Así resumía un periódico de Salamanca el concierto que tuvo lugar en dicho ciudad de la
cantante portuguesa Dulce Pontes, y la verdad es que arrasó. Fue una actuación realmente
interesante la de esta joven, que nos ha cautivado el corazón a través de su música. Y es que
Dulce es mucha Dulce. "En todo momento he tenido total libertad para cantar lo que me
gusta".
Llenó el Palacio de Congresos de Salamanca (y eso que es grande), y año y medio después de
su última actuación en esta ciudad ha vuelto en "pie de guerra" o mejor dicho en "voz de
guerra" a presentarnos su nuevo disco: "A Brisa do Coraçao", que como todos ya sabemos,
recoge todas las canciones en distintas versiones de su disco "Lágrimas", y algunas otras
como "Lusitana Paixão", cantado en el festival de Eurovisión en Roma, o la inédita canción
que recoge el nombre del disco, del autor italiano Ennio Morricone.
El reparto del concierto fue de esta manera: Dulce Pontes (voz), Armindo Neves (guitarra
acústica y eléctrica), Domingos Silva (teclados y vocoder), Luis Pontes (guitarra acústica),
Paulo Jorge Santos (guitarra portuguesa), Yuri Daniel (bajo eléctrico y contrabajo), João
Ferreira (percusión) y Alexandre Frazão (batería).
Todo un equipo, vamos, que demostró serlo en el escenario con un manejo de los
instrumentos, sensibilidad y superioridad increíble, que nos dejó a todos sin poder movernos
de las butacas, porque era demasiado para nosotros. Pensarían "¿queréis marcha? Tomad
marcha". Y así ocurrió. Mientras Dulce no aparecía en el escenario al principio de la
actuación los demás ambientaron la sala con unos ritmos que parecía que no estabas allí.
Todo con una gran facilidad de captación para nuestros oídos; la percusión estaba compuesta
por instrumentos diríamos "tropicales" que le daban otro aire a la composición y entre lo
rítmico por un lado y el silencio nuestro por otro apareció lo que faltaba para completar el
cuadro.
Por la parte derecha del escenario salió Dulce, brillante, hermosa, guapetona, con un traje
largo de color negro y con su voz tan intensa, emotiva, que no dio lugar a que alargáramos
nuestros aplausos porque se los comía. En ese momento no piensas, sólo escuchas, escuchas y
dentro de ti se van llenando poco a poco (como a cuentagotas) cada una de las sílabas y notas
que va interpretando. Con su profesionalidad y sabiendo lo que hacía, quiso ser amiga del
público de Salamanca y lo consiguió, aunque le costó al principio, pero con nuestra
aportación hicimos que ella se sintiese a gusto. "En ninguna ciudad me había sentido tan
arropada por el público como en Salamanca".
Cita - Como gran sorpresa de la noche, Dulce Pontes y Amancio Prada hicieron dúo de
voces interpretando una poesía de Álvaro Cunqueiro.
A mitad de concierto aquello parecía un "show", aplausos, risas, el buen sentido de humor de
Dulce, invitaciones a cantar (un poco "cutre" sí que nos salió, pero eso era lo de menos), etc.
Hubo un momento en la canción Laurindinha, en la que Dulce nos invitó a todos a ponernos
en pie. Todos desconcertados ¿qué sorpresa nos prepara? Claro, es que Dulce en esta canción
necesitaba animación, nos dijo lo que teníamos que hacer: mover las manos. Y le
respondimos con lo que ella propuso, todos ya saltando, gritando, silbando, dando palmas...
era para grabarlo. Ya el miedo del principio se quitó, la sala era nuestra. Todos ya en pie al
acabar la canción ella se metió y los del escenario siguieron tocando con una gran tensión de
batería, guitarra eléctrica (alucinaba Armindo Neves), percusión, ¡uf! Y tanta fue la tensión
que los que lo pudimos observar vimos como al batería se le escapaba un palillo elevándose
unos cuatro metros, y como casi le da a Paulo Jorge Santos (que no se enteró ¡menos mal!)
Otro punto culminante del concierto fue la interpretación de "Cançao do Mar", muy
conocido a través de todos nosotros porque Ramón Trecet cuando ha presentado a Dulce
Pontes, pone esta canción como ejemplo (¡y que buen ejemplo!).
