Las Tolas F.C.
Con al colaboración de
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Tal vez como en ningún otro caso, los motivos y circunstancias que rodearon la fundación de Nacional, estuvieron luego indisolublemente emparentados con la esencia misma de lo que fue la vida y el perfil de la propia institución a través del desarrollo adquirido a través del paso de los años.
Porque la propuesta que hizo el estudiante de medicina, Ernesto Caprario, en el café que estaba situado en la ochava de 18 de Julio y Constituyente, para formalizar la unión de los muchachos que los fines de semana se cambiaban en dos piezas contiguas que quedaban a espaldas de la vieja estación del Tranvía del Este --y que hacían las veces de vestuarios junto a una cancha aún sin delimitar en la que dos pares de cañas de bambú servían para marcar la presencia de los arcos-- no fue otra cosa que el desafío sano y rebelde de los "criollos" que querían participar en la competencia oficial de un deporte como el fútbol, que a fines del siglo pasado estaba prácticamente reservado para equipos integrados por ingleses o alemanes.
En realidad, la Universidad nucleaba en forma cotidiana, tanto a los Manini Ríos, los Puppo y los Meliton Romero, que eran los que constituían el "Montevideo", como a los Cordero, los Daglio y los Caprario, que eran los que separadamente formaban el "Uruguay de la Unión", hasta que aquella iniciativa de Caprario fructificó en una fusión, que quedó concretada el 14 de mayo de 1899, en la casa de la calle Soriano 92 (hoy 922), que estaba situada junto al entonces denominado "Instituto Verdi" y no era otra cosa que el domicilio del propio Caprario
De la unión del "Montevideo F. C." y el "Uruguay Atletic", entonces, nació el club que, por las mismas razones de su origen, no podía llamarse sino Nacional: a propuesta de Caprario, la bandera adoptó el rojo, azul y blanco de la enseña de Artigas, y por iniciativa de Sebastián Puppo la camiseta (roja con cuello, cartera y bocamangas azules) se identificó con los colores que en la época distinguían a los ponchos patrios.
El primer capitán resultó electo por sorteo en la reunión de la histórica jornada y fue Domingo Prat, que antes capitaneaba al "Uruguay Atletic", por lo que se resolvió que el primer presidente fuera quien hasta entonces había capitaneado al "Montevideo F.C.": Sebastián Puppo.
El 23 de febrero de 1900, en la casa de la calle Solís N‚ 65, se reunieron los representantes de los clubes Albion, C.U.R.C.C., Uruguay Athletic y Deutscher F.K. y fundaron "The Uruguay Asosociation League".
En realidad, a esa altura, tanto los equipos como los futbolistas de origen criollo, eran numerosos. Pero en la dirección de la actividad formal del fútbol seguían predominando el mando y la mentalidad británicas, tal como quedó expuesto cuando Nacional presentó su solicitud para ingresar a la Liga, pero la dirigencia de entonces no lo consideró con categoría como para acceder a su propósito.
Sin embargo, en 1900 no todos fueron sinsabores: a la fusión del Defensa --un club integrado por estudiantes amigos, que era liderado por Miguel Nébel, "Miguelón"-- Nacional sumó otro jalón que lo marcaría para siempre en el futuro: luego de una gestión encabezada por el propio Nébel, los tricolores inauguraron el 25 de mayo de aquel año el Gran Parque Central, cuyo predio fue concedido en usufructuo por la Compañía de Tranvías de Unión y Maroñas.
Además, los amistosos disputados durante el transcurso de 1900, llevaron a que al año siguiente Nacional recibiera una invitación de la Liga Argentina para participar en sus torneos oficiales. Y eso fue, en parte, el detonante para que, ahora urgentemente, la "The Uruguay Association Football League" resolviera otorgar la afiliación necesaria para que los tricolores participaran en la disputa de la Copa Uruguaya de 1901.
Ese año Nacional ocupó un honrosísimo segundo puesto en la tabla de posiciones, pero tal desempeño se constituyó en el prólogo de algo histórico: en 1902 los tricolores no sólo fueron campeones por primera vez, sino que también, con ese logro, consiguieron impedir que la Copa Uruguaya fuera ganada en propiedad --derecho que adquiría el equipo que la conquistara en tres ediciones seguidas-- por el club con el cual, con el paso del tiempo, se identificaría su rival de todas las horas.
