HABLEMOS...
Con Enrique Bunbury se puede hablar de música. De la suya y la de los demás. Frente al estereotipo del rockero español, que -ay- no oye otra música que la le regalan en su discográfica, Enrique es un voraz
comprador de discos, un selectivo explorador de fronteras, un paladeador insaciable de canciones y sonidos.
- Enrique, hablemos de Pequeño.
COMPROBEMOS...
REPASEMOS...
Enrique repasa sus nuevas canciones...
Algo en común: "Estaba pensada para abrir el disco. Radical sonora era obligadamente una apuesta por el individualismo, venía de Héroes del Silencio. Aquí se trata de buscar lo que hay en común, los sentimientos
humanos compartidos. En clave intimista..."
Infinito: "Una letra atangada, con algo de ranchera y un poco de Tom Waits metido en la batidora. No soy purista a la hora de construir mi dramaturgia"
El extranjero: "Concebida bajo la sombra de Emir Kusturica, Goran Bregovic, Zorba El Griego. La letra no tiene dobleces: es una enmienda a la totalidad del nacionalismo excluyente. Ah, la Antigua a la que me refiero
como un buen lugar para morir no es la isla del Caribe sino la antigua capital de Guatemala, una ciudad que fue arrasada por los terremotos pero que conserva la belleza de los tiempos coloniales."
Sólo si me perdonas: "Más que flamenca, es una canción árabigo-andaluza. Llamé a los palmeros de Navajita Plateá y conseguí que dejaran venir a grabar a Nuria Clavería, una preciosidad gitana de 16
años a la que descubrí en un disco dedicado a las dinastías flamencas de Zaragoza".
El viento a favor: "Quiero pensar que se parece a los temas que concursaban en el festival de San Remo. Me parece que estoy especializándome en canciones triste-alegres".
Lejos de la tristeza: "Suena latina pero con esos toques naïf de Esquivel. Me ha ocurrido varias veces en éste disco que una canción empieza dentro de unos parámetros y, como por propia voluntad, se desplaza hacia otros. Esta nació cubana y terminó en tango".
Dudar? Quizás: "El título existía mucho antes que la canción, refleja una postura muy mía. Musicalmente, suena moruna y hasta follonera. Nuria Clavería está gloriosa en sus quejíos árabes."
Demasiado tarde: "Originalmente, era puro Beatles. Naturalmente, me empeñé en cambiarla y metí un tumbao; la guitarra suena casi a tres, Eva Amaral canta soberbiamente. Y la voz que habla es la del astronauta español. Ah, no me importa que se relacione el título con aquello de It's too
late to stop now, de Van Morrison".
De mayor: "Se rumoreó que Pequeño iba a ser un disco de kabarett a lo Kurt Weill e imagino que fue por ésta canción. En realidad, estaba pensando más en Marlene Dietrich. Obviamente, no resistí la tentación de
contaminarla con un piano honky tonk".
Bailando con el enemigo: "Nada que ver con la película aquella. Es el descubrimiento de que el enemigo es uno mismo. Musicalmente, oscila entre Elvis Presley cantando una balada y Chet Baker interpretando una
de sus historias de derrota."
Robinson: "Lo habitual: comenzó con aire gospel y terminó muy poco gospel. Recurrí a la grabación de la video-conferencia de los niños españoles con Pedro Luque."
Contradictorio: "Si alguien quiere entender mi trayectoria, con todas sus contradicciones, basta con escuchar ésta letra, que mis seguidores comprenderán a la primera. Se inicia en clave Marvin Gaye y va creciendo hasta un final apoteósico, pelín hortera, tipo Sonido de Filadelfia. Cierra el disco por sus siete minutos de duración y por tener una carga positiva."
ANTICIPEMOS...
Y el zumbido de los más variados compromisos: esos discos conceptuales coordinados por la revista Zona de Obras, el homenaje a Robert Wyatt, las aportaciones a proyectos teatrales o cinematográficas,
las colaboraciones con artistas en la misma onda... Todo aparcado. La prioridad actual es el directo. Conciertos con diez músicos, incluyendo cuerdas y vientos, con el material de Pequeño y
reescrituras de piezas de Radical Sonora. Cuenta, Enrique...
- El título estaba claro desde antes de empezar a grabar. Radical sonora tenía una producción compleja que terminó apoderándose de las canciones; en Pequeño, ellas mandan. Es un disco poco pretencioso, con
canciones de vocación popular. Algo que envidio de Manu Chao es que va a cualquier rincón del mundo y, si le preguntan que tipo de música hace, puede tocar los temas de Clandestino con una guitarrita.
- Así que Pequeño supone la búsqueda de la sencillez...
- Sí. Aspiraba a un sonido mediterráneo, a unas canciones populistas y callejeras. Radical sonora se oía de maravilla con unos auriculares caros; Pequeño se puede disfrutar hasta con un radio-cassette barato.
- ¿Y las letras?
- Hay mucho de introspección, de buceo en recuerdos de la infancia. No por nostalgia, lo que me interesa es volver a sentir la inocencia del niño.
Ya se puede comprobar que Pequeño es un disco hermoso. Once canciones esbeltas y orgánicas, proteicas de forma, escenificadas con cálidez y pasión. Basta con colocarlo en la bandeja de tu reproductor,
darle al play y atender durante los siguientes 57 minutos.
Enrique Bunbury era famoso en medio mundo antes de que en España se le respetara mínimamente. Creció en público, tropezó y se levantó bajo los focos; los errores y los aciertos han sido asumidos con coraje. Otros se habrían creado un caparazón de indiferencia ante críticas y maldades varias. Enrique es esencialmente bueno y cree en comunicarse, en aclarar malentendidos, en explicarse, en desatascar oídos prejuiciados.
Atrás quedan los meses de preparación en Zaragoza y grabación en El Cortijo, las semanas de mezclas en el Livingston londinense, las mil y una anécdotas de la tumultuosa confección de un disco a partir de un quinteto básico y docenas de invitados. Por ejemplo, el tema de Bambino grabado justo antes de que llegara la noticia de la muerte del más desgarrado de los rumberos....
- Quiero bautizar la gira cómo Pequeño cabaret ambulante. Pertenezco a una generación marcada por David Bowie, una generación que siempre ha esperado que los conciertos sean algo más que unos señores
tocando, que haya teatro y coreografía y humor y comunicación. Por experiencia propia, sé que la música muy electrónica no transmite tanto como la tocada con instrumentos más convencionales.
- Hablas entonces de concierto más espectáculo...
- Claro, las enseñanzas de los cafés cantante o los shows de Broadway son aplicables al rock. Hoy, yo no concibo el rock como una cultura de una edad determinada. Es cierto que antes tocaba para veinteañeros, para gente de mi edad o menor. Pero una vez al año montábamos en Zaragoza un concierto en recuerdo de Elvis. Solían ir mis padres, los padres de todos los músicos y siempre nos decían que les encantaba ver algo que era música pero también espectáculo. Había referencias lúdicas a los trajes, los movimientos, las diferentes estéticas de Elvis. Y aquel todo funcionaba: divertía, conmovía...
- No hay nada malo en ofrecer un concierto para todos los públicos, me parece.
- Nada en absoluto. Quiero que mi madre pueda ir a Pequeño cabaret ambulante y se entretenga y se emocione. Mi madre y cualquier madre que tenga un mínimo de sensibilidad. Si acudías a un concierto de Frank Sinatra, nadie te pedía el carnet para ver si tenías tal o cual edad. El rock ganara en grandeza cuando crezca en tolerancia, en voluntad de llegar a todas las edades.
- Que así sea.
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