Historia 3: De compras en el Hiperdino
Era final de mes, y a esas alturas, a Chechu no le quedaba nada en la despensa, así que para poder llevarse a algo a la boca ese al mediodía, decidió acercarse al hipermercado, que tenía a unos metros de su casa. Como mismo estaba vestido, salió a comprar. Un sencillo pantalón corto, que dejaba ver sus piernas bien formadas, como las de un auténtico futbolista, una camiseta y un suéter, ya que en Noviembre en Canarias, hace algo de fresco. Al llegar a la entrada, cogió la cestita de rigor y comenzó a recorrerse los pasillos pensando que le apetecía para comer. Perfecto, pensó, me voy a hacer un arroz a la cubana, es sencillo, y no tiene mucho trabajo. Cogió el arroz, una docena de huevos, porque no vendían menos, catchup y unas salchichas. Sólo le faltaba un ingrediente, entonces se dirigió a la zona de frutería. Le encantaba el arroz a la cubana con un buen par de plátanos fritos. Para él era esencial. Se recorrió todos los mostradores de fruta para darse cuenta de que allí no quedaban plátanos. Ante esa situación, buscó a algún empleado que le pudiera ayudar, y fue entonces cuando se encontró con la encargada de la frutería, Guacimara, que en ese momento, estaba reponiendo el stand de las peras. Guaci, era una chica de pelo color caoba lacio hasta la mitad de la espalda, ojos marrones pequeños y algo achinados y unos labios finos poco pintados. Era más bien de constitución delgada, alta de unos 22 años, y la verdad, no estaba muy dotada de tetas, aunque las que tenía eran suficientes, pensó Chechu. Él nunca se hubiera fijado en esa piba, porque ella pasaba inadvertida en aquel lugar, además de que el uniforme que llevaba era poco atractivo. No marcaba ninguna de sus curvas. Al contrario, incluso parecía que ni tenía culito. Lo único que dejaba a la vista eran las piernas, que la verdad, no las tenía del todo mal: - Perdona, -dijo Chechu- estaba buscando plátanos pero no los encuentro por ningún lado. ¿Podrías ayudarme? - ¡Oh sí!, Como no, estoy aquí para eso. Resulta que estaba reponiendo todos los productos y me faltaba llegar a los plátanos. Sin más, se dio media vuelta y comenzó a caminar a lo largo de todo el pasillo. Como aquella chica no le había dicho nada de que esperara en ese lugar, supuso que le daría el racimo de plátanos si la seguía a donde iba, y comenzó a seguirla a un par de metros, sin que ella se percatara. Detrás de ella, Chechu, se dio cuenta de que, Guaci, tenía un caminar bastante atractivo, que aunque el uniforme no lo permitía, marcaba algo de su culito, y ya empezaba a tener ciertas fantasías con aquella pibita. Guacimara abrió una puerta que se encontraba al fondo de aquella inmensa superficie, y que tenía toda la pinta de almacén. Por supuesto, Chechu también entró, extrañado de que aquella chica lo llevara hasta ese sitio, y se encontró ante una nave mas bien poco iluminada, llena de estanterías con productos de limpieza y de alimentación unos sobre otros. Al final de la nave a la derecha, estaban las cajas de frutas. Fue entonces cuando ella se dio cuenta de la presencia de Chechu: - ¿Qué haces aquí? Tú no puedes entrar. - dijo asustada - - Perdona, como no me dijiste nada de que esperara, pensaba que me lo ibas a dar si te seguía. - Pero, es que está prohibida la entrada al público en esta zona - dijo mas calmada Guacimara - - Bueno, ya que estoy aquí, déjame ayudarte... - Vale, pero démonos prisa, porque si alguien te ve aquí, pueden echarme. -dijo Guaci suavemente al oído de Chechu - En el momento en el que Chechu se disponía a levantar una de las cajas que señalaba la chica, se oyó el fuerte ruido de la puerta cerrándose. Entonces, rápidamente, ambos corrieron a refugiarse tras una de las estanterías, antes de que los vieran. Se encontraban apoyados uno al lado del otro, cuando Chechu notó que la respiración entrecortada de Guaci, era demasiado ruidosa y que los descubrirían enseguida, así que lo mas silenciosamente que pudo, se colocó agachado detrás de ella. En ese mismo momento puso su mano derecha sobre la boca asustada de la chica, notando sobre la palma la respiración asustada, y en un impulso, entre el miedo y la excitación de aquella