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GLORIOSO. El equipo de Nacional que le ganó a la selección argentina en Buenos Aires |
En el justo intento de dar una idea exacta de la enorme dimensión que tuvo el primer gran triunfo internacional que obtuvo el fútbol uruguayo, la historia quizá hasta perdió algo de fidelidad al representar en sus crónicas al equipo que lo plasmó, el 13 de setiembre de 1903, jugando de visitante en lo que en aquel entonces era la meca futbolística del Rio de la Plata: Buenos Aires.
Es que la hazaña de Nacional, al ganarle por 3 a 2 a la poderosa selección argentina en la cancha de la Sociedad Hípica de Palermo, colmada por la presencia de más de 8.000 aficionados, fue elevada con tanta admiración --como con razón-- al podio de los milagros, que con el paso de los años las crónicas evocativas corrieron el riesgo de representar aquel enfrentamiento como una lucha similar a la de David contra Goliath, y por consecuencia de otorgarle a aquel conjunto tricolor la real valía de los puntos que calzaba.
Por supuesto: el antecedente más directo que había en el marco de la disputa de los enfrentamientos entre los representativos de las dos Ligas del Río de la Plata, que pactaron jugar un encuentro de selecciones cada año con sede alternada, era el cotejo que los argentinos ganaron en 1902 por 6 a 0 en la capital uruguaya. La revancha, fijada para el 13 de setiembre de 1903 en Buenos Aires aparecía, entonces, como una misión casi imposible para los visitantes, sobre todo si se tiene en cuenta que cuando la "League" de Uruguay realizó la convocatoria para formar el equipo compatriota, chocó contra el descontento de la gente del C.U.R.C., que se mostró disconforme con el hecho de que se hubiera citado a una mayor cantidad de futbolistas de Nacional, lo que llevó a que los aurinegros renunciaran a integrar la selección y que, en su condición de campeones del "Uruguayo" del año anterior, los tricolores primero pidieran y luego impusieran la decisión de que fueran sus once jugadores los que asumieran la representación del fútbol uruguayo en Buenos Aires. Pero aquel equipo de Nacional tenía clase. Gran clase.
El público argentino fue el primer gran sorprendido, cuando aquel conjunto integrado con Amílcar Céspedes, Carlos Carve Urioste y Boutón Reyes, Miguel Nebel, Carbone y Pigni, Bolívar Céspedes, Rincón, Carlos Céspedes, Lalo Castro y Alejandro Cordero, no sólo se puso en ganancia por 2 a 0 con dos goles conquistados por Bolívar Céspedes, sino que hasta fue capaz de volver a pasar definitivamente al frente, con un tanto obtenido por Carlos Céspedes, luego que el gran Jorge Brown, con dos jugadas de gran calidad, decretara el transitorio empate. Pero, para decir la verdad, no había por qué asombrarse. Aquel Nacional era el mismo que apenas tres años después de fundado, comenzó a escribir la gran historia ganando su primer Campeonato Uruguayo, y también el mismo que en 1903, a pesar de que se vio desmembrado porque
la inminencia de la guerra civil hizo que varios de sus titulares --como los hermanos Céspedes y Gaudencio Pigni-- emigraran a Buenos Aires, mientras otros se alistaban en las filas de Aparicio Saravia, igual ganó la final de la Copa Uruguaya que se jugó ante el C.U.R.C.C. el 28 de agosto de 1904.
Es que Nacional había nacido para ser así: aquel día los tricolores empezaron el partido con sólo 8 futbolistas, porque los hermanos Céspedes y Gaudencio Pigni recién pudieron volver esa misma mañana desde Buenos Aires, gracias a la brillante y sorpresiva gestión de un nacionalófilo de ley, como lo fue uno de los fundadores del club, el Dr. Pedro Manini Rios, que logró que el Presidente de la República, José Batlle y Ordóñez, decretara una aministía que hizo posible el retorno de aquellos muchachos. Sin embargo, Nacional venció por 3 a 2, con dos goles de Bolívar Céspedes y uno de Carlos, a un rival que jugó con todo su potencial y después de haberse preparado en la forma adecuada, como consecuencia de que sus integrantes --por su condición de extranjeros o trabajadores del ferrocarril-- no habían tenido que cumplir con deberes militares, en virtud de que estaban afectados al desempeño de servicios que eran considerados prioritarios.
