Historia 1: La travesía erótico-festiva
Chechu llegó a la estación
marítima como siempre justo antes de que saliera el barco. Sacó la
tarjeta de embarque para clase turista y se dispuso a embarcar. En el
momento de entregar la tarjeta se dio cuenta de que la azafata que las
recogía era una antigua compañera de instituto llamada Mariajo. Ella
era una morenita de pelo rizado, piel morena, con unos grandes ojos
verdes, unas tetas redonditas y unas piernas larguísimas que comenzaban
en un culito respingón.
- Hola Mariajo, ¿qué haces por aquí?¿Cuánto tiempo sin verte?. - Hola Chechu, ¿qué tal?. La verdad es que hacía un montón de tiempo que no nos veíamos. - Desde luego, te veo estupenda, estás muy guapa, se ve que te va bien... - Gracias, la verdad es que si. Veo que vas en turista... ¿por qué no pasas a 1ª y hablamos más tranquilamente? - le dijo en voz baja acercándose a Chechu - - Vale. - exclamó Chechu, asombrado y contento. Hacía mucho tiempo realmente que no veía a aquella chica tan exuberante, que para colmo era azafata, lo que ponía muchisimo más a Chechu. En ese momento ya estaba rememorando algunas antiguas fantasías eróticas con aquella chica, que había conocido en tiempos de instituto, cuando había una cierta exaltación de hormonas. Chechu subió al barco y se dirigió directamente hacia la zona VIP, descubriendo que no había absolutamente nadie. Se sentó tranquilamente en una butaca de cuero esperando a Mariajo, observando la estupenda vista del inmenso oceáno en los grandes ventanales. Entonces entró. Vestía una minifalda bien ceñida marcando su cinturita y su culete, con una blusa blanca semitransparente que dejaba entrever sus grandes y oscuros pezones, resaltando su piel morena. En sus manos traía dos copas de vino tinto para celebrar ese gran momento de reeencuentro. Entonces tropezó con un pequeño pliegue de la moqueta, y una de las copas fue a parar a la camisa de Chechu: - Oh, qué torpe he sido. Lo siento. - dijo Mariajo muy avergonzada - - No importa, no es para tanto, es sólo una camisa. - Deja que te lo limpie... Sin más, salió del habitaculo reservado en busca de un pañito mojado en agua con gas para limpiar la mancha de la camisa. A la vuelta, se agachó a su lado, y comenzó a restregar la camisa en la zona de la mancha, que cubría casi enteramente el pecho de Chechu. Mariajo sentía cada vez más calor y empezaba a sudar. Una ardorosa sensación recorría todo su cuerpo, desde la cabeza a los dedos de los pies. Aquel muchacho que estaba sentado delante de ella, siempre había sido su amor platónico, y cuando creía haberlo olvidado, de pronto aparece, haciendo que todos sus sentimientos vuelvan a florecer. Entonces no pudo reprimir sus ansias de besarlo y apretarlo contra ella. Comenzó a besarlo muy suavemente, mientras él, sorprendido, le correspondía. Mariajo que mordisqueaba los labios de Chechu, al tiempo que jugueteaba con su lengua, sentía como toda su vida había estado esperando ese momento. Entonces se incorpora silenciosamente, se acerca a la cortina que separaba la clase turista de la clase oro, y la corre, para volver al lugar donde se encontraba, al lado de Chechu, todo ello sin decir una palabra. Ella estaba de cuclillas cerca del sillón donde Chechu sentado, observaba sus tiernos ojos. - Chechu, quiero tenerte dentro de mi. Lo estaba deseando hace mucho tiempo - susurro Mariajo al oído de Chechu. - ¿Desde cuándo? - preguntó sorprendido en voz baja - - Desde que te conocí en el instituto, siempre he estado enamorada de ti. A continuación, Mariajo volvió a besarlo como antes había hecho, mientras con una de sus manos comenzaba a recorrer el pecho de Chechu, abriendole los botones de su manchada camisa y jugueteando con las tetillas de éste. Aquella situación se estaba caldeando y las respiraciones de ambos comenzaban a ser cada vez mas rápidas, como si no hubiera aire suficiente en aquella habitación. Él permanecía impasible mientras ella recorría todo su pecho. Entonces Chechu se incorporó ligeramente, para abrirle la blusa y sacarle sus preciosas tetas por encima del diminuto sujetador, pudiendo acariciar sus excitados pezones, al tiempo que seguían besándose ardientemente. Ese fue el momento en el que Mariajo bajó su mano más de lo que lo había hecho antes, hasta llegar a la entrepierna, que ya en ese momento presentaba ya un considerable bulto, y la masajeó, desde el interior de los muslos hasta el final de la verga. Lo hacía con tanto cariño, que Chechu sentía todos los dedos de aquella preciosa mano, tocando su miembro. Cuando Chechu no pudo soportar más aquel masaje, la levantó en peso por la cintura y la puso de pie sobre el sillón, dejando la cuevita de Mariajo a la altura de su boca. Entonces le levantó la falda y con ambas manos bajó el tanguita muy lentamente sin dejar de mirarla, pudiendo comprobar, como él se imaginaba, que tenía el pubis rasurado como si acabara de nacer. Sus flujos del amor hervían dentro. Chechu tomó los grandes labios femeninos con su boca y los mordisqueó suavemente. Pasó un dedo con un movimiento de vaivén a lo largo de su hendidura sintiendo brincar el clítoris bajo sus dedos. Seguidamente, comenzó a besarle el chochito al tiempo que le introducía el dedo en el trasero, realizando movimientos suaves y rítmicos. Mariajo estaba muy excitada y gemía sin parar, retorciéndose de placer. Y entonces no pudo más y ocurrió: Mariajo tuvo un enorme orgasmo. Cuando mas débil estaba, Chechu la bajó del sillón, se levantó él y la sentó, para posteriormente reclinar el respaldar hasta quedar casi horizontal. Mientras ella permanecía acostada en aquel confortable sofá, él aprovechó para quitarse sus pantalones y calzoncillos, además de los zapatos y calcetines que ya empezaban a molestar. Chechu se tumbó lentamente sobre ella para que casi no notara aquel enorme peso, y siguió besádole, haciendo que se mezclaran en ambas bocas un cúmulo de fluidos corporales. Ahora se encontraban uno sobre otro, casi como Dios los trajo al mundo, cuando Chechu hundió su verga en aquel húmedo y tierno mar de flujos, haciendo que sus cuerpos quedaran uno dentro del otro. Los movimientos de él sobre ella eran lentos y pausados, sin dar prisa al acto, disfrutando de ese momento, para que durara infinitamente. Ella también realizaba movimientos de cintura, para sentirlo mas dentro de ella. Chechu comenzó a realizar unos movimientos más conpulsivos y rápidos, hasta sentir como todo su ser se escapaba por entre sus dedos, en un torrente caliente de amor. El sentimiento de felicidad de Mariajo desembocó en otro gran orgasmo que fue como si un gran rayo la hubiera atravesado. Extasiados y esbozando una leve sonrisa se miraron fijamente. - Mariajo, ha sido increíble. -dijo agotado Chechu - - Me imaginaba que contigo esto sería así. |