moncloa a pactar con el gobierno de turno y a la Zarzuela a rendir pleitesía
a su rey.
Mientras tanto, la inmensa
mayoría de los partidos y organizaciones comunistas en el estado
español y sus dominios siguen y seguirán sentados en los
aledaños del poder, o en la "vicarías" que el poder
concede, "haciendo calceta" y rezando sus letanías: "según
Marx"... "según Lenin"... "según Mao"
... "segun lo que nos convenga".
Hoy más que nunca
es necesaria la solidaridad de combate entre todos los trabajadores del
estado español y con los proletarios de todo el mundo. Cada vez
es más urgente que los obreros tomen plena conciencia de que nadie
les va a salvar, sino que son ellos mismos los que tienen que elevar su
grado de organización y de conciencia de clase para liberarse y
liberar de sus cadenas a todos los oprimidos. El deber de los obreros de
todo el estado español es apoyar las justas aspiraciones del pueblo
vasco a la paz y a la plena soberanía. Ninguna nación, ningún
pueblo, tiene derecho a oprimir y a menospreciar a otro pueblo.
¡Vayanse señores
del rancio imperio, vayanse con sus fuerzas armadas y sus servidores, con
todos sus bártulos y cachivaches, de una vez y por siempre de Euskal
Herria y de los demás dominios!
Comunistes de Catalunya
vallseca@arrakis.es
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