Ni siquiera cuando, con el partido empezado, los Céspedes y Pigni aparecieron en la cancha del Albion, en la calle 19 de abril, vestidos con la camiseta tricolor y en una carroza que irrumpió --tirada con urgencia por dos caballos -- en el predio atestado por la presencia de 6.000 aficionados, hubo milagro: el alma de Nacional ya empezaba a ser parte de la misma gloriosa esencia que a lo largo de la historia caracterizó al fútbol uruguayo.
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El 2 de julio de 1911 no fue un día más para Nacional: en esa, con la celebración de un partido amistoso que los tricolores le ganaron al Central Uruguay Railway Cricket Club por 2 a 1, se inauguraron las nuevas instalaciones del Gran Parque Central.
La jornada comenzó con un banquete que fue servido al mediodía en los salones del Gran Hotel, prosiguió luego cuando los invitados al almuerzo fueron trasladados con gran pompa en un tren expresamente adornado con banderas, guirnaldas y flores, y culminó horas después de la victoria tricolor, cuando los futbolistas y dirigentes de ambos conjuntos se congregaron en el restaurante Bolognese para ponerle broche de oro a la inauguración de un escenario que, luego mejorado, sería en 1930 el lugar en el que se disputó el primer partido por un Campeonato del Mundo.
La historia de Nacional ha estado marcada, hasta con cierta singularidad, por la realización de giras, que en casi todos los casos fueron tan prolongadas como de buenos resultados.
Tal vez la más extraordinarias de esas excursiones tricolores fue la que, impulsada por el presidente Numa Pesquera y el Dr. Atilio Narancio, que habían sido los que apadrinaron la cruzada de los olímpicos del 24, comenzó en febrero de 1925, cuando la delegación embarcó en el vapor "Almazora", y culminó 190 días más tarde, después que la embajada recorrió 15.000 millas marinas y 15.000 kilómetros en un periplo que dio lugar a que Nacional jugara 38 partidos, de los cuales ganó 26, empató 7 y cayó derrotado --tras obtener 26 copas-- en tan sólo 5 oportunidades.
Según se pudo saber, la gira tricolor fue vista por 700.000 aficionados en 23 ciudades de Europa, lo que llevó a que al regreso a Montevideo, el Ministro de Instrucción Pública y Previsión Social, Dr. Carlos María Prando, felicitara a Nacional porque se había constituído en el mejor agente diplomático del país, más allá de lo que indicaban los resultados cosechados.
En febrero de 1927 los tricolores emprendieron un nuevo viaje: esta vez la gira fue por América del Norte y América Central, y los resultados fueron tan o más positivos que los logrados en Europa dos años antes.
Mucho más acá en el tiempo, y no mucho más adelante de otra que realizó en 1958, durante el transcurso de la cual conquistó la Copa Teresa Herrera en España, Nacional hizo en 1964 una nueva gira en la que debutó José Francisco Sanfilippo, que resultó el goleador y también el artífice de una actuación a todas luces encomiable: jugó 12 partidos, de los cuales ganó 7, perdió sólo 2 y obtuvo 3 empates.
El 21 de noviembre de 1943, cuando Nacional venció a Peñarol por 3 a 1, con dos goles de Roberto Porta y uno de Atilio García, no solamente quedó plasmado el bien llamado "Quinquenio de Oro", en virtud de que de esa forma los tricolores establecieron la marca de ganar el "Uruguayo" durante cinco años consecutivos, sino que también quedó sellado con letras de molde un ciclo durante el cual la superioridad de la institución de los Céspedes sobre los aurinegros fue tal, fue tanta, tan extraordinariamente aplastante, que aquel equipo que la protagonizó, pasó a formar parte del más profundo sentimiento de los hinchas de Nacional como el que, seguramente, impuso la más severa, indiscutida y humillante paternidad sobre el tradicional adversario. El proceso, espectacular, incomensurable, comenzó cuando los tricolores en 1938 contrataron al técnico británico William Reaside, al que luego le sucedería el "Divino" Héctor "Manco" Castro, pero se basó, fundamentalmente, en la incorporación de Atilio García, que debutó el 15 de enero de 1938 en un amistoso jugado con Chacarita Jrs. y luego se convirtió --entre otras cosas-- en el máximo goleador de la historia de los clásicos.
