

Nº 121 / Viernes 10 septiembre 1999
|
Ni rockero, ni tecno boy. Enrique
Bunbury ha decidido hacer la música
que le apetece. No quiere demostrar nada. Ha descubierto en sí mismo insólitas
influencias musicales, como la copla, y ha facturado pequeño, un álbum desnudo,
redentor, como él lo llama.

|
|
|
 Texto: Bruno Galindo
Fotografía: Clemente Bernad
HACE 24 MESES Enrique Bunbury, que salía de Héroes del
Silencio y presentaba Radical Sonora vestido de tecno-spaceboy, se pronunciaba de este
modo: "Me gustaría que la gente entendiera que soy un tipo inquieto, que mi interés
es el movimiento, que no quiero estancarme en la estructura del rock normal".
Pequeño, su segundo disco, prueba que el zaragozano, que acaba de cumplir 32 años, iba
en serio: tango y ranchera, efluvios flamencos y ritmos de bulería, derbukas morunos y
barroquismos orquestales, trompetas y violines, melodías mediterráneas y guiños
cabareteros a Tom Waits, Nick Cave, Kurt Weill, Goran Bregovic y
Tentaciones. Nada que ver con tu disco anterior: aquel era,
por cierto, un disco de tecno-rock en una época en la que se estaba haciendo tecno-rock.
Enrique
Bunbury. Yo ahora veo Radical
Sonora como un disco en el cual, en el fondo, había una preocupación sobre qué
iban a pensar los demás. Existía esa necesidad vital de gritarle a muchos periodistas,
"oye, no sólo soy el cantante de Héroes, el que hace este tipo de música". En
éste no quiero demostrar nada a nadie; sólo hacer la música que me apetece. Me he dado
cuenta de que no es positivo el querer hacer creer a los demás que eres algo. Creo que
las cosas hay que hacerlas porque te salen. Hoy, además he leído una frase que me ha
parecido muy buena. Mira
[extrae un diario local de un bolso y lee] Dice:
"Nunca des explicaciones. Tus amigos no las necesitan y tus enemigos tampoco van a
creerte de todos modos".
T. ¿Quién la firma?
E. B. Anónimo.
UNA CRISIS PERSONAL
Enrique quiere explicarse, puesto que
desea ser comprendido: "Desde muchos aspectos de la prensa, la gente ve mal que un
músico se interese por lo que está ocurriendo en su momento. Yo creo que es positivo, lo
que no es positivo es que esté siempre haciendo la música del momento. Radical Sonora
era un disco deliberadamente temporal. Mi error fue que la balanza no me quedó
equilibrada: yo quería hacer un cóctel con música mediterránea y magrebí, la
electrónica y el rock, y creo que la balanza me quedó inclinada hacia el tecno-rock. No
es el disco que debía haber hecho. Pero tampoco pienso que lo más importante en el mundo
de la música sea ser el primero: lo que es importante es hacer buenas canciones. ¿Por
qué alguien le va a reprochar a Neil Young que hiciera un disco como Trans? ¿Por qué va
a hacer Joe Jackson siempre el mismo disco de new wave? ¿Por qué Elvis Costello no va a
hacer un disco con el Brodski Quartet o con Burt Bacharach? Yo no le veo nada malo a
nada". Y cuenta: "Durante el proceso de este disco he pasado por una crisis
personal muy fuerte, durante la cual me planteé muy en serio lo de volver a hacer un
disco en mi vida. El encontrarme de pronto con estas canciones y con esta forma de
expresarme como soy, sin temor a la aceptación, fue para mí una especie de salvación.
El poder investigar tranquilamente dentro de mis influencias españolas o mediterráneas y
poder profundizar también en sentimientos de los que me puedo llegar a sentir
avergonzado, más que nada, por mostrarlos en público. Si no lo hacía ahora no lo iba a
hacer nunca. Pequeño es un disco redentor para mí. Me ha reconciliado con el mundo de la
música".
T. ¿Pero qué te pasó?
E. B. Era más que nada un miedo personal. Pensaba que
el público o incluso la prensa no me iban a aceptar de una manera que dependía de mi
pasado. Quiero hacer otras cosas. Y tenía claro que si no me dejaba el público o la
industria hacerlas, pues me dedicaba a la carpintería y me quedaba tan ancho. He llegado
a la determinación de que voy a hacer los discos que siento. Si tengo público, de puta
madre, y si no, supongo que la compañía será la primera que me diga: déjalo. Mientras
pueda voy a hacer los discos que quiero. Si no hay un sentimiento de decir "esto es
lo que creo que debo transmitir", no tiene sentido hacer nada. No quiero que esto
parezca prepotente, pero creo que debe ser el motor de todo disco, de todo libro, de todo
cuadro, de toda película
T. Algo que hayas descubierto recientemente.
E. B. La copla. Ha sido un descubrimiento doloroso,
porque creo que existe en la memoria colectiva de mi generación el sentimiento de que la
copla es algo franquista, una música que no nos representa. Yo creo que es un poco
nuestro tango. Ha habido una época, de finales de los cuarenta a principios de los
cincuenta, en la que los arreglos de la copla eran fantásticos, y las letras, picarescas
y metafóricas, se podían comparar al tango argentino. Ha sido la forma de liberar una
frustración de un pueblo a través de una música. Y hay grandes canciones. Es una pena
que la juventud no reflexione sobre su esencia. A mí me ha costado llegar hasta la copla,
admitirla y contemplar su grandeza.
