EL PERIÓDICO
Al servicio de la reina
Nando Cruz
20 de septiembre
Una evidencia: sin sus dos decadas al servicio de Queen, el nombre de
Brian May no tendria ningún tipo de atractivo. Otra: muerto Freddie Mercury,
May es el único con posibilidades de reactivar el mito. Compositor, vocalista,
y sobretodo guitarrista, en sus manos recae gran parte del mérito de una banda
impermeable a las modas y en pole position para un eventualrevival.
De hecho, se respiró un ambiente de palacio de deportes: cánticos antes del concierto,
encendedores durante Love Of My Life, palmas exigiendo We Will Rock You,
el bueno de May adorado desde la plataforma instalada entre las primeras filas...
Lástima que no hubiese ni 1.500 personas.
Pero el guitarrista que tiempo atrás punteaba con una moneda no es un divo
egoista. Hasta se puede decir que conserva un cierto sentido del humor.
¿Como sino puede interpretar el karaoke de baladista de los 50 -tupé incluido-
que se sacó de la manga unos minutos antes del inicio del show? ¿Y la balada en
castellano? Bien, puede que fuese en serio.
En cualquier caso, los fans de Queen debieron disfrutar mucho con un concierto
pensado para ellos -¿debe haber fans de May en solitario?- y una puesta en escena
del todo setentera. Un diseño de luces que evocaba el de la gira de Killers Live,
dos coristas maduritas, un batería de los que pasan más tiempo derecho que sentado,
un guitarrista con sombrero... I Brian, sin ninguna arruga o un rizo de más,
como siempre.
Pero si el cancionero de Queen todavía aguanta el tipo, el de May en solitario
nace tocado de muerte. Como vocalista, puede fichar por Foreigner cuando quiera,
como guitarrista consiguió ese difícil punto medio que le atribuye una personalidad
irreprochable sin necesidad de dislocarse el con solos, pero
como creador cae de morros en el AOR que Queen siempre esquivó.
Y aquí encajaba el trio Cuatro Días, que definió con triste fidelidad el concepto
pop-rock. Si con alguna cosa lo adrezan, debe ser con dicción auserona.
De Luis, más que de Santiago.