situación, rodeó con su brazo izquierdo muy lentamente, el pecho de ella, posando por casualidad su mano sobre su pecho, además de pegarse de tal manera a ella que sentía el pantalón corto de aquel tipo sobre su falda. Ella pegó un pequeño respingo, pero enseguida comenzó a calmarse, a juzgar por su respiración mas relajada sobre la palma de la mano de Chechu. Ambos cuerpos comenzaron a sudar. Él sentía como aquel pezón sobre el que tenía su mano izquierda empezaba a erguirse, mientras ella sentía al final de su espalda como algo estaba creciendo. Entonces, aquel individuo que acababa de entrar hacia un momento abandonó la nave, lo que hizo retumbar de nuevo la nave con el estruendo de la puerta cerrándose. Fue en ese momento cuando Guacimara se colocó de pie dándose media vuelta, obligando a Chechu a ponerse también de pie. Él esperaba que ese era el momento en el que ella le daba el bofetón de rigor por su atrevimiento, pero no, ella comenzó a besarlo salvajemente, sintiendo su lengua abriéndose paso entre sus labios nerviosamente. Agarró la mano de Chechu y se la colocó sobre uno de sus pechos, y éste empezó a moverla describiendo círculos mientras la otra la llevó hasta el culito de Guaci. No es que tuviera un gran traserito, pero lo que había, estaba duro además de respingón, lo que ponía mucho a Chechu. Entonces acercó el cuerpo de Guaci hacia él, hasta que su paquete rozaba con la falda de ella, lo que provocaba en ella frotamientos suaves de su entrepierna contra la de Chechu. Él llegaba incluso a sentir el calorcito que desprendía el chochito de Guaci, y creía sentir hasta los flujos que estaba desprendiendo. Muy lentamente, casi sin que ella lo notara, comenzó a bajarle la cremallera lateral de la falda, mientras con la otra mano, intentaba muy torpemente soltar los botones de la camisa de sus ojales. Ella, que hasta ese momento tenía sus manos alrededor del cuello de Chechu, le ayudó en su labor, abriéndose la camisa, tirándola al suelo y quitarse en un momento el sujetador que la asfixiaba. Como Chechu había predicho, no eran unas grandes tetas, pero eran muy graciosas, con unos hermosos pezones que ya apuntaban hacia arriba. Entonces, las manos de ella se dirigieron rápidamente hacia la entrepierna de Chechu, que sentía como toda su sangre parecía estar en ese punto de su anatomía, y comenzó a acariciarle el bulto por encima del fino pantalón, primero a cámara lenta y después, cada vez más rápido. La falda cayó por su propio peso. Entonces Chechu tenía delante a una hermosa muchacha, con su cuerpo únicamente ataviado con unas braguitas algo clásicas, pero no por ello menos bonitas. Pensó, no hay nada más bonito, que el cuerpo de una mujer. Ella, como pudo, bajó aquel pantaloncito, hasta sentir como aquel falo enorme, apuntaba hacia ella, y volvió a acariciarlo con mucho cariño. Unidos sus cuerpos en un beso interminable, con todo tipo de caricias, Chechu, aprovechó ese momento para coger a Guacimara en peso, y ella respondió a ese esfuerzo, rodeándole con sus piernas. Poco a poco, nuestro amigo fue desplazándose hasta llegar a unas cajas medianamente altas, que situaban a Guacimara a la misma altura a la que se encontraba agarrada a Chechu, para sentarla sobre ellas. Él, sin prisa, pero sin pausa se encomendó a la labor de quitarle lo poco que le quedaba a Guacimara de ropa, y aunque tuvo algunos problemillas, no tardaron en ceder. Ya no había mas barreras entre ellos, así que se entregaron al placer. La penetró, y entonces sintió como todos aquellos flujos rodeaban su miembro, y lo hacían deslizarse a través de aquel orificio hasta el final, para después volver a salir y repetir la operación una y otra vez. Sentía en su glande todas y cada una de las ondulaciones interiores de aquella chica. El único ruido que se oía era el de sus agitadas respiraciones, y el crujido de las cajas donde ella se apoyaba. La llegada del orgasmo de ella fue inmediato y Chechu lo notó por la manera como ella le mordió el hombro, por la paralización de los músculos de la pelvis de Guaci, y las contracciones internas de su cuevita, que parecían querer prolongar infinitamente la presencia del miembro de Chechu dentro de ella. Él sin