EL
DIEZMO
Al entregar a Dios nuestro diezmo contribuimos para su obra, ponemos a prueba
su fidelidad y le demostramos que lo honramos y lo reconocemos como el origen,
el que ha suplido todo lo que poseemos, y que es digno de nuestra adoración;
le traemos el sacrificio de nuestra alabanza así como nuestras posesiones. El
diezmo es un ejemplo más de que Dios es justo y equitativo para con todos los
creyentes ya que El demanda que todos le entreguemos la misma cantidad, el 10%
(Malaquías 3:10), y la misma porción, las primicias, (Proverbios 3:9-10).
Por otra parte, si no diezmamos el Señor nos trata
de una manera semejante. En primer término, pecamos al robarle lo que le
pertenece legítimamente. En segundo, lo deshonramos si le ofrecemos sólo lo
que nos sobra (Malaquías 1:6-8, 13) y ofendemos su santo nombre, Jehová Dios
(v. 12). Por último, demostramos nuestra soberbia y arrogancia para con Dios
(Malaquías 3:15) al llegar a la conclusión de que no necesitamos obedecerlo.
Pero las promesas de Dios están reservadas para los
que le obedecen. El nos desafía a que le concedamos el privilegio de probarse
a sí mismo y nos ha prometido que a cambio de eso El nos bendecirá
(Proverbios 3:9-10 y Lucas 6:38). El protegerá nuestra economía tal y como
sucedió con los que le obedecieron en tiempos del Antiguo Testamento, a los
cuales protegió de las plagas que devoraban las cosechas. Más importante
aún es que muchos otros se darán cuenta de nuestro testimonio y se sentirán
atraídos a seguirlo gracias a las bendiciones que ven demostradas en nuestras
vidas.