Si bien es cierto que la mayor parte del éxito de ese ciclo estuvo centrada en la contundencia del argentino nacido en Junin, que vino de Boca Jrs., cedido a préstamo por un año, como también en la gestión de toda una delantera incomparable y que en gran parte del "Quinquenio" estuvo formada por Luis Ernesto Castro, Aníbal Ciocca, el propio Atilio García, Roberto Porta y Bibiano Zapirain, no menos cierto es que a través del tiempo el elenco tuvo figuras extraordinarias, como la de Eugenio Galvalissi en la mitad de la cancha, Schubert Gambetta en la línea media y un verdadero símbolo de la propia historia del decano del fútbol uruguayo: Aníbal Paz en el arco.
Aquel Nacional, entonces, ganó el "Uruguayo" del 39 en una final, luego que concluyera la temporada con igual puntaje que su tradicional adversario; en el 40 fue campeón con 13 puntos de diferencia sobre Peñarol y 10 sobre el segundo en la tabla de posiciones, que fue Rampla; en el 41 se llevó el título con 9 puntos de ventaja; en el 42 volvió a repetir su conquista por una diferencia de 3 unidades y en el 43 amplió a 5 los puntos que le permitieron adjudicarse el quinto Campeonato Uruguayo consecutivo en el lapso de cinco años.
Para rubricar la grandeza de aquel ciclo tricolor, sólo resta citar un dato: ganó el "Uruguayo" de 1941 sin puntos en contra. ¡Jugó 20 partidos y los ganó los 20, sin cosechar ni una derrota y ni un empate!
LOS 10 CLASICOS | |
17/12/1939 | 1 - 0 |
28/04/1940 | 3 - 2 |
(Final Campeonato 1939) | |
01/09/1940 | 3 - 2 |
08/12/1940 | 5 - 1 |
14/09/1941 | 1 - 0 |
14/12/1941 | 6 - 0 |
06/09/1942 | 3 - 2 |
15/11/1942 | 4 - 0 |
22/08/1943 | 2 - 1 |
21/11/1943 | 3 - 1 |
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LEYENDA. Domingos Da Guía en su casa de Méier, Rio, casi a los 87 años. Jugó en Nacional en el 33, cuando tenía poco más de 20 y dejó un recuerdo imborrable |
Los que lo vieron jugar cuentan que era un futbolista extraordinario, que su gran plástica era un verdadero espectáculo. Que a pesar de su físico grande, era muy elegante, como un bailarín de ballet sobre la cancha. Son muchos, incluidas grandes personalidades del fútbol mundial, que han manifestado que fue aún más grande que Pelé.
DOMINGOS HOY
En una ciudad de casi diez millones de habitantes, el tránsito no es fácil, sobre todo tratándose de "sexta feira". El viaje hasta Méier, uno de los suburbios de Rio, llevó casi una hora. Ya en la Rua Dias Da Cruz, junto al fotógrafo Héctor Devia, se buscó entre las galerías el ingreso a los apartamentos. Por suerte, vino la ayuda: "¿Ustedes son los uruguayos? Me di cuenta por el color de la piel". Era Domingos Filho, o "Nenei" como lo llama su padre. Estaba aguardando porque Domingos no estaba en su casa, sino en lo de Sandra, la hija que vive enfrente. Los dos se turnan para ocuparse del padre que cumplirá el próximo mes de noviembre, 87 años. En el ascensor "Nenei" explicó que su padre ya no recuerda mucho de su época como jugador. Cuando ingresamos a la iluminada y ventilada habitación un agradable anciano, cuyo físico aún hace imaginar lo que sería en sus épocas de jugador, salió a nuestro encuentro. El hijo le explicó que éramos uruguayos y él exclamó: "¡Uruguay!, boa terra, mais muito fría". El hombre puede haber perdido la memoria pero su gracia y simpatía, que más allá de su talento futbolístico colaboraron para que en Uruguay se lo recuerde con tanto cariño, permanecen intactas.
--¿Sabe que en Uruguay, a pesar del tiempo que ha pasado, lo siguen recordando?
--Y yo a ellos, fui muy feliz allí. Había buena gente, formidable. Todos: los compañeros, los dirigentes, los hinchas. Siempre estaban "che Domingos" para acá, "che Domingos" para allá. Me decían "¡ahhh Domingos!" y yo bromeaba: "¡ahhh sábado!". Ellos me querían porque yo tenía un fútbol muy bueno, por eso fui a Uruguay. Acá jugaba en Bangú, el equipo del barrio donde nací. Era un cuadro pequeño y no tenía mucho dinero. Por eso fui a Nacional, por dinero. Yo era zaguero, pero salía jugando con la pelota y también defendía, era humilde.
