La Crónica
4 de Abril de 1999
México, D.F.


 

¡Esa no por que me duele!

Delia M
                            

     Soy fan de Richard Thompson porque me puedo identificar con algunos de sus
     sentimientos. He estado en el lugar común de la pena de amor, donde Richard ha escrito
     el doctorado.

       Thompson es el amo y señor de la canción sufridora, música para amenizar el azote,
     que se puede prolongar a base de repetir el tema que mejor acomode a la situación: Me
     malentendiste; no voy a arrastrar los pies cuando lleve mis asuntos a otro lado porque el
     encanto se acabó; me siento tan bien que quiero partir el corazón de alguien. Todos estos
     sentimientos enmarcados en la alta musicalidad de sus composiciones.

       Me gusta su fórmula: comentarios feroces llenos de mala leche, seguido por una línea
     de guitarra en tono amoroso que explica que tanto odio está generado por el amor.

       Para muestra hay que irse al seminal Shoot out the lights (Hannibal/Rykodisc, 1982)
     donde se encuentra documentado el rompimiento con su entonces esposa Linda, una
     lección de cómo el dolor bien canalizado puede rendir un opus indispensable.

       Thompson es un guitarrista excelso que es reconocido por sus contemporáneos. Lo
     admiran gente como Anton Fier, quien lo ha invitado a colaborar con Golden Palominos,
     Los Lobos, R.E.M., Loudon Wainwright III, Everything But the Girl y Nick Drake, quien no
     puede más que dar fe discográfica porque ya murió.

       Encuentro en su música el soundtrack perfecto para cuando estoy enamorada,
     decepcionada, tratando de olvidar y/o recordar el sentimiento perdido o en el inter que
     sucede algo que represente una carga emocional y me haga falta un paño de lágrimas
     musical.
 

Regresa