embargo, no había alcanzado todavía el clímax total, y eso que estaba ya muy cerca después de tanta excitación. En ese mismo momento, se oyó un grito justo detrás de ellos: - ¿Qué coño es esto? - Exclamaba una mujer -. Desde luego esto no se puede permitir. A ver, Guacimara, fuera de aquí inmediatamente, y pásate después por mi despacho, que tenemos que hablar. Ahora, tú, vístete y ven conmigo. Esa persona era la encargada de aquella superficie. Su nombre era Chuchi, que casualidad. Chechu la conocía de oídas por sus amigos que también iban de compras a ese hipermercado. Se comentaba que tenía muy mala leche, y desde luego, no era cuestión de llevar la contraria a aquella tipa en la posición en la que se encontraba. Aquella mujer era de unos 35 años aproximadamente, bastante guapa, con grandes ojos azules, y un pelo muy rizado rubio hasta los hombros. Era algo más baja que Guaci, por supuesto, Chechu le sacaba unos cuantos centímetros. Su uniforme, aunque distinto al de Guaci, tampoco dejaba mucho a la vista, pero sí que se intuían muchas curvas. Aquella tía tenía algo de lascivo y perverso. Cuando Guaci abandonó aquel enorme espacio a toda prisa, recogiendo toda su ropa, ante la mirada penetrante de su encargada y la mirada asustada de Chechu, Chuchi caminó lentamente hacia él, que aún conservaba algo de su erección, sin quitarle los ojos de encima. - ¿Qué es lo que puedo hacer contigo? Desde luego a Guacimara le quedan dos telediarios aquí, pero a ti sólo te puedo echar del hiper llamando a seguridad. - Por favor, no le haga nada a esa chica, ella no tiene nada de culpa. Fui yo el culpable. Eso se puede arreglar entre nostros civilizadamente. Chuchi, sin dar respuesta, se dió media vuelta y le indicó que la siguiera. Sus pasos eran seguros y se dirigían hacía un habitáculo de metal que se encontraba al otro lado del almacén, era la cámara frigorífica. Sin más se acercó a Chechu, agarró su falo con fuerza, y poquito a poco comenzó a agitarlo, sin dejar de clavar la mirada sobre los ojos de él. Entonces acercó su boca a la suya y le mordió el labio, muy sensualmente pero a la vez a lo salvaje. Chechu, que después del susto, tenía el miembro casi en su estado original, volvió a emerger mas fuerte todavía, mientras aquella experimentada mujer, lo acariciaba lascivamente describiendo círculos de arriba abajo, mientras él dejaba hacer. Ella se agachó muy suavemente sin dejar de agarrar el sacho de Chechu, y comenzó a pasarle la lengua desde abajo hasta arriba, saboreando todos y cada uno de los olores que desprendía la verga, para después introducírsela en su jugosa boca. Mientras ejecutaba los movimientos aprendidos después de unos años de matrimonio con sus cuidadas manos, lamía el glande dentro de su boca, con su lengua nerviosa de excitación, emitiendo algunos sonidos de satisfacción. Después, hizo que Chechu se acostara en el sucio suelo de la nave boca arriba, sin decir una sola palabra. Se subió la falda gris hasta dejar a la vista de Chechu unas finas bragas que tapaban solo lo justo, bajo unas medias color carne. Se quitó las medias muy lentamente al tiempo que seguía mirando a Chechu con cara de pícara, momento que él aprovechó para quitarle la minúscula ropa interior. El chochito de aquella mujer estaba bastante cuidado, dejando sólo un hilo de bello sobre sus ardientes labios. Se sentó sobre él, emitiendo un pequeño gemido casi imperceptible, pero de autentico placer. El trozo de Chechu se hundió en aquel paraíso ardiente lleno de aguas calientes con olores que llegaban hasta lo mas profundo de uno. Ella se movía en todas direcciones muy lentamente, queriendo rozar todas sus cavidades con el falo erecto de Chechu. Él no podía aguantar mucho mas, después de haber estado con Guacimara, ahora aquello era ya demasiado. Esperó a sentir el orgasmo silencioso de aquella mujer, para soltar todo lo que llevaba acumulado desde hacia ya un rato, y que salió como si la vida se le fuera por ahí. Sintió como todo aquel fluido caliente salía a través de todo su miembro, y agarró fuertemente la cintura de Chuchi. Ella cayó sobre su pecho, para posteriormente levantarse, dejando a Chechu en suelo, medio muerto de placer y cansancio. |