Dulce nos quería presentar una sorpresa y se trajo consigo nada más y nada menos que a
Amancio Prada. Fue el sorpresón que conmovió a todo el auditorio del Palacio de
Congresos. Y para más emoción, hicieron un dúo de voces interpretando una poesía de
Álvaro Cunqueiro, y es que Dulce y Amancio son buenos amigos. "He encontrado en Pontes
la voz que andaba buscando para recrear la lírica de los primeros trovadores galaico-portugueses" (seguramente grabarán juntos próximamente).
La verdad es que Dulce está muy complacida con los españoles: "El público español es
excelente, muy receptivo, y sumamente participativo. Es más, cuando actúo en España me
siento como si estuviera en mi propia casa".
Al acabar la actuación un gran número de aficionados se agruparon a sus puertas y como signo de profesionalidad en ningún instante, ni en el concierto ni en la salida del mismo, perdió su sonrisa ni el buen humor. Y cuando decida venir otra vez a España, siempre la esperaremos, porque sabe muy bien que siempre tendrá las puertas abiertas, reservadas sólo a una voz como la suya, la de Dulce Pontes, la Princesa del Fado.
- Fede Gómez Bueno.
MADRID, 5 de NOVIEMBRE DE 1994
Francamente, antes de ver a Dulce Pontes en concierto me gustaba. Ahora no. Ahora me
encanta. Hay veces que al conocer y ver de cerca a un artista, entender un poco su
personalidad y modo de ver y hacer las cosas, te desilusiona un poco; no es lo que uno se
esperaba. Y aunque te sigue gustando su música y la sigues valorando como arte, como algo
más o menos bello, falta ese toque de magia que haga que a partir de entonces ya nada vuelva
a ser igual, aun siendo lo mismo.
Llegamos a Madrid el viernes 4 de noviembre, haciendo desde León un viaje de trescientos y
pico kilómetros en medio de condiciones climatológicas bastante adversas (de noche,
lloviendo a jarros y con ráfagas de niebla). Personalmente tenía la esperanza de que el primer
concierto de Dulce Pontes en nuestro país fuera un bombazo. Pero debió ser que con la
lluvia se mojó la mecha, y aquello no acabó de estallar del todo. En esta ocasión nos
decepcionó un poco el concierto en sí, mientras que la artista se hizo un hueco grande en
nuestro recuerdo. En otros casos (afortunadamente los menos en las Nuevas Músicas) lo que
sucede es lo contrario: te fascina la música del concierto, pero te desilusiona una cierta
frialdad del artista o artistas, y en gran parte su forma de ser y de tratar al público.
Dulce se agarraba al micrófono como si de él colgara su vida, y el excesivo nerviosismo
inicial hacía que lo acercara mucho, y eso unido a su potente voz hizo que en un par de
ocasiones retumbara el sonido poderosamente por la sala. El de la batería y los de la guitarra
electrónica le "daban caña" como se suele decir, de modo que en algunos momentos en las
canciones se perdía todo el resto de la instrumentación, y gran parte de la hermosa melodía
que se tocaba con ella.
Cita - "Cançao do mar" y los fados "Lágrima" y "Estranha forma de vida" convencieron a
todos de la calidad de la artista: su voz sí triunfó
De la grandeza del disco "Lágrimas", la voz portentosa de Dulce Pontes y los magistrales
arreglos de Guilherme Inês, sólo había en escena la mitad. Los efectos electrónicos se
redujeron en el escenario a un eco de la voz de Dulce, y algún que otro detalle de más. He ahí
que a los que habíamos escuchado el disco nos sonase como que faltaba algo. Sólo nos
quedaba la voz, y entonces, más o menos un poco antes del intermedio, esa voz empezó a
dar de sí todo cuanto tenía dentro. Vino "Lágrima". Con la sola aportación de guitarras,
española y portuguesa, sin más interferencias, Dulce Pontes ganó la partida y el público se
volcó ya definitivamente con la artista, apoyándola como no lo había hecho hasta entonces. Y
vino "Cançao do mar". La canción terminó por convencer de su calidad a los pocos que aún
podían dudar de ella.
En el intermedio, las guitarras volvieron a sonar, ahora sin voz; instrumentalmente hablando
estas fueron lo mejor del concierto. También les acompañaron unas bailarinas que salían de
vez en cuando y que con una coreografía un tanto gris aderezaron las notas de algunas
canciones. El experimento no salió bien, y en posteriores conciertos ya no salieron bailarinas.