Hace un alto para preguntar si conocemos Bangú. Explica que es un lugar muy caluroso y sin playas. Se dirige a su hijo y le dice que nos quiere llevar a Bangú. Que al día siguiente nos llevará a Bangú. Esas mismas palabras serían repetidas a lo largo de las dos horas que estuvimos con él.
Es que su cabeza ya no está muy bien y él lo reconoce: "no me ocupo de nada aquí, son mis hijos que resuelven todo por mí y ella (señala a la empleada) me quita todo mi dinero. (se ríe) A mi las mujeres siempre me sacaron el dinero. Yo gusté de dos cosas en la vida: el dinero y las mujeres".
--¿Por qué salía de sobretodo a la cancha?
--Porque hacía mucho frío. Los partidos comenzaban a las tres y a esa hora empezaba el frío. No sé cómo no fracasé con el frío que hacía.
--¿Y la boina?
--Jugaba de boina porque así me veía más bonito.
"Nenei" explicó que era imposible que viajara a Uruguay para la fiesta de los 100 años porque el médico no lo autoriza a ir ni a San Pablo a ver a su hijo Adhemir. Casi no sale de su casa, sólo baja un rato a la piscina y algunas veces va, acompañado por su hijo, a la iglesia. "Yo no me quejo, recibí muchas cosas. Apenas llegué a Uruguay busqué una iglesia donde rezar y en Argentina hice lo mismo. En la vida todo es merecimiento, yo a veces pedía algo a Dios y no lo recibía, porque no lo merecía".
En la partida volvió a efectuar la invitación para ir
a Bangú y repitió, una vez más, su broma preferida:
"¿cuál es el mejor día de la semana?", la respuesta
no se hizo esperar: domingo. "¡Ese é meu nome!".
Sus dos hijos varones siguieron sus pasos, Adhemir jugó en Palmeiras e integró la selección brasileña en el 74, mientras que "Nenei" jugó en Bangú y ahora está comenzando su carrera de técnico. Dos de sus nietos han hecho lo mismo: Marco de 19 años juega en Bangú y Renato Carioca de 21, en el Internacional de Limeira.
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El Nacional del 71 fue uno de los más emblemáticos, sólidos y ganadores equipos que tuvieron los tricolores a lo largo de su rica historia, al punto de que no sólo consiguió romper la especie de "maleficio" que durante el transcurso de toda la década del sesenta persiguió a la institución de Los Céspedes en su desesperado propósito de conquistar por primera vez la Copa Libertadores, y además salir campeón del mundo, sino que también estableció una paternidad estadística en materia de resultados de los clásicos que no ha podido ser igualada hasta ahora: entre el 2 de marzo de 1971 y el 31 de enero de 1974, Nacional jugó 16 veces ante el tradicional adversario, cosechando 7 victorias y ninguna derrota.
Tamaño equipo no se formó en un abrir y cerrar de ojos: tal vez haya que buscar el génesis de un ciclo fenomenal en las elecciones de 1968, que marcaron una profunda renovación de los cuadros dirigenciales, encabezada por Miguel Restuccia. Bajo su conducción, con la paciente y segura maduración de figuras jóvenes como Víctor Espárrago, que había llegado de Cerro, de Juan Martín Mugica y Luis Ubiña que habían venido de Rampla Jrs., de Angel Brunell, que llegó después desde Danubio, de Ildo Maneiro y Atilio Ancheta, que fueron ascendidos desde las divisiones menores, y la adquisición de valores como el brasileño Manga, el chileno Prieto y, fundamentalmente, nuestro compatriota Luis Cubilla y el argentino Luis Artime, que se pudieron concretar como consecuencia de "La Gran Jugada", que fue una gigantesca rifa que aportó una revitalizadora inyección en el plano económico, Nacional fue campeón uruguayo de 1969 y 1970, de la misma forma que lo sería luego en los dos años posteriores, pero --después de haber quedado a escasos pasos del título en dos ocasiones-- tenía una cuenta pendiente que no admitía más dilaciones: ganar la Libertadores.
Sin embargo, faltaba algo más que la propia Copa para poder cumplir el sueño de ganar la Libertadores: el técnico capaz de orientar el proyecto y manejar un plantel cargado de figuras.
