Debemos terminar de una vez por todas con algo que nos carcome la existencia, el "desear humano" para dejar paso al "desear divino", lo humano nos inhibe, lo divino nos enaltece. Por qué está la juventud en este momento, (quizá como nunca lo estuvo antes), en pleno conocimiento de "su" confusión, paradoja de esta época, saber que se está confundido, no saber cuál es el camino que lleva a la verdadera felicidad. Y por qué nosotros pobres humanos del siglo XX, rodeados de iniquidades, violencias, excesos, que sabemos de la oportunidad que nos da Dios de luchar y vencer nuestros temores, nuestras pasiones, nuestras tristezas, nuestra propia confusión, nos alejamos irremisiblemente de Él que es nuestra luz y nuestro Guía, para buscar no sabemos en qué pensamiento banal, en qué acciones indignas del ser humano, un regocijo que no sólo no encontramos, sino que perdemos el que muy poco ya nos queda.
Sean estas palabras, de esclarecimiento, que brinden un sano optimismo para que podamos transitar sin pena y buscando por el verdadero camino a un Dios que sí está con nosotros, en la medida que nosotros queramos acercarnos a Él, y que no encontraremos, si nos empeñamos a vivir en la desunión, faltando el respeto, dando rienda suelta a las pasiones, y vanagloriándonos de ser lo que en verdad, no somos y estamos distantes de serlo, seres humanos leales a nosotros mismos.