El estallido final vino con otro fado, "Estranha forma de vida". Cuando terminó este último,
el teatro se caía por los aplausos. Su voz sí triunfó, a pesar de los titubeos iniciales, el
nerviosismo, los arreglos e instrumentación un tanto decepcionantes y la pasividad de parte
(afortunadamente los menos) del público. Sinceramente, salvo por ella, el concierto no estuvo
en líneas generales a la altura de lo esperado. Pero todo eso se lo perdonamos; porque su voz
es capaz de salvar lo insalvable.
Cuando se marchaba por primera vez del escenario, nadie dudaba que volvería a salir. Dulce
salió y cantó otro fado con guitarras. Volvió a marchar. Algunos ya tenían ganas de irse
(pocos); el resto seguía aplaudiendo sin parar, y otros cuantos más nos pusimos de pie. Por lo
menos (dije yo para mí), que nos cante otra vez "Lágrima". Y así lo hizo. Repitió, incluso
mejor que antes, el fado "Lágrima". Marchó otra vez. Más aplausos; más gente de pie.
Algunos ya se iban, pensando que esto se había acabado. Pobrecillos. Un grupito de lisboetas
que habían venido, y el resto del público, no estábamos por la labor de irnos a casa "tan"
temprano. Y Dulce, como no, salió. Y salió con todos los músicos, para hacer el bis de
"Cançao do mar". También actuaron otra vez las bailarinas. Tras la canción Dulce dejó el
micrófono en su sitio y se marcharon todos los de la orquesta.
Pero como la noche era casi mágica, nadie quería que acabara. Esta vez estabamos todos
conjurados: ya sabíamos lo que hacer, aplaudir a rabiar. Una parte de la audiencia ya se había
ido. Pero todavía quedabamos los suficientes para armar tal escándalo que Dulce volvió a
salir. "Es que ya no sé que cantar" -decía ella-. Le habíamos agotado el repertorio que tenía
preparado. Se puso a cantar una en castellano, pero lo dejó a la mitad. Luego decidió que, ya
que estábamos tan pesados, cantáramos un rato a ver si se nos pasaba el entusiasmo. Con solo
su voz, los aplausos del público llevando el ritmo de "Achégate a mim Maruxa", y los "lara-li-lai-lo" del respetable, que habíamos abandonado definitivamente los asientos para cantar de
pie junto al escenario, se acabó un concierto que empezó no muy bien pero que acabó, eso sí,
como deben acabar todos, con final feliz.
Cita - Dulce Pontes es una artista accesible, que se vuelca con su público hasta que le hace
sentir lo que canta, y al mismo tiempo una persona modesta.
Hubo más aplausos, claro está, y Dulce volvió a salir, y con ella todos los instrumentistas, el
sexteto de violines, las bailarinas... Cogidos de la mano, se inclinaron varias veces. Dulce
aplaudía, el público aplaudía, las bailarinas aplaudían, todo el mundo aplaudía a todo el
mundo. Dulce también nos aplaudía a nosotros. En fín, y tal fue la algarabía de todas estas
idas y venidas, que al final, cuando se marcharon y el público empezó a moverse, casi se
hacía raro. Algunos todavía querían más.
Al final pudimos (tan sólo esperamos diez minutos o una cosa así) entrar en su camerino,
pedirle autógrafos (nos firmó encantada el disco y tres programas) y hasta una foto. Y en
estas, había entrado Ramón Trecet. Al verle, Dulce se levantó muy contenta. Su conversación,
con tan pocas palabras nunca pudo haber dicho más:
-Ha estado muy bien.
-Muchas gracias
-¿Qué tal el público?
-(con un brillo especial en sus ojos) Es el mejor público que he tenido en mi vida.
-¿Sí? (risas) Pues fíjate lo que te digo: los tendrás todavía mejores.
-Yo... No me parece que sea posible.
-Que sí, que sí; estoy seguro.
Y poco más puedo ya decir. Lo más importante es que me he llevé un recuerdo de esos que se
quedan por mucho tiempo, y la impresión de haber conocido a una artista accesible, que se
vuelca con su público hasta que le hace sentir lo que canta, y al mismo tiempo una persona
modesta que no se da tanta importancia por el éxito, sino que reconoce los méritos de los
demás. Las decepciones no las suelo llevar conmigo; estorbarían para tener la visión clara de
lo que Dulce Pontes es, y lo digo como lo siento: una de las mejores cantantes que haya
surgido nunca de Portugal y, sobre todo, una gran persona.
"Hay que ser generosos con los espectadores, como si fuera una práctica de amor. Una
actuación tiene que ser una forma extrema de humildad. No debe ser un simple ejercicio
técnico, sino un ejercicio de alma y espiritual" (Dulce Pontes).
- J.E.