Quien quiera podrá opinar que hay
impostura en la súbita adoración de Bunbury por Concha Piquer y Carlos Gardel. Pero
habrá de admitir que el zaragozano está dispuesto a llevar sus nuevas pasiones hasta las
últimas consecuencias. Su interpretación de Con el alma en los labios aparece en un
disco colectivo de homenaje a la copla Ta tuaje, a la venta el próximo 11 de
octubre entre las de Antonio Vega, Calamaro, Javier Álvarez, Sabina o Antonio
Carmona entre otros. ¿Y si el disco hubiera sido de tangos? "Hubiera grabado
Confesión. O cualquier otro de Discépolo, uno de mis favoritos".
EL OASIS, VEDETTES Y COLOSOS
T. ¿Te animas a hacer una valoración de los
trabajos de tus ex compañeros?
E. B. El disco de Pedro [Andreu, batería], el de Pura
Vida, me parece que tiene buenas canciones, pero creo que es demasiado estándar.
Joaquín [Cardiel, bajo] ha hecho la música para La carta del indio salvaje.
Creo que es muy bonita, pero claro, es una música que acompaña un texto, y sólo tiene
sentido con ese texto. Y no es un disco en sí mismo, creo que dura 10 o 12 minutos. De
Juan [Valdivia, guitarra] lo que he oído son maquetas y hay canciones muy bonitas. Pero
no sé a donde va ni cómo saldrá al final. Bogusflow [el grupo que ha montado el quinto
Héroe, el guitarrista mexicano Alan Boguslavsky] me gusta mucho. El suyo es un gran
disco, aunque para mí tiene un problema: que cantan en inglés. Pero me parece que hay
sentimiento y que los músicos son fantásticos. Tanto, que tocan conmigo.
Ahí están todos: guitarra, bajo,
batería, percusión, teclados, violín, trombón, saxo, trompeta y cantante, entrando a
los ensayos. El local es un antiguo cabaré llamado El Oasis, en Zaragoza, pero que con la
imaginación justa te sitúa en un Berlín de preguerra, con gruesos telones de
terciopelo, oficiales con insignia y largo abrigo de cuero, chicas con plumas y liguero.
Una inscripción en la puerta indica que el lugar abrió en 1909 y que en su día
programó "vedettes de ensueño", "colosos de la gracia", "ases
de la hilaridad", "parodistas musicales" y otras atracciones fenomenales.
T. ¿Qué va a tener de cabaré tu gira de
presentación, que has llamado Pequeño Cabaret Ambulante?
E. B. Me pillas preparándola, todavía no está
demasiado claro. Además, yo nunca he estado con tantos músicos en el escenario. Pero el
sentido más claro de cabaré que quiero darle es el de que ahí van a aparecer ciertas
músicas aglomeradas, igual que se podría escuchar en un cabaré de Berlín o de
Zaragoza. Siempre he tenido claro que para mí salir de gira no significa decir
"venga, a ver cuáles son mis grandes éxitos" y pimpampum. Tiene que resultar
una revisión de tu material nueva y diferente a la anterior. Voy a intentar encontrar el
equilibrio entre una propuesta musical apoyada visualmente, y no al revés. No pretendo
llegar a la Orquesta Mondragón.
T. Es la primera vez que te enfrentas a la
autoproducción en un disco. ¿Qué te llevó a dirigir precisamente una grabación tan
compleja, tan llena de instrumentación como Pequeño?
E. B. Sí, tiene de todo, todo lo que se me ocurría.
Pero es que éste no era un disco que exigiera un sonido innovador, una producción
exquisita a nivel de conocimientos técnicos de una mesa, de efectos o modernidades. Todo
lo contrario, yo creo que lo que había que hacer es que tocaran mucho los músicos y
trabajar mucho los arreglos. Y ésa era una labor que yo estaba haciendo en el local de
ensayo con mi banda. Lo tenía todo en mi cabeza. Y pensaba: si ahora tengo todo este
material y me voy a un estudio y viene un productor, va a querer tocar todo lo que he
estado pensando. Pensaba: un anglosajón se va a perder en el camino. Y un productor
español lo va a querer hacer excesivamente brillante. Va a querer que esto suene de la
hostia y yo no quiero que suene así: yo quiero que suene pequeñito, honesto, sincero,
muy de una habitación, que nada suene por encima de plano. Yo quería algo oscuro,
perdido. Pensaba más en Nick Cave que en Rosario. Este disco tiene que sonar bien en un
radiocasete. Que la sutileza de la mezcla de estilos se hiciera con suavidad, como en una
balsa de aceite.