Ese significó el penúltimo paso, entonces: a mediados de 1970 fue contratado Washington "Pulpa" Etchamendi, que a aquel núcleo de futbolistas que había sido la base de la selección celeste que obtuvo el cuarto puesto en el Campeonato del Mundo, le sumó la incorporación de Juan Masnik, procedente de Gimnasia y Esgrima de La Plata, a comienzos del 71.
La singular personalidad del entrenador, que no tuvo empacho en mostrarse de entrada como verdadero enemigo del rival de todas las horas, y que para traer a Masnik removió del equipo a un excepcional futbolista como Emilio "Cococho" Alvarez, cuya indiscutible vigencia había estado, sin embargo, identificada con una época en la que las alegrías se vieron superadas por las frustraciones, hizo su obra. El resto lo aportaron los jugadores: Manga le atajó un penal a Chumpitaz en Lima, Artime le hizo goles a Palmeiras en los dos partidos (San Pablo y Montevideo) que terminaron con otras tantas victorias de los tricolores y nadie falló en las dos finales con clima de guerra que se jugaron con Estudiantes de la Plata, y que desembocaron en el desempate disputado en Lima aquel 9 de junio, que entonces entró en la historia del fútbol uruguayo no sólo por ser la fecha que recordaba la gesta olímpica de Colombes.
Con un gol de Espárrago y otro de Artime, cuándo no, Nacional fue Campeón de América al ganar 2 a 1. Y no paró ahí: aquel equipo de hombres estaba para cosas aún mayores. A fines de 1971 jugó con el Panathinaikos y, con tres goles de Artime, al cabo de un empate (1-1) en Grecia y una victoria (2-1) en Montevideo, aquel "cuadrazo" llegó al cenit de la gloria: ¡campeón de América y del mundo!
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"Cuando arrancamos la Copa Libertadores nadie daba un "duro" por Nacional", recuerda, casi 20 años después, Víctor Espárrago desde España. Y agrega, para fijar aún más los incomensurables límites de aquella hazaña: "cuando quisieron acordar, estábamos en la final y en la puerta de la gloria. Siendo un grupo firme y que sabía lo que quería. Porque había quienes no creían en el sistema técnico de Juan (Mugica) y en esa idea de marcar y marcar. Una vez, jugando en el Centenario, se dio el caso que el juez y algunos rivales estuvieron durante varios minutos discutiendo en el campo y nosotros, en lugar de interesarnos por el tema, seguimos en nuestra cancha, trabajando para no enfriarnos. Lo único que nos interesaba era lo nuestro. No nos interesaba nada lo que pasaba a nuestro lado."
Por eso se le llamó "la revolución del 80". Lo que hizo aquel equipo dirigido por Juan Mugica y el Prof. Esteban Gesto, no sólo alcanzó resultados impensados, sino que también removió las cimientes de rasgos que durante muchísimo tiempo habían estado identificados con la esencia misma del fútbol uruguayo.
Lo más impactante, quizá, fue que todo empezó, rápidamente, de la nada: el 26 de enero de 1980 tuvieron lugar las elecciones, el 31 de enero asumió la nueva directiva encabezada por don Dante Iocco, y el 1‚ de febrero se disputó la final de la Liguilla del 79, que Defensor le ganó por 1 a 0 a Nacional, obligándolo a pelear el único puesto vacante que quedaba para participar en la Copa Libertadores ante el tradicional adversario, que también había derrotado a los tricolores en un clásico jugado pocos días antes.
Una vez resuelta la no renovación del contrato del argentino Pedro Dellacha --el desempate con Peñarol quedó fijado para el lunes 4-- la novel directiva designó al nuevo cuerpo técnico, integrado por Juan Mugica, que en principio iba a estar encargado de la conducción de la tercera división, y el Prof. Esteban Gesto, y en la tarde del sábado 2 de enero la nueva empresa se puso en marcha: 48 horas después, con dos goles de pelota quieta (uno de penal y otro de foul) de Julio César Morales, Nacional ganaba el clásico y, como muy bien quedó escrito para la eternidad en la publicación "El libro de oro de Nacional", en la que se estampó una gráfica reflexión sobre un momento triunfal,"nadie podía presumir lo que se estaba gestando..."
Cierto. Porque, para peor, aquel Nacional empezó el "Uruguayo" del 80 perdiendo con Bella Vista --por 3 a 0-- en forma ilevantable. Pero las turbulencias --que enseguida se hicieron presentes, sobre todo enjuiciando el sistema de marca al hombre en toda la cancha-- s&