UN DISCO PARA LAS MADRES
T. Hablando de variedad, ¿no has forzado al mostrar
tantas influencias?
E. B. Yo creo que las influencias no son buscadas, sino
aceptadas. Si salía algo lo aceptaba tranquilamente. Lo que no quería era llegar a
mimetismos: eso me horroriza, sobre todo porque lo veo mucho en muchos grupos, y porque
también en algún momento me ha parecido que yo también he podido rozar eso. Y creo que
eso es lo más imperdonable que puede existir en un músico o en cualquier tipo que haga
algo creativo. Suenas indie, vale, eres indie, vale, lo has conseguido. Pero no eres
personal. Cierta originalidad no quiere decir que cantes en arameo o hagan las bases
extrañas tipo Autechre. Creo que detrás de que la gente cante en inglés hay un miedo a
mostrar algo sincero y honesto. Se sienten avergonzados de que no tienen nada que decir o
de lo que tienen que decir, una de las dos. Obviamente, hay excepciones. Manta Ray, por
ejemplo.
T. ¿Por qué no aparecen las letras de tus
canciones en el libreto del disco?
E. B. Por mi falta de interés en dar explicaciones, en
que todo quedara muy claro. He querido dar muy pocas pistas. En el disco no hay
prácticamente datos, está claro por sí solo si lo escuchas entero. No estoy escondiendo
nada, es un disco muy sencillo, muy desnudo, muy simple; no tiene simbolismos o
metáforas. Las letras son las más sencillas que he escrito nunca. Es la primera vez en
mi vida que tengo antes la música que las letras.
"Te voy a dar un titular",
bromea Bunbury. "La frase del año: Este disco lo he hecho para mis
padres. Después de muchos años haciendo discos que dicen Contracorriente, Servidor
de nadie, Avalancha... me apetecía hacer un disco que lo pudiera poner mi madre entero y
que le gustara. Éste es, para mí, un disco para madres. Y para secretarias. A mí me
encantaría, como a Jesulín de Ubrique, hacer conciertos para mujeres". Más serio
es este otro asunto: para el primer vídeoclip, Bunbury contrató los servicios de Julio
Medem. Pero todo parece indicar que el fruto de la alianza no llegará a verse: "Es
una pena, porque yo aprecio muchísimo a Julio como cineasta y como persona, y yo sé que
él ha salido dolido de esto como yo. Es un terreno pantanoso: hubiera querido que el
vídeo fuera del gusto de todos, pero no ha sido así". Desdramatizando, Bunbury
habla de sus ídolos él critica a los artistas que siembran sus declaraciones de
citas a los artistas adorados, pero pronto enrojece al recordar que en la suya figura una
docena y admite su mitomanía radical. "En la gira del 90 entré al camerino de
Bowie y le robé un kiwi. Ahí tienes otro titular: Bunbury roba kiwi a Bowie.
Bono me pidió perdón una vez que se chocó conmigo. También conocí a Leonard Cohen. Y
a Robert Plant. En un festival estábamos tocando un trozo de una canción de Led Zeppelin
y él estaba ahí, a la izquierda, mirándome. Una vergüenza espantosa".
T. Desde la ruptura de Héroes, ¿ha habido voluntad
de juntar a la banda?
E. B. No, en ningún momento. No existimos como banda,
pero existimos como personas. Cada uno tiene su vida actualmente, y Dios sabe qué es lo
que nos va a deparar el futuro. No veo muchas razones por las que nos podamos juntar en el
futuro, pero sí veo algunas. La razón más bonita sería que musicalmente nos
juntáramos y descubriéramos que tenemos algo que decir, cosa que actualmente no ocurre.
T. ¿Por qué crees que fuisteis tan criticados?
E. B. Creo que en ese rechazo hubo mucha pose. Durante
un tiempo fue muy cool meterse con Héroes. O con Bunbury. Lo que pasa es que quedó ese
poso, me da la impresión. Con el tiempo me parece injusto, porque no creo que fuésemos
tan malos como ciertos críticos querían decir, ni tan buenos como los fans se creían.
Bunbury menciona un libro de psicología
que habla del lado oscuro de las personas, y de la aceptación de éste. "Hay cosas
de las que nos avergonzamos porque nos parecen inaceptables", cuenta, "que nos
torturan a lo largo de nuestra vida hasta cuando las aceptamos, y ahí es cuando más
fácilmente nos podemos desprender de ellas".
T. Y tú, ¿cuál es el último tabú que rompiste?
E. B. Yo creo que el rock and roll. Pensaba que siempre
iba a ser eso, un tipo del rock; que no tenía otra opción y que tenía que aceptar. Pero
lo he roto. Con este disco, además.
|
Pequeño
(Chrysalis) aparece el día 26 de septiembre. |
|